El martes 9 de agosto marcaba el final de nuestra aventura parisina, una jornada que tendría poco que contar en términos de descubrimientos o experiencias culturales, pero que serviría para cerrar un viaje que había combinado expectativas cumplidas con sorpresas inesperadas y algunos desajustes respecto a los planes originales.
Una mañana de despedida #
La mañana transcurrió con las rutinas típicas de cualquier último día de viaje: hacer las mochilas, revisar que no nos dejábamos nada en la habitación, y realizar el check-out del ibis budget Orly Chevilly Tram 7 que había sido nuestro hogar durante ocho noches. El hotel había cumplido perfectamente su función, ofreciendo una base operativa económica y funcional que nos había permitido destinar más presupuesto a experiencias y menos a alojamiento.
Decidimos aprovechar las últimas horas para dar un pequeño paseo por Villejuif, la zona donde se ubicaba nuestro hotel. Este barrio residencial, alejado de los circuitos turísticos habituales, nos ofreció una perspectiva diferente de París, más cercana a la vida cotidiana de los parisinos normales que a la imagen postal de la capital francesa.
Las calles tranquilas, los pequeños comercios de barrio y la arquitectura más modesta de esta zona contrastaban marcadamente con los monumentos y avenidas que habíamos recorrido durante los días anteriores. Esta París menos glamorosa pero más auténtica completaba de alguna manera nuestra visión de una ciudad que es mucho más compleja y diversa de lo que sugieren las guías turísticas.
Comida temprana y el largo regreso #
Tomamos una comida temprana en la zona, conscientes de que nos esperaba el largo recorrido desde esta área periférica hasta el aeropuerto de Charles de Gaulle. El trayecto, que nos llevaría más de una hora y media utilizando diferentes líneas de transporte público, nos recordó una vez más las dimensiones reales de París y su área metropolitana.
Durante el viaje de regreso al aeropuerto tuvimos tiempo para hacer un balance provisional del viaje. Los ocho días habían pasado volando, repletos de experiencias variadas que iban desde la magia comercial de DisneyLand París hasta la solemnidad histórica de Versalles, pasando por descubrimientos culturales inesperados como el Musée des Arts et Métiers y momentos de relajación en parques y jardines.
El regreso a Charles de Gaulle transcurrió sin incidencias, y el vuelo de Vueling que partía a las 16:40 nos llevó de vuelta a Bilbao sin contratiempos destacables. A las 18:30, aterrizábamos en nuestro aeropuerto de origen, cerrando oficialmente una semana parisina que había dejado sensaciones muy diversas.
Reflexiones sobre París: una relación compleja #
Esta había sido mi tercera visita a París, y debo reconocer que nunca ha sido una ciudad que me haya enamorado completamente. Es innegablemente muy bonita, tremendamente fotogénica y cargada de historia, pero me cuesta establecer una conexión emocional profunda con ella. Creo que es una ciudad demasiado seria, demasiado encorsetada en su propia grandeza, y en ocasiones demasiado consciente de su importancia histórica y cultural.
El tema de la limpieza urbana también contribuye a esta percepción ambivalente. París dista mucho de esa imagen idílica de "ciudad de la luz" que proyecta internacionalmente. Las calles presentan un estado de conservación que deja bastante que desear, especialmente si se compara con otras capitales europeas, y los encuentros con las ratas durante nuestros picnics nocturnos, aunque ahora se han convertido en anécdotas divertidas, no fueron precisamente agradables en su momento.
Sin embargo, lo que resulta innegable es que París tiene muchísimo que ofrecer a cualquier visitante. Es una ciudad que puedes visitar múltiples veces y seguir descubriendo rincones nuevos, perspectivas diferentes y experiencias inesperadas. La cantidad y variedad de museos, monumentos, parques, barrios con personalidad propia y propuestas culturales es abrumadora, y ocho días apenas permiten arañar la superficie de todo lo disponible.
Luces y sombras del viaje #
En esta ocasión mi valoración personal del viaje presenta luces y sombras bastante definidas. En el lado negativo, debo reconocer que no me apetecía especialmente ir a DisneyLand París. Aunque la experiencia resultó más gratificante de lo esperado, especialmente por ver la ilusión genuina de Rafa y su prima, hubo momentos de agobio por las multitudes que me lo hicieron pasar francamente mal. Es algo de lo que, personalmente, habría prescindido sin problemas.
De igual forma, el hecho de que un viaje planteado inicialmente como una escapada romántica en pareja se convirtiera en un viaje para tres personas fue algo que me resultó irritante. Y quiero ser claro: no por la compañía, que fue perfectamente agradable, sino porque no correspondía a lo que me había imaginado al planificar el viaje inicialmente. Hay experiencias de viaje que están pensadas para ser compartidas en pareja, y la presencia de una tercera persona, por agradable que sea, modifica inevitablemente la dinámica y el tipo de experiencias que se pueden vivir.
Los aspectos positivos del viaje #
En la parte positiva del balance, creo que voy aceptando mejor París con cada visita. Aunque me sigue pareciendo una ciudad demasiado encorsetada y consciente de su propia importancia, poco a poco le voy descubriendo rincones con verdadero encanto y experiencias que justifican plenamente el viaje.
En este viaje concreto, la mañana completa dedicada a La Défense fue uno de mis momentos favoritos. Poder fotografiar tranquilamente esa arquitectura contemporánea, explorar un París completamente diferente al turístico habitual y disfrutar de perspectivas urbanas únicas fue una experiencia extraordinariamente gratificante que no habría tenido en otras ciudades.
La visita improvisada al Château de Vincennes también resultó ser uno de esos descubrimientos que hacen que un viaje merezca la pena. Encontrar lugares de París que aún no conocía, explorar territorios nuevos y salir de los circuitos más trillados añadió una dimensión de aventura y descubrimiento que había echado de menos en visitas anteriores.
La jornada en Versalles fue extraordinaria, tanto por la magnificencia del conjunto arquitectónico y paisajístico como por la oportunidad de compartir con Rafa una experiencia cultural de primer nivel. Ver su reacción ante los jardines de Le Nôtre, la Galería de los Espejos y los Trianones me recordó mi propia fascinación inicial ante estos espacios cargados de historia.
Los inolvidables picnics en los Campos de Marte también quedaron como uno de los recuerdos más entrañables del viaje. Hay algo mágico en cenar al aire libre con la Torre Eiffel iluminada como telón de fondo, rodeados de cientos de personas que comparten la misma experiencia pero cada una en su propio universo. Esos momentos de contemplación tranquila, sin prisas turísticas ni obligaciones de horarios, representan lo mejor del viaje parisino.
Balance final #
¿Ha valido la pena este viaje a París? Sin duda alguna. A pesar de las ambivalencias, las pequeñas decepciones y los desajustes respecto a las expectativas iniciales, el balance final es claramente positivo. Hemos vivido experiencias memorables, hemos descubierto lugares nuevos, hemos disfrutado de obras de arte excepcionales y hemos creado recuerdos que perdurarán mucho más allá del propio viaje.
París sigue sin enamorarme completamente, pero esta tercera visita ha servido para matizar y enriquecer mi percepción de la ciudad. He aprendido a apreciar aspectos que anteriormente me pasaban desapercibidos, y he confirmado que algunas de mis reticencias iniciales tenían fundamento pero no invalidaban las virtudes evidentes de la capital francesa.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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