Budapest: cuando viajar era solo comprar un billete
Cómo se gestó el último viaje antes del confinamiento
Escribo este diario desde casa, en pleno confinamiento, mientras mi perro duerme a mis pies y los días se suceden con esa extraña monotonía que nos ha tocado vivir. Hace apenas un mes, la palabra "coronavirus" era algo lejano que llegaba en noticias de China, y la idea de no poder salir de casa sonaba a ciencia ficción. Sin embargo, aquí estoy, rememorando un viaje que ahora parece haber sucedido en otra época: cinco días en Budapest, del 2 al 6 de marzo de 2020.
La tentación de una ganga #
Todo comenzó de la forma más prosaica posible: navegando por internet en busca de una escapada. Los vuelos de Ryanair desde Santander a Budapest por menos de 44 euros eran demasiado tentadores para dejarlos pasar. Sumando el alojamiento por 52 euros las cuatro noches y los desplazamientos desde Bilbao, el viaje completo no llegaría a los 110 euros. Una ganga absoluta para cinco días de turismo.
Budapest no era territorio desconocido para mí. Ya había estado allí en 2001, casi veinte años antes, cuando la ciudad aún conservaba esas cicatrices del comunismo que la hacían más cruda pero también más auténtica. Los recuerdos que guardaba eran de una ciudad monumental pero accesible, con esa elegancia decadente tan característica de las capitales del antiguo imperio austrohúngaro.
La perspectiva de redescubrir Budapest casi dos décadas después, esta vez en solitario, resultaba especialmente atractiva. Los viajes en solitario tienen esa capacidad de sorprenderte, de permitir que te dejes llevar por los impulsos del momento sin negociaciones ni compromisos con compañeros de viaje.
Las primeras sombras de lo que vendría #
Mientras ultimaba los detalles del viaje a finales de febrero, las noticias sobre el COVID-19 comenzaban a ocupar más espacio en los informativos. China parecía muy lejos, y aunque Italia empezaba a reportar casos, la sensación general era que se trataba de algo controlable, localizado. Europa occidental seguía su rutina normal, y viajar continuaba siendo algo tan simple como comprar un billete y hacer la maleta.
Recuerdo haber pensado si cancelar el viaje o no, pero las restricciones aún no existían y las recomendaciones oficiales no desaconsejaban viajar. La decisión fue fácil: Budapest me esperaba, y yo tenía cinco días libres para redescubrir una ciudad que había dejado una huella positiva en mi memoria.
Un apartamento en las afueras #
La elección del alojamiento fue pragmática. Un apartamento completo para mí solo, reservado a través de Airbnb, cerca del centro comercial KOKI y a unos diez minutos andando de la última parada de la línea 3 del metro. Bastante alejado del centro, sí, pero funcional y económico. La descripción prometía espacio, tranquilidad y una buena conexión con el transporte público.
El apartamento cumplió las expectativas, aunque con algunos detalles menores que no llegaron a empañar la experiencia: algunas hormigas en la planta baja y enchufes poco fiables en el piso superior. Nada que no se pudiera solventar, y desde luego nada comparable a lo que habría costado un alojamiento similar en el centro de la ciudad.
La logística del viaje low cost #
El viaje desde Bilbao implicaba una pequeña aventura en sí mismo. Para llegar al aeropuerto de Santander, había optado por BlaBlaCar: 7 euros por un trayecto compartido con Manuel, un trabajador que hacía esa ruta diariamente. Para la vuelta, el autobús sería la opción, algo más incómodo aunque ligeramente más barato.
Esta combinación de vuelo low cost, alojamiento económico y transporte compartido encajaba perfectamente con mi filosofía de viaje: maximizar las experiencias minimizando el presupuesto. Al fin y al cabo, el dinero que no gastas en lujos innecesarios es dinero que puedes invertir en vivir la ciudad, en perderte por sus calles, en probar su gastronomía.
Lo que no sabíamos #
Ahora, confinado en casa y rememorando cada detalle de esos cinco días, resulta casi surrealista pensar que el 4 de marzo estaba en los baños Széchenyi, compartiendo espacio y agua caliente con cientos de personas de todo el mundo. Turistas ingleses, alemanes, italianos, españoles... todos mezclándonos sin mascarillas, sin distancia de seguridad, sin sospechar que el mundo estaba a punto de cambiar radicalmente.
El contraste es brutal: de las multitudes de Budapest a la soledad del confinamiento en cuestión de una semana. De planificar el siguiente viaje a no saber cuándo volveremos a poder cruzar una frontera con normalidad.
Pero esa es precisamente la magia involuntaria de este diario: capturar los últimos días de un mundo que ya no existe, al menos temporalmente. Budapest en marzo de 2020 fue, sin saberlo, mi despedida de la libertad de movimiento que dábamos por sentada.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Descubre Bilbao
Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores