Aterrizar en Londres con las primeras luces del día es siempre una sensación especial. La ciudad te recibe con su característico ritmo acelerado mientras tú, todavía con el sueño pegado a los párpados, intentas orientarte en uno de los aeropuertos más transitados de Europa.
El viaje desde Gatwick: ahorrando tiempo y dinero #
Nuestro vuelo llegó a Gatwick poco antes de las 8 de la mañana, lo que nos dejaba por delante una jornada completa para empezar a explorar la capital británica. Un consejo que vale su peso en oro: para trasladarse desde Gatwick al centro de Londres, es mejor evitar el Gatwick Express con destino a London Victoria. Aunque es rápido, resulta considerablemente más caro que otras alternativas igualmente eficientes.
Los trenes de Southern Line y Thameslink tienen muy pocas paradas intermedias y son mucho más económicos, tardando apenas 5 o 10 minutos más en llegar al centro. Nosotros optamos por la línea Thameslink hasta London Bridge, una decisión que compensó con creces tanto por el ahorro como por la comodidad. Este servicio ferroviario atraviesa Londres de norte a sur, conectando Gatwick con puntos clave de la ciudad como Blackfriars, Farringdon y St Pancras, lo que lo convierte en una opción estratégica dependiendo del destino final en la ciudad.
Primer contacto con el alojamiento en New Cross Gate #
Tras desayunar algo rápido en la propia estación de London Bridge, cogimos otro tren hacia New Cross Gate para acercarnos a nuestro alojamiento. Esta zona, situada en el sureste de Londres, ha experimentado una interesante transformación en las últimas décadas. Originalmente un área obrera con fuerte vinculación a los astilleros del Támesis, hoy se ha convertido en un barrio con creciente presencia de estudiantes debido a la cercanía del Goldsmiths College, conocido por sus programas de arte y diseño.
A pesar de ser temprano, nuestra anfitriona Irma nos había asegurado que podríamos dejar las mochilas sin problema, permitiéndonos explorar la ciudad más ligeramente equipados. La recepción no pudo ser más cálida. Irma nos acogió con una amabilidad extraordinaria, compartiendo información valiosa sobre la zona y consejos para movernos eficientemente por Londres. Con las mochilas ya depositadas y los primeros tips locales en mente, estábamos listos para lanzarnos a descubrir la ciudad.
Explorando el South Bank: primeras vistas del Támesis #
Regresamos a London Bridge, pasando frente a Southwark Cathedral Churchyard and Herb Garden. Esta catedral, a menudo eclipsada por sus vecinas más famosas, es en realidad uno de los templos góticos más antiguos de Londres, con una historia que se remonta al siglo XII. Sus jardines de hierbas recrean los huertos medicinales medievales, ofreciendo un curioso contraste frente a los rascacielos de la City.
Nuestro plan era recorrer el South Bank para que Rafa pudiera disfrutar de sus primeras vistas del Támesis y el skyline de la City londinense. El Támesis, arteria vital de Londres desde la época romana, ha sido testigo de la completa evolución de la ciudad: desde asentamiento celta a metrópolis global. El río, que divide la ciudad entre norte y sur, históricamente marcó también diferencias socioeconómicas, siendo la orilla norte tradicionalmente más próspera que la sur.




Durante nuestro paseo hicimos una parada en Hay's Galleria, ese curioso espacio comercial techado que combina historia y modernidad en un antiguo muelle reconvertido. Originalmente conocido como Hay's Wharf, fue uno de los principales puntos de descarga de té en el siglo XIX, cuando Londres era el centro del comercio mundial. Tras décadas de abandono después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, en los años 80 fue reconvertido en este espacio comercial. El barco metálico que preside su atrio central, "The Navigators" de David Kemp, rinde homenaje a su pasado portuario con un toque casi steampunk.
Continuamos caminando hasta pasar por delante del imponente edificio del Ayuntamiento, conocido como City Hall hasta 2021. Su forma ovalada, diseñada por Norman Foster, representa simbólicamente la transparencia del gobierno local al ser mayoritariamente de cristal. Aunque ya no alberga la alcaldía de Londres (que se trasladó a Royal Docks), sigue siendo un hito arquitectónico que representa la modernización de la ciudad en el cambio de milenio.



Shad Thames y la Torre de Londres: contrastes arquitectónicos #
Antes de cruzar el Tower Bridge, decidimos bajar por Horsleydown Steps, una escalera histórica que desciende desde Shad Thames hasta la propia ribera del río Támesis. Este rincón menos conocido ofrece una perspectiva completamente diferente y privilegiada del Tower Bridge, permitiendo capturar fotografías del icónico puente desde un ángulo bajo que pocos turistas descubren. Con la estructura de hierro forjado elevándose majestuosamente sobre las aguas, las fotos adquieren una dimensión y dramatismo difíciles de conseguir desde otros puntos más concurridos.


