Skip to main content

Día 6. Matosinhos, sabor a mar

03 junio 2022

Día 6. Matosinhos, sabor a mar

El viernes 3 de junio amaneció con un cielo despejado que prometía un día perfecto para nuestra excursión a la costa. Después de cinco días explorando cascos históricos, iglesias y monumentos, nos apetecía un cambio de aires, sentir la brisa marina y caminar por espacios más abiertos. Nuestro destino sería Matosinhos, un municipio costero situado inmediatamente al norte de Oporto, donde el océano Atlántico muestra toda su fuerza y belleza.

La ciudad de Matosinhos, aunque administrativamente separada de Oporto, forma parte de su área metropolitana y está perfectamente conectada mediante transporte público. Podríamos considerarla como la salida natural de Oporto al mar.

Desayunamos temprano en nuestro apartamento y salimos directamente hacia el Fuerte de San Francisco Javier, conocido popularmente como Castelo do Queijo (Castillo del Queso). El nombre oficial rara vez se utiliza; todos lo conocen por su curioso apodo, que deriva de la forma de la roca sobre la que está construido, que recuerda vagamente a un queso. Al menos eso es lo que he leído, aunque he de reconocer que hay que tener bastante imaginación para ver la similitud.

Castelo do Queijo Castelo do Queijo
Castelo do Queijo

Castelo do Queijo: guardián de la costa #

El fuerte, construido en el siglo XVII para proteger la costa de las incursiones de piratas y corsarios, se encuentra en un promontorio rocoso en la desembocadura del río Duero. Su estructura cuadrangular, con baluartes en las esquinas, es un ejemplo representativo de la arquitectura militar portuguesa de la época.

Aunque el interior no estaba abierto al público ese día, pudimos recorrer todo su perímetro exterior y disfrutar de las vistas panorámicas que ofrece sobre el océano Atlántico. El contraste entre la piedra dorada del fuerte y el azul intenso del mar creaba una imagen casi perfecta para fotografiar.

Desde allí pudimos observar también cómo las enormes olas del Atlántico rompían contra las rocas, creando espectaculares columnas de espuma blanca que ascendían varios metros antes de volver a caer. El sonido era impresionante: ese retumbar profundo cuando el agua golpea la roca, seguido del siseo cuando la espuma se deshace. Un espectáculo hipnótico que podría contemplarse durante horas.

Castelo do Queijo Castelo do Queijo Castelo do Queijo Castelo do Queijo
Castelo do Queijo

La Anémona: arte moderno frente al mar #

Nuestro siguiente punto de interés fue la Rotonda de la Anémona, una curiosa escultura moderna situada en una rotonda junto a la playa. Esta estructura de acero, obra de la artista Janet Echelman, está inspirada en las redes de pesca tradicionales pero transformadas en una forma orgánica que recuerda a una anémona marina.

Lo interesante de esta pieza es cómo cambia según la luz y el viento. En un día como el que nosotros tuvimos, con una brisa moderada del océano, la red se ondulaba suavemente creando un efecto casi hipnótico. Además, su estructura metálica se recortaba a contraluz contra el cielo azul, creando un contraste sobrecogedor.

Me resultó fascinante cómo esta intervención artística contemporánea dialoga con el paisaje marino y la arquitectura circundante. Un ejemplo perfecto de cómo el arte público puede transformar un espacio urbano funcional, como una rotonda de tráfico, en un punto de interés estético y turístico.

La Anémona
La Anémona

Praia de Matosinhos: el horizonte infinito #

Desde la Anémona caminamos hacia la Praia de Matosinhos, una extensa playa urbana que se extiende a lo largo de varios kilómetros. A diferencia de las playas más turísticas del Algarve o incluso de la costa sur de Oporto, Matosinhos conserva un aire más local, más auténtico.

A pesar de ser un día laborable, la playa estaba relativamente animada: algunos grupos de jubilados paseando junto a la orilla, parejas tomando el sol, surfistas aprovechando las olas... La arena, de grano fino y color dorado, invitaba a quitarse los zapatos y sentir su contacto tibio en los pies.

