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Día 1. Aterrizaje en el aeropuerto que desaparecería

30 marzo 2019

Día 1. Aterrizaje en el aeropuerto que desaparecería

Los días de viaje puro tienen algo especial. Son jornadas donde el desplazamiento se convierte en protagonista, donde cada hora está marcada por horarios de vuelos, conexiones y esa mezcla de cansancio y expectación que solo experimentas cuando estás cambiando de continente. El 30 de marzo de 2019 fue exactamente uno de esos días, con el añadido de que, sin saberlo, estaba aterrizando en un aeropuerto que haría historia por desaparecer.

El vuelo: una ruta que se ha vuelto rutina #

La combinación Bilbao-Ámsterdam-Estambul con KLM se presentó como una ruta eficiente para llegar al destino. Schiphol funciona como una máquina bien engrasada, y ese día no fue una excepción. La conexión en Ámsterdam transcurrió sin sobresaltos, con el tiempo justo para estirar las piernas y tomar algo antes del siguiente vuelo.

El tramo hasta Estambul se me hizo más llevadero de lo esperado. Hay algo hipnótico en sobrevolar los Balcanes y ver cómo el paisaje europeo va transformándose gradualmente. Cuando el piloto anunció que iniciábamos el descenso hacia el aeropuerto Atatürk, cerca de las cinco de la tarde, sentí esa emoción familiar del viajero que está a punto de pisar tierra nueva.

Escala en el aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam
Escala en el aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam

Atatürk: testigo involuntario del final de una era #

Aterrizar en el aeropuerto Atatürk esa tarde de marzo tenía un significado especial que solo comprendería días después. Sin saberlo, estaba siendo testigo de los últimos días de funcionamiento de unas instalaciones que habían servido a Estambul durante más de medio siglo. Exactamente una semana más tarde, el 6 de abril de 2019, cuando tenía previsto mi vuelo de regreso original, este aeropuerto cerraría definitivamente tras 66 años de historia aeroportuaria.

Es fascinante pensar que estaba pisando un aeropuerto que había comenzado como aeródromo militar en 1912, que había visto los primeros vuelos comerciales en los años 1920 y que se había convertido en aeropuerto internacional en 1953. Durante 12 horas, desde las 23:40 del viernes 5 de abril hasta las 11:00 del sábado 6, tanto el viejo Atatürk como el nuevo aeropuerto internacional permanecerían cerrados al tráfico aéreo para completar el traslado más gigantesco de la historia de la aviación turca.

El aeropuerto funcionaba con normalidad, los pasajeros iban y venían sin drama, todo parecía rutinario. Pero estaba viviendo el final de una época en la aviación turca, un cambio logístico que implicaba trasladar decenas de miles de toneladas de material a un nuevo aeropuerto situado 40 kilómetros más al norte. Las instalaciones del Atatürk mostraban ese desgaste elegante de los aeropuertos veteranos, con esa funcionalidad probada de quien ha visto pasar millones de pasajeros durante décadas, sin imaginar que en pocos días el código IST que lo identificaba sería transferido para siempre a su sucesor.

Primer contacto: del aeropuerto al corazón de la ciudad #

El trayecto en metro desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad me ofreció mi primera inmersión real en Estambul. No hay nada como el transporte público para tomar el pulso a una ciudad nueva. Los vagones del metro ya mostraban esa mezcla caótica y fascinante que caracteriza a las grandes ciudades con historia.

Desde la ventanilla podía ver cómo se sucedían barrios residenciales, zonas comerciales, mezquitas que aparecían y desaparecían entre edificios modernos. Era mi primer contacto visual con esa Estambul que había imaginado durante meses: una ciudad donde lo antiguo y lo moderno conviven sin complejos, donde cada kilómetro cuenta una historia diferente.

Tras un transbordo y más de 20 paradas el metro me dejó en la plaza Taksim, muy cerca de mi apartamento, y localizar la dirección resultó más sencillo de lo esperado. La proximidad a la plaza Taksim había sido una elección acertada. En pocos minutos de caminata ya estaba en una de las zonas más emblemáticas y conectadas de la ciudad.

Fatih y las llaves de la ciudad #

Mi anfitrión, Fatih, apareció puntual en el punto de encuentro acordado. Había algo tranquilizador en su amabilidad directa, sin florituras pero efectiva. Me entregó las llaves, me explicó brevemente el funcionamiento del apartamento y me dio algunas indicaciones básicas sobre el barrio. Era exactamente el tipo de recibimiento que necesitas después de un día de viajes: eficiente y cálido a la vez.

El apartamento cumplía exactamente lo prometido. Un espacio pequeño pero perfectamente equipado, limpio, con todo lo necesario para una semana de exploración urbana. La ubicación era su mayor valor: a apenas cinco minutos caminando de la plaza Taksim, en el corazón neurálgico de la ciudad moderna. Y lo mejor su precio: apenas 100€ para siete noches.

Primera exploración: Taksim e İstiklal de noche #

Después de dejar la maleta y refrescarme, la tentación de salir a explorar pudo más que el cansancio del viaje. Eran cerca de las ocho de la noche, y Estambul comenzaba a mostrar su cara nocturna. La plaza Taksim se extendía ante mí como una inmensa explanada urbana, con esa monumentalidad que caracteriza a las grandes plazas de las capitales europeas.

Pero fue al adentrarme en la calle İstiklal cuando realmente sentí el pulso de la ciudad. Incluso siendo un día entre semana, la arteria peatonal bullía de vida. Había una energía especial en el ambiente, esa mezcla de turistas internacionales, familias locales paseando y jóvenes que convertían la calle en su particular punto de encuentro social.

Los escaparates mostraban desde marcas internacionales hasta productos típicamente turcos. Los cafés y restaurantes empezaban a llenarse de gente que cenaba tarde, siguiendo horarios más mediterráneos que nórdicos. Era reconfortante encontrar esos ritmos familiares en una ciudad que, pese a estar a miles de kilómetros de casa, mostraba patrones de vida social que no me resultaban extraños.

Taksim e İstiklal de noche Taksim e İstiklal de noche
Taksim e İstiklal de noche

Aprovisionamiento: preparando la base de operaciones #

La parada en el supermercado fue más reveladora de lo esperado. Además de abastecerme para los desayunos y algunas cenas en el apartamento, me sirvió para tomar el pulso a los precios locales y a los productos disponibles. Una de las primeras sorpresas agradables fue confirmar que Estambul prometía ser una ciudad sorprendentemente económica para el viajero europeo.

Los productos básicos tenían precios muy razonables, y la variedad disponible sugería que no tendría problemas para encontrar lo necesario durante mi estancia. Además, el personal del supermercado mostró esa hospitalidad turca de la que tanto había oído hablar, ayudándome con gestos y sonrisas a pesar de la barrera idiomática.

Balance del primer día: expectativas cumplidas #

Al regresar al apartamento esa noche, con las bolsas de la compra y la cabeza llena de primeras impresiones, tenía la sensación de que la elección de Estambul había sido acertada. El día había transcurrido sin sobresaltos, la ciudad me había recibido con amabilidad, y la ubicación del apartamento se revelaba como perfecta para los planes de exploración de los siguientes días.

Había algo en el ambiente nocturno de İstiklal que me había cautivado. Esa mezcla de tradición y modernidad, de lo local y lo cosmopolita, prometía días de descubrimientos interesantes. Sin saberlo aún, acababa de comenzar uno de esos viajes que se quedan grabados en la memoria no solo por los monumentos visitados, sino por la sensación de haber conectado realmente con el alma de una ciudad.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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