Tras disfrutar de estas vistas, exploramos la zona de Shad Thames, un área que personalmente me cautiva por su combinación de arquitectura industrial victoriana y ambiente contemporáneo. Durante el siglo XIX, esta zona albergaba los mayores almacenes de especias, té, café y otros productos coloniales de Londres. Los edificios estaban conectados por pasarelas elevadas que permitían transportar mercancías directamente entre almacenes, evitando el tráfico de las calles.
Las estructuras de hierro forjado que aún se conservan son testigos de la revolución industrial británica. Tras décadas de abandono, la zona fue revitalizada en los años 80, cuando diseñadores como Terence Conran apostaron por reconvertir estos espacios industriales en viviendas de lujo, restaurantes y comercios, iniciando una gentrificación que transformó completamente el barrio pero preservó su peculiar estética industrial.


Después cruzamos el icónico Tower Bridge para encontrarnos con la Torre de Londres. Este puente, frecuentemente confundido con el London Bridge, representa el arquetipo de puente levadizo victoriano, aunque su estética gótica fue una decisión deliberada para armonizar con la cercana Torre de Londres. Inaugurado en 1894, su mecanismo hidráulico original para elevar el puente era una maravilla de ingeniería de la época y sigue funcionando hoy, aunque modernizado con sistemas eléctricos.
La Torre de Londres, que observamos desde el exterior, es uno de los edificios históricos más importantes de Inglaterra. Construida originalmente por Guillermo el Conquistador en 1078 como símbolo de poder tras la invasión normanda, ha servido como fortaleza, palacio real, prisión de estado, casa de la moneda, arsenal, archivo real y finalmente museo. La Torre Blanca central, con sus característicos torreones angulares, representa uno de los mejores ejemplos de arquitectura normanda en Europa. Durante siglos, ser enviado a la Torre era sinónimo de desgracia, y numerosos nobles y figuras históricas como Ana Bolena, Sir Walter Raleigh o los príncipes Eduardo V y Ricardo de York encontraron allí su final.
Hoy es más conocida como el hogar de las Joyas de la Corona británica y de los legendarios cuervos, sobre los que pesa la profecía de que si abandonan la Torre, la Corona y el Reino caerán.




Del corazón histórico al pulso comercial #
Decidimos cambiar de escenario cogiendo el metro en Tower Hill para dirigirnos a otro punto emblemático: Piccadilly Circus. La estación de Tower Hill, integrada parcialmente en las murallas medievales, nos conectó directamente con el West End londinense a través de la línea District.
Piccadilly Circus, con sus pantallas gigantes y el constante movimiento de personas, representa el corazón comercial de Londres desde la época victoriana. La plaza debe su nombre a los "piccadills", cuellos rígidos de encaje que se vendían en la zona en el siglo XVII. La estatua de Eros (técnicamente Anteros, aunque popularmente conocida como Eros), instalada en 1893, fue la primera escultura en Londres realizada en aluminio y simbolizaba el amor caritativo, en honor al filántropo Lord Shaftesbury.
Las icónicas pantallas publicitarias luminosas, presentes desde 1908, han mostrado desde licores japoneses hasta automóviles americanos, convirtiéndose en un símbolo de la globalización y el capitalismo de consumo. Durante la Segunda Guerra Mundial, estas luces fueron apagadas y no volvieron a encenderse hasta 1949, marcando el final del periodo de austeridad de la posguerra.
Entramos al edificio de Lillywhites, una tienda deportiva con más de 150 años de historia. Fundada en 1863 por el jugador de cricket Fred Lillywhite, se convirtió en proveedora oficial de equipamiento deportivo para la familia real británica. Su edificio actual, de estilo eduardiano tardío, ofrece vistas privilegiadas de Piccadilly desde sus pisos superiores.
Desde allí, dimos el inevitable paseo hasta la tienda de M&M's, un templo moderno al consumo y la personalización que ocupa cuatro plantas y atrae a turistas de todo el mundo con su colorido despliegue de chocolate y merchandising.



Continuamos nuestro recorrido a pie hasta Trafalgar Square. Esta plaza, nombrada en conmemoración de la victoria británica en la Batalla de Trafalgar (1805), representa uno de los espacios públicos más importantes de Londres. Diseñada por John Nash en la década de 1820, la columna de Nelson (de 51,6 metros de altura) honra al almirante Horatio Nelson, quien murió durante la batalla pero aseguró la supremacía naval británica frente a Napoleón.
Los cuatro enormes leones de bronce en su base, diseñados por Edwin Landseer e instalados en 1867, se han convertido en uno de los puntos de encuentro más populares de la ciudad. Fueron fundidos con el bronce de cañones franceses capturados, un último insulto simbólico al enemigo derrotado.
La plaza también alberga la National Gallery, cuyo edificio de estilo neoclásico estaba lamentablemente cubierto de andamios durante nuestra visita. Este museo, fundado en 1824, contiene una de las colecciones de pintura occidental más importantes del mundo, incluyendo obras maestras de Van Eyck, Leonardo, Miguel Ángel, Rembrandt, Turner y Van Gogh.