Caminamos un buen trecho por la orilla, disfrutando de esa sensación de horizonte infinito que solo el océano puede proporcionar. El sonido rítmico de las olas, el olor a sal marina, la brisa fresca en la cara... hay algo profundamente liberador en caminar junto al mar, como si todas las preocupaciones se diluyeran en esa inmensidad azul.

Praia de Matosinhos Praia de Matosinhos Praia de Matosinhos Praia de Matosinhos
Praia de Matosinhos

El centro de Matosinhos: más allá del turismo #

Tras nuestro paseo playero, decidimos adentrarnos en el centro urbano de Matosinhos. A diferencia de Oporto, con su orientación cada vez más turística, Matosinhos conserva un carácter de ciudad de trabajo, con una importante actividad pesquera e industrial.

Sus calles, ordenadas en una cuadrícula más moderna que el laberíntico centro histórico de Oporto, están llenas de comercios locales, cafeterías donde los jubilados juegan a las cartas y restaurantes sin pretensiones que sirven algunos de los mejores pescados y mariscos de la región.

Paseamos sin rumbo fijo, dejándonos llevar por las calles rectilíneas, observando la vida cotidiana de sus habitantes. Una ciudad de verdad, con tiendas de toda la vida, mercerías, ferreterías, panaderías tradicionales... todo ese tejido comercial que en los centros históricos más turísticos va desapareciendo en favor de comercios orientados al visitante.

El Mercado Municipal: el alma gastronómica de Matosinhos #

Nuestro siguiente objetivo fue el Mercado Municipal de Matosinhos, uno de los más grandes y auténticos de la región. Construido en los años 50, este edificio de hormigón con grandes ventanales conserva ese aire funcional tan característico de la arquitectura de mediados del siglo XX.

En su interior encontramos un festín para los sentidos: puestos rebosantes de pescados y mariscos recién llegados del puerto, frutas y verduras de colores imposibles, quesos artesanales, embutidos tradicionales... El olor, una mezcla de mar, tierra y especias, nos envolvía mientras recorríamos los pasillos entre vendedores que pregonaban sus productos con ese característico acento norteño que suena casi como una canción.

Lo que más me impresionó fue la sección de pescado. Decenas de puestos ofrecían todo tipo de criaturas marinas: desde las sardinas que han hecho famosa a la región hasta pulpos gigantescos, pasando por percebes, navajas, almejas, lubinas, doradas... Una diversidad asombrosa que explica por qué la gastronomía portuguesa tiene en el pescado uno de sus pilares fundamentales.

El Mercado Municipal de Matosinhos El Mercado Municipal de Matosinhos
El Mercado Municipal de Matosinhos

Cruzando el Puente Móvil de Leça: hacia el faro #

Tras la visita al mercado, decidimos continuar nuestra exploración hacia el norte, cruzando el Puente Móvil de Leça, una estructura metálica que conecta Matosinhos con Leça da Palmeira salvando la desembocadura del río Leça.

Este puente tiene la particularidad de que puede elevarse para permitir el paso de embarcaciones hacia el puerto interior. No tuvimos la suerte de verlo en funcionamiento ese día, pero su estructura metálica, con ese aire industrial tan característico, ya resultaba interesante por sí misma.

Una vez en Leça da Palmeira, seguimos la costa hacia el norte con un objetivo claro: el Farol de Leça (Faro de Leça). El camino discurre paralelo al océano, a través de un paseo marítimo bien acondicionado que permite disfrutar de las vistas mientras se camina protegido del tráfico.

A lo largo del recorrido fuimos descubriendo algunos elementos interesantes: pequeñas calas rocosas donde los pescadores locales lanzaban sus cañas, fortificaciones costeras abandonadas que recuerdan tiempos más belicosos, esculturas contemporáneas que dialogan con el paisaje marino...

Paseando por la costa de Matosinhos Paseando por la costa de Matosinhos
Paseando por la costa de Matosinhos

El Faro de Leça: centinela del Atlántico #

Después de un paseo de unos 30 minutos llegamos finalmente al Faro de Leça. Construido a finales del siglo XIX, este faro de 46 metros de altura es uno de los más altos de Portugal y una referencia visual en la costa norte del país.

