La segunda jornada de nuestro viaje a Lisboa prometía ser intensa y diversa. Con la ciudad engalanada para las fiestas navideñas, cada rincón ofrecía una nueva postal digna de ser recordada. El 20 de diciembre amaneció fresco pero luminoso, perfecto para seguir descubriendo los encantos de esta ciudad que siempre sorprende, incluso a quienes ya la habíamos visitado antes.
Parque Eduardo VII, un pulmón verde con vistas privilegiadas #
Iniciamos el día en el Parque Eduardo VII, uno de los espacios verdes más emblemáticos de Lisboa. Este parque, que debe su nombre al monarca británico Eduardo VII tras su visita a Portugal en 1903, se extiende como un gran triángulo verde que asciende desde la Plaza Marqués de Pombal hasta lo alto de una de las colinas de la ciudad.
Lo más impresionante del parque es sin duda su diseño paisajístico y las vistas panorámicas que ofrece desde su parte más elevada. Desde allí pudimos contemplar una magnífica perspectiva de la Avenida da Liberdade, el río Tajo y gran parte del centro histórico de Lisboa. Los jardines, perfectamente cuidados con setos recortados geométricamente, crean un efecto visual de gran belleza que contrasta con la naturalidad del resto del espacio.
En la zona baja del parque, descubrimos que habían instalado un parque de atracciones navideño. Aunque estaba cerrado a esa hora de la mañana, lo anotamos mentalmente como un lugar para visitar más tarde. El ambiente festivo ya se podía sentir incluso con las atracciones en reposo.




Descendiendo por la contradictoria Avenida da Liberdade #
Desde la Plaza Marqués de Pombal, símbolo de la reconstrucción de Lisboa tras el devastador terremoto de 1755, comenzamos nuestro descenso por la Avenida da Liberdade. Esta avenida, supuestamente inspirada en los Campos Elíseos de París aunque sin alcanzar ni remotamente su glamour, presenta una de las contradicciones más evidentes de Lisboa.
A pesar de albergar tiendas de lujo, hoteles exclusivos y edificios de arquitectura notable, la avenida tiene un aire decadente que no pasa desapercibido. Las aceras, teóricamente amplias, están en mal estado en muchos tramos; las raíces de los árboles levantan los adoquines creando obstáculos inesperados, y las zonas de paso resultan sorprendentemente estrechas para lo que debería ser la arteria principal de una capital europea.
Durante nuestro descenso, alternamos la contemplación de escaparates de marcas internacionales con la necesidad de sortear desperfectos en el pavimento. Esta contradicción entre pretensión y realidad, entre lujo y deterioro, aporta a la avenida un encanto peculiar muy propio de Lisboa: una ciudad donde lo suntuoso y lo desgastado conviven sin complejos, creando una estética única que, más que defecto, se convierte en parte de su carácter auténtico.
Un desvío inesperado: el Elevador da Lavra #
Nuestra intención inicial era llegar caminando hasta la plaza de Rossio, pero antes de alcanzar nuestro destino, algo captó nuestra atención: el Elevador da Lavra. Este funicular histórico, el más antiguo de Lisboa (inaugurado en 1884), nos pareció una experiencia que no podíamos dejar pasar.
El Elevador da Lavra conecta la Avenida da Liberdade con la Calçada do Lavra, salvando una pronunciada pendiente de manera pintoresca. El trayecto en este pequeño vagón amarillo, que conserva gran parte de su encanto original, resulta breve pero fascinante. El crujir de la madera y el suave balanceo durante el ascenso nos transportaron a otra época, ofreciéndonos una experiencia auténticamente lisboeta.
Explorando las alturas y descenso a Rossio #
Una vez arriba, decidimos recorrer la zona, caracterizada por calles estrechas y empinadas que esconden pequeños tesoros arquitectónicos. El hambre comenzó a hacer acto de presencia y encontramos un pequeño bar local. Nada ostentoso, pero sí auténtico, de esos lugares donde los turistas no abundan y se puede saborear la verdadera esencia de la gastronomía portuguesa.
Con el estómago satisfecho, descendimos hacia Rossio, la plaza que constituía nuestro destino inicial. Esta plaza, oficialmente llamada Praça Dom Pedro IV, es uno de los espacios urbanos más emblemáticos de Lisboa, con sus característicos pavimentos de calçada portuguesa formando patrones ondulados en blanco y negro, sus fuentes ornamentales y el imponente Teatro Nacional Doña María II presidiendo el espacio.
LX Factory: el lado más hipster y contemporáneo de Lisboa #
Desde Rossio nos dirigimos a uno de los rincones de Lisboa que yo no conocía de mi visita anterior en 2014: el LX Factory. Y es que esta zona ha experimentado una transformación relativamente reciente, convirtiéndose en uno de los espacios creativos más interesantes de la ciudad.
Ubicado en lo que fue un complejo industrial textil del siglo XIX en el barrio de Alcântara, el LX Factory es hoy un vibrante hub creativo que alberga estudios de diseño, agencias de publicidad, tiendas de concepto, restaurantes innovadores, librerías peculiares y espacios expositivos. El contraste entre los edificios industriales recuperados y los usos contemporáneos crea una atmósfera única que resulta irresistible.
Entre los espacios más destacados que pudimos visitar se encuentra la librería Ler Devagar, instalada en lo que fue una imprenta, con sus paredes repletas de libros hasta el techo y una peculiar bicicleta voladora que cuelga del espacio central. También nos llamaron la atención las numerosas tiendas de artesanos y diseñadores locales, donde se pueden encontrar piezas únicas, desde ropa hasta decoración.
Pasamos la tarde curioseando entre las diversas tiendas y finalmente subimos a uno de los rooftops para tomar algo mientras disfrutábamos de unas vistas espectaculares del río Tajo y del Puente 25 de Abril, tan similar al Golden Gate de San Francisco. El ambiente cosmopolita y relajado de este espacio nos conquistó por completo.








