Día 6. El gran día de la Expo: entre pabellones y una conexión bilbaína inesperada
25 octubre 2010
Había llegado el momento. Después de días explorando la Shanghai tradicional y moderna, era el turno del evento que había sido una de las motivaciones principales del viaje: la Expo 2010 de Shanghai. Con el lema "Better City, Better Life" (Mejor Ciudad, Mejor Vida), esta exposición universal prometía ser la más grande jamás celebrada, y yo iba a ser testigo de este hito histórico.
Madrugón para la aventura #
Tocaba madrugar bastante. La Expo se extendía por más de 5.2 kilómetros cuadrados a ambos lados del río Huangpu, con más de 190 países y 50 organizaciones internacionales participando. Era un evento de proporciones épicas que requería estrategia y energía para poder disfrutarlo al máximo.
El sitio de la exposición era sencillamente impresionante: una pequeña ciudad temporal construida específicamente para el evento, con una inversión de más de 45 mil millones de dólares por parte del gobierno chino. El corazón del recinto era el imponente Expo Axis, una estructura de 1,000 metros de largo con la construcción de membrana más grande del mundo.



Pabellones que desafiaban la imaginación #
Una vez dentro, me encontré con un universo de creatividad arquitectónica. Cada país había intentado superar a los demás con diseños que oscilaban entre lo espectacular y lo surrealista.
- El Pabellón del Reino Unido era imposible de pasar por alto. Diseñado por Thomas Heatherwick, la "Catedral de Semillas" consistía en una estructura cúbica de 20 metros que parecía la cabeza de un diente de león, compuesta por decenas de miles de varillas acrílicas largas y delgadas con semillas de plantas incrustadas en el extremo de cada varilla. Era hipnótico ver cómo se movía suavemente con el viento, creando un efecto dinámico fascinante.
- El Pabellón de Alemania llevaba el nombre "Balancity" y presentaba cuatro volúmenes visualmente desequilibrados que se combinaban para crear una composición única y unificada de 6,000 metros cuadrados. Su interior era un recorrido por las innovaciones alemanas, desde diseño urbano hasta tecnología de calzado deportivo, todo presentado en un laberinto de exposiciones donde los visitantes se deslizaban en cintas transportadoras.
- El Pabellón de España era especialmente impresionante. Diseñado por Benedetta Tagliabue del estudio EMBT Miralles-Tagliabue, tenía una fachada de mimbre extraordinaria compuesta por más de 8,000 paneles de mimbre tejidos a mano por artesanos de la provincia de Shandong, que formaban caracteres chinos con diferentes colores. La estructura serpenteante recordaba a una enorme cesta tradicional y culminaba con una escultura animada de un bebé gigante de 6.5 metros de altura llamado Miguelín, que podía "respirar y parpadear" y se convirtió en una de las atracciones más famosas de toda la Expo.
- El Pabellón de China, el anfitrión, era una declaración de intenciones. Con su diseño de pirámide invertida lacada en rojo que evocaba la arquitectura tradicional china de soporte (dougong), contaba la historia de China y su destino urbano con una narrativa vigorosa sobre el pasado y el futuro del país.
- El Pabellón de Dinamarca se construyó alrededor del concepto de la bicicleta urbana, con una estructura de acero pintada de blanco que se alzaba en espiral, donde ciclistas y peatones podían recorrer sus características de primera mano.