Su estructura cilíndrica, se recortaba imponente contra el cielo azul. No hay posibilidad de subir a lo alto del faro, pero incluso desde su base las vistas eran espectaculares.

Nos sentamos en las rocas cercanas para contemplar el panorama: el océano infinito frente a nosotros, la costa recortada extendiéndose hacia el horizonte, las olas rompiendo contra el rompeolas que protege la base del faro... Un momento de paz en medio de nuestro intenso itinerario de viaje.

El Faro de Leça El Faro de Leça
El Faro de Leça

Regreso a Oporto: descanso y nuevos planes #

Desde el faro regresamos caminando a Matosinhos y tomamos el metro de regreso a Oporto. El sistema de transporte público que conecta ambas ciudades es eficiente y cómodo, haciendo de Matosinhos un destino perfecto para una excursión de medio día.

Llegamos a nuestro apartamento a media tarde, con tiempo suficiente para descansar un poco antes de la actividad vespertina que habíamos planeado. Las caminatas por la playa y los paseos bajo el sol nos habían dejado agradablemente cansados, con esa fatiga placentera que solo da una jornada bien aprovechada.

Tomamos una siesta corta y, ya recuperados, iniciamos los preparativos para nuestra salida nocturna. El plan era dirigirnos a la Catedral, en la parte alta de Oporto, y desde allí descender callejeando hasta la Ribeira para disfrutar de la puesta de sol desde una perspectiva diferente a la de días anteriores.

La Catedral al atardecer: Oporto desde las alturas #

Salimos del apartamento alrededor de las seis de la tarde, cuando el calor del día comenzaba a remitir y la luz adquiría esos tonos dorados que tanto favorecen a las ciudades históricas.

La Catedral de Oporto, conocida localmente como Sé do Porto, se encuentra en lo alto de una colina, dominando la ciudad vieja. Su aspecto exterior es más el de una fortaleza que el de un templo, con sus muros sólidos y sus torres almenadas. Este carácter defensivo no es casual: durante siglos fue no solo el centro espiritual de la ciudad, sino también un refugio en tiempos de asedio.

Desde la plaza de la catedral, el Terreiro da Sé, las vistas sobre la parte baja de la ciudad, el río Duero y Vila Nova de Gaia al otro lado son simplemente espectaculares. Con el sol comenzando su descenso hacia el horizonte, los tejados de tejas rojas parecían encenderse con luz propia, contrastando con el azul cada vez más oscuro del cielo.

De la catedral hacia la Ribeira De la catedral hacia la Ribeira De la catedral hacia la Ribeira De la catedral hacia la Ribeira
De la catedral hacia la Ribeira

Descenso hacia la Ribeira: el laberinto medieval #

Desde la catedral comenzamos nuestro descenso hacia la Ribeira. En lugar de tomar el camino más directo, decidimos perdernos deliberadamente por las callejuelas del barrio medieval. Estas estrechas vías empedradas, algunas tan angostas que apenas permiten el paso de una persona, conservan el trazado original de la ciudad medieval.

A cada paso surgían nuevas sorpresas: pequeñas plazas con fuentes centenarias, edificios con fachadas completamente revestidas de azulejos, balcones de hierro forjado donde la ropa tendida añadía pinceladas de color, pequeñas tiendas de artesanía local, tabernas tradicionales donde los parroquianos conversaban animadamente sobre la jornada...

De la catedral hacia la Ribeira De la catedral hacia la Ribeira De la catedral hacia la Ribeira De la catedral hacia la Ribeira
De la catedral hacia la Ribeira

La Ribeira al anochecer: un espectáculo de luces #

Continuamos nuestro descenso hasta llegar finalmente a la Ribeira. Esta zona, que ya conocíamos de días anteriores, adquiría un aspecto completamente diferente bajo la luz del atardecer. Las fachadas coloridas de sus edificios, muchos de ellos con varios siglos de antigüedad, relucían con un brillo especial mientras el sol se ocultaba tras las colinas del otro lado del río.

