Durante varios años, mantuvimos una tradición que esperábamos con ilusión: aprovechar los días libres de Semana Santa para hacer una pequeña escapada. Éramos cinco amigos inseparables, mi pareja de entonces y otros tres cómplices de aventuras.
Nuestro transporte siempre era el mismo, mi fiel Ford Fiesta, que aunque nos acogía algo apretados, era testigo de conversaciones interminables, risas espontáneas y planes improvisados.
Nuestra filosofía siempre fue clara: el viaje no es solo el destino, sino también el camino. Aquellas horas en carretera no eran un trámite del que librarse cuanto antes, sino parte esencial de la experiencia, un tiempo para estrechar lazos, compartir anécdotas o simplemente disfrutar del paisaje cambiante a través de la ventanilla.
De Bilbao a Cognac: el inicio de la aventura #
Aquel miércoles 20 de abril de 2011 salimos de Bilbao por la mañana con el ánimo alto y la previsión meteorológica a nuestro favor. Conduje tranquilo, sin prisas, sintiendo cómo dejábamos atrás la familiaridad del País Vasco para adentrarnos en el suroeste francés. El cruce de frontera siempre trae consigo esa sutil emoción de lo diferente: los carteles en otro idioma, la arquitectura que va transformándose, pequeños detalles que anuncian que estamos en movimiento.
Hicimos varias paradas para estirar las piernas, tomar café y recargar energías. En cada una de estas pausas improvisadas, la conversación fluía entre planes para los próximos días y reflexiones sobre cómo estos pequeños escapes nos permitían desconectar de la rutina.
Cognac: el aroma de la historia #
Poco antes de las tres de la tarde llegamos a nuestra primera parada programada: Cognac. Esta pequeña ciudad, mundialmente conocida por el destilado que lleva su nombre, nos recibió con un encanto tranquilo y elegante. Situada a orillas del río Charente, Cognac combina a la perfección su pasado medieval con su presente vinculado a la producción de uno de los aguardientes más prestigiosos del mundo.
El casco antiguo de Cognac es un deleite para el paseante. Sus calles adoquinadas serpentean entre edificios de piedra caliza que han adquirido ese característico tono negruzco debido a un hongo que se alimenta de los vapores de alcohol durante el proceso de envejecimiento del cognac (el famoso "parte des anges" o "la parte de los ángeles").


Joyas arquitectónicas de Cognac #
El Château de Cognac, también conocido como Château de Valois, merece una visita obligada. Esta fortaleza del siglo X que fue el lugar de nacimiento del rey Francisco I de Francia, alberga hoy las bodegas Baron Otard. Su ubicación junto al río Charente no es casualidad; esta vía fluvial fue crucial para el comercio del aguardiente que daría fama mundial a la región.
La Place François 1er constituye el corazón de la ciudad, con su estatua del monarca presidiendo un espacio donde los locales y visitantes disfrutan de la vida en las terrazas. Los edificios circundantes, con sus fachadas de piedra clara y sus entramados ocasionales de madera, reflejan la prosperidad que el comercio del cognac trajo a la localidad.
La iglesia Saint-Léger, con sus orígenes en el siglo XII, mezcla estilos románico y gótico, ofreciendo un remanso de paz en medio del bullicio turístico. Su interior sobrio contrasta con la riqueza de algunas de sus capillas laterales, decoradas gracias a las donaciones de las familias prósperas vinculadas al negocio del cognac.
Las grandes casas del cognac #
Dedicamos más de cuatro horas a recorrer sin prisa el centro histórico, visitamos algunas de las casas más emblemáticas como Hennessy y Martell, aunque sin realizar la visita completa por falta de tiempo.
La Maison Hennessy, fundada en 1765 por el irlandés Richard Hennessy, es quizás la más conocida internacionalmente. Sus edificios junto al río ofrecen un contraste fascinante entre instalaciones ultramodernas y bodegas centenarias donde el tiempo parece haberse detenido.
La Maison Martell, la más antigua de las grandes casas, establecida en 1715, mantiene ese aire de elegancia discreta que caracteriza a las empresas con tradición. Sus jardines y patios interiores invitan a imaginar los más de tres siglos de historia que han transcurrido entre sus muros.
Remy Martin, con su icónico centauro como símbolo, y Courvoisier, que se enorgullece de haber sido el cognac favorito de Napoleón Bonaparte, completan el cuarteto de las grandes casas que dominan la producción mundial de este destilado de prestigio.
Nos contentamos con absorber la atmósfera única de sus calles, admirar la arquitectura de los siglos XVI al XVIII y, por supuesto, hacer una pausa en una terraza para degustar alguna especialidad local mientras el sol primaveral acariciaba nuestros rostros. En mi caso, no pude resistirme a probar un "pineau des Charentes", ese aperitivo local que mezcla mosto de uva y cognac joven, una bebida que simboliza perfectamente el espíritu acogedor de la región.




