El 26 de diciembre de 2023 marcó el final de nuestra semana en Lisboa, una ciudad que, tras mi tercera visita, sigue provocándome sentimientos encontrados. Como en mis anteriores visitas, he disfrutado de sus atractivos y experimentado momentos realmente agradables, pero sin llegar a sentir esa conexión profunda que otras ciudades europeas me han inspirado. A pesar de esto, esta última jornada nos ofreció la oportunidad de descubrir algunos rincones interesantes que completaron nuestro recorrido por la capital portuguesa.
Las últimas horas en la capital portuguesa #
Con nuestro vuelo programado para las 4 de la tarde, disponíamos de una mañana perfecta para aprovechar el tiempo restante en la ciudad. Organizamos nuestro equipaje temprano y salimos a recorrer algunos lugares que nos quedaban pendientes en nuestra lista de visitas.
La mañana se presentó clara, ofreciendo condiciones ideales para un último paseo por sus calles empedradas. Lisboa tiene un carácter particular, con sus pronunciadas cuestas, sus coloridas fachadas de azulejos y sus miradores que ofrecen panorámicas sorprendentes de la ciudad. Una luz especial bañaba las callejuelas mientras nos disponíamos a exprimir nuestras últimas horas en la capital lusa.
Time Out Market Lisboa: un concepto gastronómico interesante #
Nuestra primera parada fue el Time Out Market Lisboa, también conocido como Mercado da Ribeira. Este espacio ubicado en Cais do Sodré representa bien la transformación de Lisboa en una ciudad que combina tradición y modernidad de manera interesante.
El mercado ya mostraba bastante actividad a pesar de ser temprano. Recorrimos los diversos puestos donde restaurantes y chefs lisboetas ofrecen sus creaciones en un formato de food hall que ha servido de inspiración para espacios similares en otras ciudades europeas. La dinámica del lugar resulta atractiva, con sus grandes mesas comunales donde locales y turistas comparten espacio y experiencias gastronómicas.
Lo que hace particular este lugar es cómo mantiene una sección con el mercado tradicional mientras ha desarrollado este concepto gastronómico más moderno. Es un espacio bien concebido donde se puede degustar desde cocina portuguesa tradicional hasta propuestas más vanguardistas, todo bajo un mismo techo histórico que ha sabido reinventarse para los nuevos tiempos.




Pink Street: dos caras de una misma moneda #
Muy cerca del mercado volvimos a pasar por la Pink Street (Rua Nova do Carvalho), que habíamos encontrado casualmente durante nuestra salida de Nochebuena. Resultó fascinante observar cómo este espacio muestra dos personalidades completamente diferentes según la hora del día.
Lo que por la noche es un vibrante centro de vida nocturna, con bares y clubes animados, por la mañana se convierte en un tranquilo paseo fotogénico. El pavimento rosa intenso contrasta llamativamente con las fachadas de edificios que recuerdan el pasado portuario de la zona. Esta transformación urbana ha convertido una antigua zona de marineros en un punto de interés turístico con personalidad propia.
Aprovechamos para hacer algunas fotografías sin las multitudes nocturnas, capturando ese color característico que ha convertido a esta calle en uno de los puntos más fotografiados de Lisboa. Ver la Pink Street a plena luz del día nos permitió apreciar detalles de su arquitectura y entorno que habían pasado desapercibidos durante nuestra visita nocturna.



Elevador da Bica: salvando los desniveles lisboetas #
Decidimos acercarnos al Elevador da Bica, uno de los funiculares históricos que ayudan a superar las empinadas cuestas de la ciudad. Este elevador, que funciona desde 1892, nos permitió subir desde la parte baja hasta el barrio alto siguiendo la Rua da Bica de Duarte Belo.
Esperamos pacientemente al pequeño tranvía amarillo, una experiencia que forma parte del ritual turístico lisboeta. El breve pero empinado trayecto nos ofreció vistas de las casas tradicionales alineadas a ambos lados de la estrecha calle, con su ropa tendida y vecinos en sus actividades diarias.
Al llegar a la parte alta, nos encontramos a pocos pasos de la Praça Luís de Camões. Nos sentamos unos minutos para descansar y observar el movimiento de la ciudad antes de iniciar nuestro camino hacia el aeropuerto.


