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Día 1. Llegada nocturna a Viena con sorpresas inesperadas

05 julio 2025

Día 1. Llegada nocturna a Viena con sorpresas inesperadas

Los viajes rara vez empiezan según lo planeado, y nuestro regreso a Viena no iba a ser una excepción. El 5 de julio de 2025 debería haber sido simplemente un día de traslado: salir de Bilbao por la tarde, aterrizar en Viena a las 22:45 y llegar al hotel a una hora razonable para comenzar frescos la aventura al día siguiente. Pero como suele ocurrir en pleno verano, los vuelos tienen vida propia y los horarios son más bien sugerencias que realidades.

Una tarde de espera en el aeropuerto de Bilbao #

Salimos hacia el aeropuerto de Bilbao sobre las seis de la tarde, con tiempo más que suficiente para un vuelo que debía despegar a las ocho. La rutina era familiar: preparar las mochilas, pasar los controles de seguridad, e instalarse en la sala de embarque con esa mezcla de nerviosismo y expectación que marca el inicio de cualquier viaje. Pero al llegar a nuestra puerta de embarque, la pantalla nos dio la primera lección de paciencia del viaje: retraso.

No era un retraso menor, de esos que se resuelven en media hora. El vuelo W42986 de Wizz Air Malta acumulaba más de una hora de demora, lo que significaba que nuestro aterrizaje en Viena se pospondría hasta casi las doce de la noche. En pleno julio, con el tráfico aéreo europeo saturado, estos retrasos son casi inevitables, pero eso no hace que sean menos frustrantes cuando uno está deseando comenzar sus vacaciones.

Sala de espera en la puerta de embarque el aeropuerto de Bilbao
Sala de espera en la puerta de embarque el aeropuerto de Bilbao

Vuelo nocturno hacia el corazón de Europa #

Finalmente despegamos con casi hora y media de retraso. El vuelo transcurrió sin incidencias, con esa mezcla de cansancio y expectación que caracteriza los traslados nocturnos. Desde la ventanilla se veían las luces de las ciudades europeas desfilando lentamente, un recordatorio de que estábamos atravesando un continente lleno de historias hacia una de sus capitales más cargadas de pasado.

Aterrizar en Viena pasadas las doce de la noche tiene algo de surrealista. El aeropuerto, que durante el día debe ser un hervidero de actividad, mostraba esa calma nocturna de los grandes aeropuertos internacionales en horas intempestivas. Los pasillos estaban prácticamente vacíos, las tiendas cerradas, y solo el murmullo de los pocos pasajeros de vuelos tardíos rompía el silencio.

Primera lección vienesa: la eficiencia del transporte público #

Una de las primeras decisiones importantes al llegar a cualquier ciudad es cómo trasladarse desde el aeropuerto al alojamiento. En el caso de Viena, teníamos dos opciones principales: el CAT (City Airport Train), un tren expreso que conecta directamente el aeropuerto con el centro, o el tren de cercanías convencional de ÖBB. La diferencia de precio era considerable: el CAT cuesta bastante más por ahorrar apenas unos minutos de viaje.

Optamos por el tren de cercanías, una decisión que resultó acertada en todos los sentidos. Por 4,60 euros por persona llegamos hasta la estación central de Viena sin complicaciones, a pesar de la hora tardía. El tren funcionaba con la puntualidad suiza que caracteriza a los transportes austriacos, y nos permitió tener una primera impresión muy positiva de la eficiencia vienesa.

En la estación central aprovechamos para comprar nuestros billetes de transporte para los próximos días: 17,10 euros por persona por 72 horas de uso ilimitado de todo el transporte público de Viena. Una inversión que se amortizaría rápidamente y que nos daría total libertad de movimiento durante nuestra estancia.

Nuestro tren hacia el centro de Viena
Nuestro tren hacia el centro de Viena

Desde la estación central hasta nuestro hotel en Maroltingergasse 68, en el distrito XVI, necesitábamos hacer una combinación de dos tranvías. En plena madrugada, con las calles prácticamente vacías, aquello se convirtió en una pequeña aventura urbana. Los tranvías nocturnos de Viena funcionan con una frecuencia sorprendente, y pronto descubrimos que la red de transporte público vienesa está diseñada para funcionar las 24 horas.

El trayecto nocturno por una Viena dormida nos permitió tener una primera impresión de la ciudad muy diferente a la que habríamos tenido llegando de día. Las grandes avenidas vacías, los edificios imperiales iluminados, el silencio de una capital europea a altas horas de la madrugada: todo contribuía a crear una atmósfera casi cinematográfica.

El Hotel Hadrigan y una cena inesperada #

Llegamos al Hotel Hadrigan cerca de la una y media de la madrugada, cansados pero aliviados de haber resuelto sin problemas el traslado desde el aeropuerto. El hotel era exactamente lo que habíamos reservado: sencillo, limpio, funcional. Nada lujoso, pero más que suficiente para nuestras necesidades de tres días en la ciudad.

El recepcionista nocturno nos recibió con esa eficiencia amable típicamente austriaca. Cuando le preguntamos, más por curiosidad que por esperanza real, si habría alguna posibilidad de cenar algo por la zona a esas horas, su respuesta fue un no rotundo. Pero inmediatamente nos sugirió una alternativa que no habíamos considerado: la aplicación Foodora para pedidos a domicilio.

En plena madrugada, en una ciudad que acabábamos de conocer, pedir una pizza a través de una aplicación móvil en alemán tenía algo de surrealista. Pero funcionó perfectamente. Sobre las dos de la madrugada, un repartidor llegó a la recepción del hotel con una pizza que resultó ser exactamente lo que necesitábamos: caliente, sabrosa y suficiente para calmar el estómago hasta el día siguiente.

Reflexiones de medianoche #

Mientras cenábamos esa pizza improvisada en nuestra habitación del Hotel Hadrigan, tuve tiempo de reflexionar sobre este primer contacto con Viena. La ciudad había mostrado su cara más práctica y eficiente: transporte público que funciona a cualquier hora, servicios de entrega nocturna, hoteles preparados para huéspedes que llegan a deshora. Todo había funcionado con esa precisión centroeuropea que contrasta tanto con el caos mediterráneo al que estamos acostumbrados.

Era un primer día que no había incluido turismo propiamente dicho, pero que ya nos había enseñado mucho sobre el carácter vienés. La eficiencia sin frialdad, la organización sin rigidez, la capacidad de resolver problemas sin dramatizar. Quizás Viena había evolucionado más de lo que esperaba, o quizás yo había aprendido a valorar mejor estas cualidades que en mi primera visita me habían pasado desapercibidas.

Mañana comenzaría el verdadero reencuentro con la ciudad. Pero este primer día de retrasos, trenes nocturnos y pizzas de madrugada ya había marcado el tono de lo que prometía ser un viaje lleno de pequeñas sorpresas.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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