Skip to main content

Casa Sayrach y Casa Montserrat

Los últimos templos del modernismo barcelonés

Casa Sayrach y Casa Montserrat

Hay edificios que parecen detenidos en el tiempo, resistiéndose a abandonar una época en la que las formas orgánicas y la naturaleza inspiraban cada línea arquitectónica. En la esquina de la avenida Diagonal con la calle Enric Granados se alzan dos construcciones que representan, literalmente, las últimas manifestaciones del modernismo catalán: la Casa Sayrach y la Casa Montserrat. Visitarlas durante el Open House Barcelona supone adentrarse en un universo donde el amor, la naturaleza y la filosofía se fusionaron en piedra y hierro.

El arquitecto poeta: Manuel Sayrach i Carreras #

Antes de hablar de los edificios, conviene detenerse en su creador. Manuel Sayrach i Carreras no fue un arquitecto convencional. Nacido en 1886, este hombre polifacético era también escritor, dramaturgo, político republicano, filósofo y diseñador. Un auténtico humanista que, paradójicamente, apenas llegó a construir más que edificios para su propia familia antes de morir prematuramente en 1937, con solo 51 años.

Sayrach fue un ferviente admirador de Antoni Gaudí, pero llegó tarde a la fiesta modernista. Cuando él estaba proyectando sus obras maestras entre 1915 y 1926, el modernismo ya había pasado de moda y el novecentismo dominaba la escena arquitectónica catalana. Los intelectuales de la época despreciaban abiertamente aquel estilo que consideraban excesivo. Pero a Sayrach no le importó. Él había visto la genialidad de Gaudí con sus propios ojos y decidió rendir su particular homenaje, creando dos edificios que serían los últimos grandes exponentes del movimiento modernista en Barcelona.

La Casa Sayrach: un océano petrificado en la Diagonal #

La primera de estas construcciones se levantó entre 1915 y 1918 en la avenida Diagonal, números 423-425. Aunque el proyecto lo firmó Gabriel Borrell (porque el joven Sayrach aún no había terminado la carrera de arquitectura), la autoría intelectual es indiscutiblemente suya. Y se nota en cada detalle.

Desde fuera, lo primero que sorprende es esa sensación de movimiento perpetuo. La fachada ondulante de piedra de Montjuïc parece una ola congelada en el tiempo. El tejado blanco, construido con piedra de Vilanova y estuco, da la impresión de estar derritiéndose bajo el sol mediterráneo, como un helado abandonado en pleno agosto. Esta cualidad líquida no es casual: toda la Casa Sayrach es un homenaje a Cataluña a través de sus elementos naturales, donde la fachada representa la montaña y el interior evoca el mar.

El edificio hace esquina, y ese vértice está magistralmente resuelto con una columna de miradores semicirculares que culmina en una esbelta torre. Sobre la entrada principal de la Diagonal destaca una tribuna sostenida por un arco parabólico típicamente gaudiniano, flanqueado por dos pilares que parecen derretirse hacia el suelo. La ausencia de ornamentación superficial concentra toda la atención en las formas orgánicas, recordando inevitablemente a La Pedrera, que se encuentra a pocos pasos.

El vestíbulo marino: un templo dedicado a la vida #

Cruzar el umbral de la Casa Sayrach es como sumergirse en las profundidades del Mediterráneo. El vestíbulo es una auténtica apoteosis del modernismo más barroco y fantástico. Las columnas imponentes enmarcan un espacio donde cada elemento arquitectónico parece cobrar vida propia: las formas ondulantes del techo evocan olas y medusas, las rejas simulan algas marinas, y la decoración sugiere conchas, erizos de mar y hasta la estructura ósea de una ballena.

Todo en este espacio tiene un significado simbólico. El timbre de entrada representa el estallido de una gota de agua al caer, conteniendo en su pequeñez el equilibrio del universo entero. La mirilla es un sol, generador de vida. Al inicio de la escalera, una red de pescar simboliza el ciclo eterno de la vida y la muerte. El vestíbulo comunica con el patio interior de manzana, y la escalera, trabajada con un detalle extraordinario, muestra una decoración que combina elementos naturalistas con un simbolismo profundo.

