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El Arco de Triunfo de Barcelona

Subiendo 144 escalones hacia las vistas prohibidas

El Arco de Triunfo de Barcelona

Cuando planificamos nuestras visitas para Open House Barcelona 2025, el Arco de Triunfo estaba en lo más alto de la lista de prioridades. No porque desconociésemos el monumento en sí, que es uno de los iconos más fotografiados de Barcelona y que cualquiera puede contemplar desde el exterior. Sino precisamente por lo contrario: porque sabíamos perfectamente lo que era desde fuera, y queríamos descubrir lo que esconde por dentro. Esos espacios a los que normalmente nadie tiene acceso.

El Arco de Triunfo es uno de esos edificios de alta demanda en el festival. Cada año las colas se forman desde primera hora de la mañana, y una vez alcanzado el aforo máximo se cierra el acceso. Por eso llegamos temprano el sábado, con nuestra pulsera de acceso prioritario como voluntarios bien visible, y nos incorporamos al primer grupo de visita del día.

Un arco con historia civil, no militar #

A diferencia de la mayoría de arcos de triunfo del mundo, que se construyen para conmemorar victorias militares, el de Barcelona tiene un propósito completamente civil. Fue diseñado por el arquitecto Josep Vilaseca i Casanovas en 1888 como puerta de entrada monumental a la Exposición Universal que se celebró ese año en Barcelona.

La Exposición Universal de 1888 fue un acontecimiento crucial para la ciudad. Barcelona quería mostrarse al mundo como una metrópoli moderna, próspera, culturalmente rica y económicamente pujante. Durante cinco meses, la ciudad acogió pabellones de países de todo el mundo, exhibiciones de los últimos avances tecnológicos, y todo tipo de espectáculos y actividades. Se dice que entre los proyectos presentados estaba el del joven francés Gustave Eiffel con su torre metálica, pero el proyecto ganador fue el arco de Vilaseca.

El monumento se construyó en un tiempo récord de veintidós meses, justo a tiempo para la inauguración de la Exposición. Se erigió al final del Paseo de Lluís Companys, una avenida de cincuenta metros de ancho especialmente acondicionada para la ocasión, que conducía directamente al Parque de la Ciutadella donde se ubicaba el recinto principal de la Exposición.

Arquitectura neomudéjar en ladrillo rojo #

El Arco mide treinta metros de altura y está construido principalmente en ladrillo rojo visto, siguiendo un estilo neomudéjar que mezcla elementos arquitectónicos cristianos y musulmanes. Esta elección estilística era bastante inusual para un arco de triunfo, que tradicionalmente se inspiran en la arquitectura romana clásica. Pero Vilaseca quería algo que reflejase la identidad cultural española y catalana, y el neomudéjar, que evoca el pasado medieval de la península, encajaba perfectamente con esa intención.

La decoración del arco es profusa y simbólica. Cada una de sus caras presenta frisos ornamentados con diferentes temas. El friso de la fachada delantera, obra de Josep Reynés, se titula "La Adhesión de las Naciones al Concurso Universal" y muestra una alegoría de Barcelona recibiendo a las naciones participantes en la Exposición. El friso de la fachada trasera, obra de Josep Llimona, se titula "La Recompensa" y representa la entrega de premios a los participantes destacados.

Además, el arco está decorado con esculturas, mayólicas y otros elementos ornamentales que simbolizan el progreso artístico, científico y económico que Barcelona quería transmitir. Cada detalle tiene su significado, su mensaje, su lugar en el relato que el arco construye sobre la Barcelona de finales del siglo XIX.

La escalera de caracol escondida #

Pero todo esto es lo que se puede ver desde el exterior, lo que cualquier paseante puede contemplar y fotografiar. Lo especial de Open House Barcelona es el acceso al interior del arco y, sobre todo, a su azotea superior.

