El peso de no visitar ciertos lugares icónicos
La libertad de crear tu propio mapa cuando viajas
"¿Cómo es posible que hayas estado en París y no hayas subido a la Torre Eiffel?" "¿Fuiste a Roma y no visitaste el Coliseo?" "¿En serio has estado en Nueva York tres veces y nunca has subido al Empire State?"
Si eres un viajero habitual, seguramente te habrás enfrentado a preguntas como estas. La incredulidad de amigos y conocidos ante la "osadía" de haber estado en un destino popular sin haber visitado sus atracciones más emblemáticas. Es como si, de alguna manera, tu experiencia de viaje quedara invalidada o fuera incompleta por no haber cumplido con ese ritual turístico obligatorio que todos esperan.
En este artículo reflexionaremos sobre esa presión social que sentimos por visitar ciertos lugares icónicos cuando viajamos, y la contrapondremos a la libertad y autenticidad que supone elegir destinos alternativos o experiencias menos convencionales. Porque viajar debería ser siempre una expresión de nuestra libertad, no una lista de obligaciones.
La tiranía de las atracciones imprescindibles #
Hace unos años, durante un viaje a Singapur, decidí no subir al mirador del Marina Bay Sands, ese icónico hotel con forma de barco en su azotea. Sí, lo habéis leído bien. Estuve 12 días en Singapur y no fui a ver una de las vistas panorámicas más fotografiadas del sudeste asiático. La decisión suscitó miradas de asombro e incluso algún comentario mordaz: "Es como ir a París y no ver la Torre Eiffel". Exactamente, ese tipo de comparación.
Lo cierto es que había pasado meses investigando sobre Singapur, y me fascinaba mucho más la idea de explorar los hawker centers donde comen los locales, perderme en el bullicio de Little India y Chinatown, y descubrir los jardines botánicos alejados de las rutas turísticas más transitadas. Sentía que, para mí, esa sería una experiencia más enriquecedora que hacer cola durante horas y pagar una entrada costosa para ver la ciudad desde arriba rodeado de cientos de turistas haciendo la misma foto para Instagram.
La decisión no fue fácil porque sentía lo que podríamos llamar "la culpa del viajero", esa sensación de estar fallando a un código no escrito del turismo que dice que ciertos monumentos son de visita obligada. Pero una vez tomada, fue liberadora. Y es que la presión para visitar estos lugares icónicos viene de varios frentes:
Las guías de viaje y sus listas de "imprescindibles", las redes sociales que estandarizan ciertas imágenes como símbolos de estatus viajero, la industria turística que canaliza los flujos de visitantes hacia determinados puntos, e incluso nuestro círculo social que espera ver esas fotos típicas en nuestro Instagram o escuchar las anécdotas sobre esos lugares que "todo el mundo conoce".
El verdadero sentido de viajar #
Pero, ¿cuál es el verdadero propósito de viajar? Para mí, después de más de tres décadas recorriendo el mundo, he llegado a la conclusión de que viajar es, ante todo, un acto de descubrimiento personal. Es conocer no solo nuevos lugares, sino nuevas facetas de uno mismo a través del encuentro con lo diferente.
Cuando nos liberamos de la obligación de marcar casillas en una lista de atracciones turísticas, empezamos a viajar de manera más consciente y auténtica. Nos permitimos seguir nuestra intuición, nuestros intereses particulares y nuestro propio ritmo. A veces, esto significa quedarse una tarde entera en una pequeña cafetería de Estambul conversando con los locales, en lugar de correr para ver Santa Sofía antes de que cierre. O tal vez implica pasar un día entero explorando un barrio residencial de Tokio en lugar de hacer la obligada visita al Monte Fuji.
Recuerdo un viaje a Nueva York donde, después de haber visitado Times Square y experimentar la claustrofobia de las masas turísticas, decidí alejarme del circuito habitual y aventurarme hacia el Bronx, un barrio que las películas han retratado siempre como peligroso e inhóspito. Para mi sorpresa, lo que encontré distaba mucho de ese estereotipo amenazante: familias enteras disfrutando en los parques locales, niños jugando alegremente en las calles, y conductores de impresionantes descapotables antiguos que amablemente me cedían el paso en los cruces peatonales. Fue ahí donde sentí que había encontrado una Nueva York auténtica que ninguna guía turística menciona. Ninguna atracción turística de Manhattan podría haberme dado esa sensación de descubrimiento y conexión.
