Viena: Redescubriendo la capital imperial después de 24 años
Primera parte de nuestro viaje por Viena, Bratislava y Budapest
Hay ciudades que permanecen congeladas en nuestra memoria como instantáneas perfectas de un momento concreto de nuestras vidas. Viena era una de esas ciudades para mí. La recordaba tal y como la había conocido a principios de los años 2000: elegante, imperial, ligeramente melancólica. Casi un cuarto de siglo después, en julio de 2025, tenía la oportunidad de regresar y descubrir qué había cambiado en la capital austriaca y, sobre todo, qué había cambiado en mi forma de viajar y percibir los lugares.
La excusa perfecta para volver #
El regreso a Viena surgió de manera casi casual. Buscando la combinación de vuelos más económica para un recorrido por Europa central, nos encontramos con que lo más conveniente era volar a Viena y regresar desde Budapest, diseñando una ruta que nos llevaría también por Bratislava. Si soy honesto, Viena no era la parada que más ilusión me hacía. Mi primera visita no me había enamorado especialmente, y sabía que era la más cara de las tres ciudades del recorrido. Pero para Rafa, mi compañero de viaje, sería su primera vez en la capital austriaca, y quería que tuviera la oportunidad de conocerla. Tres días en Viena serían, por tanto, tanto un reencuentro personal como un descubrimiento compartido.
La perspectiva de regresar a una ciudad después de tanto tiempo planteaba preguntas fascinantes. ¿Seguiría sintiendo esa mezcla de admiración y distancia que había experimentado en mi primera visita? ¿Habría evolucionado Viena al ritmo de otras grandes capitales europeas? ¿Y yo, habría aprendido a apreciar mejor esa grandiosidad imperial que entonces me había resultado algo abrumadora?
Entre la nostalgia y la curiosidad #
Viena ocupa un lugar muy particular en el imaginario de cualquier viajero europeo. Es la ciudad de los palacios imposibles, de los cafés con historia centenaria, de Mozart y Freud, del vals y la Sacher. Pero también es, inevitablemente, una ciudad de postal, una capital que a veces parece demasiado consciente de su propia belleza y su peso histórico.
En mi primera visita, allá por 2001, había salido con sentimientos encontrados. Admiraba su arquitectura monumental y su elegancia innegable, pero me había parecido excesivamente formal, demasiado perfecta quizás. Era una ciudad que se contemplaba más que se vivía, al menos desde mi perspectiva de entonces. Ahora, con más experiencia viajera y una mirada supuestamente más madura, tenía curiosidad por comprobar si esa impresión se mantendría o si sabría encontrar el alma más auténtica de la capital austriaca.
Tres días para redescubrir una capital #
La planificación del tiempo en Viena respondía tanto a criterios prácticos como a nuestras expectativas. Tres días parecían suficientes para revisitar los lugares que recordaba, explorar otros que había pasado por alto en mi primera visita, y también para permitir que la ciudad se mostrara en sus diferentes facetas: la Viena monumental de los palacios y museos, pero también la Viena más cotidiana de los barrios menos turísticos y los rincones menos obvios. Y todo ello sin desajustar excesivamente le presupuesto para el viaje completo.
El viaje estaba planificado para pleno julio, en temporada alta turística. Sabíamos que nos encontraríamos con multitudes, especialmente de compatriotas españoles para quienes Viena se había convertido en un destino muy popular. Pero también sabríamos aprovechar las largas horas de luz estival y la animación propia de los meses de verano.
Lo que esperaba encontrar #
Este diario de tres días en Viena nace de la curiosidad por documentar un reencuentro. No se trataba de hacer turismo convencional ni de cumplir con una lista de lugares imprescindibles, sino de entender mejor una ciudad que había quedado en mi memoria como hermosa pero distante. Quería comprobar si Viena había sabido evolucionar sin perder su esencia, si había ganado en calidez lo que quizás había perdido en solemnidad imperial, y si yo había aprendido a apreciar mejor esa particular forma de grandeza centroeuropea.
Los días siguientes nos llevarían por los grandes clásicos vieneses, pero también por rincones menos obvios, por paseos junto al Danubio y por barrios que no aparecen en las guías turísticas convencionales. Era la oportunidad perfecta para construir una nueva imagen de Viena, más completa y matizada que aquella primera impresión de principios de los 2000.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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