El viernes 30 de mayo amaneció con la melancólica certeza de que era nuestro último día completo en Londres. El tiempo había pasado volando, y aunque habíamos conseguido exprimir al máximo cada jornada, la sensación de que aún quedaban rincones por descubrir y experiencias por vivir se hacía evidente. Sin embargo, este último día nos deparaba sorpresas inesperadas y el broche de oro perfecto para cerrar nuestro intenso periplo londinense.
Un encuentro fortuito que cambia los planes #
El día comenzó de manera imprevista cuando, durante el desayuno, coincidimos nuevamente con las dos chicas españolas que se hospedaban en la otra habitación de la casa. Su plan para la jornada era visitar Camden Market, una propuesta que inmediatamente despertó el interés de Rafa, quien me confesó que le apetecía volver a ese emblemático mercado londinense a pesar de haberlo visitado en nuestro viaje anterior de 2023.
La espontaneidad es uno de esos lujos que solo se pueden permitir los viajeros sin horarios rígidos, y decidimos improvisar completamente nuestros planes del día. En lugar de seguir el itinerario que habíamos diseñado inicialmente, nos sumamos al plan de nuestras compañeras de casa y los cuatro nos dirigimos juntos hacia Camden.
Esta decisión impulsiva resultaría ser una de las mejores del viaje, no solo por la compañía agradable que proporcionaron nuestras compatriotas, sino porque nos permitiría redescubrir Camden desde una perspectiva diferente y, posteriormente, explorar una zona completamente nueva que no habíamos contemplado en nuestros planes originales.




Camden Market: la evolución de un icono #
Camden Market sigue siendo uno de los destinos más populares de Londres, especialmente entre los jóvenes visitantes que buscan esa mezcla de cultura alternativa, moda vintage, y ambiente bohemio que caracteriza la zona. Sin embargo, mi primera impresión al regresar después de dos años fue la confirmación de una tendencia que ya había observado en visitas anteriores: la progresiva turistificación del lugar.
Recordando mi primera visita a Camden, que probablemente se remonta a más de veinte años atrás, el contraste es evidente y algo melancólico. En aquellos tiempos, Camden tenía un ambiente genuinamente alternativo y contracultural que lo convertía en un destino auténtico para quienes buscaban experiencias fuera de lo convencional. Era un lugar donde la creatividad florecía de manera espontánea y donde se podían descubrir tendencias antes de que se popularizaran.
El Camden actual, aunque sigue conservando vestigios de aquel espíritu original, se ha transformado considerablemente bajo la presión del turismo masivo. Las tiendas han evolucionado hacia una oferta más comercial y predecible, los precios han aumentado significativamente, y el ambiente se ha vuelto más calculado y menos espontáneo.
No obstante, es importante reconocer que Camden sigue siendo un lugar espectacular y lleno de energía. La zona de los antiguos establos, en particular, conserva gran parte de ese encanto más auténtico que caracterizaba al mercado en sus mejores épocas. Los edificios históricos, con su arquitectura industrial reconvertida, siguen proporcionando el marco perfecto para una experiencia comercial única.




La mañana entre multitudes y descubrimientos #
Estuvimos juntos los cuatro durante la primera parte de la mañana, explorando diferentes secciones del mercado, compartiendo impresiones sobre los puestos más interesantes, y disfrutando de esa camaradería espontánea que surge entre viajeros compatriotas. Sin embargo, como era inevitable en un lugar tan masificado como Camden un viernes por la mañana, terminamos separándonos entre las multitudes de visitantes.
A pesar de los cambios que había experimentado el mercado, seguía ofreciendo oportunidades para descubrimientos interesantes. Rafa encontró una bandolera de piel que le gustó especialmente y decidió comprármela como regalo de cumpleaños adelantado, un detalle que convirtió la visita en algo especial y memorable.
La variedad de la oferta gastronómica del mercado nos permitió almorzar allí mismo, probando algunos de los platos internacionales que reflejan la diversidad cultural de Londres. Desde comida asiática hasta propuestas latinoamericanas, pasando por versiones contemporáneas de la cocina británica, Camden sigue siendo un excelente lugar para experimentar con sabores diferentes.