El momento más especial: la zona de ciudades y el encuentro bilbaíno #
Por supuesto, visité el pabellón de España, que me causó una gran impresión con su innovadora fachada de mimbre y el famoso bebé Miguelín. Pero la verdadera sorpresa me esperaba en una zona completamente diferente de la Expo.
Además de los pabellones nacionales, la Expo tenía una sección especial llamada "Área de Mejores Prácticas Urbanas" (Urban Best Practice Area), donde unas 55 ciudades de todo el mundo presentaban sus soluciones a problemas urbanos. Esta zona ocupaba unas 15 hectáreas y estaba dedicada exclusivamente a mostrar experiencias de ciudades en temas como vivienda práctica, urbanización sostenible, protección del patrimonio histórico e innovación tecnológica.
Y allí estaba uno de los pabellones más especiales para mí: el pabellón de Bilbao. ¡Bilbao había viajado hasta Shanghai para fortalecerse como destino turístico! España tenía representación de solo dos ciudades en esta zona: Barcelona y Bilbao. Era increíble pensar que mi ciudad natal tenía presencia propia en este evento global.
Nada más entrar, una mujer china se acercó a preguntarme de dónde era. Era lo de siempre: era prácticamente el único occidental de la visita, así que destacaba considerablemente. Cuando le dije que era de Bilbao, su cara se iluminó.
Se presentó: era la directora del pabellón de Bilbao. Y entonces ocurrió algo mágico: me ofreció una visita privada completa del pabellón. Me enseñó todos los rincones, explicó cada detalle de la exhibición, me habló de las estrategias de promoción turística de Bilbao en China. Era como tener un guía personal y oficial para conocer cómo se presentaba mi ciudad al mundo.
Pero la generosidad no terminó ahí. Una vez que terminé de ver orgulloso el pabellón de Bilbao, me llevó al cercano pabellón de Taipéi, me presentó al director y conseguí saltarme la cola para visitarlo. La hospitalidad y amabilidad fueron extraordinarias.
Incluso tuvo el detalle de dejarme sus datos de contacto. Tras el viaje le escribí un email para agradecerle su atención, y respondió con la misma amabilidad que había mostrado en persona. Una mujer realmente encantadora que hizo que ese día fuese aún más especial.


Las multitudes y la organización #
Las colas en algunos pabellones eran legendarias. El pabellón de Arabia Saudí tenía filas serpenteantes de más de 2 kilómetros de longitud con tiempos de espera de hasta ocho horas. La Expo incluso vendía sillas plegables portátiles para acomodar a la gente que se cansaba de estar de pie.
Los visitantes chinos mostraban un entusiasmo casi maníaco. Se formaban multitudes enormes cuando la gente se agolpaba para conseguir sellos en sus pasaportes de la Expo. Era un frenesí colectivo fascinante de presenciar.
Inmersión total hasta el final #
Estuve disfrutando de la Expo hasta la hora de cierre, intentando absorber todo lo posible de esta experiencia única. Cada pabellón ofrecía una ventana a una cultura diferente, una visión particular del futuro urbano, una propuesta sobre cómo mejorar la vida en las ciudades.
La diversidad de enfoques era abrumadora: desde las soluciones tecnológicas alemanas hasta la creatividad británica, desde la tradición china hasta la innovación escandinava. Era como dar la vuelta al mundo en un solo día.






El regreso complicado #
El regreso al hotel se convirtió en una pequeña aventura. Por la noche, varias líneas de metro ya estaban cerradas, por lo que tuve que dar una vuelta considerable con varios transbordos para llegar al hotel.
Al llegar a lo que yo estaba seguro que era mi estación, salí por el lado equivocado de la playa de vías. Y para complicar las cosas, la estación estaba cerrada para cruzar al otro lado. Intenté preguntarle al guardia de seguridad cómo llegar al otro lado de las vías, pero no hablaba nada de inglés y solo gruñía para que me alejase del edificio cerrado.
La barrera del idioma se hacía especialmente frustrante en momentos como este. Finalmente encontré un túnel para cruzar al otro lado de la playa de vías y, efectivamente, la ubicación era correcta. Pude llegar al hotel tras esta pequeña odisea nocturna que añadió una anécdota más a un día ya de por sí memorable.
Reflexiones de un día histórico #
Mientras me quedaba dormido, repasaba mentalmente todo lo vivido. Había sido un día extraordinario no solo por la magnitud de la Expo, sino por esa conexión inesperada con Bilbao que había hecho todo mucho más personal y especial.
La Expo 2010 no era solo una exhibición de países y tecnologías; era una celebración de la diversidad humana, de la creatividad, de las diferentes visiones sobre el futuro. Y yo había sido parte de este momento histórico, con la suerte añadida de vivir ese encuentro bilbaíno que siempre recordaría.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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