Atardecer dorado desde el Arco de Rua Augusta #
Para culminar nuestro día, regresamos al centro histórico, concretamente a la majestuosa Praça do Comércio. Fue entonces cuando decidimos activar nuestra Lisboa Card, un pase que durante 72 horas nos permitiría acceder gratuitamente a numerosos lugares de interés y utilizar el transporte público de la ciudad sin coste adicional.
El primer uso que le dimos fue para acceder al Arco de Rua Augusta, una estructura imponente que conecta la plaza con la calle comercial homónima. Este arco triunfal, completado en 1873 aunque su construcción comenzó mucho antes, está coronado por esculturas alegóricas que representan a la Gloria coronando el Genio y el Valor.
Lo más interesante es que se puede subir a la parte superior del arco, desde donde se obtienen unas vistas privilegiadas tanto de la plaza como del río Tajo. Llegamos justo a tiempo para contemplar un espectacular atardecer que tiñó de dorado los edificios circundantes y el agua del río, creando una estampa de gran belleza que quedará grabada en nuestra memoria.







Ambiente navideño y final de jornada #
Tras descender del arco, dimos un último paseo por la zona y nos acercamos de nuevo a la Plaza de Rossio, donde también habían instalado un mercado navideño que presentaba un ambiente muy animado. Las luces, la música y el aroma a castañas asadas y vino caliente completaban una escena perfectamente festiva.
Cenamos algo ligero en el propio mercado y, con las piernas cansadas pero el espíritu satisfecho por todas las experiencias vividas, regresamos a nuestro alojamiento. Lisboa nos había ofrecido en un solo día una muestra perfecta de sus múltiples caras: la histórica, la panorámica, la tradicional y la más contemporánea. Una jornada completa que dejó el listón muy alto para los días siguientes de nuestro viaje.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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