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Día 2. Entre la Plaza de España y las sorpresas del siglo XXI

08 diciembre 2018

Día 2. Entre la Plaza de España y las sorpresas del siglo XXI

Volví a comenzar el día paseando junto al Guadalquivir. Había algo mágico en esa rutina matinal de caminar por la orilla del río, viendo cómo Sevilla despertaba lentamente bajo la luz dorada del sur. El río se había convertido en mi brújula particular, el hilo conductor que me ayudaba a orientarme en esta ciudad que redescubría paso a paso.

Desde Triana, con el Guadalquivir como guía, me dirigí hacia mi primer destino importante del día: la Plaza de España. Había decidido que era el momento de enfrentarme a uno de los iconos arquitectónicos más impresionantes de la ciudad.

La Plaza de España: Grandiosidad que quita el aliento #

Hacía un día espectacular, con ese sol de diciembre sevillano que te hace olvidar que estamos en invierno. Cuando llegué a la Plaza de España y la vi en todo su esplendor, me quedé literalmente sin palabras. El lugar estaba absolutamente precioso.

Es imposible prepararse para el impacto visual que produce esta plaza. La semicircular plaza, con sus 200 metros de diámetro, los azulejos de cada provincia, los puentes sobre el canal, las torres que se alzan majestuosas... Todo el conjunto te sobrecoge de una manera que ninguna fotografía puede transmitir.

Estuve más de una hora haciendo fotos, curioseando por cada rincón, leyendo los azulejos de las diferentes provincias, paseando por los puentes. Me senté en los bancos centrales y simplemente contemplé esa maravilla arquitectónica que Aníbal González diseñó para la Exposición Iberoamericana de 1929. Un lugar increíble que justificaría por sí solo un viaje a Sevilla.

La Plaza de España de Sevilla La Plaza de España de Sevilla La Plaza de España de Sevilla La Plaza de España de Sevilla La Plaza de España de Sevilla La Plaza de España de Sevilla
La Plaza de España de Sevilla

El Parque de María Luisa: Un oasis de tranquilidad #

Desde la Plaza de España me dirigí al Parque de María Luisa, que la rodea y la complementa perfectamente. Si la plaza te impresiona por su grandiosidad, el parque te seduce por su intimidad y su belleza natural.

Paseé sin prisas por sus senderos sombreados, descubriendo rincones encantadores, pequeñas plazas escondidas, fuentes susurrantes y esa vegetación exuberante que hace que te olvides por momentos de que estás en el centro de una gran ciudad. El parque es el complemento perfecto a la monumentalidad de la Plaza de España, un remanso de paz donde el tiempo parece detenerse.

El Parque de María Luisa El Parque de María Luisa
El Parque de María Luisa

El casco antiguo: Perderse para encontrarse #

Desde el parque me dirigí hacia el centro antiguo, dispuesto a perderme por sus calles laberínticas. Pasé por la famosa Calle del Agua, esa estrecha arteria que serpentea junto a los muros del Alcázar y que parece sacada de un cuento árabe.

Me dejé perder por la Judería y el resto de calles del barrio de Santa Cruz. Cada esquina escondía una sorpresa: patios entreabiertos que dejaban ver jardines llenos de azulejos y flores, calles tan estrechas que apenas cabe una persona, plazas diminutas con naranjos y el murmullo constante de las fuentes.

El barrio de Santa Cruz El barrio de Santa Cruz El barrio de Santa Cruz El barrio de Santa Cruz
El barrio de Santa Cruz

Completando el mapa mental #

Seguí caminando por la zona del Ayuntamiento y las calles de alrededor, disfrutándolo sin prisas, completando poco a poco mi mapa mental de Sevilla. Todo me parecía bonito, limpio, acogedor. Si ya recordaba una ciudad agradable de mi visita del 92, ahora me estaba enamorando muchísimo más.

Había algo en Sevilla que me conquistaba profundamente. No era solo la arquitectura impresionante o el patrimonio histórico. Era esa sensación de que la ciudad vivía, de que sus habitantes la querían y la cuidaban, de que el turismo no había devorado su alma auténtica.

Callejeando por Sevilla Callejeando por Sevilla Callejeando por Sevilla Callejeando por Sevilla
Callejeando por Sevilla

Las Setas de Sevilla: El futuro aterriza en el pasado #

Sin darme cuenta, siguiendo el hilo de mis pasos, llegué hasta las Setas de Sevilla, el Metropol Parasol. ¿Qué era eso? No tenía ningún recuerdo de esa construcción en mi visita del 92, y por una buena razón: se había construido muchos años después, inaugurándose en 2011.

Una rápida búsqueda en internet me confirmó lo que ya intuía. Esta estructura de madera laminada, diseñada por Jürgen Mayer, era una de las grandes novedades arquitectónicas que se habían añadido al skyline sevillano en las últimas décadas.

Subí al mirador para contemplar las vistas, y el espectáculo fue simplemente espectacular. Desde allí arriba se veía toda Sevilla extendida a tus pies, con la Catedral y la Giralda dominando el paisaje urbano. No recordaba ninguna construcción como esa en el mundo. Es cierto que no pega nada con el entorno histórico, pero de alguna forma encaja bien, como si Sevilla hubiera sabido integrar la modernidad sin renunciar a su esencia.

Las Setas de Sevilla Las Setas de Sevilla Las Setas de Sevilla Las Setas de Sevilla
Las Setas de Sevilla

La magia de la noche #

Decidí quedarme en las Setas hasta que se hizo de noche para ver cómo cambiaba la perspectiva con la iluminación nocturna. Y efectivamente, con las luces encendidas el espectáculo era incluso más bonito. La estructura se transformaba, adquiriendo una dimensión casi mágica que contrastaba bellamente con las luces doradas del casco histórico.

Desde allí arriba, viendo Sevilla iluminada en todo su esplendor, tuve una sensación muy clara: esta ciudad había sabido evolucionar sin perder su alma. Había sabido añadir elementos modernos como las Setas sin traicionar su esencia histórica. Era una lección magistral de cómo una ciudad puede mirar al futuro sin darle la espalda al pasado.

Las Setas de Sevilla Las Setas de Sevilla Las Setas de Sevilla Las Setas de Sevilla
Las Setas de Sevilla

De vuelta a Triana: Cerrando un día perfecto #

Volví a Triana para cenar algo antes de regresar a mi alojamiento. Las calles del barrio seguían llenas de vida, con esa energía nocturna que ya me había conquistado el día anterior. Cené en una taberna típica, disfrutando de la conversación casual con otros comensales y con los camareros, esa facilidad para la charla que caracteriza a los andaluces.

Al regresar a casa de Irene y Félix, hice balance de este segundo día. Había sido una jornada intensa y reveladora. La Plaza de España me había impresionado por su grandiosidad, el casco antiguo me había seducido con su laberinto de calles llenas de historia, y las Setas me habían demostrado que Sevilla era una ciudad que sabía reinventarse sin perder su identidad.

Pero sobre todo, había confirmado algo que ya intuía desde el día anterior: me estaba enamorando perdidamente de esta ciudad. No era solo nostalgia o el placer del redescubrimiento. Era algo más profundo, la certeza de estar en un lugar especial, una ciudad que había encontrado el equilibrio perfecto entre tradición y modernidad, entre monumentalidad e intimidad, entre turismo y autenticidad.

Paseo nocturno de regreso a casa Paseo nocturno de regreso a casa
Paseo nocturno de regreso a casa
Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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