Día 3. De Saint-Michel a Saint-Malo

La mañana del viernes la teníamos reservada para regresar a Mont Saint-Michel y volver a disfrutar de ese enclave único en el mundo a la luz de la mañana.

Sin embargo, los pronósticos acertaron y el día amaneció con una lluvia realmente copiosa. Nos pareció que en esas condiciones no íbamos a poder disfrutar del encanto del Mont Saint-Michel y, como lo más importante de la visita lo habíamos podido hacer la tarde anterior, decidimos cambiar de planes. Así que, con el recuerdo de la Abadía para amenizar la lluvia, pusimos rumbo a nuestra siguiente parada del día: Dol de Bretagne.

Dol de Bretagne, una joya medieval #

Dol de Bretagne tuvo su época de esplendor en la Edad Media, debido a su privilegiada situación entre Bretaña y Normandía. En el siglo VI se convirtió en obispado de Bretaña y en el siglo XIII se construyó su impresionante catedral gótica, la Catedral de Saint-Samson, considerada uno de los monumentos más destacados de la región.

Actualmente, Dol ha perdido ya su condición de obispado y ha quedado reducida a una pequeña población de menos de 5.000 habitantes. Resulta curioso comparar el tamaño de la catedral con su población actual, y cuesta imaginar que en otros tiempos fuese una localidad tan relevante.

Lamentablemente, la catedral estaba cerrada durante nuestra visita, así que tuvimos que conformarnos con admirarla desde el exterior y dar un pequeño paseo por las calles de alrededor, donde se conservan numerosas casas con entramados de madera típicas de la arquitectura bretona.

Mont-Dol, una elevación singular #

Cerca de Dol de Bretagne se encuentra el Mont-Dol, una elevación granítica de 65 metros de altura que domina la llanura circundante. Estuvimos dudando sobre si debíamos visitarlo o no, porque su principal atractivo son las vistas panorámicas y no parecía que la lluvia y las nubes nos fueran a dejar disfrutar del paisaje.

En la cima del Mont-Dol hay un pintoresco molino de viento del siglo XIX, una pequeña capilla dedicada a la Virgen María, una torre de observación y diversos miradores desde los que, en días despejados, se puede contemplar toda la bahía del Mont Saint-Michel.

Finalmente optamos por intentar echar un vistazo, pero tal como temíamos, las magníficas vistas quedaron ocultas por las nubes bajas. Una lástima, pues en condiciones óptimas se dice que la panorámica es espectacular, abarcando desde el Mont Saint-Michel hasta la costa de Cancale.

Dinan, un viaje a la época medieval #

Dinan es una preciosa ciudad fortificada que mantiene intacto su aspecto medieval y su encanto. La ciudad está dividida en dos partes totalmente distintas entre sí: el núcleo medieval amurallado, construido sobre la colina, y la zona baja donde se encuentra el encantador puerto fluvial en el río Rance.

Dejamos el coche en la zona sur de la ciudad, en un parking junto a la Place Duguesclin, donde se pueden encontrar varias zonas de aparcamiento. Afortunadamente, la lluvia había cesado y pudimos olvidarnos del paraguas por el resto del día, lo que nos permitió disfrutar plenamente de esta joya bretona.

El castillo de Dinan, fortaleza del siglo XIV #

Muy cerca de la Place Duguesclin se encuentra el castillo de Dinan, una imponente construcción defensiva del siglo XIV, cuyas murallas exteriores son francamente impresionantes. Este castillo-palacio, con sus torres de 34 metros de altura, constituye uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar medieval en Bretaña. Nos saltamos la visita al interior, puesto que aún teníamos muy fresco el recuerdo de la visita al castillo de Fougères del día anterior, pero su majestuosa presencia no deja indiferente a ningún visitante.

El centro histórico, un laberinto de calles empedradas #

Fuimos avanzando por la Rue de Lehon hacia la zona alta de la ciudad. El centro histórico medieval de Dinan es un auténtico viaje en el tiempo. Las construcciones de piedra conviven con las de entramado de madera que se inclinan unas contra otras en ángulos que se antojan imposibles, formando un conjunto arquitectónico excepcional que ha sobrevivido al paso de los siglos.

