Hallstatt, un pequeño pueblo austriaco enclavado entre montañas y a orillas de un lago cristalino, es una de esas postales que cobran vida ante nuestros ojos.
Con apenas un millar de habitantes, este rincón del Salzkammergut austriaco parece sacado de un cuento de los hermanos Grimm. Sus casas de colores pastel se reflejan en las aguas del lago, creando una estampa que enamora a primera vista.
Paseo por el casco antiguo #
El corazón de Hallstatt late en sus estrechas callejuelas empedradas. Perderse por ellas es como viajar en el tiempo. Recuerdo la primera vez que paseé por aquí, con la sensación de estar en un decorado de película. Cada esquina, cada balcón repleto de geranios, cada fachada pintada con esmero, parece competir por ser la más fotogénica.
Lo que más me llamó la atención fue el silencio. Aquí no hay coches, solo el murmullo del agua y el ocasional tañido de las campanas de la iglesia. Es un lugar para caminar sin prisa, dejándose llevar por el encanto de los pequeños detalles: un gato dormitando en una ventana, el aroma del strudel recién horneado, o el tintineo de las campanas de las vacas en la distancia.
No te pierdas la plaza del mercado, el corazón del pueblo. Aquí, rodeado de casas del siglo XVI, te sentirás como si hubieras retrocedido varios siglos en el tiempo. Es el lugar perfecto para sentarse en una terraza, pedir un café y simplemente observar el ir y venir de la gente.
Mirador de Skywalk #
Si buscas las mejores vistas de Hallstatt, no puedes dejar de visitar el Skywalk. La subida puede ser un poco empinada, pero te aseguro que merece la pena cada gota de sudor. Recuerdo la primera vez que llegué arriba, casi sin aliento, y cómo se me cortó la respiración de nuevo al ver el panorama.
Desde esta plataforma de cristal, suspendida a 350 metros sobre el pueblo, Hallstatt parece un pueblecito de juguete. El lago se extiende como un espejo, reflejando las imponentes montañas que lo rodean. Es uno de esos momentos en los que te das cuenta de lo pequeños que somos en comparación con la naturaleza.
Mi consejo es que vayas al atardecer. Ver cómo las últimas luces del día tiñen de dorado las aguas del lago y las fachadas de las casas es un espectáculo que no olvidarás fácilmente. Eso sí, llévate una chaqueta, porque arriba puede hacer bastante fresco incluso en verano.
Paseo en barca por el lago #
No hay mejor manera de apreciar la belleza de Hallstatt que desde el agua. Alquilar una barca y remar tranquilamente por el lago es una experiencia que recomiendo encarecidamente. Lo hice en una tarde de verano y fue como flotar en un cuadro.
Desde el lago, tienes una perspectiva completamente diferente del pueblo. Las casas parecen brotar directamente del agua, con las montañas como telón de fondo. Es un espectáculo cambiante: a veces el agua está tan quieta que refleja perfectamente el pueblo, otras veces una suave brisa crea ondulaciones que distorsionan el reflejo, creando efectos casi hipnóticos.
Lo mejor es que puedes ir a tu ritmo. Yo me tomé mi tiempo, parando de vez en cuando para hacer fotos o simplemente para disfrutar del silencio, roto solo por el chapoteo de los remos. Si tienes suerte, incluso podrías ver algún cisne nadando majestuosamente cerca de tu barca.
Mina de sal #
Aunque no soy muy fan de las visitas guiadas, tengo que admitir que la excursión a la mina de sal de Hallstatt me sorprendió gratamente. Esta mina, que ha estado en funcionamiento durante más de 7.000 años, es la razón por la que el pueblo existe en primer lugar.
La visita comienza con un viaje en funicular que te lleva a la entrada de la mina. Ya solo las vistas desde aquí merecen la pena. Una vez dentro, te equipan con un mono de minero (que da para unas fotos bastante divertidas) y te adentras en el corazón de la montaña.
Lo que más me gustó fueron los toboganes de madera que se utilizaban antiguamente para bajar de un nivel a otro. ¡Sí, has leído bien, toboganes! Deslizarte por ellos es una experiencia tan divertida como inesperada. También me fascinó el lago subterráneo, con su juego de luces que crea una atmósfera casi mágica.
La visita termina con un viaje en un trenecito minero que te devuelve al exterior. Salir de la oscuridad de la mina y encontrarte de nuevo con las vistas del lago es un contraste impresionante que pone el broche de oro a la experiencia.
Cementerio y osario #
Puede parecer un poco macabro, pero el cementerio de Hallstatt y su osario son lugares que vale la pena visitar. Situados junto a la iglesia católica, ofrecen una perspectiva única sobre la historia y las tradiciones del pueblo.
El cementerio en sí es pequeño pero increíblemente pintoresco, con vistas al lago y las montañas. Las tumbas, adornadas con flores frescas y pequeños faroles, están cuidadas con esmero. Es un lugar tranquilo para reflexionar y apreciar la belleza del entorno.
Pero lo realmente fascinante es el osario. Debido al limitado espacio del cementerio, existe una tradición centenaria de exhumar los huesos después de 10-15 años y colocar los cráneos en el osario. Lo sorprendente es que estos cráneos están pintados con los nombres de los difuntos, la fecha de su muerte y, a menudo, decorados con motivos florales. Es una forma única y algo inquietante de honrar a los antepasados, que refleja la peculiar relación de esta comunidad con la vida y la muerte.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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