Rumbo al aeropuerto: cerrando el círculo #
Desde la Praça Luís de Camões tomamos el metro en dirección al aeropuerto. Como habíamos hecho a nuestra llegada, decidimos hacer una parada en el Centro Comercial Vasco da Gama, en el Parque das Nações, esa zona moderna que representa la Lisboa más contemporánea y menos característica.
Este centro comercial, que podría estar en cualquier ciudad europea, nos sirvió para hacer algunas compras finales y comer tranquilamente antes de llegar al ajetreo del aeropuerto. Durante la comida conversamos sobre los días pasados, los lugares visitados y las experiencias vividas, con esa mezcla de satisfacción por lo disfrutado y la certeza de que volvía a casa sin sentir ese pellizco emocional que otras ciudades me han provocado.
Tras la comida, continuamos en metro hasta el Aeroporto Humberto Delgado. Los procesos de facturación y seguridad transcurrieron sin problemas, permitiéndonos incluso recorrer brevemente las tiendas del aeropuerto.
De vuelta a casa: recuerdos en el aire #
Nuestro vuelo despegó puntualmente a las 4 de la tarde. Desde la ventanilla, observé cómo Lisboa se alejaba bajo nosotros. La silueta inconfundible del Puente 25 de Abril, los tejados rojos del casco antiguo, el Castillo de San Jorge dominando su colina... Todo formaba una postal indiscutiblemente hermosa que resumía visualmente lo que habíamos recorrido durante estos días.
Durante el corto vuelo de regreso, repasé mentalmente todos los lugares visitados: los monumentos impresionantes como el Monasterio de los Jerónimos, los deliciosos pasteles de nata que habíamos degustado en varias pastelerías, los miradores panorámicos que nos habían regalado vistas espectaculares, las estrechas callejuelas de Alfama con su ambiente tradicional... Una sucesión de experiencias variadas que habían compuesto nuestras vacaciones navideñas.
Aterrizamos en Bilbao alrededor de las 18:30 de la tarde. El frío del norte nos dio la bienvenida, contrastando notablemente con el clima más templado que habíamos disfrutado en Portugal. Con la Nochevieja ya a la vuelta de la esquina, emprendimos el último tramo del viaje hacia casa, cerrando este capítulo de nuestras aventuras viajeras.
Reflexiones finales: una relación particular con Lisboa #
Tras esta tercera visita a Lisboa, mis sentimientos hacia la ciudad siguen siendo particulares: reconozco su innegable belleza, disfruto genuinamente de experiencias en ella, pero no termino de conectar emocionalmente como me ocurre con otras ciudades europeas que me han conquistado completamente.
Lisboa tiene indudablemente numerosos atractivos que merecen ser apreciados: su luz especial que dota a la ciudad de una fotogenia única, sus miradores panorámicos que ofrecen perspectivas espectaculares, su rica historia reflejada en monumentos impresionantes, su gastronomía variada y sabrosa... Lugares como el Monasterio de los Jerónimos, la Torre de Belém o los pintorescos barrios de Alfama y Bairro Alto justifican sobradamente una visita. Sus pasteles de nata son verdaderas delicias y sus tranvías históricos poseen un encanto especial que transporta a otra época.
Sin embargo, hay algo en la esencia de Lisboa que para mí sigue manteniendo cierta distancia. Como en las relaciones humanas, a veces no hay una explicación racional para estas sensaciones. Quizás sea simplemente una cuestión de química personal.
He disfrutado enormemente de estos ocho días, especialmente por compartirlos con mi pareja y ver su descubrimiento entusiasta de lugares que para mí eran una revisita. Las vacaciones han sido plenamente satisfactorias y repletas de momentos memorables. Lisboa nos ha ofrecido experiencias valiosas, desde monumentos históricos hasta rincones gastronómicos, desde atardeceres panorámicos hasta animadas calles nocturnas.
Probablemente regresaré algún día, quizás para mostrar la ciudad a otros amigos o para descubrir rincones que aún me quedan pendientes. Lo haré con la mente abierta y la disposición de seguir conociendo sus múltiples facetas. Mientras tanto, me llevo un baúl de buenos recuerdos de esta semana navideña en la capital portuguesa.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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