Como bilbaíno y amante de los espacios urbanos, tengo que confesar que la Plaza de Indautxu es una de las grandes decepciones de mi ciudad. A pesar de su ubicación céntrica y su ambiciosa remodelación, esta plaza nunca ha logrado ganarse mi afecto. Os cuento por qué.
Una transformación que no cumplió mis expectativas #
La Plaza de Indautxu, inaugurada en 2006, surgió de un proyecto que prometía revitalizar una zona anteriormente degradada y dividida. El arquitecto Ander Marquet Ryan ganó el concurso de ideas del Ayuntamiento con una propuesta que, sobre el papel, sonaba prometedora: unificar el espacio y priorizar al peatón.
Sin embargo, para mí, el resultado final está lejos de ser el oasis urbano que esperaba. La unificación de las dos partes separadas por la Alameda de Gregorio de la Revilla logró crear un espacio más grande, sí, pero a costa de generar problemas que, en mi opinión, superan los beneficios.
Un diseño que no termina de convencerme #
El diseño de la plaza gira en torno a un gran círculo central de 40 metros de diámetro, rodeado de una pérgola de vidrio y madera. Alrededor, se disponen jardines circulares con árboles. Sobre el papel, suena bien, pero en la práctica, no logro encontrar la belleza en este espacio.
Para mí, la estética general de la plaza es fría y poco inspiradora. El mobiliario urbano me resulta incómodo, y la distribución de los árboles me parece desequilibrada. Cada vez que paso por allí, no puedo evitar pensar en el potencial desaprovechado de este espacio.
Mi frustración con el tráfico #
Como usuario frecuente del transporte público, uno de los aspectos que más me molesta de la remodelación es su impacto en el tráfico. Cuando voy en autobús, el tiempo que se tarda en rodear la plaza por la Alameda de Urquijo, Manuel Allende y Simón Bolívar me resulta desesperante. Es un claro ejemplo de cómo un proyecto urbano puede complicar la vida cotidiana de los ciudadanos.
Un espacio que no me invita a quedarme #
Quizás lo que más me decepciona de la Plaza de Indautxu es que, a pesar de su tamaño y ubicación, no me invita a quedarme. La disposición de sus entradas, pasos de cebra y semáforos no me anima a pasear ni a disfrutar del espacio. Es una plaza que tiendo más a rodear que a atravesar o disfrutar.
Cada vez que paso por allí, me encuentro buscando la ruta más rápida para salir, en lugar de sentirme tentado a sentarme en un banco o dar un paseo relajado. Para mí, esto es un fracaso fundamental para un espacio público urbano.
Reflexiones personales #
Como bilbaíno, me entristece que un espacio con tanto potencial no haya logrado convertirse en un lugar que disfrute y aprecie. La Plaza de Indautxu, para mí, representa una oportunidad perdida de crear un verdadero punto de encuentro y disfrute en el corazón de la ciudad.
Entiendo que otros puedan tener opiniones diferentes, y que para algunos la plaza pueda tener sus atractivos. Sin embargo, desde mi perspectiva personal, sigue siendo un espacio que no logra hacerme feliz ni invitarme a quedarme.
Para los visitantes de Bilbao, os animo a visitar la Plaza de Indautxu y formar vuestra propia opinión. Quizás encontréis en ella algo que yo no he logrado ver. O tal vez, como yo, la veáis como un ejemplo de cómo las buenas intenciones en el diseño urbano no siempre se traducen en espacios queridos y disfrutados por los ciudadanos.
En cualquier caso, la Plaza de Indautxu es, sin duda, un punto de reflexión sobre el desarrollo urbano moderno y un recordatorio de que la conexión emocional con los espacios públicos es tan importante como su diseño técnico.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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