Primrose Hill: el descubrimiento inesperado #
Después de pasar toda la mañana en Camden, decidimos dirigirnos hacia un lugar que nunca había visitado pero que había llamado mi atención en diversas ocasiones: Primrose Hill. Esta colina, ubicada a una caminata de aproximadamente media hora desde Camden Market, prometía ofrecer vistas panorámicas de Londres desde una perspectiva completamente diferente a la de los rascacielos que habíamos visitado el día anterior.
El paseo hasta Primrose Hill resultó ser tan interesante como el destino final. El recorrido nos llevó a través de diferentes barrios residenciales que mostraban una cara más cotidiana y menos turística de Londres. Las casas victorianas y eduardianas, con sus jardines cuidados y su arquitectura característica, creaban un ambiente completamente diferente al del bullicio comercial que habíamos dejado atrás en Camden.
Primrose Hill se reveló como uno de esos descubrimientos que justifican por sí solos todo un viaje. La colina, que se eleva modestamente sobre el paisaje circundante, ofrece unas vistas espectaculares de Londres que son completamente diferentes a las que se pueden contemplar desde los miradores de los rascacielos.
Desde esta perspectiva elevada pero no excesivamente alta, la ciudad se extiende como un tapiz urbano donde se pueden identificar claramente los diferentes barrios, los parques, los monumentos más emblemáticos, y el serpenteante curso del Támesis. Es una vista más humana y abarcable que la que ofrecen los miradores de gran altura, donde la distancia hace que la ciudad parezca una maqueta.






Un día perfecto para el picnic perfecto #
Lo que convirtió la visita a Primrose Hill en algo verdaderamente especial fue la coincidencia con un día meteorológico absolutamente perfecto. El cielo estaba despejado, la temperatura era ideal, y una suave brisa hacía que la estancia en la colina resultara extremadamente agradable.
El ambiente en el parque era maravilloso: familias locales disfrutando de picnics improvisados, grupos de amigos jugando al frisbee o simplemente relajándose sobre la hierba, parejas compartiendo momentos románticos con Londres como telón de fondo. Era una demostración perfecta de cómo los londinenses saben aprovechar al máximo los días de buen tiempo, que nunca se pueden dar por garantizados en la capital británica.
Lamentamos profundamente no haber tenido la previsión de comprar comida para hacer nuestro propio picnic. La idea de sentarnos en la hierba, con esas vistas espectaculares, compartiendo una comida al aire libre en uno de los días más hermosos que habíamos experimentado en Londres, resultaba absolutamente irresistible.
A pesar de esta pequeña frustración, pasamos un buen rato sentados en la hierba, absorbiendo la belleza del paisaje y la tranquilidad del momento. Era uno de esos instantes que quedan grabados en la memoria como la esencia misma de lo que significa viajar: descubrir lugares inesperados que superan todas las expectativas y crear recuerdos que perduran mucho más allá del final del viaje.
Hacia Tower Bridge: el contraste urbano #
Desde Primrose Hill nos dirigimos hacia la zona del Puente de la Torre, uno de los iconos más reconocibles de Londres y un lugar que siempre merece una nueva visita. El contraste entre la tranquilidad bucólica de la colina y el dinamismo urbano del área de Tower Bridge era notable y estimulante.
Esta zona de Londres, con su mezcla de historia medieval y modernidad arquitectónica, ofrece algunas de las perspectivas más fotogénicas de la ciudad. El Puente de la Torre, con su estructura neogótica y sus torres características, se alza majestuoso sobre el Támesis, mientras que al fondo se vislumbra el skyline de la City con sus rascacielos relucientes.
Encontramos un lugar perfecto para sentarnos en la hierba cerca del antiguo ayuntamiento, con vistas privilegiadas tanto del puente como de la City al fondo. Era el momento ideal para hacer esa pausa contemplativa que habíamos echado de menos en Primrose Hill, esta vez acompañada de algo de picoteo que habíamos comprado por el camino.