Sayrach concibió este espacio como un templo laico dedicado a la vida humana, donde el visitante transita desde el caos de la calle hacia un universo íntimo repleto de referencias a la naturaleza y la espiritualidad. Es arquitectura que respira, que tiene alma y pensamiento.

La Casa Montserrat: una declaración de amor en piedra #

A pocos metros, en el número 153-155 de la calle Enric Granados, se alza la Casa Montserrat, construida entre 1924 y 1926. Si la Casa Sayrach era un homenaje a Cataluña, ésta es una carta de amor en piedra dedicada a Montserrat Fatjó dels Xiprers, la esposa del arquitecto, veinte años más joven que él.

La fachada de este edificio entre medianeras muestra una composición más simétrica y académica que su hermana mayor, alejándose del modernismo más ortodoxo aunque manteniendo elementos característicos. Una moldura retorcida recorre todo el perímetro del edificio como un cordón, armonizando con las columnas salomónicas y las formas suaves y ovoides que decoran la construcción. Por esta peculiaridad, popularmente se conoció como "la Casa del Cordó" (la Casa del Cordón), mientras que la Sayrach recibió el apodo de "Casa de la Nata" por el color cremoso de su piedra.

El tejado en mansarda vuelve a mostrar esos carámbanos blancos que parecen nieve de los Pirineos, conectando visualmente con la Casa Sayrach y reforzando ese homenaje a la geografía catalana que tanto obsesionaba a Manuel Sayrach.

Un vestíbulo teatral donde se representa la vida #

Si el vestíbulo de la Casa Sayrach impresiona por su universo marino, el de la Casa Montserrat conmueve por su carga simbólica y romántica. Sayrach, que además de arquitecto era dramaturgo, concibió este espacio como un escenario donde se representa la gran obra de la vida.

Las paredes están decoradas con grandes cortinajes pintados que simulan el telón de un teatro. Estos cortinajes continúan en la pared de la escalera dando la sensación de prolongarse hasta el infinito, como el amor de Manuel hacia su esposa. En el techo se despliega el mar, representado con formas orgánicas que evocan el origen de la vida. A continuación aparece la evolución de las especies, que surgen del mar y se refugian en la tierra, simbolizada por una cueva al fondo del vestíbulo, enmarcada por dos columnas jónicas que representan la civilización.

El simbolismo amoroso está presente en cada rincón. La reja de la puerta principal muestra una gran M y una semilla de ciprés, en clara alusión a Montserrat Fatjó dels Xiprers. En el artesonado del techo se entrelazan dos M (Montserrat y Manuel) unidas por una semilla de ciprés y estrellas de cinco puntas, que representan a los cinco hijos que tuvieron juntos.

Incluso los detalles más prosaicos están cargados de significado: Sayrach diseñó personalmente dos asientos con forma de chapa de botella destinados a la espera del ascensor, anticipándose en décadas a conceptos de reciclaje y reutilización. Las columnas del vestíbulo, combinadas con elementos novecentistas y una portada de hierro de estilo art déco, funcionan casi como un guiño irónico a las nuevas tendencias arquitectónicas, una forma de reafirmar su fidelidad inquebrantable al modernismo.

La experiencia Open House: accediendo a lo inaccesible #

Durante el festival Open House Barcelona, estos dos edificios residenciales abren sus puertas al público, permitiendo visitar unos espacios que normalmente permanecen vedados. Las visitas son guiadas, sin necesidad de inscripción previa, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado, te garantiza el acceso sin complicadas reservas; por otro, conviene llegar con tiempo porque las colas pueden ser considerables, especialmente tratándose de dos de las joyas mejor guardadas del modernismo barcelonés.

El recorrido se limita estrictamente a los vestíbulos de ambos edificios, ya que las plantas superiores son viviendas particulares. Pero no hace falta más. En esos portales se concentra toda la esencia del universo creativo de Manuel Sayrach: su amor por la naturaleza, su concepción de la arquitectura como arte total, su romanticismo desbordante y su capacidad para dotar de significado filosófico hasta el más mínimo detalle.

