Etapa de 120 km entre Quimper y Hennebont en la que pudimos disfrutar de una villa fortificada, un pueblo pintoresco, la iglesia más rara que he visitado y un río escondido entre las rocas.
Concarneau: joyas amuralladas de la Bretaña #
La primera parada del día nos llevó al pueblo de Concarneau. Se trata de una pequeña ciudad cuyo atractivo es su casco antiguo, totalmente amurallado junto al mar, al estilo de Saint Malo pero más pequeño y con mucho encanto. Las murallas del siglo XVI rodean por completo un pequeño islote de 380 metros de largo y 100 de ancho, con un único acceso a tierra firme.
Debemos aparcar en el exterior de la zona amurallada en las calles actuales del pueblo. Junto al puerto, al lado de la oficina de turismo hay un parking de pago. El de la estación de tren está un poco más alejado pero es gratuito y las distancias no son muy grandes.
Las murallas están muy bien conservadas, y se pueden recorrer en buena parte, lo que nos ofrece unas vistas estupendas del propio recinto amurallado y de la actual ciudad de Concarneau en el exterior. Destaca especialmente el paseo de ronda, desde donde se puede apreciar la fusión entre el mar y la arquitectura medieval que ha definido a esta localidad pesquera durante siglos.
El interior se compone básicamente de dos calles paralelas repletas de tiendas y restaurantes, con casas tradicionales y algunos ejemplos de estructuras con entramado de madera. Debido a su tamaño se recorre muy rápido, pero tiene muchos rincones que te invitan a entretenerte, destacando la plaza central de la Ville Close. No hay que perderse el Museo de la Pesca, que ofrece una interesante perspectiva sobre la importancia marítima de la zona desde tiempos remotos.




Pont-Aven: el pueblo de los pintores #
Unos 17 km al este de Concarneau se sitúa Pont-Aven, un pequeño pueblo atravesado por un río que es famoso por haber sido fuente de inspiración de varios pintores de renombre, entre ellos Paul Gauguin, que fundó aquí la Escuela de Pont-Aven a finales del siglo XIX.
Aparcar en el centro del pueblo es tarea casi imposible. Girando a la derecha al llegar al puente principal del pueblo encontramos un parking señalado como "Bel Air". Está un poquito alejado del centro subiendo una pequeña cuesta, pero es grande y gratuito.
Pont-Aven es un pueblo realmente bonito, con casas típicas y una estética muy cuidada, casi de cuento. Los reflejos del agua sobre las fachadas de piedra crean un juego de luces que explica por qué tantos artistas se sintieron atraídos por este lugar.
El casco urbano es muy pequeño y puede recorrerse fácilmente andando. Nosotros, además del propio pueblo, elegimos esta pequeña ruta de senderismo para tener una perspectiva de todo el entorno natural de la zona. Se llama Bois d'Amour y está balizada, con lo que es difícil perderse, y se tarda alrededor de una hora a paso tranquilo. En mitad de la ruta encontramos también una zona con bancos que aprovechamos para comer nuestro picnic del día.
Especialmente fotogénicas son las inmediaciones del río, donde encontramos puentes, un molino de agua y más hacia el sur incluso un pequeño puerto. En las calles, además de las tradicionales tiendas y restaurantes nos encontramos también numerosas galerías de arte, ya que Pont-Aven ha sido retratado por muchos artistas famosos y se hacen eco de ello. La pastelería local, conocida como "galettes de Pont-Aven", merece una parada obligatoria para los amantes de lo dulce.




Quimperlé: un tesoro arquitectónico a dos niveles #
Continuando nuestro recorrido, llegamos a Quimperlé, una encantadora ciudad dividida en dos partes bien diferenciadas: la ciudad alta (Ville Haute) y la ciudad baja (Ville Basse). Lo que hace especial a este lugar es precisamente esta división natural creada por la confluencia de los ríos Ellé e Isole.
La parte baja, construida alrededor de la impresionante iglesia abacial de Sainte-Croix, presenta una peculiar planta circular inspirada en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Esta rareza arquitectónica del siglo XI es, sin duda, una de las iglesias más singulares que he visitado en todos mis viajes. Su estructura rotonda y su cripta subterránea crean una atmósfera mística que transporta al visitante a otra época.
La ciudad alta, por su parte, se desarrolla en torno a la iglesia de Saint-Michel y ofrece calles medievales con encantadoras casas de entramado de madera. El contraste entre ambas zonas y los puentes que las conectan crean un paisaje urbano de gran belleza, donde el agua siempre está presente moldeando la vida de la ciudad.




Les Roches du Diable: la naturaleza salvaje de Bretaña #
Nuestra siguiente parada fue Les Roches du Diable (Las Rocas del Diablo), un espectacular paraje natural donde el río Ellé se abre paso entre enormes bloques de granito creando rápidos y pequeñas cascadas. Este lugar, cargado de leyendas locales, debe su nombre a una historia que cuenta cómo el diablo fue engañado por San Gurloës mientras intentaba construir un puente sobre el río.
El entorno invita a realizar pequeñas caminatas por los senderos que bordean el río, permitiendo disfrutar de diferentes perspectivas de este capricho geológico. El contraste entre la fuerza del agua y la imponente presencia de las rocas crea un paisaje casi místico, especialmente en días nublados, tan típicos de la Bretaña.



Hennebont: fin de etapa con historia medieval #
Terminamos nuestro intenso día en Hennebont, antigua ciudad medieval situada a orillas del río Blavet. La ciudad conserva importantes vestigios de su pasado, destacando sus imponentes murallas y la Basílica de Notre-Dame de Paradis, un magnífico ejemplo de gótico bretón con su característica torre.
Hennebont se divide en tres barrios distintos: la Ciudad Vieja (Ville Close), el barrio de Saint-Caradec con su iglesia románica, y la Ciudad Nueva desarrollada a partir del siglo XVIII. Un recorrido por sus calles permite apreciar la evolución histórica de la ciudad a través de su arquitectura.
El paseo junto al río Blavet ofrece hermosas vistas de la ciudad y sus puentes, siendo un lugar perfecto para relajarse tras un día intenso de visitas. Además, si coincide con tus fechas de viaje, merece la pena conocer sus famosas justas medievales que recrean el asedio que sufrió la ciudad durante la Guerra de Sucesión de Bretaña en el siglo XIV.
Esta etapa de nuestro viaje por Bretaña nos permitió descubrir algunos de los rincones más encantadores de la región, combinando historia, arte y naturaleza en un recorrido perfectamente equilibrado.







Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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