Santander, capital de Cantabria, es una ciudad que enamora a primera vista. Con su elegante paseo marítimo, sus playas de arena dorada y su rico patrimonio histórico, esta urbe costera ofrece una perfecta combinación de naturaleza, cultura y gastronomía.
Os invito a descubrir conmigo los rincones más encantadores de esta ciudad norteña que ha sabido mantener su esencia a lo largo de los años.
Paseo por la Península de la Magdalena #
La Península de la Magdalena es, sin duda, uno de los lugares más emblemáticos de Santander. Nada más llegar, te encuentras con un enorme parque verde que invita a pasear y disfrutar de las vistas al mar Cantábrico. Es el sitio perfecto para pasar una tarde tranquila, hacer un picnic o simplemente tumbarse en el césped a leer un buen libro.
Lo más impresionante es el Palacio de la Magdalena, que se alza majestuoso en lo alto de la península. Aunque no entramos en esta ocasión, su arquitectura de estilo inglés es impresionante desde fuera. Me encantó rodear el palacio y descubrir las diferentes perspectivas que ofrece, con el mar de fondo en casi todas las direcciones.
Al final del paseo, nos topamos con una sorpresa: una pequeña reserva marina con focas y pingüinos. Aunque no es un gran zoológico, resulta curioso ver a estos animales tan cerca del centro de la ciudad. Los niños que estaban allí parecían encantados.
Playa del Sardinero #
¿Quién dice que no se puede disfrutar de la playa en el norte? La Playa del Sardinero es una auténtica maravilla. Con su arena fina y dorada y su paseo marítimo lleno de vida, es el lugar perfecto para pasar un día de sol y mar.
Aunque el agua puede resultar un poco fría para algunos visitantes (¡hola, gente del sur!), no debes resistirte a darte un chapuzón. La sensación de las olas rompiendo contra tu cuerpo es revitalizante. Después, nada mejor que tumbarse en la arena y dejar que el sol te seque mientras escuchas el sonido de las gaviotas y el mar.
Al atardecer, el paseo marítimo cobra vida. Familias paseando, gente haciendo deporte, terrazas llenas... Es el momento perfecto para sentarse en uno de los bancos y simplemente observar la vida pasar mientras el sol se pone sobre el Cantábrico.
Catedral de Nuestra Señora de la Asunción #
En el corazón del casco antiguo de Santander se alza la Catedral, un edificio que mezcla diferentes estilos arquitectónicos debido a sus múltiples reformas a lo largo de los siglos. Lo que más me llamó la atención fue su cripta, la iglesia baja de El Cristo, que data del siglo XIII.
Al entrar, lo primero que noté fue el contraste entre la luz del exterior y la penumbra del interior. Mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse, pero cuando lo hicieron, quedé maravillado por la belleza austera de sus columnas y bóvedas.
Subimos también a la torre, desde donde se obtienen unas vistas espectaculares de la bahía y el centro histórico. Eso sí, hay que estar en forma para subir todas esas escaleras, ¡pero el esfuerzo merece la pena!
Mercado de la Esperanza #
Si quieres sumergirte en la vida cotidiana de los santanderinos, no puedes dejar de visitar el Mercado de la Esperanza. Este edificio modernista de principios del siglo XX alberga uno de los mercados más animados que he visto.
Nada más entrar, los olores y colores te envuelven. Puestos de frutas y verduras frescas, pescaderías con el mejor pescado del Cantábrico, carnicerías... Es un festín para los sentidos. Me encantó ver cómo los locales interactuaban con los vendedores, pidiendo consejo sobre qué comprar o compartiendo recetas.
Aprovechamos para comprar algo de queso de Cantabria y un poco de chorizo para un picnic improvisado. ¡Qué delicia! Si vais, no dejéis de probar las anchoas, son famosas en toda España por su calidad.
