En el corazón del distrito de Deusto, entre las calles Larrakotorre y Pedro Astigarraga, se alza un conjunto arquitectónico que desafía la mirada y la imaginación: las Casas Americanas de Bilbao. Conocidas oficialmente como Grupo Pedro Astigarraga, estas edificaciones se han convertido en un símbolo de la innovación y la audacia en la arquitectura moderna de la ciudad.
Al contemplar estos edificios, con sus largos pasillos exteriores y su imponente escalera de hormigón visto, es imposible no sentir la fascinación que despierta una obra que, más de cinco décadas después de su construcción, sigue siendo objeto de admiración y estudio.
El nacimiento de una idea revolucionaria #
Corría el año 1963 cuando el Ayuntamiento de Bilbao, enfrentado a una creciente crisis de vivienda, lanzó un concurso para la construcción de más de 200 viviendas en el barrio de San Ignacio. La ciudad, en pleno auge industrial, atraía a miles de trabajadores que necesitaban un hogar digno. Las laderas de los montes que rodean Bilbao se habían poblado de chabolas y viviendas precarias, una situación que las autoridades estaban decididas a cambiar.
En este contexto, tres jóvenes arquitectos —Rufino Basáñez, Esteban Argárate y Julián Larrea— presentaron una propuesta que rompería todos los moldes. Inspirados por la Unité d'Habitation de Le Corbusier en Marsella, pero con una visión propia y adaptada a la realidad bilbaína, diseñaron un conjunto que no solo resolvería el problema de vivienda, sino que también desafiaría las convenciones arquitectónicas de la época.
Una arquitectura que rompe esquemas #
El diseño de las Casas Americanas es un ejercicio de innovación y funcionalidad. En lugar de optar por un único bloque monolítico, los arquitectos concibieron tres edificios de diferentes alturas, creando un juego volumétrico que rompe con la monotonía típica de las viviendas sociales de los años 60.
La característica más llamativa, y la que le valió el sobrenombre de "Casas Americanas", son sus largos pasillos exteriores. Estos corredores, que recorren las fachadas de los edificios, no solo proporcionan acceso a las viviendas, sino que también crean un espacio de interacción social, reminiscente de las galerías de los moteles estadounidenses.
Pero la verdadera joya arquitectónica del conjunto es su escalera exterior. Esta estructura de hormigón visto, separada del bloque principal, es una obra escultórica en sí misma. Con sus fuertes antepechos y su juego de luces y sombras, la escalera no solo cumple una función práctica, sino que también ancla visualmente todo el conjunto en el paisaje urbano.
El uso del hormigón visto en toda la construcción, siguiendo los principios del brutalismo arquitectónico, añade un carácter industrial y moderno al conjunto. Los grandes pilares de hormigón, separados de la planta, sirven de apoyo a unos antepechos dispuestos de manera alternativa, creando una fachada principal rica en composición y en juego de claros y oscuros.
Un diseño incomprendido en su tiempo #
La audacia del diseño de Basáñez, Argárate y Larrea no fue inmediatamente apreciada. En una época en la que la arquitectura residencial española se caracterizaba por su conservadurismo, las Casas Americanas fueron recibidas con escepticismo e incluso hostilidad.
Algunos arquitectos de la época llegaron a cuestionar la legalidad del proyecto, argumentando que transgredía las ordenanzas urbanísticas vigentes. Más sorprendente aún fue la reacción de algunos médicos, que llegaron a pronosticar "dolencias mentales" para los futuros habitantes de estos edificios tan poco convencionales.
Esta incomprensión inicial es un testimonio de lo revolucionario que resultaba el diseño en el contexto de los años 60. Las Casas Americanas no solo proporcionaban una solución al problema de la vivienda, sino que también desafiaban las nociones establecidas sobre cómo debía ser un edificio residencial.
Un reconocimiento tardío pero merecido #
A pesar de las críticas iniciales, el tiempo ha dado la razón a los visionarios arquitectos de las Casas Americanas. Lo que en su momento fue considerado excéntrico y poco práctico, hoy es reconocido como un hito de la arquitectura moderna.
En 2013, casi medio siglo después de su construcción, la Fundación Docomomo incluyó al Grupo Pedro Astigarraga en su registro de edificaciones esenciales del Movimiento Moderno en la península ibérica. Este reconocimiento no solo valida la visión de sus creadores, sino que también asegura el lugar de las Casas Americanas en la historia de la arquitectura española.
Un legado que perdura #
Hoy en día, las Casas Americanas siguen siendo un punto de referencia en el paisaje urbano de Bilbao. Más allá de su función como viviendas, estos edificios se han convertido en un símbolo de la capacidad de la arquitectura para desafiar convenciones y crear espacios que mejoren la vida de las personas.
Para los estudiantes de arquitectura y los amantes del diseño urbano, las Casas Americanas son un ejemplo vivo de cómo la innovación y el atrevimiento pueden dar lugar a obras que resisten el paso del tiempo. Su diseño sigue inspirando a nuevas generaciones de arquitectos y urbanistas, demostrando que la buena arquitectura no solo resuelve problemas prácticos, sino que también enriquece el tejido cultural y social de una ciudad.
Datos de interés #
Las Casas Americanas se finalizaron en 1968, cinco años después de que el proyecto ganara el concurso municipal. El conjunto consta de 227 viviendas distribuidas en tres bloques de diferentes alturas, ubicados entre las calles Larrakotorre y Pedro Astigarraga, en el distrito de Deusto.
Los arquitectos responsables de esta obra maestra, Rufino Basáñez, Esteban Argárate y Julián Larrea, eran jóvenes profesionales cuando diseñaron el proyecto. Su visión y audacia les permitió crear una obra que, más de cincuenta años después, sigue siendo un ejemplo sobresaliente de arquitectura de vivienda social de calidad.
Las Casas Americanas de Bilbao son mucho más que un simple conjunto de viviendas. Son un testimonio de una época de transformación, un ejemplo de cómo la arquitectura puede mejorar la vida de las personas, y un recordatorio de la importancia de la innovación y el atrevimiento en el diseño urbano. Su presencia en el paisaje bilbaíno nos invita a reflexionar sobre el papel de la arquitectura en la sociedad y su capacidad para moldear no solo nuestros espacios, sino también nuestra forma de vivir y relacionarnos.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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