El lunes 8 de agosto sería nuestro último día completo en París, y decidimos dedicarlo a explorar el barrio del Marais siguiendo un itinerario planificado que nos permitiera conocer uno de los distritos con más personalidad histórica de la capital francesa. Este barrio, cuyo nombre significa "pantano" en referencia a su pasado geológico, conserva uno de los conjuntos arquitectónicos medievales y renacentistas más importantes de París.
El Marais: historia y transformación #
El Marais experimentó su época dorada durante los siglos XVI y XVII, cuando la nobleza francesa construyó aquí sus hôtels particuliers, las elegantes residencias urbanas que aún hoy definen el carácter arquitectónico del barrio. Posteriormente atravesó un período de decadencia que lo convirtió en zona popular, antes de experimentar una gentrificación que lo ha transformado en uno de los barrios más codiciados de París.
Recorrimos las calles siguiendo el itinerario que habíamos preparado, descubriendo la mezcla única de arquitectura histórica, comercios de diseño, galerías de arte y restaurantes que caracteriza el Marais contemporáneo. Cada calle ofrece una combinación diferente de pasado y presente, desde antiguas casas de entramado de madera hasta boutiques de moda vanguardista.
La Place des Vosges, el corazón del Marais, es considerada una de las plazas más bellas de París. Construida entre 1605 y 1612 bajo el reinado de Enrique IV, esta plaza rectangular rodeada de edificios de ladrillo rojo y piedra blanca con soportales a nivel de calle, representa el urbanismo francés clásico en su máxima expresión. Los jardines centrales, rodeados por una verja de hierro forjado, invitan al descanso y la contemplación.
El barrio judío del Marais, centrado alrededor de la rue des Rosiers, conserva vestigios de una comunidad que se remonta a la Edad Media. Aunque la gentrificación ha transformado considerablemente la zona, aún es posible encontrar tiendas tradicionales, sinagogas históricas y restaurantes que mantienen vivas las tradiciones culinarias asquenazíes.






Las Galeries Lafayette: catedral del consumo #
Desde el Marais nos dirigimos hacia las Galeries Lafayette, uno de los grandes almacenes más famosos del mundo y un ejemplo excepcional de arquitectura comercial de principios del siglo XX. El edificio principal, inaugurado en 1912, es tanto un centro comercial como una obra de arte arquitectónica.
La cúpula interior de las Galeries Lafayette constituye uno de los espacios comerciales más espectaculares de Europa. Esta estructura de hierro forjado y cristal, diseñada por Georges Chedanne, se eleva 43 metros sobre el suelo creando un espacio luminoso que combina funcionalidad comercial con belleza arquitectónica. Los diferentes pisos se organizan alrededor de este espacio central, permitiendo contemplar la cúpula desde múltiples perspectivas.
La terraza situada en el séptimo piso ofrece una panorámica de París que incluye algunos de sus monumentos más emblemáticos. Desde aquí se puede contemplar la Ópera Garnier con su característica cúpula verde, el Sacré-Cœur dominando la colina de Montmartre, y gran parte del París haussmanniano con sus tejados grises y sus amplias avenidas.






La Iglesia de la Madeleine #
Nuestra siguiente parada fue la Église de la Madeleine, un edificio singular que combina arquitectura religiosa con estética neoclásica. Construida entre 1764 y 1842, esta iglesia adopta la forma de un templo griego períptero, rodeado por 52 columnas corintias que le otorgan una apariencia más cercana a un edificio civil que a una iglesia tradicional.
La historia de la construcción de la Madeleine refleja los cambios políticos franceses: comenzada como iglesia bajo el Antiguo Régimen, estuvo a punto de convertirse en templo de la Gloria durante el Imperio napoleónico, y finalmente fue consagrada como iglesia católica bajo la Restauración. Esta historia tumultuosa explica su arquitectura poco convencional para un edificio religioso.
El interior contrasta con la sobriedad exterior, presentando una decoración más exuberante con mármoles policromados y pinturas murales que narran episodios de la historia del cristianismo. La iglesia alberga también un órgano histórico que atrae a melómanos de todo el mundo por la calidad de sus conciertos.




El Domaine National du Palais-Royal #
Continuamos hacia el Domaine National du Palais-Royal, un conjunto arquitectónico y paisajístico único en París. El palacio, construido originalmente para el cardenal Richelieu en 1633, está rodeado por jardines geométricos y galerías comerciales que datan del siglo XVIII.
Los jardines del Palais-Royal constituyen un oasis de tranquilidad en el corazón de París. Sus parterres regulares, sus fuentes y sus avenidas de árboles crean un ambiente sereno que contrasta con el bullicio de las calles circundantes. Las galerías que rodean los jardines albergan tiendas especializadas, restaurantes elegantes y algunos de los apartamentos más codiciados de la capital.
Las famosas columnas de Buren, instaladas en 1985 en el patio de honor del palacio, generaron una considerable polémica por su contraste con la arquitectura histórica. Estas 260 columnas de mármol rayado en blanco y negro, de diferentes alturas, representan el arte contemporáneo dialogando con el patrimonio histórico, aunque no todos los parisinos han aceptado esta convivencia.




