Después de dos jornadas épicas de exploración, el cuerpo y la mente necesitan días de transición, jornadas más pausadas donde el ritmo se ralentiza y se permite disfrutar de descubrimientos más íntimos. El 2 de abril fue exactamente uno de esos días necesarios: una jornada de recuperación que no por ser más tranquila resultó menos enriquecedora. A veces los mejores descubrimientos de viaje llegan cuando bajas el ritmo y te permites ser más selectivo con las experiencias.
Despertar tardío: el lujo de no tener prisa #
Me levanté considerablemente más tarde de lo habitual. El día anterior había sido demasiado intenso, tal vez excesivamente ambicioso en términos de kilometraje urbano recorrido. El error del ferry que me llevó a Beşiktaş en lugar de Karaköy había añadido kilómetros extra de caminata nocturna que mis piernas estaban cobrando con intereses.
Hay algo liberador en esos despertares tardíos de viaje, cuando puedes permitirte el lujo de no consultar inmediatamente la lista de monumentos pendientes y simplemente escuchar a tu cuerpo. El apartamento en Taksim tenía la ventaja de estar perfectamente ubicado para este tipo de mañanas relajadas: todo estaba al alcance, pero sin la presión de horarios estrictos.
Galata Mevlevihanesi Museum: los derviches giradores #
Mi primera parada del día fue el Galata Mevlevihanesi Museum, dedicado a la orden sufí de los derviches giradores. Era una elección perfecta para una mañana de ritmo pausado: un museo íntimo que permitía una aproximación tranquila a una de las tradiciones espirituales más fascinantes del Islam.
El museo ocupa lo que fue un tekke, es decir, un monasterio de derviches, y conserva la atmósfera de recogimiento espiritual que caracterizaba estos espacios. Las salas de exposición explican con detalle la filosofía y las prácticas de los derviches mevlevíes, esa rama del sufismo que convirtió la danza giratoria en una forma de meditación y conexión con lo divino.
Lo que más me impresionó fue la colección de instrumentos musicales utilizados en las ceremonias sufíes. La música, según la tradición mevleví, es fundamental para alcanzar el éxtasis espiritual durante la danza. Ver esos instrumentos centenarios, algunos de una belleza artesanal extraordinaria, era como acercarse a una dimensión del Islam completamente diferente a la que muestran las grandes mezquitas imperiales.




Descenso hacia Karaköy: rutinas familiares #
Desde Galata bajé hacia Karaköy, una ruta que ya había recorrido varias veces y que comenzaba a resultar familiar. Hay algo reconfortante en esos trayectos que se convierten en rutinas durante un viaje: confirman que estás empezando a conocer realmente una ciudad, que has desarrollado tus propios mapas mentales y tus rutas preferidas.
Karaköy mostraba su cara más cotidiana en una mañana de martes laborable. Los locales se dirigían a sus trabajos, las cafeterías servían desayunos rápidos, y el barrio tenía esa energía funcional que se esconde detrás del barniz turístico. Era reconfortante comprobar que Estambul seguía siendo una ciudad real, habitada, no solo un museo al aire libre.
Cruzar el puente de Gálata se había convertido ya en un ritual diario, pero lejos de resultar repetitivo, cada travesía ofrecía matices diferentes. Los pescadores de primera hora de la mañana tenían una dedicación casi monástica, muy diferente al ambiente más social de las tardes. El tráfico marítimo también mostraba patrones distintos según la hora del día.


Estación Sirkeci: en busca del Orient Express #
Mi siguiente parada tenía un componente nostálgico especial: la estación de Sirkeci, término histórico del famoso Orient Express. Llegar hasta allí era como hacer una peregrinación a uno de los símbolos del viaje romántico europeo. Esta estación había sido durante décadas la puerta de entrada a Europa para viajeros procedentes de Asia y Oriente Medio.
El edificio de la estación conserva esa elegancia fin de siglo que caracterizaba las grandes terminales ferroviarias europeas. Aunque ya no llegan los lujosos vagones del Orient Express, la estación mantiene un aura de nostalgia ferroviaria que resulta conmovedora para cualquier amante de los viajes.
Pasé un buen rato imaginando las llegadas y partidas que había presenciado este lugar. Diplomáticos, espías, comerciantes, aventureros, todos habían pasado por estos andenes camino de aventuras que ahora solo pueden vivirse en novelas de Graham Greene o Agatha Christie.