Los iconos de Westminster #
Siguiendo por Whitehall, la avenida que concentra los principales ministerios y edificios gubernamentales británicos, llegamos hasta el Big Ben y las Casas del Parlamento. Whitehall toma su nombre del Palacio de Whitehall, la principal residencia de los monarcas ingleses entre 1530 y 1698, cuando fue destruido por un incendio. El único resto de aquel enorme complejo es el Banqueting House, diseñado por Inigo Jones, donde el rey Carlos I fue ejecutado en 1649.
A lo largo de esta avenida se encuentran edificios tan importantes como el Ministerio de Defensa, el Cabinet Office, Downing Street (residencia oficial del Primer Ministro) y el Cenotafio, el principal monumento conmemorativo de guerra del Reino Unido.
El Palacio de Westminster (Casas del Parlamento) es una imponente estructura neogótica diseñada por Charles Barry y Augustus Pugin tras el incendio que destruyó el antiguo palacio en 1834. Sus 1.200 habitaciones, 100 escaleras y 4,8 kilómetros de pasillos albergan las dos cámaras del Parlamento británico: la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores.
El Big Ben, nombre que popularmente se asocia con la torre, en realidad corresponde solo a la campana principal de 13,7 toneladas que marca las horas. La torre se llamó originalmente Clock Tower, luego Elizabeth Tower (desde 2012, en honor al Jubileo de Diamante de Isabel II). Las agujas del reloj, de 2,7 metros de longitud, son famosas por su precisión, regulada mediante la colocación de monedas de penique en el péndulo para ajustar su ritmo.




La otra orilla: South Bank y el London Eye #
Cruzamos el puente de Westminster, construido en 1862 como reemplazo de un puente anterior que se estaba hundiendo por el peso del tráfico moderno. Desde este puente, en 1858, Charles Barry tuvo la idea del diseño del Parlamento mientras observaba el antiguo palacio incendiado.
Ya en la orilla sur, nos encontramos con el London Eye, la noria de observación más alta de Europa cuando fue inaugurada en 2000 como parte de las celebraciones del milenio. Sus 32 cápsulas representan los 32 distritos de Londres, y cada una pesa tanto como 1,5 autobuses de dos pisos. Originalmente planeada como una estructura temporal por cinco años, su popularidad la convirtió en permanente.
Este gigante de 135 metros ofrece vistas de hasta 40 kilómetros en días claros, permitiendo divisar incluso el Castillo de Windsor. Una rotación completa dura 30 minutos, tiempo calculado para permitir el embarque y desembarque sin necesidad de detener la estructura.
Desde este punto, las vistas del Big Ben y el Parlamento adquieren esa perspectiva clásica que aparece en tantas postales, especialmente hermosa cuando el sol comienza a descender y las luces del edificio comienzan a reflejarse en las aguas del Támesis.



Regreso al descanso merecido #
Tras cenar algo por la zona de South Bank, que ha pasado de ser un área industrial olvidada a convertirse en uno de los centros culturales más vibrantes de Londres con el Royal Festival Hall, el National Theatre, la Tate Modern y el Shakespeare's Globe, tomamos un autobús de vuelta a nuestro alojamiento.
Los autobuses rojos de dos pisos son una experiencia turística en sí misma y ofrecen una perspectiva diferente de la ciudad. El sistema de autobuses de Londres es el más antiguo del mundo, operando continuamente desde 1829. Aunque los icónicos Routemaster con plataforma trasera abierta ya no están en servicio regular, su diseño sigue siendo un símbolo de la ciudad.
El madrugón y los kilómetros recorridos a pie durante todo el día habían hecho mella en nuestras energías. Sin embargo, la satisfacción de haber aprovechado intensamente nuestra primera jornada londinense compensaba con creces el cansancio acumulado.
Londres tiene esa capacidad de agotarte físicamente mientras te llena de estímulos visuales, históricos y culturales que siguen procesándose incluso cuando, ya en la cama, repasas mentalmente todo lo vivido durante el día. Una ciudad con casi 2.000 años de historia donde cada calle, cada edificio y cada plaza tienen mil historias que contar, y nosotros acabábamos de empezar a descubrirlas.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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