Escondido a orillas del río Nervión, en el corazón de Bilbao, se encuentra El Pontón, un edificio que ha sido testigo silencioso de la historia de la villa durante más de dos siglos. Este monumento a la ingeniería y la arquitectura del siglo XVIII, hoy convertido en centro educativo, guarda entre sus muros el relato de la evolución industrial y social de la capital vizcaína.
Una joya de la arquitectura industrial #
El Pontón no es solo un edificio más en el paisaje urbano de Bilbao; es el primer edificio industrial significativo de Vizcaya. Proyectado en 1793 por el arquitecto guipuzcoano Alexo de Miranda, figura destacada del neoclasicismo en Euskadi, El Pontón nació como respuesta a la necesidad de garantizar el aprovisionamiento de pan y harina a una población en crecimiento.
La estructura impresiona por su monumentalidad y funcionalidad. Se trata de una enorme masa cúbica con tejado a cuatro aguas, construida con muros portantes de mampostería y sillería en esquinales y recercos de huecos. Su adaptación a la pronunciada pendiente del terreno es magistral, presentando cuatro alturas en su lado sudeste y tres en el resto, resuelto mediante un zócalo inclinado en planta baja que acentúa su aspecto imponente.
Los vanos adintelados, distribuidos en ejes verticales regulares y resaltados por recercados, otorgan al edificio un ritmo visual que refleja la disciplina y el orden propios de su función original. La organización interna, articulada en torno a un patio central, no solo facilitaba la comunicación entre las diferentes estancias sino que también garantizaba una iluminación óptima, crucial para las labores que allí se desarrollaban.
Una historia de resistencia y adaptación #
El Pontón ha sido testigo y víctima de los vaivenes de la historia. Formaba parte de un complejo más amplio que incluía un molino, un granero y una leñera, diseñados para funcionar como una unidad productiva autosuficiente. Durante sus primeros 40 años, el edificio cumplió con creces su función de abastecer a la población bilbaína, empleando a 50 trabajadores y produciendo pan y galletas a gran escala.
Sin embargo, las guerras carlistas del siglo XIX pusieron a prueba su resistencia. Su ubicación estratégica lo convirtió en objetivo militar, sufriendo ataques en 1835 y 1874 que lo dejaron en ruinas. Lejos de sucumbir, El Pontón se reinventó. Pasó de ser panadería a albergar la Fábrica de Lencería de Miraflores, adaptándose a las nuevas necesidades industriales de la época.
El siglo XX trajo nuevos desafíos. Abandonado y en desuso desde los años 20, el edificio resistió estoicamente el paso del tiempo y las inclemencias. En 1987, parte del complejo original, incluyendo el antiguo molino, fue demolido. Sin embargo, los muros de la panadería se mantuvieron en pie, como un recordatorio persistente del pasado industrial de Bilbao.
El Pontón hoy: un puente entre el pasado y el futuro #
En un giro poético del destino, este edificio que una vez alimentó a Bilbao con pan, hoy nutre las mentes de las nuevas generaciones. Desde 1995, El Pontón alberga la ikastola Abusu, un centro educativo que ha sabido integrar la historia del edificio en su proyecto pedagógico.
La reconversión, llevada a cabo por los arquitectos Federico Arruti y Antón Boyra, ha respetado la esencia arquitectónica de Miranda, manteniendo los muros originales como testigos mudos de su pasado. Dentro de este perímetro histórico, se ha desarrollado un espacio educativo moderno, creando un diálogo fascinante entre el patrimonio industrial y la innovación pedagógica.
Un símbolo de la resiliencia bilbaína #
El Pontón es mucho más que un edificio histórico; es un símbolo de la capacidad de Bilbao para reinventarse. Desde su concepción como respuesta a una necesidad básica de la población, pasando por su papel en la industrialización, hasta su actual función educativa, El Pontón encarna la historia viva de una ciudad que ha sabido adaptarse a los cambios sin perder su esencia.
Visitar El Pontón es sumergirse en un viaje a través del tiempo. Sus muros, que una vez resonaron con el trajín de la producción de pan, hoy vibran con las voces de los estudiantes. Es un recordatorio tangible de que la historia no es algo estático, sino un proceso vivo que continúa escribiéndose con cada generación.
Para llegar a este tesoro arquitectónico, basta con seguir el Paseo de los Caños desde el centro de Bilbao, bordeando la orilla derecha de la Ría. El paseo en sí es una experiencia que permite apreciar la transformación de la ciudad, culminando con la visión imponente de El Pontón, un edificio que sigue mirando al futuro con la sabiduría de su pasado.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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