El cuarto día nos llevó fuera del centro de Estocolmo hacia uno de los destinos más espectaculares de los alrededores: el Palacio de Drottningholm. Situado en la isla de Lovön, a unos diez kilómetros al oeste de la capital, este conjunto palaciego es considerado el Versalles del norte y constituye la residencia privada de la familia real sueca desde 1981.
Rumbo a Drottningholm: el Versalles sueco #
El viaje hasta Drottningholm ya era una experiencia en sí mismo. El transporte en barco desde el centro de Estocolmo nos permitió contemplar una vez más esa particular geografía de islas, canales y paisajes boscosos que define el archipiélago estocolmés. Durante el trayecto, las casas de verano de madera roja desperdigadas entre la vegetación mostraban esa relación única que los suecos mantienen con la naturaleza y las actividades al aire libre.
Los jardines: un paseo por la historia del paisajismo #
Nuestro recorrido comenzó por los extensos jardines del Drottningholms Slottspark, que constituyen uno de los mejores ejemplos conservados de arte paisajístico europeo. Los jardines barrocos, diseñados en el siglo XVII siguiendo el modelo francés, crean perspectivas geométricas perfectas donde cada seto, cada estanque y cada estatua forman parte de una composición magistral.
El jardín inglés, añadido en el siglo XVIII cuando cambió el gusto paisajístico europeo, ofrece un contraste fascinante con la geometría barroca. Aquí la naturaleza parece más espontánea, aunque en realidad cada curva del sendero, cada agrupación de árboles y cada vista hacia el agua esté cuidadosamente planificada para crear efectos escénicos estudiados.
Caminar por estos jardines era como recorrer la historia del paisajismo europeo. Las estatuas clásicas, los pabellones de recreo, las avenidas arboladas que se pierden en la distancia, todo creaba una sensación de grandeza serena que invitaba a pasear sin prisas, disfrutando de cada rincón diseñado para el placer estético.






Kina Slott: exotismo oriental en territorio sueco #
Uno de los puntos más sorprendentes del recorrido fue el Kina Slott, el Pabellón Chino construido en 1753 como regalo del rey Adolfo Federico a la reina Luisa Ulrica para su cumpleaños. Este edificio caprichoso refleja la moda del orientalismo que dominaba las cortes europeas del siglo XVIII, cuando todo lo chino se consideraba el summum del refinamiento exótico.
El exterior, pintado en colores vivos con decoración que imita la arquitectura china, creaba un contraste llamativo con el paisaje nórdico circundante. El interior, decorado con mobiliario lacado, porcelanas orientales y sedas bordadas, mostraba cómo la aristocracia europea del XVIII interpretaba el lujo asiático según su propia estética.
La incongruencia entre el paisaje escandinavo y la arquitectura pseudochina resultaba fascinante como testimonio de una época en la que el exotismo oriental representaba la última palabra en sofisticación cortesana. Era un ejemplo perfecto de cómo las modas culturales viajan y se adaptan en contextos completamente diferentes.


El Palacio: residencia real y museo histórico #
La visita al Drottningholms Slott propiamente dicho nos sumergió en la historia de la monarquía sueca desde el siglo XVII. Este palacio, construido siguiendo el modelo de Versalles pero adaptado al gusto y las necesidades nórdicas, combina la grandeza ceremonial con una elegancia más contenida, más característica del estilo escandinavo.
Los apartamentos reales conservan la decoración original del siglo XVIII, con tapices franceses, muebles dorados, techos pintados al fresco y esa particular mezcla de influencias francesas e italianas que caracteriza el barroco nórdico. Las salas de representación muestran el poder de la monarquía sueca en su época de mayor esplendor, cuando el país era una de las grandes potencias europeas.
La biblioteca real, con sus estanterías de maderas nobles y su colección de libros encuadernados en cuero, ilustraba perfectamente el ideal ilustrado de la monarquía dieciochesca, donde el poder político se combinaba con el mecenazgo cultural y científico.




El Teatro de Corte: joya del siglo XVIII #
La visita al Drottningholms Slottsteater constituyó una de las sorpresas más agradables del día. Este teatro del siglo XVIII, construido en 1766, se conserva prácticamente intacto con su maquinaria escénica original, convirtiéndolo en uno de los teatros históricos mejor preservados del mundo.
Los decorados pintados del siglo XVIII, la maquinaria para cambios de escena que funciona mediante un sistema de poleas y contrapesos, los palcos decorados con sedas y terciopelos, todo transporta al visitante directamente a la época dorada del teatro cortesano. Saber que este espacio sigue siendo utilizado para representaciones de ópera y teatro barroco durante el festival de verano añade una dimensión de continuidad cultural que resulta emocionante.
La acústica del teatro, diseñada específicamente para la música y el canto de la época, crea una intimidad entre escenario y público que los grandes teatros modernos han perdido. Estar en esos palcos, imaginando las representaciones de gala del siglo XVIII con la corte sueca al completo, generaba una conexión directa con la historia del espectáculo europeo.


