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Día 3. Excursión a Braga

31 mayo 2022

Día 3. Excursión a Braga

Cuando nos levantamos aquella mañana de mayo en Oporto, las nubes grises que cubrían el cielo no presagiaban nada bueno. Aun así, habíamos decidido el día anterior que iríamos a Braga, y no iba a ser el tiempo quien nos hiciera cambiar de planes. Al fin y al cabo, después de tantos años viajando, hemos aprendido que los días de lluvia a veces regalan las experiencias más auténticas e inesperadas.

El trayecto matutino: primeras impresiones bajo un cielo plomizo #

La estación de São Bento lucía especialmente hermosa esa mañana, con sus azulejos brillando bajo la luz tamizada que se filtraba entre las nubes. El tren hacia Braga no iba demasiado lleno, y durante la hora de trayecto pudimos ir observando cómo el paisaje cambiaba gradualmente de urbano a rural, siempre bajo ese manto gris que parecía acompañarnos en nuestra aventura.

Lo que más nos llamó la atención fue la transformación del entorno: las últimas casas de Oporto dando paso a pequeños pueblos, campos verdes intensos gracias a la humedad, y esa sensación de adentrarnos en el Portugal más profundo, menos turístico. El traqueteo del tren y las gotas que comenzaban a dibujar caminos en las ventanillas creaban una atmósfera casi melancólica, pero hermosa.

Llegada al centro histórico de Braga Llegada al centro histórico de Braga
Llegada al centro histórico de Braga

Primeros pasos por un centro histórico sorprendente #

Al llegar a Braga, lo primero que nos sorprendió fue la comodidad para caminar por su centro histórico. Después de varios días subiendo y bajando las empinadas cuestas de Oporto, encontrarnos con calles prácticamente llanas fue todo un alivio para las piernas. La lluvia aún se mantenía a raya, solo algunas gotas dispersas que no preocupaban demasiado.

La Praça da República nos conquistó inmediatamente. Esa fuente del Pelicano, tan curiosa y simbólica, dominando una plaza amplia y peatonal donde los locales pasean sin prisa. Nos sentamos unos minutos en uno de los bancos, observando el ir y venir de la gente, y notamos algo que ya habíamos intuido: aquí los turistas éramos claramente minoría. Esta era Braga auténtica, la de cada día, sin poses ni escenografías para visitantes.

Praça da República Praça da República
Praça da República

La Catedral: un encuentro con siglos de historia #

La Sé de Braga nos impresionó desde el primer momento. No solo por ser la catedral más antigua de Portugal, sino por esa mezcla de estilos que cuenta la historia del país en piedra. Entrar en su interior fue como hacer un viaje en el tiempo: los órganos barrocos dorados deslumbraban, y la luz que se filtraba por las vidrieras creaba una atmósfera especial, propicia para perdernos entre sus muros durante un buen rato.

Recorrimos cada rincón con calma, desde las tallas del coro hasta la capilla de los reyes. El claustro gótico se convirtió en nuestro refugio favorito: el sonido del agua de la fuente central y la serenidad de sus arcadas medievales contrastaban con el cielo cada vez más amenazante que se divisaba a través de los arcos.

La Sé Catedral de Braga La Sé Catedral de Braga La Sé Catedral de Braga La Sé Catedral de Braga
La Sé Catedral de Braga

Palacios, jardines y una lluvia inesperada #

El Palacio Episcopal y los jardines de Santa Bárbara fueron nuestra siguiente parada. Esos jardines formales portugueses, con sus setos geométricos y las ruinas góticas creando un contraste fascinante, son de esos lugares que piden ser fotografiados desde todos los ángulos posibles. Las rosas rojas y anaranjadas añadían color a una mañana que se iba volviendo cada vez más gris.

Fue precisamente cuando estábamos admirando esos jardines cuando las primeras gotas serias comenzaron a caer. Al principio pensamos que sería un chaparrón pasajero, pero en cuestión de minutos la lluvia se intensificó hasta convertirse en un auténtico diluvio. No quedaba otra que buscar refugio, y rápido.

Palacio Episcopal y Jardín de Santa Bárbara Palacio Episcopal y Jardín de Santa Bárbara Palacio Episcopal y Jardín de Santa Bárbara Palacio Episcopal y Jardín de Santa Bárbara
Palacio Episcopal y Jardín de Santa Bárbara

Refugio improvisado: pizza en lugar de bacalao #

Corriendo bajo la lluvia, lo único que buscábamos era un lugar con techo donde refugiarnos y esperar a que escampara. El primer local que vimos con mesas libres en el interior fue una pizzería, y sin pensarlo dos veces, entramos empapados y agradecidos. No era exactamente lo que habíamos planeado para conocer la gastronomía bracarense, pero a veces los viajes te obligan a improvisar.

La pizza estaba sorprendentemente buena, y mientras comíamos observábamos a través del cristal cómo la lluvia caía con intensidad en las calles del centro histórico. Los locales pasaban corriendo con paraguas, y nosotros ahí, dos turistas refugiados comiendo una margarita en lugar del famoso bacalhau à Braga que habíamos estado esperando probar. La ironía de la situación nos hizo sonreír: estos son los momentos que luego recuerdas con más cariño.