Las callejuelas empedradas, flanqueadas por edificios de los siglos XV y XVI, crean una atmósfera única que nos transporta directamente a la época medieval. Cada rincón de Dinan parece salido de un cuento, con sus fachadas coloridas y sus detalles arquitectónicos perfectamente conservados.

Rue de l'Horloge, el corazón comercial #

Es una animada calle comercial en pleno centro histórico en la que destaca la Torre del Reloj (Tour de l'Horloge), una esbelta construcción del siglo XV erigida para vigilancia de la ciudad. Con sus 46 metros de altura, se puede subir a su mirador para contemplar unas magníficas vistas panorámicas de Dinan y sus alrededores.

La calle está repleta de comercios tradicionales, cafeterías con encanto y tiendas de artesanía local, donde los visitantes pueden adquirir recuerdos únicos elaborados por artesanos de la región. El ambiente en esta zona es siempre animado, con una mezcla perfecta de locales y visitantes disfrutando del espíritu bretón.

Place des Merciers, encrucijada con carácter #

Es poco más que un cruce de calles, pero es un punto tremendamente acogedor, donde conviven fachadas singulares, terrazas, turistas e incluso tráfico rodado. Esta pequeña plaza, cuyo nombre hace referencia a los mercaderes que antiguamente tenían aquí sus negocios, constituye uno de los rincones con más personalidad de Dinan.

Las casas con entramados de madera que la rodean, algunas de ellas inclinadas debido al paso del tiempo, crean un conjunto arquitectónico de gran belleza que invita a detenerse y disfrutar del ambiente en alguna de sus terrazas.

Rue du Jerzual y Rue du Petit Fort, el descenso hacia el puerto #

Son dos calles, una continuación de la otra, que forman una empinada pendiente que nos lleva desde la ciudad alta a la zona del puerto. La verdad es que según vas bajando no puedes dejar de pensar: "¡luego esto hay que subirlo!".

La cuesta pasa por debajo de las murallas de Dinan y está flanqueada por hermosas casas y numerosos talleres-tiendas de arte y manualidades y productos artesanales. Un paseo realmente especial que nos permite descubrir el lado más creativo de la ciudad, donde artistas y artesanos mantienen vivas las tradiciones locales.

El empedrado medieval, perfectamente conservado, y las fachadas con entramados de madera crean un ambiente único que ha sido escenario de numerosas películas de época. Cada pocos metros, uno descubre pequeños detalles arquitectónicos, escaparates con encanto o rincones fotogénicos que merecen una parada.

El puerto de Dinan, un remanso junto al río #

Las orillas del río Rance nos ofrecen un paisaje totalmente distinto del resto de la ciudad. De pronto nos encontramos con un espacio abierto, con las casas de entramados de madera agolpándose a las orillas del río y un pequeño puerto con numerosas embarcaciones atracadas. Un lugar francamente bonito y toda una sorpresa que no esperaba encontrar.

Este puerto fluvial, que en época medieval fue un importante punto comercial, hoy es un lugar idílico donde se puede disfrutar de la tranquilidad del río y de las terrazas que se alinean en sus orillas. Durante el verano, es posible realizar paseos en barco por el Rance, una actividad muy recomendable para contemplar Dinan desde otra perspectiva.

Las murallas de Dinan, un paseo por las alturas #

De regreso hacia arriba por la cuesta de la Rue du Jerzual decidimos subir a las murallas en lugar de continuar el ascenso por la calle. Dinan tiene casi 3 km de murallas, y en este punto están restauradas y se puede pasear por la parte superior. No son las murallas más impresionantes que hayamos visto, pero merece la pena la visita por las vistas que ofrecen, tanto hacia el interior de la ciudad como hacia el paisaje circundante.

Estas fortificaciones, construidas entre los siglos XIII y XV, son uno de los conjuntos defensivos medievales mejor conservados de Bretaña y permiten realizar un recorrido fascinante por la historia de la ciudad.

