El viernes 5 de agosto comenzamos nuestro recorrido en el Pont Neuf, el puente más antiguo de París pese a su nombre, desde donde cruzamos hacia la Île de la Cité, la isla que constituye el corazón histórico de la capital francesa. Esta pequeña porción de tierra rodeada por el Sena alberga algunos de los monumentos más significativos de París y representa el núcleo original de Lutecia, el asentamiento romano que daría origen a la ciudad actual.
La Conciergerie y los ecos de la historia #
Durante nuestro paseo por la Île de la Cité pasamos por delante de La Conciergerie, el antiguo palacio real convertido en prisión durante la Revolución Francesa. Este edificio gótico, construido entre los siglos XIII y XIV, se convirtió en símbolo del Terror revolucionario cuando albergó a cerca de 2.700 prisioneros, incluyendo a la reina María Antonieta durante sus últimos meses de vida.
La Conciergerie conserva vestigios de su pasado real en la Sainte-Chapelle, la capilla palatina construida por Luis IX (San Luis) para albergar las reliquias de la Pasión de Cristo, especialmente la corona de espinas. Las vidrieras de esta capilla, que se extienden desde el suelo hasta el techo, constituyen uno de los conjuntos de arte gótico más impresionantes de Europa.


Notre Dame: cicatrices del incendio #
Llegamos finalmente a la Cathédrale Notre-Dame de Paris, pero la encontramos completamente vallada y cerrada al público. El devastador incendio del 15 de abril de 2019 había dañado gravemente la estructura, especialmente la aguja y la cubierta, y en agosto de 2022 los trabajos de reconstrucción continuaban a pleno rendimiento.
Ver Notre Dame en esas condiciones generaba sentimientos encontrados. Por un lado, la frustración de no poder acceder a una de las catedrales góticas más importantes del mundo. Por otro, la esperanza de que los trabajos de restauración devolvieran a la catedral su esplendor original. El incendio había conmocionado no solo a Francia sino al mundo entero, y las muestras de solidaridad internacional para su reconstrucción habían sido extraordinarias.
Desde el exterior vallado solo podíamos intuir la magnitud de los daños y la complejidad de los trabajos de restauración. Notre Dame, construida entre 1163 y 1345, había resistido guerras, revoluciones y el paso de los siglos, pero el fuego había conseguido lo que la historia no había logrado: silenciar temporalmente sus campanas y vaciar sus naves de fieles y visitantes.
Los jardines de Luxemburgo: un oasis urbano #
Desde la Île de la Cité cruzamos hacia el Barrio Latino y nos dirigimos a uno de mis lugares preferidos de París: los jardines de Luxemburgo. Estos 23 hectáreas de parque público, creados en 1612 por orden de María de Médici, constituyen un auténtico oasis en el corazón de la ciudad y representan el concepto francés del jardín formal llevado a su máxima expresión.
Estuvimos paseando entre parterres perfectamente trazados, estanques ornamentales y avenidas arboladas que invitan a la contemplación y el descanso. Una de las características más encantadoras de los jardines son las típicas sillas de hierro verde que están distribuidas por todo el parque y que los visitantes pueden mover y reubicar a voluntad, creando espacios de conversación, lectura o simplemente observación.
Nos sentamos durante un buen rato disfrutando del ambiente cosmopolita que caracteriza estos jardines. Estudiantes de la Sorbona leyendo bajo los árboles, ancianos jugando a las cartas junto a las fuentes, niños navegando pequeños veleros en el gran estanque octogonal, y turistas como nosotros descansando después de horas de caminata urbana.




El Panteón y el barrio universitario #
Desde los jardines nos dirigimos hacia el Panteón, el mausoleo que alberga los restos de personalidades que marcaron la historia francesa como Voltaire, Rousseau, Pierre y Marie Curie, o más recientemente, Simone Veil. Este imponente edificio neoclásico, construido entre 1764 y 1790, domina la montaña de Sainte-Geneviève y simboliza la grandeza de la República Francesa.
Pasamos también por la église Saint-Étienne-du-Mont, una joya arquitectónica que combina elementos góticos y renacentistas y que alberga la tumba de Santa Genoveva, patrona de París. Esta iglesia, menos conocida que otras de la capital, conserva uno de los últimos jubés (cancel) de París, una estructura arquitectónica que separaba el coro de la nave en las iglesias medievales.
Bajamos luego por delante de La Sorbona, la universidad más antigua de París fundada en 1253, que ha formado a generaciones de intelectuales franceses e internacionales. El barrio universitario conserva esa atmósfera bohemia e intelectual que lo ha caracterizado durante siglos, con librerías especializadas, cafés frecuentados por estudiantes y calles que respiran conocimiento.
Aprovechamos para recorrer las calles más típicas del Barrio Latino, repletas de restaurantes que ofrecen menús turísticos y tiendas de souvenirs que atienden a los millones de visitantes que recorren esta zona cada año. Aunque el ambiente comercial es evidente, el barrio mantiene cierto encanto popular que lo diferencia de otras zonas más monumentales de París.






