Starlight Express en el Troubadour Wembley Park Theatre
Cuando los trenes cobran vida sobre patines
Cuando planeaba mi escapada a Londres en mayo, Starlight Express no estaba precisamente en mi lista de prioridades teatrales. Había oído hablar de este musical de Andrew Lloyd Webber durante años, había visto algunas imágenes por internet y, la verdad, las canciones que había escuchado no me habían llamado especialmente la atención. Pero la curiosidad pudo más, especialmente después de enterarme de que había vuelto a Londres con una producción completamente nueva.
Un musical diferente a todo lo que había visto #
La premisa de Starlight Express sigue siendo tan peculiar como siempre: actores que interpretan trenes sobre patines. Sí, has leído bien. Es la historia de un niño que juega con sus trenes de juguete y, cuando se duerme, estos cobran vida en su imaginación para competir en una gran carrera. El protagonista es Rusty, una vieja locomotora de vapor que tiene que enfrentarse a trenes modernos mucho más rápidos.
Suena infantil, y en cierto modo lo es, pero hay algo en esa simplicidad que funciona. Durante años había leído historias sobre las representaciones originales, las velocidades increíbles que alcanzaban los actores y las numerosas lesiones que se producían. También sabía que es un musical casi imposible de llevar de gira por la complejidad técnica que requiere, aunque tengo entendido que en Alemania lleva representándose con bastante éxito varios años.
El teatro: una experiencia desde que entras #
El Troubadour Wembley Park Theatre es una revelación en sí mismo. Han transformado completamente un espacio tipo nave industrial para crear algo que parece más un club nocturno futurista que un teatro tradicional. Nada más entrar, te reciben cientos de bolas de discoteca colgando del techo. El ambiente es completamente diferente a cualquier otro teatro londinense que haya visitado.
Pero lo realmente impresionante llega cuando accedes a la sala. Han construido pistas circulares que rodean por completo al público, con rampas y desniveles que permiten a los actores patinar a velocidades que dan vértigo. No hay butaca mala porque, literalmente, el espectáculo sucede a tu alrededor.
Cuando empezó la función, se me quitaron todos los prejuicios #
Tengo que admitir que entré con expectativas contenidas. Esperaba un espectáculo vistoso pero quizás un poco anticuado. Lo que me encontré fue algo completamente diferente. Desde el primer momento, la intensidad es brutal: luces estroboscópicas, música a todo volumen, efectos especiales por todas partes y, sobre todo, esos actores que cantan, actuan y patinan como si fuera lo más natural del mundo.
Ver a alguien interpretar una canción compleja mientras patina a velocidad de vértigo y mantiene el equilibrio en rampas pronunciadas es algo que hay que ver para creer. Los vestuarios son increíbles, cada personaje parece sacado de una película de ciencia ficción, con luces LED incorporadas y diseños que realmente te hacen creer que estás viendo máquinas futuristas.
Las voces: casi todo perfecto #
En general, el nivel vocal del reparto es impresionante, especialmente considerando que tienen que cantar mientras hacen acrobacias sobre patines. La mayoría de intérpretes conseguían mantener voces potentes y afinadas durante toda la función.
Mi única pequeña pega fue con el actor que hacía de Rusty, la locomotora protagonista. Cantaba bien, no me malinterpretes, pero tenía una voz bastante nasal que no me cuadraba con el personaje. Para una locomotora de vapor, que se supone que representa la fuerza y la tradición, esperaba algo más grave y contundente. Puede que fuera cosa del casting o simplemente que no fuera su mejor día vocal, no lo sé.
Una historia sencilla que funciona #
El argumento no es precisamente shakespeariano. Es la típica historia del pequeño que compite contra los grandes y, por supuesto, incluye una historia de amor. Pero sabes qué? No importa. Cuando tienes delante semejante despliegue de talento, efectos especiales y pura energía, la simplicidad de la historia se convierte en una ventaja.
Además, me gustó ver cómo han actualizado algunos aspectos de la obra original. Hay parejas del mismo sexo entre los personajes y han eliminado ciertos estereotipos que, imagino, no envejecieron bien desde los años ochenta. Le da un aire más contemporáneo sin perder la esencia divertida del original.
Un espectáculo que me pilló por sorpresa #
Lo que más me llamó la atención fue cómo funcionaba para públicos tan diferentes. Los niños se volvían locos con las carreras y los efectos especiales, mientras que los adultos podíamos apreciar tanto la habilidad técnica como el lado más irónico y nostálgico de todo el montaje.
Las canciones de Lloyd Webber, aunque no sean sus mejores composiciones, tienen esa calidad pegadiza que te hace salir del teatro tarareando. Durante horas después de verlo, no podía quitarme de la cabeza "Starlight Express", "Light at the End of the Tunnel" y "Pumping Iron", que son las que más se te quedan grabadas.








Consejos para quien esté pensando en ir #
Si decides verlo, prepárate para una experiencia sensorial intensa. Hay luces estroboscópicas, el volumen es muy alto y los actores pasan muy cerca de las butacas. Nosotros estuvimos en la zona "Locomotive", en primera fila, y fue una experiencia increíble. Muchas de las carreras pasaban justo por delante de nosotros, y algún actor incluso nos saludó chocando la mano durante el espectáculo, aunque es un gesto que hacían especialmente con los niños del público.
Una cosa importante: una vez que empieza la función, no puedes salir libremente de la sala por temas de seguridad. Así que asegúrate de ir al baño antes y de tener bebida a mano. El espectáculo dura unas dos horas con descanso.
Al final, una grata sorpresa #
No voy a decir que Starlight Express se haya convertido en mi musical favorito, porque no es así. Pero sí puedo decir que fue una de las experiencias teatrales más divertidas y sorprendentes que he tenido en mucho tiempo. Es puro entretenimiento sin complejos, con una generosidad en el espectáculo y una ambición técnica que te deja con la boca abierta.
En un mundo donde a veces el teatro se toma demasiado en serio, este musical te recuerda que también puede ser simplemente diversión pura. Y cuando esa diversión está ejecutada con tanto talento y tan buenos medios como en el Troubadour, el resultado es sencillamente espectacular.
Salí del teatro con una sonrisa de oreja a oreja, cantando canciones que no sabía que me gustaban y con ganas de contárselo a todo el mundo. Al final, ¿no es eso exactamente lo que debe conseguir una buena obra de teatro?

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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