El viernes 11 de julio amaneció con esa mezcla de nostalgia y expectación que caracteriza los últimos días de viaje. Por un lado, la tristeza de abandonar una ciudad que había superado con creces nuestras expectativas; por otro, la curiosidad por Budapest, nuestro próximo destino. Pero antes de subir al autobús que nos llevaría hacia la capital húngara, teníamos por delante toda una mañana para despedirnos como merecía de Bratislava.
Preparativos para la partida #
La mañana comenzó con la inevitable rutina de hacer las mochilas. Peter, nuestro anfitrión, apareció para despedirse mientras organizábamos las últimas cosas. Durante estos días habíamos coincidido pocas veces, pero su hospitalidad discreta había sido perfecta. Su apartamento había sido nuestro refugio perfecto en Petržalka, y la experiencia de alojarnos en casa de un local nos había proporcionado esa perspectiva auténtica que tanto valoramos en los viajes.
Le agradecimos su amabilidad y nos despedimos con esa cordialidad que surge cuando diferentes culturas se encuentran brevemente y descubren que, en el fondo, todos compartimos las mismas ganas de hacer que las experiencias de otros sean positivas.
Sad Janka Kráľa: el primer parque público de Europa #
Con las mochilas preparadas pero aún con varias horas antes de nuestro autobús, decidimos aprovechar la mañana para visitar un lugar que habíamos visto en nuestros paseos pero que aún no habíamos explorado: el Sad Janka Kráľa. Según habíamos leído, se trataba del primer parque público de Europa, aunque no estábamos completamente seguros de la exactitud de este dato.
Desde nuestro alojamiento, el paseo hasta el parque fue como una última revisión de Petržalka. Caminamos entre los bloques residenciales que ya conocíamos, observando la vida matinal del barrio: gente yendo al trabajo, niños camino del colegio (aunque fuera viernes de julio, algunos centros educativos mantenían actividades de verano), jubilados comenzando sus paseos diarios.
El parque resultó ser mucho más extenso y cuidado de lo que esperábamos. Es un espacio verde genuinamente hermoso, con árboles centenarios que proporcionan sombra generosa y senderos serpenteantes que invitan al paseo contemplativo. Tras tres días de exploración urbana intensa, caminar por sus avenidas arboladas resultaba tremendamente relajante.






Un zodiaco al aire libre #
Una de las sorpresas más encantadoras del parque fueron las pequeñas esculturas distribuidas por todo el espacio, representando los doce signos del zodiaco. Cada escultura estaba rodeada de bancos cuidadosamente colocados, creando pequeños espacios de contemplación y descanso. Era como un museo de esculturas al aire libre, pero integrado de forma tan natural en el paisaje que no resultaba forzado ni artificial.
Nos divertimos buscando nuestros signos zodiacales respectivos y fotografiándolos, pero también disfrutamos simplemente observando cómo otros visitantes del parque interactuaban con estas esculturas. Algunas familias con niños las usaban como referencia para explicar conceptos astronómicos, mientras que otros visitantes las contemplaban desde una perspectiva más artística.
Además de las esculturas zodiacales, el parque cuenta con fuentes ornamentales y estatuas más tradicionales distribuidas estratégicamente por todo el espacio. Cada elemento decorativo parecía haber sido colocado cuidadosamente para crear perspectivas visuales agradables y puntos de interés que justificaran la caminata.
El Nový Most desde abajo #
En uno de los extremos del parque se encuentra el Nový Most, que desde esta perspectiva terrestre ofrecía una visión completamente diferente a la que habíamos tenido desde las alturas del castillo o desde el centro histórico. Ver el puente desde abajo, con su estructura de acero alzándose imponente hacia el cielo, proporcionaba una mejor comprensión de la audacia ingenieril de su construcción.
Desde el parque también se aprecia el acceso al mirador y restaurante del UFO, la famosa estructura en forma de nave espacial que corona la torre sur del puente. La ubicación del parque, justo al pie del puente, crea una yuxtaposición interesante entre la naturaleza cuidada del espacio verde y la modernidad industrial de la infraestructura. Es uno de esos contrastes urbanos que caracterizan a Bratislava: la capacidad de integrar elementos de diferentes épocas y estilos arquitectónicos en un conjunto coherente.