Las escaleras que llevan a la azotea están escondidas dentro de las semicolumnas que forman las cúpulas coronadas que flanquean el arco. Son dos escaleras helicoidales, aunque durante Open House solo se habilita una de ellas porque la otra no está en buen estado. Esta escalera de caracol tiene ciento cuarenta y cuatro escalones que suben los treinta metros de altura del monumento.

Y aquí viene lo que hace esta visita especialmente emocionante: la escalera es estrecha, muy estrecha. Y en algunos tramos no está protegida con barandilla. Es una de esas experiencias que ponen a prueba tu relación con las alturas y los espacios cerrados. No por casualidad la organización de Open House advierte expresamente que la visita no es apta para menores de dieciocho años, ni recomendable para personas con vértigo, claustrofobia o problemas cardíacos.

La subida: entre la claustrofobia y el vértigo #

La experiencia de subir por esa escalera de caracol es difícil de olvidar. Empiezas en la base del arco, cruzas la puerta de acceso y te encuentras inmediatamente con los primeros escalones de la espiral. La escalera es tan estrecha que solo cabe una persona, lo que significa que hay que coordinarse para que mientras unos suben, otros esperen abajo para poder bajar después.

Los primeros tramos son relativamente tranquilos. La escalera está cerrada, el espacio es reducido pero no angustioso, y vas subiendo con cierta confianza. Pero conforme avanzas, la escalera se va estrechando aún más, el espacio se hace más claustrofóbico, y empiezas a ser consciente de la altura que vas ganando.

Y entonces llegas a los tramos sin barandilla. De repente la pared exterior desaparece en algunos puntos, y puedes ver hacia abajo a través de los huecos. No es que la caída sea libre, hay estructura del edificio protegiéndote, pero psicológicamente el efecto es potente. Especialmente si, como en nuestro caso, no estás particularmente cómodo con las alturas.

Subir ciento cuarenta y cuatro escalones en una espiral tan estrecha también tiene su efecto físico. Llegas arriba un poco mareado por el movimiento circular constante, con las piernas cansadas del esfuerzo, quizás con algo de taquicardia por la combinación de ejercicio y adrenalina. Pero en cuanto pones el pie en la azotea y ves las vistas, todo se olvida.

La terraza del Arco de Triunfo La terraza del Arco de Triunfo La terraza del Arco de Triunfo La terraza del Arco de Triunfo
La terraza del Arco de Triunfo

Las vistas desde la azotea: Barcelona a tus pies #

La azotea del Arco de Triunfo ofrece una perspectiva de Barcelona absolutamente privilegiada. Estás a treinta metros de altura, en el centro de uno de los ejes urbanos más importantes de la ciudad, con vistas de trescientos sesenta grados.

Hacia un lado, el Paseo de Lluís Companys se extiende hasta el Arco, flanqueado por sus palmeras y sus farolas de época. Más allá, puedes ver el Parque de la Ciutadella con su vegetación, la Cascada Monumental donde habíamos estado como voluntarios, el edificio del Parlamento de Catalunya. En días claros se alcanza a ver hasta el mar.

Hacia el otro lado, la ciudad se despliega en toda su complejidad urbana. El Eixample con su retícula perfecta de calles, los edificios modernistas asomando entre las manzanas, la Sagrada Familia visible en la distancia como referencia ineludible del skyline barcelonés. Y en el horizonte, las montañas que rodean la ciudad, desde Collserola hasta Montjuïc.

Es una de esas vistas que te permiten entender la escala de Barcelona, su ordenación urbana, la relación entre sus diferentes barrios y elementos. Desde arriba se aprecia cómo el Paseo de Lluís Companys actúa como eje conector, cómo el Parque de la Ciutadella funciona como pulmón verde, cómo la retícula de Cerdà organiza el territorio.

La experiencia completa: explicaciones incluidas #

Durante nuestra visita en Open House, los voluntarios no solo gestionaban el acceso y la seguridad en las escaleras, sino que también ofrecían explicaciones sobre el monumento. Antes de subir, nos reunieron delante del monumento y nos dieron una pequeña charla sobre la historia del Arco, los detalles de su construcción, los simbolismos de su decoración, y curiosidades sobre la Exposición Universal de 1888.