Torre de Menagem Torre de Menagem
Torre de Menagem

Entre lluvia y monumentos: un paseo interrumpido #

Cuando la lluvia amainó un poco, decidimos arriesgarnos a salir de nuevo. Conseguimos ver la Torre de Menagem, ese último vestigio del castillo medieval que se alza en pleno centro, tan bien integrada en el tejido urbano actual. Sus gruesos muros de piedra parecían desafiar tanto el paso del tiempo como la lluvia que volvía a arreciar.

Intentamos continuar el recorrido por las iglesias del centro histórico, pero de nuevo el cielo se abrió. Esta vez el refugio fue una pequeña cafetería cerca de la Avenida Central, donde pedimos un café y nos sentamos junto a la ventana a observar cómo Braga se transformaba bajo la lluvia. Los lugareños parecían estar acostumbrados: seguían con sus rutinas, algunos con paraguas, otros simplemente corriendo de portal en portal.

Iglesias y Avenida Central Iglesias y Avenida Central Iglesias y Avenida Central Iglesias y Avenida Central Iglesias y Avenida Central Iglesias y Avenida Central
Iglesias y Avenida Central

La tarde despeja: rumbo a Bom Jesus do Monte #

Por fin, hacia media tarde, las nubes comenzaron a abrirse y decidimos que era el momento perfecto para visitar Bom Jesus do Monte. En lugar de tomar el autobús que te deja en la parte inferior de la famosa escalinata, optamos por uno que sube directamente hacia el monte. Queríamos ver el conjunto desde arriba y luego bajar, en lugar de hacer el esfuerzo de subir por los cientos de escalones.

Claro que, como suele pasar en estos casos, nos pasamos de parada. En lugar de bajarnos en la más cercana al santuario, continuamos hasta la siguiente y desde ahí fuimos descendiendo. Pero este error se convirtió en uno de los mejores descubrimientos del día.

Un parque secreto: el tesoro oculto de Bom Jesus #

Bajando desde nuestra parada equivocada, nos topamos con algo completamente inesperado: un pequeño parque situado detrás del santuario que prácticamente nadie visita. Era como una urbanización en miniatura dentro del bosque, con senderos bien cuidados, bancos estratégicamente colocados y un pequeño lago artificial que reflejaba los árboles y el cielo que por fin comenzaba a despejarse.

Este rincón secreto se convirtió en nuestro lugar favorito de toda la visita a Bom Jesus. El silencio solo roto por el sonido del agua y algún pájaro, la sensación de haber descubierto algo que no aparece en las guías turísticas, la tranquilidad de un espacio diseñado para el descanso y la contemplación. Nos sentamos en uno de los bancos durante un buen rato, simplemente disfrutando de la calma después de una mañana tan azarosa.

Parque en la parte trasera de Bom Jesus do Monte Parque en la parte trasera de Bom Jesus do Monte Parque en la parte trasera de Bom Jesus do Monte Parque en la parte trasera de Bom Jesus do Monte
Parque en la parte trasera de Bom Jesus do Monte

El complejo de Bom Jesus: mucho más que una escalinata #

Desde el parque secreto llegamos al complejo del santuario propiamente dicho, y fue entonces cuando comprendimos la verdadera magnitud de este lugar. Bom Jesus do Monte no es solo una iglesia con una escalinata famosa: es un conjunto arquitectónico y paisajístico complejo que se extiende por toda la ladera de la montaña.

El santuario está compuesto por varios edificios dispuestos alrededor de amplias plazas conectadas entre sí. La iglesia neoclásica, con su fachada blanca imponente, corona todo el conjunto desde la posición más elevada. Pero antes de llegar a ella, nos encontramos con una serie de construcciones auxiliares: antiguas hospederías para peregrinos, edificios administrativos y pequeñas capillas que forman un verdadero pueblo religioso en miniatura.

Una de las sorpresas más fascinantes fue descubrir, casi por casualidad, una pequeña gruta artificial excavada en la roca. Su interior estaba decorado con escenas religiosas y figuras que, bajo la tenue luz que se filtraba desde el exterior, creaban una atmósfera mística muy especial. Era como un pequeño santuario dentro del santuario, un lugar de recogimiento íntimo que contrastaba con la grandiosidad del conjunto arquitectónico.

Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte
Bom Jesus do Monte

Cascadas y jardines: la naturaleza como parte del diseño #

Explorando los alrededores de los edificios principales, nos topamos con otra sorpresa: una cascada natural que los diseñadores del santuario habían integrado magistralmente en el conjunto. El agua descendía por las rocas formando pequeños saltos que alimentaban estanques rodeados de vegetación exuberante. El sonido del agua corriendo se mezclaba con el silencio del lugar, creando una banda sonora natural perfecta para la contemplación.

Los jardines que rodeaban estos elementos acuáticos estaban diseñados con una mezcla de estilo formal portugués y aprovechamiento del paisaje natural de la montaña. Especies autóctonas se alternaban con plantas ornamentales, y los senderos serpenteaban entre árboles centenarios que daban sombra a pequeños rincones con bancos de piedra.

Nos llamó especialmente la atención cómo los arquitectos y paisajistas habían logrado que cada elemento del conjunto -desde la arquitectura religiosa hasta los elementos naturales- formara parte de un todo coherente, donde cada detalle tenía su función tanto estética como simbólica.

Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte
Bom Jesus do Monte

Las vistas desde la iglesia: el valle a nuestros pies #

La iglesia neoclásica, con su interior sobrio pero elegante, nos impresionó por su serenidad. Pero fueron las vistas panorámicas desde sus terrazas las que realmente nos quitaron el aliento. Después de una mañana gris, ver el paisaje bañado por esa luz dorada del atardecer fue casi mágico. El valle del Cávado se extendía a nuestros pies, con Braga recortándose a lo lejos entre campos y bosques.

Las diferentes plazas y miradores que rodean la iglesia permiten contemplar el panorama desde diversos ángulos. Cada uno tiene su propio encanto: desde algunos se ve mejor la ciudad, desde otros el paisaje rural circundante, y desde los más altos se alcanza a divisar hasta las montañas del horizonte. Pasamos un buen rato moviéndonos de un mirador a otro, intentando capturar con las cámaras lo que nuestros ojos veían, aunque sabíamos que ninguna fotografía podría reproducir la sensación de inmensidad y belleza que se experimentaba allí arriba.

Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte
Bom Jesus do Monte

El descenso por la escalinata: un viaje arquitectónico y espiritual #

La bajada por la famosa escalinata barroca fue toda una experiencia. Esos más de 500 escalones distribuidos en zigzag, con las fuentes temáticas y las capillas del Vía Crucis, no solo son un prodigio arquitectónico sino también un recorrido casi iniciático. Cada tramo ofrecía una perspectiva diferente, y las figuras de tamaño natural en las capillas creaban una atmósfera entre religiosa y teatral muy particular.

Nos fuimos parando en cada descanso, no solo por el esfuerzo físico que suponía el descenso controlado por tantos escalones, sino porque cada nivel tenía sus propios elementos dignos de contemplación. Las fuentes dedicadas a los cinco sentidos nos llamaron especialmente la atención por su simbolismo y por el trabajo escultórico de sus detalles. Algunas tenían figuras alegóricas que representaban la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato, integrando así una reflexión filosófica sobre la percepción humana en el recorrido religioso.

Al llegar abajo, a la parada del autobús, nos volvimos para contemplar toda la escalinata desde la base. La perspectiva era impresionante: una sucesión de terrazas y fuentes que ascendían serpenteantes hasta perderse entre los árboles, coronadas por la silueta de la iglesia recortándose contra un cielo que ya empezaba a despejarse completamente.

Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte Bom Jesus do Monte
Bom Jesus do Monte

El regreso: justo a tiempo #

El autobús de vuelta al centro llegó puntual, y mientras recorríamos el trayecto inverso pudimos ir viendo Braga desde otra perspectiva. La luz del atardecer transformaba la ciudad, y las calles mojadas por la lluvia de la mañana brillaban con reflejos dorados. Era como si Braga nos estuviera regalando una despedida hermosa después de habernos puesto a prueba con su clima cambiante.

Llegamos a la estación justo cuando comenzaban a caer las primeras gotas de lo que sería otra tormenta vespertina. El timing fue perfecto: mientras esperábamos el tren de vuelta a Oporto, la lluvia volvió a arreciar con fuerza. Desde el refugio del andén observamos cómo la estación de Braga se transformaba de nuevo bajo el agua, y no pudimos evitar sonreír pensando en lo caprichoso que había sido el tiempo durante toda la jornada.

Reflexiones desde el tren de vuelta #

El trayecto de regreso a Oporto transcurrió bajo una lluvia constante que golpeaba las ventanillas del tren. Mientras contemplábamos el paisaje empañado, reflexionábamos sobre cómo había sido el día. No había salido según lo planeado: en lugar de la gastronomía local habíamos comido pizza, habíamos pasado más tiempo refugiándonos de la lluvia que visitando monumentos, y habíamos descubierto lugares que no estaban en nuestra lista inicial.

Pero precisamente por eso había sido un día especial. Los viajes perfectamente planificados a veces son menos memorables que aquellos en los que la improvisación y los contratiempos te obligan a ver los lugares de manera diferente. Braga nos había mostrado su cara más auténtica: la de los días grises, la de los refugios improvisados, la de los descubrimientos casuales.

Al llegar a São Bento, con las luces de Oporto brillando sobre el Duero mojado, llevábamos con nosotros no solo las imágenes de catedrales y escalinatas, sino también la sensación de haber vivido Braga tal como es realmente: una ciudad hermosa que no necesita sol para cautivar, que reserva sus mejores secretos para quienes se aventuran más allá de lo evidente, y que te enseña que a veces los mejores viajes son aquellos en los que todo sale diferente a lo previsto.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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