Hay edificios en Barcelona cuya historia es tan compleja y estratificada que contienen en sí mismos varios siglos de transformaciones sociales, políticas y religiosas. El Antic Convent de la Mercè, hoy sede de la Capitanía General del Ejército de Tierra, es uno de esos lugares donde cada época ha dejado su huella sin borrar completamente las anteriores. Visitarlo durante el Open House Barcelona fue como hojear un libro de historia arquitectónica donde conviven el barroco del siglo XVII, las reformas militares decimonónicas y el neoclasicismo de los años veinte del siglo pasado.
El edificio ocupa toda una manzana entre el Passeig de Colom, la plaça de la Mercè, el carrer de Boltres y el carrer de Simó Oller. Es un volumen imponente que pasa relativamente desapercibido para la mayoría de barceloneses porque su acceso está muy restringido. Solo abre sus puertas al público en contadas ocasiones: el día de la Mercè, Sant Jordi, el día de la Constitución y algunos otros festivos estatales. El Open House Barcelona es una de las pocas oportunidades para acceder a sus salones nobiliarios y, sobre todo, para contemplar su magnífico claustro barroco, una de las joyas arquitectónicas menos conocidas de la ciudad.
La fundación de los mercedarios y el primer convento #
La historia de este lugar comienza en 1218, cuando según la tradición la Virgen María se apareció a Pere Nolasc en Barcelona. Inmediatamente después se fundó la Orden de la Merced, inicialmente una cofradía dedicada al rescate de cautivos cristianos en manos musulmanas. Era una época de conflicto constante entre cristianos y musulmanes en el Mediterráneo, y el rescate de prisioneros mediante el pago de rescates era una labor considerada de máxima caridad.
Los mercedarios se instalaron primero en el Hospital de Santa Eulàlia, situado junto a la catedral, donde no solo atendían el hospital sino que también organizaban las expediciones para liberar cautivos. Pero la comunidad creció rápidamente y el espacio se quedó pequeño. El mismo Pere Nolasc adquirió en 1232 unos terrenos cerca del mar, en la zona conocida como Vilanova de les Roquetes, un arenal ocupado por casas de pescadores y constructores de barcos.
Entre 1249 y 1267 se construyó la primera iglesia dedicada a la Mare de Déu de la Mercè, situada entre el actual carrer Ample y el carrer de la Mercè. Al otro lado de este último los mercedarios tenían sus huertos, comunicados con el convento mediante un paso elevado. A medida que la iglesia se fue ampliando, el convento se construyó en el terreno de los huertos, primero en el siglo XV un edificio gótico del que apenas quedan vestigios, y posteriormente en el siglo XVII el edificio que forma la base del actual.
El gran convento barroco del siglo XVII #
El convento medieval se había quedado obsoleto y en mal estado a principios del siglo XVII. En 1605 se inició la construcción de un nuevo edificio de mayores dimensiones, bajo la dirección del maestro de obras Jeroni Santacana. Las obras avanzaron con dificultades económicas que las paralizaron entre 1608 y 1613, y de nuevo en 1621. No fue hasta 1636, bajo el impulso del fraile Dalmau Serra, cuando se iniciaron los trabajos de decoración del edificio.
La construcción del convento coincidió en parte con la Guerra de Separación catalana, pero eso no impidió que se realizara una de las intervenciones artísticas más importantes del barroco catalán. El escultor Josep Ratés trabajó junto con Jaume Granger tallando las piedras de los puentes que comunicaban el convento con la iglesia. Jaume Flori creó la portada monumental que da a la plaça de la Mercè, una obra maestra del barroco barcelonés ejecutada en mármol blanco, gris y rosado. Joan Salanova construyó la sala de profundis. Y entre 1637 y 1651, Jaume Granger diseñó el claustro, la pieza arquitectónica más destacada de todo el conjunto.
El claustro de Jaume Granger es una obra excepcional por varias razones. Primero, por sus dimensiones: es uno de los claustros más grandes de Barcelona, con planta cuadrada y dos pisos. Segundo, por su calidad constructiva y su armonía compositiva, que bebe de las aportaciones de los maestres de l'Escola del Camp, importadores de las novedades florentinas a Cataluña. Y tercero, por su peculiar policromía natural resultante de combinar muros de revestimiento blanco con elementos portantes de mármol gris de Montjuïc.