El equilibrio entre lo icónico y lo alternativo #
Por supuesto, esto no significa que debamos rechazar todos los lugares icónicos por principio. Muchos de ellos son justamente famosos porque ofrecen experiencias extraordinarias o tienen un valor histórico, artístico o natural excepcional. La Sagrada Familia de Barcelona, el Gran Cañón en Estados Unidos o la Gran Muralla China son ejemplos de lugares que, a pesar de su popularidad, pueden seguir ofreciendo experiencias genuinamente impactantes.
La clave está en el equilibrio y, sobre todo, en la intencionalidad. Visitar el Taj Mahal porque realmente te interesa la arquitectura mogol o la historia de amor que representa es muy diferente a visitarlo solo para tachar una casilla en tu lista o para tener la foto que todos esperan.
Además, incluso en los destinos más turísticos, siempre hay formas de encontrar experiencias más auténticas. Podemos visitar en temporada baja, madrugar para evitar las multitudes, contratar guías locales que nos muestren perspectivas diferentes o combinar las atracciones principales con descubrimientos propios en zonas menos conocidas.
Estrategias para un turismo más personal y auténtico #
Si te sientes identificado con esta reflexión y quieres liberarte un poco de la tiranía de los lugares icónicos, aquí van algunas estrategias que me han funcionado:
- Investiga más allá de las guías tradicionales. Los blogs de viajeros independientes, los foros locales o las recomendaciones de amigos que han vivido en el lugar pueden ofrecer perspectivas mucho más interesantes que las típicas guías turísticas.
- Dedica tiempo a zonas residenciales. A menudo es en los barrios donde vive la gente local donde encontrarás la verdadera esencia de un lugar. Un paseo sin rumbo por estas zonas puede ser más revelador que horas haciendo cola para entrar a un monumento.
- Prioriza según tus intereses personales. Si te apasiona la gastronomía, tal vez tu tiempo esté mejor invertido en un mercado local o un curso de cocina que en un museo. Si amas la naturaleza, quizás prefieras un sendero poco conocido a un mirador abarrotado.
- Date permiso para saltarte atracciones famosas. No pasa nada si no ves absolutamente todo lo que aparece en las guías. Recuerda que es tu viaje y nadie mejor que tú sabe qué experiencias te enriquecerán más.
- Planifica días de "deriva". Algunos de mis mejores recuerdos de viaje vienen de días en los que salí sin un plan concreto, simplemente caminando y dejándome llevar por lo que encontraba. Esta apertura a lo inesperado suele conducir a descubrimientos maravillosos.
La satisfacción de las elecciones propias #
Con los años, he descubierto que los recuerdos más vívidos y significativos de mis viajes no suelen estar vinculados a las grandes atracciones turísticas, sino a momentos más íntimos y personales: una conversación con un hombre preparando la decoración de Halloween de su casa, el sabor de un plato casero en una cantina de Hong Kong donde era el único turista, o la sensación de paz al contemplar un atardecer desde un rincón escondido bajo la muralla de Oporto donde no había nadie más.
Lo que hace especiales estos momentos es precisamente que son míos, que no estaban prescritos en ninguna guía ni formaban parte de ningún circuito establecido. Son el resultado de mis propias elecciones, de seguir mi curiosidad y mis instintos.
Y es que, al final, un viaje exitoso no debería medirse por el número de atracciones famosas que hemos visitado, sino por cómo nos ha transformado, por lo que hemos aprendido sobre el mundo y sobre nosotros mismos, por las conexiones que hemos establecido con lugares y personas.
Conclusión: libertad para crear nuestro propio viaje #
En un mundo donde el turismo se ha convertido en una industria masificada que canaliza a millones de personas hacia los mismos puntos, elegir un camino propio se convierte casi en un acto de rebeldía. Es afirmar nuestra individualidad, nuestra capacidad de discernimiento y nuestra libertad.
No se trata de rechazar lo popular por sistema, sino de ser conscientes de por qué visitamos ciertos lugares. ¿Lo hacemos por un interés genuino o por presión social? ¿Para tener la foto que todo el mundo tiene o para vivir una experiencia que nos enriquezca?
La próxima vez que planifiques un viaje, date permiso para diseñarlo según tus propios intereses, incluso si eso significa saltarte alguna atracción "imprescindible". Y si alguien te pregunta con incredulidad cómo pudiste ir a París sin subir a la Torre Eiffel, puedes responder con una sonrisa: "Porque estaba demasiado ocupado descubriendo mi París".
Después de todo, el verdadero viaje no está en los lugares que visitamos, sino en la mirada con la que los contemplamos.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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