Basílica de Saint-Sauveur, amalgama de estilos #

Es una edificación colosal en la que se entremezclan numerosos estilos arquitectónicos y en la que destaca su campanario, de construcción piramidal. La Basílica de Saint-Sauveur, cuya construcción se inició en el siglo XII y se prolongó durante varios siglos, combina elementos románicos, góticos y renacentistas, lo que la convierte en un interesante ejemplo de la evolución arquitectónica a lo largo del tiempo.

En su interior, merece especial atención el órgano monumental del siglo XVII, las vidrieras medievales y el mausoleo que guarda el corazón de Bertrand du Guesclin, célebre caballero bretón del siglo XIV y figura mítica de la región.

Desde aquí regresamos al coche para poner rumbo a nuestra parada final del día: Saint-Malo.

Saint-Malo, perla amurallada del Atlántico #

Al igual que nos sucedió la noche anterior en Mont Saint-Michel, los hoteles dentro o cerca de la zona de intramuros resultaban muy caros. Además, el acceso a la ciudad en coche está restringido a los residentes y huéspedes de los hoteles. Para compensarlo existe un autobús gratuito que funciona entre un parking disuasorio de las afueras y la entrada a las murallas de Saint-Malo.

Con eso en mente, buscamos un hotel cerca de dicho parking disuasorio y elegimos el "B&B Hôtel Saint-Malo Centre". Este hotel se encuentra junto a un centro comercial y a unos 10 minutos andando de la parada del autobús gratuito al centro de Saint-Malo, lo que lo convierte en una opción práctica y económica para visitar la ciudad.

Intramuros de Saint-Malo, un recinto fortificado impresionante #

Aunque eran ya casi las 7 de la tarde, decidimos acercarnos a la zona de Intramuros de Saint-Malo para tener una idea general de la ciudad antes de la visita programada para el día siguiente.

Saint-Malo es un lugar simplemente precioso. Puede no tener la fama de otras ubicaciones, pero a mí me pareció realmente impresionante. Tal vez porque no me lo esperaba, no lo sé, pero quedé completamente cautivado por su belleza.

El recinto amurallado se puede recorrer casi en su totalidad por la parte superior, disfrutando de las vistas de la ciudad por un lado y el mar por el otro. Comenzamos a andar y terminamos realizando el recorrido completo, porque te apetece seguir viendo más. Las murallas, construidas principalmente entre los siglos XII y XVIII, tienen una longitud de 1,8 km y ofrecen una perspectiva única de esta ciudad corsaria.

Hay que destacar que casi todo el centro histórico de Saint-Malo fue destruido en la Segunda Guerra Mundial durante los bombardeos aliados de agosto de 1944, pero ha sido meticulosamente reconstruido respetando el estilo de la época. Eso sí, con calles más anchas y una estructura mucho más ordenada de lo que se esperaría en una ciudad medieval, lo que facilita el paseo por su interior.

La ciudad intramuros está repleta de restaurantes especializados en mariscos y pescados frescos, tiendas de productos locales y edificios históricos como la Catedral de Saint-Vincent, el Castillo de Saint-Malo (que actualmente alberga el ayuntamiento y el museo de historia de la ciudad) y las casas de los armadores, que nos recuerdan el pasado corsario de Saint-Malo.

Ya por la noche nos sorprendió el bullicio y el buen ambiente que se respira en Saint-Malo. Además, la iluminación nocturna de las murallas y el puerto es realmente espectacular, creando una atmósfera mágica que invita a pasear y disfrutar de la vida nocturna de esta ciudad bretona.

Desde las murallas, en la oscuridad, pudimos contemplar el fuerte Nacional, una pequeña isla fortificada situada frente a la ciudad que se puede visitar durante la marea baja, así como las islas del Grand Bé y del Petit Bé, también accesibles a pie durante la bajamar y que albergan las tumbas del escritor Chateaubriand y diversas fortificaciones históricas.

Saint-Malo se reveló como uno de los grandes descubrimientos de nuestro viaje por Bretaña, un lugar con personalidad propia que combina historia, gastronomía y paisajes marítimos de ensueño. Sin duda, un lugar al que merece la pena regresar para explorar con más detenimiento.