Regreso a la ciudad: el Pride de Estocolmo #
El regreso a Estocolmo coincidió perfectamente con uno de los eventos más importantes del calendario anual de la ciudad: el Stockholm Pride. Esta celebración, que transforma el centro de la capital en una gran fiesta de la diversidad, nos permitió observar una faceta completamente diferente de la sociedad sueca.
El contraste no podía ser mayor: de la solemnidad cortesana de Drottningholm a la alegría desinhibida del Pride estocolmés. Las calles se habían llenado de color, música y una energía festiva que contagiaba a toda la ciudad. Lo que más nos sorprendió fue el ambiente familiar y relajado de la celebración. Familias enteras participaban en la fiesta, niños con banderas arcoíris, abuelos aplaudiendo desde las aceras, todo ello creando una atmosfera de normalidad y aceptación que resultaba muy refrescante.
Una celebración sin sectarismos #
El Pride estocolmés se caracterizaba por su ambiente festivo pero no politizado de forma agresiva. La celebración parecía más centrada en la alegría de la diversidad que en la confrontación política. Los carros del desfile mezclaban reivindicación con espectáculo, pero siempre desde una perspectiva positiva que invitaba a la participación más que a la confrontación.
La respuesta del público estocolmés era igualmente notable. La naturalidad con la que los ciudadanos participaban en la fiesta, sin dramatismos ni tensiones, mostraba un nivel de integración social que hablaba muy bien de la madurez de la sociedad sueca. Era evidente que este tipo de celebraciones formaban parte natural del calendario cultural de la ciudad, sin generar polémicas ni divisiones sociales.
Pasear entre la multitud festiva, observar la alegría espontánea de la gente, escuchar música en diferentes idiomas, todo contribuía a crear esa sensación de estar en una ciudad verdaderamente cosmopolita y abierta que tanto caracteriza a las capitales nórdicas.



Explorando el metro: arte subterráneo #
Una vez terminada la celebración del Pride, decidimos dedicar parte de la tarde a explorar una de las atracciones más singulares de Estocolmo: su red de metro convertida en la galería de arte más larga del mundo. Con más de cien estaciones decoradas por diferentes artistas, el metro estocolmés es una experiencia cultural única que transforma el simple acto de viajar en transporte público en una visita museística.
Cada estación cuenta una historia diferente a través del arte. Algunas recrean cuevas naturales con techos pintados que imitan la roca viva, otras desarrollan temas históricos con murales que narran episodios de la historia sueca, algunas apuestan por el arte abstracto contemporáneo que dialoga con la arquitectura funcional del transporte.
La estación de T-Centralen, con sus columnas azules y blancas que crean efectos ópticos hipnóticos, la de Universitetet con sus esculturas que celebran el conocimiento, la de Stadion con su arco iris pintado en honor a los Juegos Olímpicos de 1912, cada parada se convertía en una pequeña revelación artística que enriquecía la comprensión cultural de la ciudad.








Globen Arena: arquitectura e ingeniería espectacular #
Nuestro siguiente destino fue uno de los iconos arquitectónicos más reconocibles de Estocolmo: el Globen Arena. Esta esfera gigante, con sus 110 metros de diámetro, constituye el edificio esférico más grande del mundo y se ha convertido en símbolo de la modernidad arquitectónica sueca.
Los ascensores exteriores SkyView, que recorren la fachada curva del edificio hasta alcanzar su punto más alto, ofrecían una experiencia única que combinaba ingeniería, arquitectura y turismo de una forma absolutamente original. El ascenso en esas góndolas de cristal, adheridas a la superficie exterior de la esfera, generaba una mezcla de vértigo y fascinación tecnológica.
Las vistas panorámicas desde los 130 metros de altura eran espectaculares. Estocolmo se extendía en todas las direcciones, mostrando una vez más esa compleja geografía de islas, agua y bosques que define la capital sueca. El contraste entre el paisaje natural y la intervención arquitectónica contemporánea creaba una perspectiva única sobre el desarrollo urbano de las ciudades nórdicas.




Skinnarviksberget: el atardecer perfecto #
Para cerrar el día, nos dirigimos a Skinnarviksberget, una de las colinas naturales más altas de Estocolmo que ofrece vistas panorámicas excepcionales sobre la ciudad. Este mirador natural, situado en la isla de Södermalm, es uno de los lugares favoritos de los estocolmeses para contemplar atardeceres y disfrutar de vistas completas sobre el centro histórico.
Desde Skinnarviksberget, toda la complejidad urbana de Estocolmo se desplegaba ante nosotros como un mapa tridimensional. Gamla Stan aparecía como una joya medieval perfectamente conservada, el Ayuntamiento se alzaba majestuoso junto al agua, los barrios modernos se extendían hacia el horizonte en perfecta armonía con los espacios verdes y las superficies acuáticas.
La luz del atardecer, filtrada por esa atmósfera particular del verano nórdico, bañaba la ciudad con tonos dorados que realzaban la belleza de la arquitectura histórica y creaban reflejos mágicos sobre las múltiples superficies de agua que serpentean entre las islas estocolmesas.





Paseo nocturno: la ciudad bajo otra luz #
El día terminó con un paseo nocturno por las calles del centro, aprovechando esas horas de luz tenue pero persistente que caracterizan las noches de verano en latitudes tan septentrionales. Estocolmo de noche revela una personalidad diferente, más íntima, donde la iluminación urbana resalta detalles arquitectónicos que pasan desapercibidos durante el día.
Las terrazas seguían llenas de gente disfrutando del buen tiempo, los parques mantenían una actividad tranquila pero constante, las calles comerciales conservaban una animación relajada que hablaba de una ciudad que sabe aprovechar cada momento de clima favorable.
El regreso al apartamento de Eva transcurrió con la satisfacción de haber vivido un día absolutamente completo y variado. Habíamos viajado desde la pompa cortesana del siglo XVIII hasta la celebración más contemporánea de la diversidad, pasando por arte subterráneo y arquitectura futurista. Estocolmo nos había mostrado una vez más su capacidad para combinar historia, cultura, modernidad y calidad de vida en una síntesis perfecta que justifica su reputación como una de las capitales más atractivas de Europa.



Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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