El miércoles 3 de agosto amanecimos más tarde de lo que hubiéramos debido. La jornada anterior en DisneyLand París había sido intensa y no habíamos llegado al hotel hasta cerca de las 2:00 de la madrugada. El cansancio acumulado se notaba, pero la perspectiva de explorar el París más clásico y monumental nos motivaba para comenzar una nueva jornada de descubrimientos.
El Arco del Triunfo como punto de partida #
Nuestra primera parada fue el Arc de Triomphe, uno de los monumentos más emblemáticos de París y punto neurálgico desde donde se extienden doce avenidas en forma de estrella. Aunque decidimos no subir a la parte superior, dedicamos un buen rato a contemplar la estructura desde todos los ángulos posibles y a hacer fotografías que capturaran tanto los detalles arquitectónicos como la perspectiva monumental del conjunto.
El Arco del Triunfo, construido entre 1806 y 1836 por orden de Napoleón, conmemora las victorias militares francesas y honra a quienes lucharon por Francia. Los reliefs esculpidos en sus pilares narran episodios históricos con un dramatismo y una fuerza expresiva que resultan impresionantes incluso para quienes los contemplan por enésima vez.


El paseo por los Campos Elíseos #
Desde el Arco del Triunfo comenzamos nuestro descenso por la Avenue des Champs-Élysées, probablemente la avenida más famosa del mundo y escenario de eventos tan diversos como desfiles militares, celebraciones deportivas y manifestaciones políticas. Esta arteria parisina, que se extiende desde la Place de la Concorde hasta el Arc de Triomphe, combina comercio de lujo, cafés históricos y una elegancia urbana que define gran parte de la imagen internacional de París.
Mi intención original era completar todo el recorrido a pie hasta la Place de la Concorde, disfrutando de los escaparates, la arquitectura y el ambiente característico de esta zona. Sin embargo, como nos habíamos levantado más tarde de lo planificado, decidimos acortar el paseo y buscar transporte público que nos acercara a nuestro siguiente destino prioritario: la Torre Eiffel.


La Torre Eiffel: historia y estructura #
A través del Explorer Pass habíamos reservado una visita guiada a la Torre Eiffel, una de las ventajas era evitar parte de las largas colas que se forman especialmente durante los meses de verano. Encontramos a nuestro guía en la base de la torre y nos dirigimos directamente hacia los controles de seguridad, donde el guía hizo todo lo posible por amenizar la espera con anécdotas históricas y un pequeño juego tipo trivial pursuit que enfrentaba a los diferentes grupos de visitantes.
La Torre Eiffel, construida entre 1887 y 1889 por Gustave Eiffel para la Exposición Universal de París, mide 330 metros de altura y fue durante décadas la estructura más alta del mundo. Inicialmente concebida como una construcción temporal, la resistencia ciudadana y su utilidad como antena de comunicaciones la salvaron de la demolición prevista para 1909. Hoy es prácticamente imposible imaginar París sin este símbolo de hierro forjado que se ha convertido en la imagen más reconocible de la ciudad.


La experiencia de la visita #
Subimos hasta el segundo piso, donde el guía nos proporcionó más detalles sobre la historia de la torre, sus características técnicas y las curiosidades relacionadas con su construcción y mantenimiento. Una vez finalizada la parte dirigida de la visita, nos dejó libertad para explorar y disfrutar del resto de la experiencia a nuestro ritmo.
Al final estuvimos entre colas y estancia unas cuatro horas en la torre. Para Rafa y su prima, que la visitaban por primera vez, la ilusión era evidente en sus rostros. Desde el segundo piso donde había comenzado nuestra visita, decidimos bajar al primero utilizando las escaleras, una decisión que nos permitió apreciar mucho mejor la estructura de la torre.
Poder observar tan de cerca las vigas, su disposición y las uniones de esta obra de ingeniería del siglo XIX resultó fascinante. La Torre Eiffel no es solo un símbolo turístico, sino también una demostración de la maestría técnica de su época, con una estructura que ha resistido más de 130 años de viento, lluvia y el paso de millones de visitantes.








Los Campos de Marte al atardecer #
Al salir de la torre continuamos haciendo fotografías de la estructura desde el Champ de Mars, el extenso parque que se extiende a sus pies. Entonces tomamos una decisión que resultaría ser una de las mejores del viaje: ir a un supermercado cercano para comprar comida y bebida, y instalarnos en los Campos de Marte para disfrutar del atardecer con la Torre Eiffel como telón de fondo.
La escena que encontramos superó nuestras expectativas. Cientos de personas habían tenido la misma idea, creando un ambiente de picnic masivo que resultaba sorprendentemente organizado y agradable. Parisinos y turistas compartían el mismo espacio verde, algunos con elaboradas cestas de mimbre, otros con improvisadas bolsas del supermercado como nosotros.
El tiempo acompañaba de manera perfecta. La temperatura era ideal, sin el calor agobiante del día anterior en DisneyLand, y una suave brisa hacía la estancia especialmente confortable. Nos quedamos allí durante horas, viendo cómo la luz cambiaba gradualmente y observando la diversidad de grupos que poblaban los Campos de Marte.




El espectáculo nocturno #
Nuestra paciencia fue recompensada cuando llegó la noche y comenzó el espectáculo de luces de la Torre Eiffel. Cada hora, durante los primeros cinco minutos, la torre se ilumina con miles de destellos dorados que crean un efecto verdaderamente mágico. Ver este espectáculo desde los Campos de Marte, rodeados de cientos de personas que reaccionan con aplausos espontáneos, es una de esas experiencias parisinas que justifican por sí solas el viaje.
La Torre Eiffel iluminada se refleja en los ojos de quienes la contemplan, y durante esos cinco minutos de destellos, las conversaciones se detienen, los móviles se alzan para capturar el momento, y París demuestra por qué recibe el sobrenombre de "Ciudad de la Luz".
Reflexiones sobre el día #
La jornada había combinado monumentos icónicos con momentos más íntimos y relajados. El contraste entre la visita estructurada y turística de la mañana con la experiencia espontánea y local del atardecer en los Campos de Marte había creado un equilibrio perfecto.
Ver la reacción de Rafa y su prima ante la Torre Eiffel me recordó mi primera visita a París hace años. Hay monumentos que, independientemente de cuántas veces los hayas visto en fotografías o películas, mantienen la capacidad de impresionar cuando los contemplas en persona. La Torre Eiffel es definitivamente uno de esos monumentos.
El día había transcurrido sin prisas excesivas, permitiendo que cada experiencia se desarrollara a su ritmo natural. Habíamos cubierto algunos de los puntos más turísticos de París, pero también habíamos descubierto que la verdadera magia de la ciudad a menudo reside en esos momentos no planificados, como un picnic improvisado mientras el sol se oculta tras el monumento más famoso del mundo.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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