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Día 1. Regreso a Lisboa: cuando las vacaciones acumuladas te llevan de vuelta al pasado

12 enero 2014

Día 1. Regreso a Lisboa: cuando las vacaciones acumuladas te llevan de vuelta al pasado

A veces los viajes más necesarios son los que nacen de la pura casualidad administrativa. Así fue como en enero de 2014 me encontré de nuevo caminando por las calles de Lisboa, una ciudad que había visitado quince años atrás durante la Expo '98 y que guardaba en mi memoria como una postal difusa pero entrañable.

Cuando las vacaciones acumuladas marcan el destino #

La gestación del viaje fue tan simple como práctica. Ambos teníamos días de vacaciones de 2013 sin disfrutar y el plazo fatal del 31 de enero se acercaba sin contemplaciones. La semana del 13 al 17 de enero se presentaba libre para los dos, una ventana perfecta que no podíamos desaprovechar.

Lisboa surgió como opción natural: lo suficientemente cerca como para no complicarse con largos trayectos, lo bastante interesante como para justificar cinco días completos, y con la ventaja añadida de que Easyjet ofrecía conexiones directas desde Bilbao a precios más que razonables. Por 139,96 euros para dos personas teníamos el transporte resuelto, con salida el domingo 12 de enero a las 13:55 y regreso el viernes 17 a las 10:50.

El alojamiento también cayó por su propio peso. El Hotel Miraparque, en la Avenida Sidonio Pais 12, nos ofrecía una ubicación céntrica por 203 euros las cinco noches. Nada lujoso, pero funcional y bien situado para movernos a pie por la ciudad.

Debo reconocer que este viaje se gestó en un momento complicado de mi relación de pareja. Las tensiones acumuladas durante meses hacían que hasta las decisiones más simples se convirtieran en fuente de roces, y la perspectiva de cinco días juntos era tanto una oportunidad de reconectar como un riesgo de que las cosas empeoraran. Al final, las vacaciones que había que disfrutar obligatoriamente fueron la excusa perfecta para intentar un respiro lejos de la rutina.

Primera toma de contacto: Lisboa al anochecer #

El domingo 12 de enero aterrizamos en Lisboa con el ligero retraso habitual que parece ser marca de la casa en los vuelos low cost. Después de recoger el equipaje y sortear la diferencia entre terminales, el metro nos llevó directamente al hotel. Era media tarde cuando terminamos de instalarnos y organizar las cosas básicas del viaje.

Para mi acompañante era su primera vez en Lisboa, mientras que yo guardaba recuerdos de aquella visita lejana de 1998. Quince años después, era curioso comprobar cómo la ciudad había evolucionado y, al mismo tiempo, qué aspectos permanecían inmutables en mi memoria.

Primer paseo: de la avenida a la plaza del Rossio #

Como era invierno, el sol se había puesto ya cuando salimos del hotel para tomar el primer contacto con la ciudad. Hay algo especial en descubrir una ciudad al anochecer: las luces empiezan a encenderse, el ritmo cambia, y todo adquiere una atmósfera más íntima y acogedora.

Decidimos caminar sin prisa desde el hotel hasta la Plaza del Comercio, siguiendo un itinerario que nos permitiera ir reconociendo el terreno. Lisboa se prestaba perfectamente a este tipo de paseos: sus dimensiones son manejables, las distancias razonables, y cada esquina promete algo interesante.

El recorrido nocturno nos llevó por calles que durante los días siguientes recorreríamos una y otra vez, pero esa primera noche todo tenía el sabor del descubrimiento. La iluminación de los edificios históricos creaba contrastes hermosos con las fachadas de azulejos, y el trasiego de gente daba vida a espacios que podrían haber resultado excesivamente monumentales.

La plaza del Comercio como bienvenida #

Llegar a la Plaza del Comercio de noche fue toda una declaración de intenciones por parte de Lisboa. La inmensidad del espacio, abierto hacia el río Tajo, contrastaba con la intimidad de las calles que habíamos recorrido para llegar hasta allí. La estatua ecuestre de José I presidía el conjunto mientras las arcadas laterales creaban una sensación de orden y simetría que invitaba a quedarse.

Desde allí se intuía la presencia del río, aunque la oscuridad no permitiera apreciarlo en toda su magnitud. Pero se percibía esa brisa especial que tienen las ciudades fluviales, esa humedad salina que avisa de que el agua está cerca y de que, más allá, el océano espera.

Primera cena lisboeta #

Para la cena optamos por la comodidad y el ahorro, eligiendo uno de esos restaurantes de comida rápida que abundan en las zonas turísticas. No era precisamente la experiencia gastronómica soñada para una primera noche en Lisboa, pero las circunstancias del momento hacían que las decisiones más prácticas fueran también las más sensatas.

Era evidente que este viaje no iba a estar marcado por los grandes descubrimientos culinarios, sino más bien por la funcionalidad y la economía. A veces los viajes tienen esa dimensión más prosaica, donde lo importante no es tanto disfrutar de cada momento como completar el programa sin mayores complicaciones.

Reflexiones del primer día #

Al regresar al hotel por las calles ya más tranquilas, era evidente que Lisboa nos recibía con los brazos abiertos. El primer día había cumplido su función: situarnos en la ciudad, reconocer el territorio básico, y empezar a establecer esa complicidad necesaria entre el viajero y el lugar visitado.

Las tensiones personales que habíamos traído en el equipaje no desaparecían por arte de magia, pero al menos Lisboa se presentaba como una ciudad capaz de ofrecer distracciones suficientes para los días siguientes. Los descubrimientos más profundos quedarían para jornadas posteriores, pero este primer contacto nocturno había establecido las bases de lo que esperaba fuera una experiencia, como mínimo, tolerable.

La perspectiva del tiempo me permite ahora valorar aquel primer día como lo que realmente fue: el inicio de un reencuentro con una ciudad que había permanecido en mi memoria, en un momento de mi vida en que cualquier distracción era bienvenida.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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