El sábado 4 de junio, penúltimo día de nuestro viaje, lo dedicamos a visitar Guimarães, una ciudad cargada de simbolismo para los portugueses. Según reza la leyenda, fue aquí donde nació el primer rey de Portugal, Afonso Henriques, y donde se libró la batalla de São Mamede en 1128, considerada el germen de la independencia portuguesa. No es casualidad que el escudo de la ciudad lleve inscrita la frase "Aqui nasceu Portugal" (Aquí nació Portugal).
Desayunamos temprano en nuestro apartamento y nos dirigimos a la estación de São Bento para tomar el tren. El trayecto a Guimarães dura aproximadamente una hora y cuarto, tiempo suficiente para admirar el paisaje verde y montañoso de la región del Miño, con sus viñedos en terrazas y pequeñas aldeas dispersas entre colinas.
La estación de tren de Guimarães se encuentra a unos 15 minutos a pie del centro histórico, un paseo agradable que sirve como primera toma de contacto con esta ciudad provincial que conserva un encanto especial, diferente al de Oporto o Braga.




El centro histórico: un viaje al Portugal medieval #
Nuestros primeros pasos nos llevaron directamente al corazón de Guimarães: la Praça de Santiago. Esta plaza irregular, flanqueada por casas tradicionales con balcones de hierro forjado y fachadas encaladas, tiene ese aire auténticamente medieval que tanto escasea en ciudades más grandes. Los soportales de piedra, las tiendas artesanales y los pequeños cafés con mesas en la calle crean una atmósfera acogedora que invita a sentarse y observar el pausado ritmo de la vida local.
En uno de estos cafés hicimos una breve parada para tomar un café y orientarnos con el mapa. A diferencia de Oporto, donde el turismo masivo está ya plenamente instaurado, Guimarães mantiene un equilibrio más saludable entre visitantes y locales. Se respira autenticidad en cada esquina.
Desde la Praça de Santiago nos dirigimos a la Praça da Oliveira, otro espacio emblemático del centro histórico. Su nombre (Plaza del Olivo) deriva de un olivo centenario que crece en el centro, símbolo de paz y continuidad a través de los siglos. Presidiendo la plaza se encuentra la Iglesia de Nossa Senhora da Oliveira, con su curiosa estructura exterior que incluye un templete gótico del siglo XIV conocido como Padrão do Salado, erigido para conmemorar la victoria cristiana en la Batalla del Salado.
El conjunto arquitectónico que rodea esta plaza es impresionante: edificios medievales perfectamente conservados, algunos con entramados de madera visibles en sus fachadas, otros con balcones floridos que añaden color al conjunto. La sensación es la de haber retrocedido varios siglos en el tiempo, a una época en que artesanos y comerciantes determinaban el pulso económico de la ciudad.




El Castillo y el Palacio Ducal: símbolos del poder #
Siguiendo nuestro recorrido, ascendimos por empinadas callejuelas hacia la parte alta de la ciudad, donde nos esperaban dos de los monumentos más importantes de Guimarães: el Castillo y el Palacio Ducal.
El Castillo de Guimarães, construido en el siglo X para defender la región de las incursiones musulmanas, es considerado la cuna de la nacionalidad portuguesa. Sus robustas murallas y torres almenadas se recortan contra el cielo, creando una imagen icónica que aparece en innumerables postales y guías turísticas. La estructura, aunque sencilla, impresiona por su solidez y por el papel fundamental que jugó en la formación de Portugal como nación independiente.
A pocos metros del castillo se encuentra el Paço dos Duques de Bragança (Palacio Ducal), una imponente construcción del siglo XV que sirvió como residencia a los duques de Braganza, la última dinastía real portuguesa. El edificio, con su peculiar arquitectura inspirada en los palacios de Borgoña, destaca por sus múltiples chimeneas cónicas que le confieren un aspecto único en la península ibérica.






Un almuerzo entre murallas: saboreando la gastronomía minhota #
Tras la visita al Palacio Ducal, el hambre comenzaba a hacerse notar. Decidimos buscar un lugar para almorzar en el centro histórico, donde se concentra casi toda la oferta gastronómica de la ciudad.
Encontramos un pequeño establecimiento familiar cerca de la Praça do Toural, Y aunque ya era un poco tarde y algunos platos no estaban disponibles pudimos disfrutar de la comida local y reponer fuerzas para la tarde.





El teleférico del Monte da Penha: ascendiendo a las alturas #
Con el estómago satisfecho y el espíritu renovado, decidimos dedicar la tarde a visitar el Monte da Penha, una elevación de 613 metros que domina el paisaje de Guimarães. Para llegar a su cima tomamos el teleférico, una experiencia que por sí sola ya vale la pena.
La cabina ascendía lentamente, ofreciéndonos vistas cada vez más espectaculares de la ciudad y los montes circundantes. A medida que ganábamos altura, Guimarães se iba empequeñeciendo bajo nuestros pies, sus calles reducidas a líneas minúsculas, sus plazas a pequeños espacios entre los edificios. Al fondo, las montañas verdes del Miño se extendían hasta el horizonte, dibujando un paisaje de ondulaciones suaves bajo el cielo azul.
El trayecto dura aproximadamente diez minutos, tiempo suficiente para tomar fotografías panorámicas y disfrutar de la sensación de estar suspendido en el aire, contemplando un paisaje que cambia constantemente a medida que ascendemos.




