El tercer día de nuestro viaje a Lisboa lo dedicamos a explorar la emblemática zona de Belém, una de las áreas más históricas y monumentales de la ciudad. Esta jornada resultó especialmente intensa, combinando monumentos imprescindibles con experiencias menos conocidas pero igualmente fascinantes.
La mañana comenzó con un agradable trayecto en tranvía hasta Belém. El sistema de transporte público de Lisboa es una forma estupenda de desplazarse por la ciudad, ofreciendo no solo practicidad sino también la oportunidad de disfrutar del paisaje urbano lisboeta. Los tranvías, con su característico color amarillo, son además parte del encanto de la ciudad.
La Torre de Belém, centinela del Tajo #
Nuestro primer destino fue la majestuosa Torre de Belém, uno de los monumentos más emblemáticos de Portugal. A pesar de que su entrada está incluida en la Lisboa Card, es importante saber que hay que pasar primero por taquilla para obtener la entrada física, un detalle que puede ahorrar tiempo a futuros visitantes.
La Torre de Belém, construida en el siglo XVI, es una joya arquitectónica del estilo manuelino, característico del reinado de Manuel I. Esta fortificación servía como punto defensivo en la desembocadura del río Tajo y como puerta ceremonial de Lisboa. Su estructura combina elementos góticos, mudéjares y renacentistas, creando un conjunto único y armonioso.
Al recorrer sus diferentes niveles podemos apreciar las estancias que servían a la guarnición, incluyendo la sala del gobernador y las mazmorras. Desde la terraza superior, las vistas del estuario del Tajo son simplemente espectaculares, permitiendo imaginar cómo debía sentirse contemplar la llegada de las embarcaciones que regresaban de las exploraciones ultramarinas.




El Monumento a los Descubrimientos #
Desde la Torre, caminamos hasta el impresionante Monumento a los Descubrimientos. Aunque en esta ocasión solo lo admiramos desde el exterior, este monumento merece una mención especial por su simbolismo. Construido en 1960 para conmemorar el 500 aniversario de la muerte del Infante Don Enrique el Navegante, representa una carabela con figuras prominentes de la era de los descubrimientos portugueses.
La escultura, de 52 metros de altura, muestra a 33 personalidades históricas, entre navegantes, cartógrafos, artistas, científicos y misioneros, encabezados por el Infante Don Enrique. El monumento es un homenaje a la valentía y al espíritu aventurero que posicionó a Portugal como pionero en la exploración marítima durante los siglos XV y XVI.



El Monasterio de los Jerónimos, magnificencia manuelina #
La siguiente visita fue el imponente Monasterio de los Jerónimos. A diferencia de la Torre de Belém, aquí se puede acceder directamente presentando la Lisboa Card en la entrada. Es importante saber que la iglesia tiene acceso gratuito y entrada independiente, lo que permite visitarla incluso si no se quiere o no se puede acceder al monasterio.
Tuvimos que hacer una cola de aproximadamente una hora para entrar al monasterio, pero la espera mereció completamente la pena. El Monasterio de los Jerónimos es quizás el ejemplo más sobresaliente del estilo manuelino, con sus intrincadas decoraciones que incluyen motivos marítimos, vegetales y elementos exóticos descubiertos durante las exploraciones.
El claustro es simplemente espectacular: dos plantas de galerías con bóvedas nervadas de una complejidad y belleza que dejan sin aliento. Cada arco, cada columna y cada detalle ornamental parecen contar una historia sobre la grandeza del imperio portugués. La iglesia, con su impresionante nave sostenida por columnas que parecen palmeras de piedra, alberga las tumbas de personajes ilustres como Vasco da Gama y Luis de Camões.








Un breve descanso gastronómico #
Al salir del monasterio, el tiempo había avanzado considerablemente y el hambre comenzaba a hacerse notar. Optamos por un tentempié rápido en un local cercano, conscientes de que teníamos aún mucho que ver. A veces, en un viaje intenso como este, hay que hacer pequeñas concesiones gastronómicas para optimizar el tiempo.
Pilar 7, una experiencia vertical inesperada #
Tras reponer fuerzas, tomamos nuevamente el tranvía hasta nuestro siguiente destino: el Pilar 7. Esta atracción, incluida también en la Lisboa Card, era una completa novedad para mí, y me hacía especial ilusión visitarla dado mi interés por las grandes obras de ingeniería.
Al llegar nos comunicaron que el ascensor estaba averiado, lo que significaba tener que subir 26 pisos a pie. Lejos de desanimarnos, este contratiempo añadió un elemento de aventura a la experiencia. La subida fue exigente pero gratificante, con cada nivel ofreciendo nuevas perspectivas sobre la estructura y diseño del puente.
Ya sea por la avería del ascensor o porque se trata de un monumento menos frecuentado, tuvimos la inmensa fortuna de estar completamente solos durante toda la visita. Esto nos permitió disfrutar con calma de las impresionantes vistas del puente 25 de Abril y del río Tajo. La terraza con suelo de cristal proporciona una sensación única, casi de ingravidez, mientras se contempla la estructura del puente y el agua varios metros por debajo.
Para mí, esta visita resultó ser una de las más memorables del viaje. Hay algo especialmente fascinante en poder observar de cerca y entender los detalles constructivos de una obra de ingeniería de esta magnitud. La combinación de la vista panorámica, la información técnica disponible y la experiencia física de la subida creó un recuerdo indeleble.












Atardecer y actividades nocturnas #
Cuando concluimos la visita al Pilar 7, el sol comenzaba a ponerse sobre Lisboa. Tomamos un autobús hacia la zona de Campo Pequeño, atraídos por la información de un posible mercado navideño. Sin embargo, al llegar descubrimos que no había tal mercado, bien porque la información era de otro año o simplemente por un error.
A pesar de este pequeño desengaño, aprovechamos para explorar la zona de Campo Pequeño y su centro comercial, disfrutando del ambiente local y la arquitectura circundante. Es en estos paseos no planificados donde a veces se encuentran los rincones más auténticos de una ciudad.



Para culminar la jornada, nos dirigimos al parque navideño Wonderland Lisboa en Marqués de Pombal. Este espacio festivo ofrecía una atmósfera mágica con sus luces, atracciones y puestos de comida. Decidimos cenar allí mismo, inmersos en el ambiente navideño, antes de regresar a nuestro alojamiento, fatigados pero satisfechos tras una jornada repleta de descubrimientos.
Reflexiones finales sobre el día #
La combinación de monumentos históricos de primer nivel como la Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos con experiencias menos convencionales como el Pilar 7 hizo de este día uno especialmente equilibrado y enriquecedor. Lisboa tiene esa capacidad de sorprender incluso a quienes ya la han visitado anteriormente, revelando nuevas facetas y rincones con cada visita.
La zona de Belém merece sin duda una jornada completa para poder apreciar con calma todos sus tesoros, y aun así siempre quedará algo por descubrir. Los pequeños contratiempos, como la avería del ascensor o el mercado inexistente, lejos de empobrecer la experiencia, la enriquecieron a su manera, recordándonos que en los viajes, como en la vida, lo inesperado suele aportar los recuerdos más vívidos.





Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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