Centro Botín #
El Centro Botín es la joya moderna de Santander. Este centro de arte contemporáneo, diseñado por el famoso arquitecto Renzo Piano, parece flotar sobre el mar. Su estructura metálica y sus formas curvas contrastan de manera fascinante con los edificios más clásicos del paseo marítimo.
Aunque fui principalmente para ver el edificio en sí, me sorprendí gratamente con las exposiciones que albergaba. El arte contemporáneo no siempre es fácil de entender, pero las explicaciones de las audio-guías me ayudaron a apreciar mejor las obras.
Lo que más disfruté fue la terraza del centro. Las vistas de la bahía son espectaculares, y es un lugar perfecto para hacer una pausa y tomar un café mientras contemplas el ir y venir de los barcos.
Parque de Mataleñas #
Alejándonos un poco del centro, descubrimos el Parque de Mataleñas, un auténtico pulmón verde con vistas al mar. Este parque es un secreto bien guardado por los santanderinos, y me alegro de haberlo descubierto.
El paseo por los acantilados es impresionante. El ruido de las olas rompiendo contra las rocas, el olor a salitre y la brisa marina crean una atmósfera única. En algunos puntos, el camino pasa tan cerca del borde que da un poco de vértigo, ¡pero las vistas merecen la pena!
En el centro del parque hay un faro que, aunque no es muy alto, ofrece una panorámica espectacular de la costa. Me encantó sentarme en uno de los bancos cercanos y simplemente contemplar el horizonte, dejando que la mente se vaciara de preocupaciones.
Barrio Pesquero #
Para conocer el Santander más auténtico, nada mejor que perderse por el Barrio Pesquero. Este pequeño barrio marinero conserva todo el encanto de antaño, con sus casas de colores y sus callejuelas estrechas.
Lo mejor es visitarlo a la hora del almuerzo, cuando los restaurantes se llenan de gente local en busca del mejor pescado y marisco. Nos dejamos llevar por las recomendaciones de un amable camarero y acabamos probando unos chipirones en su tinta que estaban para chuparse los dedos.
Después de comer, dimos un paseo por el puerto deportivo. Ver los barcos meciéndose suavemente en el agua mientras el sol se reflejaba en la bahía fue un momento de pura paz.
Jardines de Piquío #
Entre la Primera y la Segunda playa del Sardinero se encuentran los Jardines de Piquío, un pequeño oasis verde con unas vistas privilegiadas. Estos jardines, situados sobre un promontorio, son el lugar perfecto para hacer una pausa y disfrutar del paisaje.
Me encantó sentarme en uno de los bancos y observar el contraste entre el azul del mar, el verde de los jardines y el dorado de la arena. Es un espectáculo de colores que cambia con la luz del día.
Por la tarde, descubrimos que es un lugar muy popular entre los locales para ver la puesta de sol. Y no me extraña, ¡es espectacular! Ver cómo el cielo se tiñe de naranjas y rosas mientras el sol se hunde en el mar es una experiencia que no olvidaré.
Paseo de Pereda #
Para terminar nuestro recorrido por Santander, nada mejor que un paseo por el corazón de la ciudad. El Paseo de Pereda, con sus elegantes edificios del siglo XIX y sus vistas a la bahía, es el lugar perfecto para sentir el pulso de la ciudad.
Me encantó la mezcla de estilos arquitectónicos, desde los edificios más clásicos hasta el moderno Centro Botín. Es como un resumen de la historia de la ciudad en unos pocos cientos de metros.
A lo largo del paseo hay numerosos bancos donde sentarse a descansar y observar el ir y venir de la gente. También encontramos varias esculturas interesantes, como la de José María de Pereda, que da nombre al paseo.
Al caer la noche, el paseo cobra una nueva vida. Las luces de los faroles se reflejan en el agua de la bahía, creando una atmósfera mágica. Es el momento perfecto para terminar el día con una cena en alguno de los restaurantes de la zona, disfrutando de la gastronomía cántabra mientras recordamos todo lo que hemos visto en esta hermosa ciudad.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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