Nos contaron, por ejemplo, que las cuatro farolas que flanquean el Arco también son de esa época y se colocaron estratégicamente para tapar laterales que en aquel momento no eran dignos de ser vistos por los visitantes de la Exposición. Pequeños detalles de planificación urbana que revelan cómo se pensaba la ciudad en el siglo XIX.

También nos explicaron cómo el Paseo de Lluís Companys y el Arco de Triunfo han tenido diversos usos a lo largo de los años: conciertos, festivales, eventos deportivos como la Maratón de Barcelona, manifestaciones. El espacio ha ido adaptándose a las necesidades de cada época, manteniendo siempre su carácter de lugar emblemático y representativo de la ciudad.

Una vez en la azotea, antes de bajar, nos dejaron tiempo libre para hacer todas las fotografías que quisiéramos. Tiempo para contemplar las vistas con calma, aunque estrictamente cronometrado por los voluntarios. Tiempo para intentar capturar en imágenes algo de lo que se siente al estar ahí arriba, sabiendo que es una experiencia que no se repite todos los días.

La bajada: peor que la subida #

Hay una máxima universal en las escaleras de caracol estrechas: bajar es peor que subir. Y en el caso del Arco de Triunfo se cumple a rajatabla. Mientras subes, tu cuerpo está orientado hacia la pared interior de la espiral, hacia lo sólido. Pero al bajar, te toca girar y quedar orientado hacia el exterior, hacia esos tramos sin barandilla que en la subida podías ignorar relativamente.

La bajada requiere más concentración, más cuidado con dónde pones los pies en cada escalón, más conciencia de la altura que hay por debajo de ti. Y como la escalera solo permite el paso de una persona, hay que coordinarse con los que están subiendo, esperando en pequeños rellanos para dejarles pasar.

Cuando finalmente llegas abajo, después de esos ciento cuarenta y cuatro escalones descendidos con algo más de tensión de la que te gustaría admitir, sientes un alivio genuino. Y también una satisfacción considerable. Has hecho algo que la inmensa mayoría de barceloneses y visitantes no pueden hacer habitualmente. Has estado donde no se puede estar, has visto lo que no se puede ver.

¿Vale la pena la experiencia? #

Sin ninguna duda. A pesar de la estrechez de la escalera, a pesar de los tramos sin barandilla, a pesar del vértigo o la claustrofobia que pueda generar, la experiencia de subir al Arco de Triunfo durante Open House Barcelona vale absolutamente la pena.

Es cierto que hay que estar preparado físicamente para ciento cuarenta y cuatro escalones en espiral. Es cierto que si tienes problemas serios de movilidad, vértigo o claustrofobia quizás debas pensártelo dos veces. Pero si puedes hacerlo, si estás en condiciones de afrontar la subida, no lo dudes.

Las vistas desde arriba justifican todo el esfuerzo. La sensación de estar en un lugar privilegiado, de ver Barcelona desde un ángulo inusual, de poder contemplar la ciudad con esa perspectiva panorámica, es algo que se queda contigo. Y el hecho de saber que es una oportunidad excepcional, que solo se abre durante Open House, le añade ese punto de exclusividad que hace la experiencia aún más especial.

El Arco de Triunfo de Barcelona es mucho más que un monumento bonito para fotografiar desde abajo. Es un edificio con historia, con significado, con espacios internos fascinantes que merecen ser descubiertos. Y Open House Barcelona ofrece esa ventana excepcional para descubrirlos, para subir esos ciento cuarenta y cuatro escalones y ver la ciudad desde donde normalmente no se puede ver.

Si tenéis la oportunidad de participar en futuras ediciones del festival, poned el Arco de Triunfo en vuestra lista. Llegad temprano porque las colas se forman rápido. Y si tenéis la suerte de entrar, disfrutad cada escalón de la subida, cada vista desde la azotea, cada momento de esa experiencia única. Vale la pena. Totalmente.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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