El Puente de las Artes y la evolución urbana #
Volvimos a pasar por los patios del Louvre y cruzamos el Pont des Arts, que había experimentado una transformación significativa desde mi primera visita. Las antiguas barandillas metálicas habían sido sustituidas por paneles de cristal para evitar que los enamorados colgaran candados en ellas.
Esta medida se implementó porque el peso acumulado de decenas de miles de candados estaba comprometiendo la integridad estructural del puente. En 2014 se estimaba que el puente soportaba aproximadamente 45 toneladas de candados, una carga adicional no prevista en su diseño original que comenzaba a causar deformaciones en la estructura metálica.
La solución adoptada preserva las vistas sobre el Sena y mantiene la función peatonal del puente, pero elimina la posibilidad de colgar objetos en las barandillas. Esta transformación ilustra cómo las ciudades deben adaptarse constantemente para equilibrar tradiciones populares, seguridad estructural y conservación patrimonial.



Découverte inattendue: el Château de Vincennes #
Aún nos quedaba tiempo libre por la tarde, y decidí proponer a Rafa visitar un lugar del que había oído hablar pero que nunca había conocido personalmente: el Château de Vincennes. Esta fortaleza medieval, situada en el extremo oriental de París, constituye uno de los castillos mejor conservados de Francia y un testimonio excepcional de la arquitectura militar medieval.
Aunque no pudimos entrar en su interior, pasamos un buen rato contemplando el exterior y rodeando las murallas. El donjon, una torre del homenaje de 52 metros de altura construida en el siglo XIV, domina el conjunto y representa uno de los ejemplos más imponentes de arquitectura militar gótica en Francia.
El propio pueblo de Vincennes también tenía su encanto particular, con sus calles tranquilas y su atmósfera de pequeña ciudad que contrastaba agradablemente con el ritmo metropolitano de París. Esta diferencia de ambiente en tan poca distancia geográfica ilustra la diversidad de experiencias que ofrece la región parisina.
Aprovechamos para sentarnos en una sombra a comer unos snacks que habíamos comprado de camino, reflexionando sobre las últimas horas que nos quedaban en París. La proximidad del final del viaje comenzaba a hacerse patente, y este momento de pausa permitía hacer un balance provisional de las experiencias vividas.




Último picnic en los Campos de Marte #
Para la cena decidimos repetir uno de los planes que más nos había gustado durante el viaje: cenar de picnic en los Campos de Marte con la Torre Eiffel como acompañante en el atardecer. Esta decisión reflejaba el deseo de cerrar el círculo y volver a vivir una de las experiencias más gratificantes de los días anteriores.
Compramos provisiones en un supermercado cercano y nos instalamos en el mismo parque donde habíamos disfrutado del espectáculo de luces días atrás. El ambiente era similar al recordado: cientos de personas compartiendo el mismo espacio verde, cada grupo con su propio universo pero formando parte de una experiencia colectiva única.
La Torre Eiffel, iluminada contra el cielo del atardecer, creaba una vez más esa magia particular que justifica su condición de símbolo universal. Contemplarla mientras cenábamos tranquilamente, sin prisas ni obligaciones turísticas, generaba una sensación de plenitud que compensaba cualquier fatiga acumulada durante los días anteriores.


Reflexiones sobre el tiempo que se agota #
Mientras esperábamos el espectáculo nocturno de luces, las conversaciones derivaron naturalmente hacia el balance del viaje y las sensaciones que nos llevábamos de esta experiencia parisina. Cada uno de nosotros había vivido París de manera diferente, según sus expectativas previas, sus intereses particulares y su capacidad para adaptarse a situaciones imprevistas.
Para Rafa y su prima, que descubrían París por primera vez, la experiencia había sido claramente positiva, con esa fascinación que produce el encuentro con una ciudad tantas veces vista en fotografías y películas pero nunca experimentada en persona. Para mí, que regresaba por tercera vez, el balance era más complejo y matizado.
El tiempo disponible en cualquier viaje siempre resulta insuficiente para agotar las posibilidades de una ciudad como París. Habíamos visitado monumentos imprescindibles, museos excepcionales, barrios con personalidad propia y espacios verdes que invitaban a la relajación. Sin embargo, quedaban innumerables rincones por descubrir, perspectivas por contemplar y experiencias por vivir.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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