El martes 28 de octubre nos tocaba cerrar el círculo y regresar a Bilbao. Teníamos el vuelo programado para las 13:20 desde el aeropuerto de El Prat, con llegada prevista a las 14:35. Un horario cómodo que nos permitía desayunar tranquilos, despedirnos de nuestros amigos y llegar al aeropuerto con tiempo de sobra. O eso pensábamos.
Cuando Renfe decide complicarte la vida #
Después de desayunar nos dirigimos a la estación de Sants para coger el tren de cercanías que conecta directamente con el aeropuerto. Es la opción más cómoda y rápida, y además teníamos nuestros billetes de la tarjeta T-Familiar perfectamente válidos para ese trayecto. Todo parecía ir sobre ruedas.
El tren salió puntual de Sants y fue avanzando sin problemas por las distintas paradas. Pero cuando llegamos a la estación de El Prat, el tren se quedó parado. Esperamos un minuto, dos, cinco, diez. Más de diez minutos detenidos sin que nadie dijera nada, sin ninguna explicación, con los pasajeros mirándose unos a otros cada vez más inquietos. Había gente con vuelos que coger, con prisas, con nervios crecientes.
Finalmente, después de más de diez minutos de espera, nos avisaron por megafonía de que ese tren no continuaba por problemas técnicos. Que teníamos que bajar obligatoriamente. Que podíamos coger el metro justo enfrente de la entrada de la estación para llegar al aeropuerto.
La noticia cayó como un jarro de agua fría. No tanto por el contratiempo en sí, que estas cosas pasan, sino por sus consecuencias económicas. En el tren de cercanías de Renfe es válida la tarjeta T-Familiar que habíamos estado utilizando para desplazarnos por Barcelona durante todo el viaje. Sin embargo, en las estaciones de metro del aeropuerto es necesario pagar un billete especial de aeropuerto que cuesta 5,70 euros por persona.
Así que nos tocó pagar un billete extra de 5,70 euros cada uno cuando ya teníamos nuestro billete de tren comprado y perfectamente válido hasta el aeropuerto. Once euros cuarenta tirados a la basura por un problema técnico que no era responsabilidad nuestra. No es una fortuna, evidentemente, pero sí un fastidio innecesario que te deja mal sabor de boca.
Vuelo sin incidencias y aterrizaje en casa #
Al margen de estos contratiempos con el transporte, el vuelo de regreso fue puntual y sin ninguna incidencia. Despegamos a la hora prevista, volamos sin turbulencias y aterrizamos en Loiu según el horario. Un contraste bienvenido con los retrasos y problemas del viaje de ida.
Cuando el avión tocó tierra en Bilbao, sentimos esa mezcla de sentimientos que trae consigo todo regreso. La alegría de volver a casa, a lo conocido, a la rutina reconfortante. Pero también cierta melancolía por cerrar una experiencia que había sido tan rica, tan intensa, tan satisfactoria.
Balance de cinco días inolvidables #
Ahora que han pasado los días y puedo hacer balance con perspectiva, sigo pensando que este viaje a Barcelona para participar en Open House fue una de las mejores decisiones que hemos tomado en mucho tiempo. Cumplió todas nuestras expectativas y las superó con creces.
La experiencia como voluntarios fue tremendamente enriquecedora. Esas cinco horas en la Cascada Monumental, gestionando el acceso de cerca de ochocientas personas, trabajando en equipo con los guías y otros voluntarios, formando parte de algo más grande que nosotros mismos. Salimos de allí con una comprensión mucho más profunda de lo que implica organizar un festival de estas características, del esfuerzo que hay detrás de cada visita que parece tan fluida desde el punto de vista del visitante.
La acogida que recibimos por parte de la organización de Open House Barcelona fue excepcional. Desde el primer momento en las oficinas el viernes por la mañana hasta la fiesta de voluntarios el domingo por la noche, nos trataron como parte de la familia. Nunca nos sentimos como "los de fuera", como intrusos en un festival ajeno. Al contrario, hubo un genuino interés por conocer nuestra experiencia en Bilbao, por intercambiar ideas, por aprender mutuamente.
Las trece visitas que hicimos durante el fin de semana nos permitieron ver Barcelona desde ángulos completamente nuevos. Edificios a los que jamás habríamos tenido acceso en circunstancias normales, espacios que guardan historias fascinantes, arquitectura que va desde el modernismo más florido hasta el diseño más contemporáneo. Cada visita fue una pequeña aventura, un descubrimiento.
Más allá de la arquitectura #
Pero este viaje fue mucho más que arquitectura y voluntariado. Fue el reencuentro con amigos queridos que nos abrieron las puertas de su casa. Fue un concierto memorable en L'Auditori. Fue pasear por la Barceloneta con el Mediterráneo al lado. Fue curiosear en el mercado de los Encants. Fue perderse por el barrio Gótico sin rumbo fijo. Fueron cenas compartidas, conversaciones hasta tarde, risas y complicidad.
Fue, en definitiva, una de esas experiencias que justifican el esfuerzo de viajar. Que te recuerdan por qué salir de tu zona de confort, conocer cómo funcionan las cosas en otros lugares, conectar con comunidades que comparten tus pasiones, es tan importante y enriquecedor.
La pregunta inevitable: ¿volveremos? #
Varios organizadores de Open House Barcelona nos dijeron que ojalá pudiésemos repetir otro año. Y nosotros salimos con exactamente las mismas ganas. La experiencia ha sido suficientemente satisfactoria como para querer volver, como para plantearnos seriamente hacer de esto una cita más o menos regular.
Ahora toca ver cómo cuadramos fechas y presupuestos. Open House Barcelona se celebra tradicionalmente en octubre, un mes que puede complicarse con otros compromisos personales y profesionales. Y aunque Barcelona está cerca y los vuelos no son caros, todo suma cuando hablamos de varios días de alojamiento y gastos.
Pero las ganas están. La semilla está plantada. Y algo me dice que no será la última vez que nos pongamos la credencial de voluntarios en un Open House fuera de nuestras fronteras vascas.
Agradecimientos y nuevos horizontes #
Este viaje no habría sido posible sin nuestros amigos barceloneses que nos acogieron en su casa, que nos acompañaron al concierto, que compartieron su ciudad con nosotros. Sin los organizadores de Open House Barcelona que nos recibieron con los brazos abiertos. Sin los compañeros voluntarios con los que trabajamos codo con codo en la Cascada. Sin todos los guías que nos explicaron con pasión la historia de cada edificio.
Y por supuesto, sin Open House Bilbao, que es donde empezó todo. Sin esos ocho años de experiencia como voluntario que me dieron la confianza para lanzarme a participar en otro festival, en otra ciudad, sabiendo que iba a ser algo especial.
Barcelona nos ha regalado cinco días intensos, memorables, llenos de descubrimientos y conexiones. Nos vamos con la mochila llena de experiencias, con nuevos contactos en la comunidad Open House, con ideas que seguramente aplicaremos en futuras ediciones del festival en Bilbao, y con esa satisfacción que solo da hacer algo que realmente te importa junto a gente que comparte tu entusiasmo.
Hasta la próxima, Barcelona. Seguro que volveremos.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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