El Santuario de Penha: espiritualidad entre rocas graníticas #
Al llegar a la cima nos encontramos con el Santuario de Nossa Senhora do Carmo da Penha, un conjunto religioso relativamente moderno (principios del siglo XX) pero perfectamente integrado en el entorno natural. Lo más destacable de este santuario es cómo aprovecha las enormes formaciones rocosas de granito que coronan el monte, incorporándolas a la arquitectura en lugar de eliminarlas.
El resultado es un espacio único donde naturaleza y construcción humana dialogan armoniosamente. Capillas excavadas en la roca, escaleras que zigzaguean entre bloques de granito, miradores naturales desde donde contemplar el valle... cada rincón ofrece una nueva sorpresa.
Especialmente impresionante resulta la Capilla de São Cristóvão, situada en lo alto de una formación rocosa a la que se accede por una empinada escalera. Desde allí, las vistas sobre los valles circundantes son simplemente espectaculares, con Guimarães a nuestros pies y la cordillera del Gerês recortándose en el horizonte.




Paseos entre la naturaleza: el parque forestal #
El Monte da Penha no es solo un lugar de culto, sino también un extenso parque forestal donde disfrutar de la naturaleza. Decidimos dedicar un tiempo a pasear por sus senderos bien señalizados, disfrutando del frescor que proporcionaban los bosques de pinos, robles y castaños.
El contraste con la agitación urbana que habíamos experimentado en los días anteriores resultaba reconfortante. Aquí solo se escuchaba el canto de los pájaros, el susurro del viento entre las hojas y, ocasionalmente, las risas lejanas de alguna familia disfrutando de un picnic en una de las áreas recreativas dispersas por el parque.
Seguimos un sendero que nos llevó hasta una formación rocosa conocida como "A Pia de Sabão" (La Pila de Jabón), una curiosa depresión natural en la roca que, según la tradición local, tiene propiedades curativas. La leyenda dice que quien se lave las manos en el agua que se acumula allí quedará libre de dolencias y maleficios. No puedo confirmar sus efectos terapéuticos, pero el lugar en sí, rodeado de vegetación exuberante y con vistas al valle, ya constituye un bálsamo para el espíritu.








Descenso al atardecer: regreso a Guimarães #
Cuando la luz comenzaba a declinar, decidimos regresar al centro de Guimarães. Tomamos de nuevo el teleférico, disfrutando de las vistas ahora bañadas por la luz dorada del atardecer. La ciudad comenzaba a encender sus primeras luces, creando un efecto mágico de transición entre el día y la noche.
De vuelta en el centro histórico, decidimos dar un último paseo antes de tomar el tren de regreso a Oporto. Las calles y plazas adquirían un ambiente diferente al anochecer, con los restaurantes preparándose para la cena y los bares comenzando a llenarse de locales celebrando el fin de semana.
Regreso a Oporto: una despedida diferente #
Tomamos el tren de regreso a Oporto. Durante el trayecto, ya con la tarde avanzando, compartíamos impresiones sobre Guimarães, una ciudad que nos había sorprendido gratamente por su autenticidad, su rico patrimonio histórico y su perfecta combinación de tradición y modernidad.
Al llegar a Oporto, en lugar de dirigirnos directamente a nuestro apartamento, decidimos cambiar ligeramente nuestros planes. Era nuestra última noche en la ciudad y queríamos aprovecharla al máximo. ¿Qué mejor manera que contemplar el atardecer desde la ribera de Vila Nova de Gaia?
Cruzamos el puente Luis I y encontramos un lugar perfecto junto al río para nuestra última cena al aire libre. Mientras cenábamos contemplando cómo Oporto se transformaba al anochecer, con las fachadas de la Ribeira iluminándose progresivamente y reflejándose en las aguas tranquilas del Duero, hacíamos balance de nuestro viaje.




Un paseo nocturno por la ribera de Gaia #
Después de nuestra improvisada cena, decidimos dar un último paseo por la ribera de Vila Nova de Gaia. A diferencia de la de Oporto, esta ribera es más amplia y ofrece mejores perspectivas para contemplar la ciudad desde la distancia.
El ambiente nocturno era animado pero no excesivo. Músicos callejeros amenizaban el paseo, terrazas llenas de gente disfrutando de la noche estrellada, parejas sentadas junto al río sumidas en conversaciones íntimas... y todo ello con el magnífico telón de fondo de Oporto iluminado, como una joya engarzada entre el río y el cielo.
Visitamos la Casa Portuguesa do Pastel de Bacalhau, un establecimiento especializado en esta delicia culinaria que combina el bacalao desmigado con patata, huevo, perejil y, como toque especial, queso da Serra en su interior. Acompañado de un porto tinto servido en elegantes copas de cristal, resultaba un maridaje perfecto para cerrar nuestra experiencia gastronómica portuguesa.
Recorrimos toda la zona con calma, saboreando cada momento, conscientes de que al día siguiente estaríamos ya de regreso en casa. La ribera de Gaia, con sus bodegas centenarias, sus restaurantes sofisticados y sus vistas incomparables, es quizás el lugar más turístico de toda la zona, pero no por ello menos cautivador.








Reflexiones camino al apartamento #
El camino de regreso a nuestro apartamento, cruzando de nuevo el puente Luis I ahora completamente iluminado, nos brindó un momento de reflexión. Cada paso sobre esta estructura de hierro forjado nos recordaba que nuestro viaje estaba llegando a su fin, pero también que habíamos aprovechado intensamente cada día.
En apenas una semana habíamos conseguido no solo explorar a fondo Oporto, sino también conocer ciudades cercanas tan interesantes como Braga, Aveiro, Matosinhos y Guimarães. Cada una con su personalidad propia, cada una aportando una pieza diferente al complejo puzle que es Portugal.
Al llegar al apartamento, comenzamos a preparar las mochilas para el viaje de regreso del día siguiente. No era una tarea que nos entusiasmara, pero la abordamos con la satisfacción de haber cumplido (e incluso superado) nuestras expectativas para este viaje.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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