El claustro está formado por cuatro galerías de cuatro tramos cada una, cubiertas con bóvedas de arista sostenidas por pilastras y columnas toscanas de mármol gris. Las columnas del primer piso son más robustas y sobrias, mientras que el segundo piso presenta una galería más ligera con el doble de arcos y columnas que el inferior. Es en realidad la superposición de dos claustros sucesivos, una solución arquitectónica que le da una verticalidad y elegancia poco comunes en la arquitectura conventual catalana.
El pintor mercedario Agustí Leonardo decoró entre 1637 y 1640 el claustro, los pasillos y las estancias principales con pinturas al óleo sobre tela. Además de temas mercedarios, ilustró una serie de ocho telas con episodios de la conquista de México por Hernán Cortés, que desgraciadamente desaparecieron en los saqueos posteriores. También fueron famosos los arrimaderos de cerámica valenciana que cubrían las paredes bajas del claustro, obra del ceramista Amador Soler, quien fabricó piezas decoradas con la historia de la Virgen y los santos de la orden. Estas cerámicas originales también se perdieron, aunque en las reformas del siglo XX se sustituyeron por nuevos arrimaderos con referencias a los capitanes generales de Cataluña.
La guerra, la desamortización y el uso militar #
El siglo XIX trajo grandes convulsiones al convento de la Mercè. Durante la Guerra del Francés, entre 1808 y 1814, los mercedarios tuvieron que abandonar el edificio, que fue saqueado por el ejército francés. Cuando pudieron regresar en 1824, encontraron el estado lamentable: habían desaparecido pinturas, mobiliario y parte de la ornamentación del claustro estaba mutilada.
En 1823 el Ayuntamiento de Barcelona había obligado a derribar los puentes que unían el convento con la iglesia de la Mercè, aunque posteriormente se reconstruyeron. El golpe definitivo llegó con la desamortización de Mendizábal en 1835, cuando el Estado confiscó el edificio y los mercedarios fueron exclaustrados definitivamente. Nunca más volverían.
El edificio pasó a ser utilizado primero como centro de subastas y oficinas de la Comisión de Arbitrios de Amortización. En la década de 1840 comenzaron las obras para convertir el antiguo convento en caserna de infantería y casino militar. La Capitanía General, que desde 1714 ocupaba el Palau Reial en el Pla de Palau, tuvo que abandonar ese edificio porque se destinó para uso de la reina Isabel II. Después de estudiar instalarse en la Foneria de Canons al final de la Rambla, finalmente se optó por el exconvento de la Mercè.
Desde 1846 hasta la actualidad, el edificio es la sede de la Capitanía General, primero de la IV Región Militar y actualmente de la Inspección General del Ejército de Tierra. Este cambio de uso, de monacal a edificio militar, comportó importantes obras que intentaban conjugar espacios ya construidos como el claustro con nuevas construcciones concebidas para otras funciones. A excepción del soberbio claustro y de las paredes maestras que establecían la circulación por los diferentes corredores, que mantuvieron casi intacto el viejo carácter conventual, el resto fue adaptado a las necesidades que derivaban de su nueva destinación.
La gran reforma de Adolf Florensa #
El derribo de la muralla de mar entre 1878 y 1883 propició la primera remodelación moderna de la Capitanía General. Hasta entonces, un pequeño puente elevado conectaba el edificio con el camino de ronda sobre la construcción defensiva, que era un paseo muy popular entre los barceloneses. La apertura del Passeig de Colom cambió completamente la relación del edificio con la ciudad, y la fachada que miraba al mar cobró una importancia que nunca había tenido.
En los años veinte, en vísperas de la Exposición Universal de 1929, el Ayuntamiento y el Ejército acordaron una intervención integral para encarar definitivamente el edificio hacia el mar y redecorar su interior. El arquitecto municipal Adolf Florensa fue el encargado del proyecto, realizado entre 1926 y 1929. Florensa era un arquitecto especializado en restauraciones que había trabajado en muchos edificios históricos de Barcelona, y su intervención en la Capitanía General fue la más radical de todas las que había sufrido el antiguo convento.