Los guías explican con pasión la historia de los edificios y desentrañan el simbolismo de cada elemento decorativo. Es fundamental prestar atención a estos detalles, porque sin ellos muchos de los símbolos pasarían desapercibidos. El timbre-gota, la mirilla-sol, las iniciales entrelazadas, las referencias marinas, los cortinajes teatrales, la cueva de la civilización... cada elemento cuenta una parte de la historia.

Dos edificios, una misma visión #

Aunque construidas con diez años de diferencia, la Casa Sayrach y la Casa Montserrat comparten una coherencia estética y filosófica que las convierte en dos caras de una misma moneda. Ambas nacieron cuando el modernismo era considerado antiguo y pasado de moda, cuando la mayoría de los arquitectos habían abrazado ya el novecentismo. Ambas son el resultado del trabajo de un hombre que tuvo la valentía de seguir su propia visión artística a contracorriente de las modas imperantes.

Sayrach concibió estos edificios con total libertad, sin las presiones de clientes externos, ya que eran encargos familiares. Esta libertad se nota en cada decisión arquitectónica: en la audacia de las formas, en la profusidad del simbolismo, en la atención obsesiva al detalle. Son edificios que hablan tanto del genio de Gaudí como de la personalidad única de su creador, un hombre que fue arquitecto, poeta, filósofo y soñador.

La historia de Manuel Sayrach tiene algo de tragedia romántica. En 1932, su joven esposa Montserrat murió repentinamente con solo 26 años, dejándolo con cinco hijos pequeños. Los años luminosos se convirtieron en tiempos de oscuridad, y Sayrach se centró en la construcción de un panteón familiar que sería el hogar eterno para su amada. Cinco años después, en plena Guerra Civil, él también fallecería. Su obra arquitectónica quedó prácticamente limitada a estas dos casas y a la desaparecida "Torre dels Dimonis" en Sant Feliu, pero fue suficiente para dejar una huella imborrable en el paisaje urbano barcelonés.

Información práctica para la visita #

Las Casas Sayrach y Montserrat se encuentran en la avenida Diagonal 423-425 y en la calle Enric Granados 153-155 respectivamente, prácticamente pegadas la una a la otra. La forma más cómoda de llegar es en metro, bajándose en la estación Diagonal (líneas 3 y 5). Desde ahí, son apenas un par de minutos caminando.

Durante el Open House, las visitas se realizan de forma continuada sin necesidad de reserva previa, aunque el horario varía según el día. Es recomendable consultar la programación oficial del festival para confirmar los horarios exactos. Ten en cuenta que el recorrido de la visita se estrecha puntualmente en algunos tramos, lo que puede dificultar la circulación a personas con movilidad reducida.

Si no coincide tu visita a Barcelona con el Open House, la Casa Sayrach alberga el restaurante La Dama, que tiene entrada independiente. Aunque comer allí permite disfrutar del ambiente del edificio, la experiencia no es comparable a poder acceder libremente a los vestíbulos y escuchar las explicaciones sobre su simbología.

¿Por qué visitar las Casas Sayrach y Montserrat? #

Estos dos edificios ofrecen algo que escasea en la arquitectura: autenticidad emocional. No fueron diseñados para impresionar a potenciales compradores ni para satisfacer las demandas de un cliente exigente. Son la expresión pura de un artista que volcó en ellos su cosmovisión, sus amores, sus creencias y sus sueños.

Visitarlos es entender que la arquitectura puede ser mucho más que refugio y funcionalidad. Puede ser poesía construida, filosofía espacial, declaración de amor. Es contemplar la influencia de Gaudí filtrada a través de una sensibilidad distinta, más literaria quizás, más teatral sin duda. Es descubrir que cuando el modernismo se despedía de Barcelona, lo hizo de la forma más hermosa posible.

Para cualquier aficionado a la arquitectura, estos dos edificios son imprescindibles. Pero incluso para quien no tenga especial interés en el tema, la experiencia merece la pena. Hay algo profundamente conmovedor en contemplar esos vestíbulos donde un hombre dejó plasmado su universo interior con tal intensidad que, casi un siglo después, todavía se siente su presencia entre las columnas, las olas de piedra y los cortinajes pintados que se prolongan hasta el infinito.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

Casa Sayrach y Casa Montserrat

Descubre Bilbao

Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores

Ver más de Bilbao