Hay ciudades que se quedan contigo mucho tiempo después de haberlas visitado. Berlín es una de esas ciudades que no puedes olvidar fácilmente, que se instala en algún rincón de tu memoria y de vez en cuando te susurra que deberías volver. En septiembre de 2016, casi una década después de mi primera visita, decidí escuchar esa voz interior y regresar a la capital alemana.
El recuerdo de una primera impresión #
Mi primer encuentro con Berlín había sido en 2007, y la experiencia me había sorprendido gratamente. Venía con ciertas expectativas sobre las ciudades alemanas, forjadas principalmente por visitas previas a Frankfurt y Múnich. Estas últimas, aunque hermosas y eficientes, me habían parecido demasiado ordenadas, casi predecibles en su perfección germánica. Ciudades que a las seis de la tarde parecían entrar en un estado de hibernación, donde la vida nocturna brillaba por su ausencia.
Berlín fue todo lo contrario. Desde el primer momento me conquistó su carácter cosmopolita, esa mezcla única de historia y modernidad que pocas capitales europeas pueden presumir de tener. Era una ciudad que respiraba, que tenía pulso las veinticuatro horas del día. Los cafés permanecían llenos hasta altas horas, las calles bullían de actividad nocturna, y había una energía palpable que se sentía simplemente caminando por sus avenidas.
La decisión de volver #
Durante los años que siguieron a aquella primera visita, Berlín se convirtió en una especie de referente personal. Cada vez que visitaba otra ciudad europea, inevitablemente la comparaba con la capital alemana. ¿Tenía ese mismo dinamismo? ¿Esa mezcla fascinante de culturas? ¿Esa capacidad de sorprenderte en cada esquina? La respuesta casi siempre era negativa.
La idea de regresar había estado rondando mi cabeza durante meses. No se trataba de nostalgia mal entendida, sino de una curiosidad genuina por redescubrir una ciudad que había dejado una huella profunda. ¿Seguiría siendo la misma Berlín que recordaba? ¿Habría cambiado tanto como para decepcionarme? ¿O por el contrario, habría evolucionado de maneras que la harían aún más interesante?
Planificación del viaje #
La decisión definitiva llegó de forma casi espontánea. Una oferta de vuelos desde Bilbao a un precio razonable fue la excusa perfecta para convertir la idea en realidad. Los vuelos de Lufthansa ofrecían una conexión directa: salida el lunes 5 de septiembre a las 08:20 desde el aeropuerto de Loiu, llegada a Berlín-Tegel a las 10:55. El regreso estaba programado para el viernes 9 de septiembre, con salida a las 10:15 y llegada a Bilbao a las 12:55.
Cuatro días completos en Berlín. No era un viaje largo, pero sí lo suficientemente extenso como para permitir una inmersión profunda en la ciudad. La duración era perfecta para alguien que ya conocía los puntos principales y podía permitirse el lujo de ir más allá del itinerario turístico básico.
Para el alojamiento opté por algo sencillo pero bien ubicado: una litera en habitación compartida en el Generator Hostel Berlin Mitte. La elección no era casual. Los hostels ofrecen algo que los hoteles tradicionales no pueden proporcionar: la oportunidad de conocer a otros viajeros, de intercambiar experiencias y recomendaciones. Además, la ubicación en el distrito de Mitte era perfecta para moverse por la ciudad sin perder tiempo en desplazamientos innecesarios.
Expectativas para el reencuentro #
No quería crear expectativas desmesuradas sobre este regreso a Berlín. Era consciente de que las ciudades cambian, y que nosotros también cambiamos. Lo que me había fascinado a los treinta y tantos años podría no tener el mismo impacto a los cuarenta y tantos. Pero había algo en la esencia de Berlín, en su capacidad de reinventarse constantemente sin perder su identidad, que me hacía pensar que el reencuentro sería positivo.
Mi objetivo era simple: redescubrir la ciudad con ojos de adulto que ya no era un turista primerizo en Europa. Quería caminar sin prisa por sus calles, sentarme en sus cafés, observar a su gente. Deseaba confirmar si esa sensación de dinamismo y cosmopolitismo que recordaba seguía presente, o si había sido simplemente el producto de una primera impresión magnificada por el paso del tiempo.
También tenía curiosidad por ver cómo había evolucionado la reconstrucción de la ciudad. Berlín es una capital única en Europa por su capacidad de mostrar las cicatrices de la historia sin esconderlas. En 2007 ya había zonas en obras, proyectos de reconstrucción que parecían faraónicos. ¿Habrían avanzado significativamente en estos casi diez años?
El viaje estaba a punto de comenzar, y con él, la oportunidad de responder a todas estas preguntas que llevaban años esperando una respuesta.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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