Parque Gülhane: verde urbano junto al palacio #
Desde la estación me dirigí al Parque Gülhane, los antiguos jardines exteriores del palacio de Topkapi convertidos en parque público. Era una opción perfecta para una mañana de ritmo relajado: espacios verdes donde sentarse, caminos para pasear sin prisas, y vistas espléndidas del Bósforo.
El parque tenía esa atmósfera de oasis urbano que caracteriza a los mejores jardines de las grandes ciudades. Las familias turcas paseaban con niños pequeños, los jubilados jugaban al backgammon bajo los árboles, y los estudiantes aprovechaban los bancos para estudiar al aire libre. Era un Estambul cotidiano y relajado, muy diferente de la intensidad monumental de los días anteriores.
Los jardines conservan algunos elementos de su pasado palatino: fuentes otomanas, perspectivas cuidadosamente diseñadas, y esa sensación de estar en un espacio que fue concebido para el disfrute y la contemplación.




Istanbul Museum of the History of Science and Technology in Islam: descubrimiento inesperado #
Dentro del parque Gülhane me topé con un museo que no había incluido en mi planificación original: el Istanbul Museum of the History of Science and Technology in Islam. Era exactamente el tipo de descubrimiento casual que hace especiales los días de exploración sin agenda estricta.
El museo resultó ser una sorpresa fascinante. Las colecciones muestran la extraordinaria contribución del mundo islámico al desarrollo científico y tecnológico durante la Edad Media. Instrumentos astronómicos, aparatos de medición, mapas geográficos, y tratados médicos que demuestran cómo las civilizaciones islámicas fueron durante siglos la vanguardia del conocimiento científico mundial.
Para alguien educado en una visión eurocéntrica de la historia de la ciencia, el museo era una lección de humildad intelectual. Ver astrolabios del siglo IX más precisos que muchos instrumentos europeos del XV, o mapas árabes del XII que superaban en exactitud a las cartas de navegación cristianas contemporáneas, era una forma de recomponer la perspectiva histórica.


İBB Sarayburnu Parkı: fotografías del encuentro de las aguas #
Mi última parada formal del día fue el İBB Sarayburnu Parkı, situado en el punto donde el Cuerno de Oro se encuentra con el Bósforo. Era un lugar perfecto para la fotografía paisajística, con vistas espectaculares de la confluencia de las aguas y la ciudad asiática al fondo.
El parque ocupa una posición estratégica que permite comprender la geografía que hizo de Estambul una ciudad única. Desde allí se aprecia cómo la península histórica está rodeada de agua por tres lados, creando esa situación defensiva natural que convirtió a Constantinopla en una fortaleza casi inexpugnable durante siglos.
Las fotografías que tomé desde Sarayburnu capturaban no solo la belleza del paisaje, sino también la lógica geográfica que explica por qué tantas civilizaciones habían elegido este lugar para establecer sus capitales.


Regreso por İstiklal: reflexiones de media tarde #
Alrededor de las seis de la tarde emprendí el regreso al apartamento recorriendo una vez más la calle İstiklal. Era interesante observar cómo esta arteria mostraba caras diferentes según la hora del día. La İstiklal de media tarde tenía un ambiente más relajado que la nocturna, pero más animado que la matutina.
Me detuve en varias tiendas que había visto durante días anteriores pero no había tenido tiempo de explorar. Las tiendas de İstiklal ofrecen una interesante mezcla de objetos turcos cotidianos y souvenirs totalmente enfocados a turistas.
Balance de un día necesario #
Al llegar al apartamento esa tarde, tenía la sensación de haber vivido exactamente el tipo de día que necesitaba después de la intensidad de las jornadas anteriores. No había visitado grandes monumentos ni recorrido grandes distancias, pero había profundizado en aspectos más íntimos de la ciudad.
El Galata Mevlevihanesi Museum me había acercado a dimensiones espirituales del Islam que desconocía. El museo de ciencia e tecnología islámicas había ampliado mis perspectivas históricas. Y los paseos por parques y calles me habían permitido observar el Estambul cotidiano, no solo el monumental.
Con tres días completos aún por delante, este día de transición me había servido también para reflexionar sobre las prioridades para el final del viaje. Quedaban monumentos importantes por visitar, pero también tenía la sensación de que ya había captado algo esencial del alma de Estambul.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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