El Louvre: arte hasta el cierre #
Desde el Barrio Latino nos dirigimos en metro hacia nuestro gran objetivo de la tarde: el Musée du Louvre. Habíamos comprado las entradas con anterioridad y había elegido específicamente el viernes porque ese día el museo permanece abierto hasta las 21:45, permitiendo una visita más relajada y completa.
El Louvre no es solo el museo más visitado del mundo, sino también uno de los más extensos. Con más de 60.000 metros cuadrados de exposiciones y unas 35.000 obras expuestas, una visita completa requeriría semanas. Habíamos planificado centrarnos en las obras maestras más reconocidas y en las secciones que más nos interesaban.
Efectivamente estuvimos disfrutando del museo desde las 15:00 hasta la hora de cierre, seis horas y cuarenta y cinco minutos que se pasaron volando entre salas repletas de arte de todas las épocas y civilizaciones. La Gioconda de Leonardo da Vinci, rodeada perpetuamente por multitudes de visitantes armados con cámaras fotográficas; la Venus de Milo con su belleza serena y eterna; la Victoria de Samotracia presidiendo la escalinata con su dinamismo congelado en mármol.
Pero más allá de las obras más famosas, el Louvre ofrece tesoros en cada sala: la pintura francesa del siglo XIX, las antigüedades egipcias con momias y sarcófagos, la escultura italiana del Renacimiento, las artes decorativas que muestran el refinamiento de las cortes europeas. Cada sección merecería una visita monográfica, pero la amplitud del museo obliga a establecer prioridades.








El exterior del Louvre y los jardines nocturnos #
Al salir del museo, ya anocheciendo, dedicamos tiempo a fotografiar el exterior del complejo. El contraste entre la arquitectura clásica del palacio y la pirámide de cristal diseñada por Ieoh Ming Pei genera una tensión visual fascinante que simboliza el diálogo entre tradición y modernidad que caracteriza a París.
Dimos un paseo nocturno por el Jardin des Tuileries, el parque que se extiende entre el Louvre y la Place de la Concorde. Estos jardines, diseñados en el siglo XVII por André Le Nôtre, el mismo paisajista que creó los jardines de Versalles, ofrecen perspectivas monumentales y una geometría perfecta que invita al paseo contemplativo.
Aprovechamos para admirar el Arc de Triomphe du Carrousel, el arco de triunfo menor que dialoga arquitectónicamente con el Arc de Triomphe de l'Étoile, creando ese eje histórico que atraviesa París desde el Louvre hasta La Défense. Esta continuidad urbana es una de las características más impresionantes del urbanismo parisino.



Segundo encuentro con las ratas #
Para cenar improvisamos otro picnic en los jardines de las Tullerías, pero tuvimos nuestro segundo encuentro con la fauna urbana parisina. En cuanto las ratas detectaron el olor de la comida aparecieron en números considerables, obligándonos a recoger rápidamente y buscar otro lugar más tranquilo. Aunque la situación se había repetido, las risas y el buen humor prevalecieron sobre el disgusto inicial.
Dimos también una vuelta por el parque de atracciones instalado en el lateral de los jardines, donde funciona una noria que ofrece vistas panorámicas de París. Aunque no subimos, el ambiente festivo nocturno añadía un toque de diversión familiar a la solemnidad monumental de la zona.




Reflexiones sobre un día intenso #
La jornada había sido extraordinariamente rica en contrastes: desde la solemnidad histórica de la Île de la Cité hasta la relajación bucólica de los jardines de Luxemburgo, pasando por la inmersión cultural total en el Louvre. Habíamos recorrido siglos de historia francesa en unas pocas horas y contemplado obras de arte que han influido en la cultura occidental durante generaciones.
Ver Notre Dame cerrada había sido decepcionante, pero también nos recordó que las ciudades están vivas, que evolucionan y a veces sufren heridas que requieren tiempo para sanar. El contraste entre esa ausencia y la abundancia del Louvre había creado una jornada de emociones intensas y variadas.
La decisión de visitar el museo en horario nocturno había resultado especialmente acertada, no solo por disponer de más tiempo, sino también por evitar las multitudes diurnas y poder contemplar las obras maestras con mayor tranquilidad. París nocturno tiene un encanto especial, y recorrer sus jardines y monumentos iluminados añade una dimensión poética a la experiencia turística.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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