Llegada a Angulema: primera toma de contacto #
Retomamos el viaje ya avanzada la tarde y, tras apenas una hora de trayecto, las murallas de Angulema aparecieron ante nosotros. Perfilada sobre una meseta que domina el valle del Charente, la ciudad se presentaba imponente con su catedral sobresaliendo en el horizonte.
Llegamos al hotel sobre las 19:30, dejamos nuestro equipaje y, pese al cansancio acumulado, la curiosidad pudo más. Decidimos dar un primer paseo para tomar contacto con la ciudad. La luz del atardecer bañaba las fachadas de los edificios de piedra clara, otorgándoles un tono dorado especialmente fotogénico.
El majestuoso Ayuntamiento #
En este primer recorrido improvisado ya pudimos descubrir algunos de los emblemas de Angulema: el majestuoso Ayuntamiento (Hôtel de Ville), obra del arquitecto Paul Abadie, es un edificio monumental construido entre 1858 y 1869 que combina los estilos neogótico y Segundo Imperio. Sus torres gemelas y su escalinata principal son especialmente impresionantes, recordando a los châteaux del Loira pero con un toque más urbano y administrativo.
El interior, aunque no tuvimos tiempo de visitarlo en este primer día, alberga magníficos salones de recepción con artesonados trabajados y una escalera de honor que constituye todo un alarde arquitectónico. Los jardines que rodean el edificio, diseñados siguiendo el estilo inglés, ofrecen un espacio verde en pleno centro urbano donde los angoumoisins (habitantes de Angulema) disfrutan en los días soleados.
El Palacio de Justicia #
El imponente Palacio de Justicia (Palais de Justice), con su fachada neoclásica, nos recordó la importancia administrativa que Angulema ha tenido históricamente como capital del departamento de Charente. Construido en el siglo XIX sobre el emplazamiento de un antiguo convento, sus columnas y frontón triangular transmiten esa sensación de solidez y permanencia que la justicia pretende representar. La plaza que se abre frente al edificio permite apreciar su arquitectura en toda su magnitud, especialmente en esa hora mágica del atardecer cuando la piedra parece absorber los últimos rayos del sol.




El monumento a Sadi Carnot #
El monumento a Sadi Carnot, antiguo presidente francés nacido en esta ciudad, ocupa un lugar destacado en la Place de New York. Esta estatua de bronce sobre pedestal de granito honra a Marie François Sadi Carnot, presidente de Francia entre 1887 y 1894, cuando fue asesinado por un anarquista italiano. El monumento, obra del escultor Raoul Verlet, muestra a Carnot en posición solemne, como dirigiéndose al pueblo. Las inscripciones en la base recuerdan sus orígenes angoumoisins y su trágico final, convirtiéndolo en un símbolo del patriotismo republicano francés de finales del siglo XIX.
Las primeras muestras del "Noveno Arte" #
Pero lo que realmente captó nuestra atención fueron las primeras fachadas pintadas con estética de cómic que encontramos casi por casualidad mientras deambulábamos por las calles cercanas al centro. No lo sabíamos entonces, pero estas muestras artísticas serían apenas un anticipo de lo que nos esperaba al día siguiente. Angulema se ha convertido en la capital europea del cómic, acogiendo cada año un festival internacional que atrae a aficionados y profesionales de todo el mundo.
También nos topamos con el busto de Hergé, creador de Tintín, un guiño a la fuerte vinculación de Angulema con el mundo del cómic. Ubicado en un pequeño jardín cerca del centro, este homenaje al dibujante belga simboliza la importancia que la ciudad concede al llamado "noveno arte". El bronce, de tamaño algo mayor que el natural, capta la expresión concentrada y a la vez soñadora del creador de uno de los personajes más universales del cómic europeo. Algunos visitantes dejan pequeños recuerdos o dibujos a los pies del busto, como muestra de admiración por quien revolucionó la narrativa gráfica en Europa.
Con esta primera impresión prometedora, buscamos un restaurante acogedor para cenar y reponer fuerzas. Acabamos en un pequeño bistró cerca de la Place du Minage, donde degustamos algunos platos tradicionales de la región Charente, como el "farci poitevin" (una especie de pudín verde de hierbas) y unas deliciosas "galettes charentaises" de postre, todo ello regado con un vino local de la región vecina de Bordeaux. La conversación giró en torno a lo que habíamos visto y, sobre todo, a lo que esperábamos descubrir en los días siguientes.


Reflexiones al final del primer día #
De regreso al hotel, caminando por las calles ya tranquilas de Angulema, me invadió esa satisfacción especial que solo experimentas cuando descubres un lugar que supera tus expectativas. Cognac nos había mostrado la elegancia discreta de una pequeña ciudad con proyección mundial; Angulema empezaba a revelar su personalidad dual: por un lado, una ciudad histórica con siglos de patrimonio arquitectónico y, por otro, un centro cultural vibrante que ha sabido reinventarse a través del cómic y las artes gráficas.
Mientras me dejaba caer en la cama del hotel, cansado pero satisfecho, supe que habíamos elegido bien nuestro destino. El día siguiente prometía nuevos descubrimientos y la oportunidad de profundizar en el encanto único de esta ciudad encaramada a su meseta sobre el río Charente. A veces, los lugares menos obvios para el turismo mainstream guardan las experiencias más auténticas y enriquecedoras. Angulema parecía ser uno de ellos, y apenas estábamos empezando a descubrirlo.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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