Las 14:50 horas marcaron el inicio de nuestra aventura nórdica. El vuelo VY1468 de Vueling nos llevó desde Bilbao hasta París en una hora y media que transcurrieron entre nervios y expectación. Ver alejarse las montañas bilbaínas desde la ventanilla siempre tiene algo especial, esa sensación de libertad que marca el verdadero comienzo de cualquier viaje.
El aterrizaje en Charles de Gaulle sobre las cuatro y media de la tarde nos situó en territorio francés para una escala de tres horas. La Terminal 3 se convirtió en nuestro refugio temporal, el lugar perfecto para procesar mentalmente que efectivamente estábamos en marcha hacia Estocolmo. París, desde la perspectiva aeroportuaria, fue simplemente un elegante punto de conexión hacia el norte.
El salto definitivo: SAS rumbo a Estocolmo #
El cambio a la Terminal 1 para tomar el vuelo SK580 de SAS marcó un punto de inflexión. Pasar de una aerolínea española a una escandinava fue como cambiar de registro completamente. La eficiencia nórdica se hacía evidente desde el diseño del avión hasta la actitud de la tripulación, todo respiraba esa funcionalidad elegante que habíamos asociado con los países del norte.
Dos horas y veinticinco minutos de vuelo directo sobre Europa. Las vistas desde la ventanilla cambiaron gradualmente: los paisajes franceses dieron paso a los daneses y finalmente a los primeros atisbos de territorio sueco. Bosques interminables, lagos como espejos incrustados en la tierra, una geometría natural completamente diferente a la vasca.
Aterrizaje en Arlanda: primera toma de contacto #
Las dies de la noche, con media hora de retraso, marcaron nuestro primer contacto real con Suecia. El aeropuerto de Arlanda se presentó como una introducción perfecta al país: moderno, eficiente, impecablemente limpio. Pero más allá de la infraestructura, algo más sutil transmitía que estábamos en otro lugar. El ambiente, la luz natural que persistía a pesar de la hora, la actitud relajada de la gente, todo respiraba esa calma característica nórdica.
Siguiendo las instrucciones de Eva: el camino hacia Fridhemsplan #
Las detalladas indicaciones de nuestra anfitriona de airbnb se convirtieron en nuestra hoja de ruta. Localizar Sky City, comprar las tarjetas SL en el Pressbyrån, tomar el autobús 583 hacia Märsta. Todo funcionó exactamente como Eva había prometido, con esa precisión cronométrica que caracteriza el transporte público sueco.
El autobús hasta Märsta nos ofreció los primeros paisajes suecos reales: bosques densos, casas de madera tradicionales, esa luz particular del verano nórdico que persiste mucho más allá de lo lógico. La conexión con el tren de cercanías fue matemáticamente perfecta, seis minutos exactos como había prometido Eva.
El trayecto en pendeltåg hacia la Estación Central nos mostró los suburbios estocolmeses: casas unifamiliares con jardines perfectos, estaciones pequeñas pero impecables, una sensación general de orden y prosperidad. Todo transmitía esa calidad de vida del modelo nórdico de la que tanto se habla.
Llegada al corazón de la ciudad #
T-centralen nos recibió como una catedral subterránea del transporte. Incluso a esas horas nocturnas, el ambiente era tranquilo pero vital. Las dos paradas en metro hasta Fridhemsplan fueron suficientes para darnos cuenta de que el metro estocolmés era algo especial, con decoración artística que convertía cada estación en una pequeña galería.
Encontrar el apartamento siguiendo las instrucciones de Eva fue como resolver un puzzle urbano perfectamente diseñado. Cada paso se cumplía exactamente: salir por Mariebergsgatan, localizar los edificios de ladrillo, atravesar las puertas de hierro, girar en el césped verde.
Primera noche sueca #
El encuentro con Eva fue nuestra primera inmersión en la hospitalidad sueca: amable sin ser efusiva, práctica sin ser fría. Sus consejos sobre la ciudad, desde evitar la trampa turística del Stockholm Pass hasta los mejores trucos para moverse, fueron oro puro para dos viajeros recién llegados.
Instalarse en el apartamento fue como llegar a una casa completamente diferente a todo lo conocido. El diseño nórdico se hacía evidente en cada detalle: muebles funcionales pero elegantes, colores neutros, esa particular relación con la luz natural característica de la decoración escandinava.
La primera noche transcurrió entre la satisfacción del viaje completado sin incidencias y la expectación de los días venideros. Desde la ventana, los últimos rayos de esa luz nórdica que parecía no querer marcharse nunca nos recordaban que estábamos en un lugar especial. Mañana empezaría la verdadera aventura estocolmesa.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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