La nueva fachada del Passeig de Colom diseñada por Florensa es monumentalmente neoclásica, con un lenguaje arquitectónico que remite a los grandes palacios administrativos del siglo XIX. Tiene una base de piedra y el resto de los muros revestidos con morteros imitando sillares. Las aberturas presentan enmarcamientos de mármol moldurado, con antepechos esculpidos a base de palmetas y dinteles con frontones rotos. La composición es simétrica y solemne, presidida por un gran escudo de España que ha sido motivo de controversia política. En 2010, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, se sustituyó el escudo franquista por el escudo constitucional.
La intervención de Florensa en el interior fue igualmente importante. Respetó el claustro barroco de Jaume Granger, conservando las columnas de mármol negro originales, pero añadió elementos nuevos. La balaustrada del primer piso del claustro es obra de Florensa, así como los arrimaderos cerámicos con referencias a los capitanes generales de Cataluña que sustituyeron a los originales de la época mercedaria. En el centro del claustro colocó un obelisco de principios del siglo XX que funciona como fuente y farol.
Florensa también diseñó los suntuosos salones nobiliarios que todavía hoy se utilizan para actos protocolarios: el Salón del Trono, con su festival de terciopelos rojos, lámparas de araña y retratos monárquicos; la sala Grisallas; el comedor de gala; y un patio andaluz. Estos espacios son pura pompa decimonónica y contrasta con las referencias catalanas y barcelonesas presentes en el claustro.
La experiencia de la visita durante el Open House #
Acceder a la Capitanía General es entrar en un edificio que muy pocos barceloneses conocen por dentro, a pesar de ocupar toda una manzana en pleno centro histórico. Durante el Open House Barcelona, las visitas se organizan con guías militares que explican la historia del edificio mientras te acompañan por los espacios autorizados. El control de seguridad a la entrada es estricto, como corresponde a una instalación militar en activo.
La visita comienza normalmente por la entrada de la plaça de la Mercè, atravesando la magnífica portada barroca de Jaume Flori de 1641. Esta puerta es una rara avis de la arquitectura barroca barcelonesa, trabajada en mármol de tres colores con una composición escultórica que combina elementos arquitectónicos y decorativos de gran calidad. Atravesar esta puerta es como pasar un umbral temporal hacia el siglo XVII.
El vestíbulo da acceso a una gran escalera de honor que sube a la planta noble, donde se encuentran los salones de representación. Pero el verdadero tesoro del edificio es el claustro, y normalmente se accede a él antes de subir a las plantas superiores. El impacto visual del claustro es inmediato: la elegancia del mármol gris combinada con el blanco de los muros, la verticalidad de las dos plantas de galerías superpuestas, la luz natural que entra por el espacio abierto del centro.
Caminar por las galerías del claustro es una experiencia contemplativa. El silencio y la armonía de las proporciones invitan a detenerse y observar los detalles: los arrimaderos cerámicos con los escudos de los capitanes generales, las columnas toscanas de mármol perfectamente talladas, las bóvedas de arista que cubren las galerías, el juego de luces y sombras que cambia según la hora del día. El obelisco central, aunque es un añadido del siglo XX, funciona bien como punto focal del espacio.
Desde las galerías del segundo piso se tiene una perspectiva diferente del claustro, más aérea y abarcadora. También se pueden ver los dos puentes cubiertos que conectan el edificio con la basílica de la Mercè, sostenidos sobre bóvedas de medio punto y presentados como galerías de arcos sobre columnas jónicas. Estos puentes son un testimonio físico de la antigua unidad entre convento e iglesia, hoy separados institucional y funcionalmente pero todavía conectados arquitectónicamente.
La visita continúa por los salones nobles de la planta principal. El Salón del Trono es especialmente impresionante por su decoración recargada, con el trono real presidiendo bajo un dosel de terciopelo rojo y las paredes cubiertas de retratos de los reyes de España. Es un espacio que habla del poder y la pompa militar, muy diferente del carácter conventual del claustro. La sala Grisallas, decorada con pinturas monocromáticas, y el comedor de gala, con su larga mesa preparada para banquetes oficiales, completan el recorrido por las estancias de representación.
Un edificio con muchas capas históricas #
Lo fascinante del Antic Convent de la Mercè es precisamente su carácter de palimpsesto arquitectónico. Es un edificio donde puedes leer las diferentes épocas superpuestas sin que ninguna haya borrado completamente las anteriores. El claustro barroco del siglo XVII convive con la fachada neoclásica de los años veinte, los salones decimonónicos con los elementos militares contemporáneos.
Hay algo inquietante en la transformación de un convento dedicado a la caridad y el rescate de cautivos en la sede del poder militar. Los mercedarios fueron una orden dedicada a liberar prisioneros, y su antiguo hogar es ahora la sede de una institución que históricamente ha tenido el poder de encarcelar. Esta ironía histórica añade una capa de complejidad a la experiencia de la visita.
Al mismo tiempo, el hecho de que el edificio haya mantenido un uso institucional continuado desde 1846 ha permitido su conservación, especialmente del claustro. Muchos otros conventos desamortizados fueron demolidos o transformados de manera tan radical que perdieron por completo su carácter original. El convento de la Mercè, al convertirse en Capitanía General, mantuvo una dignidad y una importancia que justificaron las inversiones necesarias para su mantenimiento.
El vínculo físico con la basílica de la Mercè, a través de los dos puentes cubiertos, también es un testimonio de continuidad histórica. La música litúrgica, las campanas y la visión de la gran escultura de la Mare de Déu que corona el templo se perciben constantemente en las dependencias militares. Y a la inversa, la iglesia acoge celebraciones y conciertos militares, y entre la feligresía habitual hay una alta proporción de militares en activo y retirados.
El claustro barroco en el contexto catalán #
El claustro de Jaume Granger es una de las obras más destacadas de la arquitectura barroca catalana, aunque paradójicamente es poco conocido por el gran público debido a las restricciones de acceso al edificio. En el contexto de la arquitectura conventual catalana del siglo XVII, este claustro se distingue por su tamaño, su armonía compositiva y su calidad de ejecución.
La combinación de mármoles de diferentes colores para crear una policromía natural es un recurso poco común en Cataluña, donde la mayoría de claustros barrocos tienen una apariencia más austera. El claustro de Jaume Granger se puede comparar con el de la Casa de Convalescència, actual sede del Institut d'Estudis Catalans, otro ejemplo magnífico de arquitectura conventual barroca en Barcelona. Ambos comparten la elegancia de las proporciones y la calidad de los acabados, aunque el de la Mercè es más monumental y vertical.
La influencia de la Escola del Camp y de las novedades florentinas se nota en la manera de tratar los elementos arquitectónicos: columnas toscanas sencillas pero perfectamente proporcionadas, arcos de medio punto limpios sin decoración excesiva, bóvedas de arista que permiten una distribución eficiente de las cargas. Es barroco en el sentido de ser espacialmente dinámico y verticalmente ambicioso, pero mantiene una contención decorativa que lo distingue del barroco más recargado de otras regiones españolas.
Información práctica #
El Antic Convent de la Mercè - Capitanía General se encuentra en el Passeig de Colom, 14, con entrada también por la plaça de la Mercè. El acceso habitual al público es muy limitado. Las principales jornadas de puertas abiertas son el día de la Mercè (24 de septiembre), Sant Jordi (23 de abril) y algunos festivos estatales como el día de las Fuerzas Armadas, el de la Hispanidad, el de la Constitución y el de la Inmaculada.
Durante el Open House Barcelona, el edificio se incluye en el programa del festival y se pueden reservar visitas guiadas. Es importante reservar con antelación porque las plazas son limitadas y el interés es alto dado lo poco accesible que es normalmente el edificio. Las visitas son guiadas por personal militar y tienen una duración aproximada de una hora.
El edificio está catalogado como Bien Cultural de Interés Local por el Ayuntamiento de Barcelona. La visita incluye el claustro barroco, los salones nobles de la planta principal (Salón del Trono, sala Grisallas, comedor de gala) y el patio andaluz. No se permite el acceso a las zonas de trabajo militar ni a las plantas superiores donde están las oficinas.
Para los interesados en la arquitectura conventual barroca de Barcelona, se puede combinar la visita a la Capitanía General con la de la basílica de la Mercè, situada justo al lado y accesible libremente. La iglesia actual, construida entre 1765 y 1775 por Josep Mas i Dordal, también merece la visita por su arquitectura barroca tardía y por ser el templo de la patrona de Barcelona. El cambril donde se conserva la imagen gótica de la Mare de Déu es especialmente interesante, con ofrendas que incluyen insignias, fajas y bastones de mando de capitanes generales.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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