The Circle: geometría urbana fotogénica #
Antes de dirigirnos a nuestro compromiso teatral de la noche, decidimos hacer una pequeña excursión hacia un lugar que Rafa había descubierto a través de internet: una curiosa plaza circular de edificios azules conocida popularmente como "The Circle".
Este conjunto arquitectónico, aunque no sea uno de los destinos turísticos más conocidos de Londres, posee un atractivo visual considerable que lo convierte en un lugar muy fotogénico. La geometría circular de los edificios, todos pintados en el mismo tono de azul, crea una composición visual que resulta sorprendentemente armoniosa y contemporánea.
Pero tan interesante como el destino resultó ser el camino para llegar hasta allí. El paseo a lo largo de Shad Thames nos llevó por una de las zonas más características del Londres victoriano industrial, con sus almacenes de ladrillo reconvertidos en lujosos apartamentos y sus puentes aéreos que conectan los edificios a diferentes alturas.
Esta zona es un ejemplo perfecto de cómo Londres ha sabido reinventarse preservando su patrimonio arquitectónico. Los antiguos almacenes donde se guardaban las mercancías que llegaban por el Támesis han encontrado una nueva vida como espacios residenciales de lujo, manteniendo su carácter histórico mientras se adaptan a las necesidades contemporáneas.




La carrera hacia Piccadilly #
El tiempo se nos había ido volando entre Primrose Hill, Tower Bridge, y The Circle, y cuando nos dimos cuenta, se acercaba peligrosamente la hora de nuestro último compromiso teatral del viaje: el musical Moulin Rouge en el teatro Piccadilly Circus.
Desafortunadamente, desde nuestra ubicación en la zona de Tower Bridge no había ninguna conexión de transporte público directa y eficiente hacia Piccadilly Circus. Cogimos el metro con la mejor combinación posible, pero aun así nos dejaba en Green Park, que era la estación más cercana al teatro pero no lo suficientemente cerca como para llegar caminando tranquilamente a tiempo.
Por eso, el último tramo desde Green Park hasta el teatro Piccadilly se convirtió en una carrera contrarreloj por las calles del centro de Londres. Esta sprint final por el corazón de la capital británica se convirtió, de manera inesperada, en una experiencia emocionante en sí misma. Correr por las calles históricas, zigzagueando entre turistas y oficinistas, cruzando plazas emblemáticas y pasando junto a monumentos famosos, nos proporcionó una perspectiva única y adrenalinizada de la ciudad.
Llegamos al teatro con el tiempo justo, ligeramente sin aliento pero con la satisfacción de haber conseguido nuestro objetivo. La carrera había añadido un elemento de aventura inesperada a la jornada, convirtiendo el simple desplazamiento en una experiencia memorable.
Moulin Rouge: el espectáculo total #
El musical Moulin Rouge en el teatro Piccadilly Circus resultó ser el broche de oro perfecto para nuestras vacaciones teatrales londinenses. Esta producción, basada en la exitosa película de Baz Luhrmann, llevaba las características del filme al extremo en términos de espectacularidad y exuberancia visual.
Es importante reconocer que Moulin Rouge no pretende ser una obra musical en el sentido tradicional del término. No se trata de una composición original creada específicamente para el teatro, sino de una hábil amalgama de canciones tremendamente conocidas del repertorio popular de las últimas décadas, incluso más canciones que las que aparecían en la película original.
Sin embargo, esta aparente limitación conceptual se transforma en una fortaleza cuando la ejecución alcanza los niveles de excelencia que conseguía esta producción. Las voces de los intérpretes eran sencillamente alucinantes, capaces de transformar canciones que todos conocíamos en experiencias completamente nuevas y emocionantes.
La producción era brutal en todos los aspectos: escenografía espectacular que transformaba constantemente el escenario, vestuario exuberante que recreaba el ambiente del París bohemio de principios del siglo XX, coreografías elaboradísimas que aprovechaban cada centímetro del espacio teatral, y efectos especiales que creaban una atmósfera envolvente y seductora.
Las canciones, precisamente por ser tan conocidas, generaban una conexión inmediata con el público. Desde clásicos del rock hasta éxitos pop contemporáneos, cada número musical estaba reinterpretado con una creatividad y una energía que conseguían revitalizarlos completamente.
La historia, que seguía fielmente la trama de la película, proporcionaba el hilo conductor perfecto para esta explosión de música y color. El triángulo amoroso entre Christian, Satine, y el Duque, ambientado en el mundo decadente y fascinante del Moulin Rouge, servía como excusa perfecta para desplegar toda la arsenal de recursos teatrales.