Último paseo por el centro histórico #
Después de disfrutar del parque, cruzamos el Nový Most caminando hacia el centro histórico para dar nuestro último paseo por las calles empedradas que tanto nos habían cautivado. Caminar por el puente nos proporcionó vistas panorámicas del Danubio y de ambas orillas de la ciudad, una perspectiva que resumía visualmente todo lo que habíamos descubierto durante estos días.
El centro histórico a media mañana tenía un ambiente diferente al que habíamos experimentado en nuestras visitas anteriores. Con menos multitudes turísticas que por la tarde y menos tranquilidad que por la noche, mostraba su cara más cotidiana: comerciantes abriendo sus tiendas, camareros preparando las terrazas para el almuerzo, empleados de oficina cruzando las plazas camino de sus trabajos.
Volvimos a recorrer la Plaza Hviezdoslav, esa elegante avenida peatonal que habíamos usado como punto de partida en nuestro primer día de exploración. Ahora, con la perspectiva de tres días de descubrimientos, la percibíamos de forma completamente diferente. Ya no era el comienzo de una aventura urbana, sino un espacio familiar cargado de recuerdos recientes.
Nos sentamos en uno de los bancos de la Plaza Hviezdoslav para tomarnos un respiro y, sobre todo, para disfrutar de nuestros últimos momentos de observación de la vida bratislavense. Era uno de esos momentos de viaje que merecen ser saboreados: cuando ya conoces lo suficiente un lugar como para sentirte cómodo, pero aún mantienes esa mirada de descubrimiento que caracteriza al viajero.


La terraza del centro comercial: nuestro mirador favorito #
Para completar nuestro último rato en Bratislava, decidimos volver a la espectacular terraza del centro comercial donde estaba ubicada la estación de autobuses. Habíamos descubierto este lugar el segundo día y se había convertido en uno de nuestros descubrimiento inesperados de la ciudad: un oasis urbano con vistas panorámicas excepcionales.
Compramos la comida en el supermercado del centro comercial y subimos a la terraza para nuestro último almuerzo con vistas de Bratislava. La terraza, con sus zonas de picnic, espacios verdes cuidadosamente diseñados, y la increíble pista de atletismo que rodeaba todo el perímetro, seguía pareciéndonos un descubrimiento extraordinario.
Comer al aire libre, con las vistas de la ciudad extendiéndose a nuestros pies, fue la despedida perfecta. Podíamos ver la zona en desarrollo hacia el este, los tejados del centro histórico a lo lejos, y toda esa mezcla de arquitecturas y épocas que habíamos ido descubriendo día a día. Era como tener un último repaso visual de todo nuestro viaje.
La terraza también nos permitía observar el constante movimiento de la ciudad desde una perspectiva elevada. El tráfico fluyendo por las avenidas, los peatones moviéndose como hormigas por las aceras, los autobuses y tranvías conectando los diferentes barrios: toda esa coreografía urbana que hace que una ciudad funcione y que normalmente pasa desapercibida cuando estás inmerso en ella.


El autobús hacia Budapest #
Con el estómago lleno y nuestras últimas vistas panorámicas de Bratislava grabadas en la memoria, bajamos a la estación de autobuses para nuestro viaje hacia Budapest. El autobús estaba programado para las 15:40, lo que nos daba tiempo para instalarnos y hacer las últimas fotos de la ciudad.
La estación de autobuses, ubicada en el sótano del centro comercial, era moderna y eficiente. Su diseño contemporáneo contrastaba con la parada al aire libre donde habíamos llegado tres días antes bajo la lluvia torrencial. Era como si cada extremo de nuestra estancia en Bratislava hubiera sido marcado por infraestructuras que representaban épocas diferentes.
La espera inesperada #
Lamentablemente, el autobús de Blablacar Bus llegó con cerca de una hora de retraso, convirtiendo lo que debía ser una despedida puntual en una espera tediosa en los andenes de la estación. La frustración del retraso se hizo evidente entre todos los pasajeros que esperábamos el mismo autobús, creando esa camaradería involuntaria que surge cuando los viajeros comparten la misma contrariedad.
Al menos pudimos compartir nuestra irritación con otros pasajeros en situación similar, intercambiando comentarios en diferentes idiomas sobre la impuntualidad del transporte. Era una de esas experiencias que recuerdan que viajar no siempre sale según lo planificado, pero que forman parte de la aventura.
El viaje hacia Budapest se convertiría en toda una aventura en sí mismo, pero esa es ya la historia del siguiente diario. Lo que quedaba claro era que Bratislava había sido la sorpresa perfecta de nuestro recorrido por Europa Central: una ciudad que no necesita competir en majestuosidad con otras capitales, porque tiene su propia personalidad y su propia forma de conquistar a quienes se toman el tiempo de conocerla más allá de los tópicos.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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