Comencé el lunes con una visita que había planificado específicamente para este día. Los lunes, la Torre del Oro ofrece entrada gratuita, y aunque había leído opiniones diversas sobre esta visita, decidí aprovechar la oportunidad para conocer por dentro este icono sevillano.
La Torre del Oro: Aprovechando la entrada gratuita #
La verdad es que tengo que ser honesto: la visita al interior de la Torre del Oro es totalmente prescindible. El pequeño museo naval que alberga es modesto y no aporta demasiado a la experiencia de conocer Sevilla. Pero si te cuadra el día de acceso gratuito y tienes tiempo, puedes entrar a echar un vistazo sin que te suponga ningún disgusto económico.
Lo realmente valioso de la Torre del Oro sigue siendo su exterior, su presencia junto al río, su valor como símbolo de la ciudad. Desde fuera, especialmente al atardecer, sigue siendo uno de los rincones más fotogénicos de Sevilla.


La Plaza del Cabildo: Un rincón instagrameable #
Desde la Torre del Oro me dirigí a ver la Plaza del Cabildo, un rincón que había descubierto por Instagram y que efectivamente puede pasar desapercibido si no lo vas buscando específicamente. Esta pequeña plaza porticada, con su forma semicircular y sus columnas, es uno de esos espacios recogidos que invitan a la contemplación.
Es cierto que tiene ese aire "instagrameable" que tanto gusta en las redes sociales, pero más allá de su fotogenia, la Plaza del Cabildo tiene un encanto especial. Es un espacio íntimo, casi secreto, que contrasta con la grandiosidad de otros monumentos sevillanos. A veces, estos rincones más pequeños y humanos son los que mejor transmiten el alma de una ciudad.


La Catedral de Sevilla: Una experiencia extraordinaria #
Pero la gran cita del día estaba programada para las 11:30. Había comprado entradas para visitar la Catedral de Sevilla, pero no era una visita cualquiera. Había elegido una visita guiada por las cubiertas de la Catedral, algo que prometía ser excepcional. El precio total, incluyendo la entrada a la Catedral y la Giralda, era de 16 euros, pero ya intuía que iban a valer muchísimo la pena.
La visita a las cubiertas de la Catedral de Sevilla fue, simplemente, espectacular. Poder acceder a partes del edificio normalmente vedadas al público, ver de cerca los arcos arbotantes, los detalles arquitectónicos de las torres, las vidrieras desde el exterior... era increíble.
Caminar por las cubiertas te permite apreciar la monumentalidad de la construcción desde una perspectiva única. Ves la complejidad estructural del edificio, entiendes cómo los maestros constructores medievales resolvieron los desafíos técnicos, contemplas los detalles escultóricos que desde abajo pasan desapercibidos. Es una experiencia que te hace comprender verdaderamente la grandiosidad de esta obra maestra del gótico.
Desde las alturas, las vistas de Sevilla son impresionantes. La ciudad se extiende a tus pies en todas las direcciones, con el río serpenteando, los barrios históricos desplegándose como un mapa tridimensional, y al fondo, las colinas que rodean la capital andaluza.








El interior de la Catedral: Superlativo absoluto #
Después de la visita guiada, ya podíamos recorrer la Catedral de forma libre. ¿Qué puedo decir? Es increíble. ¿La mejor catedral del mundo? Podría ser perfectamente. La inmensidad del espacio, la riqueza de sus capillas, la majestuosidad del retablo mayor, la tumba de Cristóbal Colón... cada rincón te deja sin palabras.
Le dediqué un montón de tiempo a recorrer cada capilla, a contemplar cada detalle, a intentar asimilar la magnificencia del conjunto. Es imposible abarcar en una sola visita todo lo que alberga este templo. Cada capilla lateral es como un pequeño museo, cada retablo una obra de arte, cada rincón una lección de historia.






La Giralda: La guinda del pastel #
Y luego estaba la subida a la Giralda, la antigua alminar de la mezquita que precedió a la Catedral. La guinda del pastel, como la definí entonces. La subida por las rampas (no hay escalones, sino rampas que permitían subir a caballo) es ya toda una experiencia, un viaje gradual hacia las alturas que te va preparando para el espectáculo final.
Desde arriba, las vistas de Sevilla son absolutas. Ves la ciudad completa, entiendes su estructura urbana, aprecias la relación entre el río y el casco histórico, contemplas cómo los barrios se extienden hacia el horizonte. Es un mirador privilegiado que te permite entender Sevilla desde una perspectiva única.
En total, creo que estuve más de tres horas en la Catedral. Y se me hizo corto. Es de esos lugares que merecen tiempo, pausa, contemplación. Cada vez que creía haber visto todo, descubría un nuevo detalle, una nueva perspectiva, un nuevo motivo de asombro.






El Real Alcázar: Un palacio de cuento #
De ahí tenía la siguiente visita intensa del día. A las 16:00 tenía entrada para ver el Real Alcázar, y había conseguido por internet la entrada gratuita que ofrecen los lunes por la tarde. Después de la impresión de la Catedral, el Alcázar me esperaba con otra propuesta completamente diferente pero igualmente fascinante.
Si la Catedral impresiona por su verticalidad y su grandiosidad gótica, el Alcázar seduce por su horizontalidad y su refinamiento mudéjar. Es un laberinto de patios, jardines, salones y galerías que parece salido de Las mil y una noches.
Los Patios de las Doncellas y de las Muñecas, con sus delicados arcos de herradura, sus azulejos multicolores y sus fuentes susurrantes, crean una atmósfera de ensueño. Los jardines, con sus naranjos, sus setos geométricos y sus estanques, son un oasis de tranquilidad donde el tiempo parece detenerse.
Estuve hasta la hora de cierre, y también se me hizo corto. En otra ocasión tal vez valga la pena pagar el precio de la entrada y poder estar todo el tiempo que desees en el interior, sin la presión de tener que salir a una hora determinada.








Un encuentro inesperado: Miguel y la Sevilla nocturna #
Era mi última noche en la ciudad, y tenía una cita especial. Había quedado con un chico que había comentado varias de mis fotos de Sevilla en Instagram. Uno de esos encuentros casuales que a veces surgen en los viajes y que pueden convertirse en algo memorable.
Miguel, que así se llamaba, me llevó a tomar algo por la Alameda de Hércules, una zona de ambiente nocturno que yo aún no había explorado. La Alameda es una avenida larga y ancha, llena de bares, terrazas y vida nocturna, que representa la Sevilla más juvenil y bohemia.
Fue una noche estupenda, charlando con Miguel sobre la ciudad, sobre viajes, sobre la vida. Me dio un par de recomendaciones de última hora para el día siguiente, antes de coger mi avión de regreso a Bilbao. Esos encuentros casuales con gente local son los que a menudo convierten un buen viaje en un viaje inolvidable.
Balance de un día intensísimo #
Al regresar a casa de Irene y Félix, hice balance de este lunes intensísimo. Había sido el día más denso en cuanto a visitas programadas, pero también uno de los más reveladores. La Catedral y el Alcázar me habían confirmado que Sevilla no solo es una ciudad bonita, sino que alberga algunos de los monumentos más impresionantes del mundo.
Pero más allá de los monumentos, había sido también el día del encuentro humano, de la conexión con Miguel, de sentirme acogido por la ciudad y por su gente. Era mi penúltima noche en Sevilla, y ya sabía que la despedida iba a ser difícil.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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