La perfección técnica frente a la originalidad creativa #
Como espectáculo puro, Moulin Rouge merecía una calificación de diez sobre diez. La perfección técnica, la espectacularidad visual, la calidad de las interpretaciones, y la capacidad de mantener al público en un estado de fascinación constante eran absolutamente impecables.
Sin embargo, desde una perspectiva más crítica, era inevitable comparar esta experiencia con la de Stiletto, el musical completamente original que habíamos visto al comienzo de la semana. Mientras que Moulin Rouge impresionaba por su perfección técnica y su capacidad de entretenimiento, Stiletto había emocionado por su originalidad, su frescura, y su capacidad de sorprender con algo completamente nuevo.
Esta reflexión no pretendía desmerecer en absoluto la calidad extraordinaria de Moulin Rouge, sino más bien reconocer que existen diferentes tipos de mérito en el mundo del teatro musical. Está el mérito de la ejecución perfecta de un concepto probado, y está el mérito de crear algo completamente nuevo y arriesgado.
Ambos enfoques tienen su lugar en el ecosistema teatral, y ambos pueden proporcionar experiencias igualmente válidas y emocionantes. Moulin Rouge representaba la cima de lo que se puede conseguir cuando se aplican recursos ilimitados y talento excepcional a un concepto ya establecido.
El final perfecto: Londres nocturno #
Salimos del teatro Piccadilly Circus con un subidón de energía absolutamente increíble. La combinación de música pegadiza, espectacularidad visual, y interpretaciones sobresalientes había creado ese efecto de euforia post-teatral que solo los mejores espectáculos consiguen generar.
Era nuestra última noche completa en Londres, y la idea de dirigirnos directamente a nuestro alojamiento resultaba impensable. La ciudad nocturna nos llamaba, y decidimos aprovechar al máximo estas últimas horas en la capital británica.
Dimos un paseo nocturno por Piccadilly Circus, con sus luces de neón creando un ambiente casi cinematográfico. Las calles estaban llenas de vida: turistas fotografiando los anuncios luminosos, londinenses disfrutando de la noche del viernes, artistas callejeros ofreciendo espectáculos improvisados.
Desde allí caminamos hasta Covent Garden, que a esas horas de la noche ofrecía un contraste fascinante con el bullicio diurno. Las calles prácticamente desiertas, los edificios históricos iluminados discretamente, la arquitectura victoriana creando sombras elegantes bajo las farolas, todo contribuía a crear una atmósfera romántica y melancólica.





La despedida silenciosa #
Covent Garden desierto tenía algo de poético y nostálgico. Caminar por sus calles vacías, recordando las multitudes que las pueblan durante el día, generaba una sensación de intimidad especial con la ciudad. Era como si Londres nos estuviera ofreciendo un momento privado de despedida, lejos de las multitudes y el turismo.
Finalmente, tocaba coger el tren de regreso a Clapham Junction. El viaje nocturno por el metro londinense, con los vagones semi-vacíos y las estaciones que desfilaban una tras otra, proporcionaba el tiempo perfecto para procesar todo lo vivido durante el día y, por extensión, durante toda la semana.
Llegamos a nuestro alojamiento pasada la medianoche, agotados pero completamente satisfechos. Había sido una jornada que había combinado nostalgia y descubrimiento, relajación y adrenalina, belleza natural y espectacularidad teatral.
Mientras nos preparábamos para dormir, era inevitable sentir cierta melancolía por el final inminente de la aventura. Londres una vez más había demostrado su capacidad infinita de sorprender, de ofrecer experiencias nuevas incluso en lugares conocidos, de crear recuerdos que perdurarían mucho más allá del regreso a casa.
Mañana nos esperaba el último día, dedicado completamente a los preparativos del regreso. Pero esa noche, con la música de Moulin Rouge aún resonando en nuestras cabezas y las imágenes de Primrose Hill grabadas en la memoria, Londres se despedía de nosotros de la mejor manera posible: con la promesa implícita de que siempre habría nuevos rincones que descubrir en futuras visitas.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Descubre Bilbao
Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores