Budapest: tercera visita, nuevas experiencias

Hay ciudades que te llaman una y otra vez, como si tuvieran algo pendiente que contarte. Budapest es una de esas ciudades para mí. Después de dos visitas anteriores, en julio de 2025 volví a caminar por sus calles empedradas, pero esta vez con una misión especial: compartir con Rafa esos rincones que me habían conquistado años atrás y descubrir juntos otros nuevos.

Cuando tres ciudades imperiales se convierten en una decisión práctica #

Este regreso a Budapest no nació de un impulso romántico hacia la capital húngara, sino de una decisión bastante más prosaica: los vuelos. La combinación más económica para recorrer tres ciudades imperiales del centro de Europa nos llevaba de Bilbao a Viena y de regreso desde Budapest. Entre medias, Bratislava completaría un triángulo perfecto de monarquías austro-húngaras que habíamos dibujado más en una hoja de Excel que en un mapa turístico.

El plan era claro: once días para tres ciudades, del 5 al 15 de julio. Los primeros días en Viena, después Bratislava, y finalmente Budapest del 11 al 15 de julio. Cuatro días que, aunque formaban parte de un viaje mayor, tenían entidad propia. Budapest merecía su propio capítulo, su propio ritmo, su propia atención.

La ventaja de volver y el placer de enseñar #

Hay algo especial en volver a un lugar que ya conoces acompañado de alguien que lo descubre por primera vez. Es como releer un libro favorito viendo cómo otra persona lo lee por primera vez. Para Rafa era su primer encuentro con Budapest, y yo tenía la curiosidad de ver la ciudad a través de sus ojos, de redescubrirla mientras se la mostraba.

Tenía mis lugares imprescindibles marcados en la memoria: el Bastión de los Pescadores al atardecer, los baños termales, el Mercado Central con su arquitectura de hierro y cristal. Pero también quería que este viaje tuviera sus propias sorpresas, sus propios descubrimientos. Después de todo, una ciudad como Budapest siempre tiene algo nuevo que ofrecer, incluso a quienes creemos conocerla.

Un final que promete ser el mejor #

Budapest llegaba como colofón de nuestro recorrido centroeuropeo, y había razones para pensar que podría ser el mejor final posible. Viena, con toda su grandeza imperial, puede resultar abrumadora. Bratislava promete ese encanto de ciudad pequeña que enamora sin agobiar. Pero Budapest tiene algo único: la monumentalidad sin la prepotencia, el turismo sin la masificación total, la historia sin el museo.

Era mi tercera visita, pero tenía la sensación de que iba a ser la definitiva. No porque no quisiera volver, sino porque intuía que esta vez iba a entender realmente qué es lo que hace especial a esta ciudad dividida por el Danubio y unida por sus puentes.

Lo que viene: cuatro días sin prisa #

Este diario no pretende ser una guía exhaustiva de Budapest ni una declaración de amor incondicional. Es simplemente el relato de cuatro días de julio en una ciudad que sabe recibir a quienes vuelven y conquistar a quienes llegan por primera vez. Cuatro días para caminar sin prisa, para descubrir rincones nuevos y revisitar favoritos, para entender por qué hay ciudades que nos llaman una y otra vez.

Porque al final, Budapest no es solo una ciudad bonita con vistas espectaculares y arquitectura impresionante. Es una ciudad que se deja vivir, que invita a pasearla con calma, que ofrece sus tesoros sin exigir nada a cambio más que un poco de curiosidad y tiempo para disfrutarla.