Cruzamos el Puente Luis I, ese coloso de hierro diseñado por un discípulo de Gustave Eiffel, para dirigirnos a nuestro destino final del día: el Jardim do Morro, en Vila Nova de Gaia. Esta travesía a 45 metros sobre el río siempre me ha producido una mezcla de vértigo y fascinación. La vista desde el puente es, simplemente, insuperable: el río serpenteando entre las colinas, la Ribeira con sus casas multicolores, los barcos rabelos amarrados junto a los muelles, las bodegas de vino de Oporto en Gaia... una postal perfecta que resume la esencia de esta ciudad única.

Jardim do Morro Jardim do Morro Jardim do Morro Jardim do Morro
Jardim do Morro

Jardim do Morro: el mejor asiento para el espectáculo #

El Jardim do Morro, situado en la cabecera del puente en el lado de Vila Nova de Gaia, es considerado por muchos (incluido yo) como el mejor lugar para contemplar la puesta de sol sobre Oporto. Este pequeño jardín, estratégicamente situado en altura, ofrece una panorámica perfecta de la ciudad histórica, el río y sus puentes.

Habíamos tenido la previsión de traer con nosotros nuestro picnic para la cena: pan fresco comprado por la mañana, queso local, embutidos, y fruta. Encontramos un banco libre con vistas privilegiadas y nos dispusimos a disfrutar del espectáculo que la naturaleza nos ofrecía gratuitamente.

A medida que el sol descendía, la luz cambiaba constantemente, transformando la ciudad ante nuestros ojos. Los edificios adquirían tonalidades cobrizas, luego doradas, finalmente rojizas. El río parecía un espejo de plata líquida reflejando tanto el cielo como la ciudad. Y cuando el sol finalmente desapareció tras el horizonte, comenzó la magia de las luces artificiales: primero tímidamente, luego con mayor intensidad, hasta que toda la ciudad quedó iluminada como un nacimiento navideño.

El Puente Luis I, con su estructura metálica bañada en luz dorada, parecía una joya gigantesca tendida sobre el río. Las fachadas de la Ribeira, iluminadas estratégicamente, creaban un reflejo ondulante sobre las aguas oscuras del Duero. Y en las colinas más altas, los monumentos principales resplandecían como faros en la noche.

Mientras cenábamos nuestro sencillo pero delicioso picnic, comentábamos cómo ciertos momentos de un viaje quedan grabados para siempre en la memoria. Este atardecer desde el Jardim do Morro sería, sin duda, uno de esos recuerdos imperecederos.

Anochecer en Oporto Anochecer en Oporto Anochecer en Oporto Anochecer en Oporto
Anochecer en Oporto

Un último paseo nocturno: la Ribeira iluminada #

Con la noche ya plenamente instalada y nuestro improvisado picnic concluido, decidimos cruzar de nuevo el puente para disfrutar del ambiente nocturno de la Ribeira. El contraste con nuestra visita diurna era notable: las calles y plazas que por la mañana bullían de actividad comercial ahora estaban dominadas por la vida social, con terrazas llenas de gente cenando, tomando una copa o simplemente charlando mientras contemplaban el río.

La iluminación nocturna resaltaba detalles arquitectónicos que pasan desapercibidos a la luz del día: gárgolas góticas, escudos nobiliarios tallados en piedra, antiguos anclajes para amarrar embarcaciones... La historia de la ciudad se revelaba de forma diferente bajo esta nueva luz.

Dimos un paseo tranquilo, disfrutando del ambiente sin prisa, saboreando esos momentos finales de un día intenso pero gratificante. Entre Matosinhos por la mañana y la Ribeira por la noche, habíamos experimentado dos caras muy diferentes pero igualmente fascinantes de la región de Oporto: la costa atlántica con su carácter marinero y auténtico, y el centro histórico con su patrimonio monumental y su encanto turístico.

Anochecer en Oporto Anochecer en Oporto Anochecer en Oporto
Anochecer en Oporto
Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

Día 6. Matosinhos, sabor a mar

Descubre Bilbao

Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores

Ver más de Bilbao