Hay primeros días de viaje que quedan grabados en la memoria por la perfección del clima, la belleza de los primeros descubrimientos o la facilidad con la que todo encaja. Nuestro primer día en Bratislava no fue uno de esos días. Sin embargo, a veces los comienzos más inciertos acaban siendo los que mejor definen el carácter de una experiencia.
La despedida lluviosa de Viena #
El martes 8 de julio amaneció gris en Viena, con esas nubes pesadas que presagian tormenta. A las 14:50 subíamos al autobús RegioJet en la estación de Südtiroler Platz, con las primeras gotas ya golpeando las ventanillas. El trayecto hasta Bratislava, de apenas 60 kilómetros, se extendía a una hora y veinte minutos debido a la parada intermedia en el aeropuerto de Viena.
Conforme el autobús avanzaba hacia el este, la lluvia se intensificaba gradualmente. Lo que había comenzado como una llovizna molesta se convertía en una tormenta de verano que prometía complicarnos la llegada. Rafa y yo observábamos por la ventanilla cómo el paisaje austriaco daba paso al eslovaco bajo un manto gris que difuminaba los contornos.
A las 16:10, según el horario previsto, llegábamos a nuestra parada: Bratislava Most SNP. La elección de esta parada, en lugar de la estación central, había sido estratégica por su proximidad a nuestro alojamiento en Petržalka. Sin embargo, bajo el diluvio que nos recibía, empezaba a parecer una decisión poco acertada.
Refugio bajo el Nový Most #
La parada de autobús era completamente abierta, situada junto al famoso puente Nový Most, cuya silueta futurista con el restaurante UFO se difuminaba entre la cortina de agua. En el momento en que se abrieron las puertas del autobús, comprendimos la magnitud de nuestro problema: no había lugar donde refugiarse excepto bajo la estructura del propio puente.
Corrimos desde el autobús hasta el refugio del puente, cargando nuestras mochilas y esquivando charcos que se formaban por momentos. El viento hacía que la lluvia cambiara constantemente de dirección, convirtiendo cualquier intento de mantenerse seco en una misión casi imposible. Allí, bajo la imponente estructura del Nový Most, tuvimos nuestro primer contacto real con Bratislava: empapados, desorientados, pero con una sensación extraña de aventura.
El sistema de transporte público eslovaco #
Refugiados bajo el puente, descubrimos que la parada de autobuses urbanos hacia nuestro alojamiento estaba precisamente allí. Era el momento perfecto para familiarizarnos con el sistema de transporte público de Bratislava, aunque las circunstancias no fueran las ideales.
Descargué la aplicación IDS BK en mi móvil y navegué por sus opciones reguardados bajo el puente mientras la lluvia seguía cayendo con fuerza. El sistema resultó ser sorprendentemente sencillo y moderno: compramos un abono de 72 horas para dos personas por 19,36 euros, pagando directamente con tarjeta de crédito. La aplicación generaba un código QR que servía como justificante, eliminando la necesidad de billetes físicos.
Lo que más me llamó la atención del sistema era su filosofía de confianza. En Bratislava no se compran billetes al conductor ni hay torniquetes en las entradas. SImplemente te subes al autobús por cualquier puerta y solo en caso de inspección necesitas mostrar tu justificante. Con la aplicación en un solo teléfono podías comprar para varias personas, siempre que viajaran juntas. Una lección de civismo urbano que contrastaba con la complejidad de otros sistemas europeos.
El trayecto hacia Petržalka #
Una vez resuelto el tema del transporte, subimos al autobús que nos llevaría a nuestro barrio. Durante el corto trayecto pudimos observar por primera vez la arquitectura característica de Petržalka: enormes bloques residenciales de la época comunista que se alzaban imponentes bajo la lluvia. La geometría repetitiva de los edificios creaba un paisaje urbano totalmente diferente al centro histórico que habíamos visto en las guías.
La parada más cercana a nuestro alojamiento resultó estar en un punto especialmente expuesto: una zona abierta donde el viento y la lluvia confluían sin obstáculos. Los diez minutos de caminata hasta el apartamento se convirtieron en una auténtica travesía acuática. Para cuando llegamos al portal del edificio, tanto nuestras mochilas como nosotros estábamos completamente empapados.
Bienvenida en Černyševského #
Peter, nuestro anfitrión, nos recibió con una amabilidad que contrastaba con el clima exterior. Su apartamento en la sexta planta del edificio resultó ser exactamente lo que esperábamos: funcional, limpio y con esa calidez hogareña que solo pueden ofrecer los alojamientos familiares.
Nos explicó el funcionamiento de la casa con paciencia: el baño y la cocina compartidos, las llaves, los horarios. Durante toda nuestra estancia nunca encontraríamos estos espacios comunes ocupados, lo que convertiría la experiencia en mucho más cómoda de lo esperado. Peter se despidió dejándonos instalarnos tranquilamente.
Lo primero que hicimos fue quitarnos toda la ropa empapada y extenderla por la habitación, esperando que el calor de la habitación ayudara al secado. Nos sentamos en la cama, finalmente secos y cómodos, contemplando por la ventana cómo la tormenta seguía descargando sobre Bratislava.
Planes que cambian #
Nuestra intención inicial era aprovechar la tarde para hacer una primera toma de contacto con el centro histórico. Sin embargo, la realidad meteorológica era implacable: la lluvia no solo no cesaba, sino que parecía intensificarse, acompañada de un viento que hacía inútil cualquier paraguas.
Tras una breve charla, tomamos la decisión más sensata: quedarnos en el apartamento, descansar del viaje y reservar energías para los días siguientes. Los pronósticos meteorológicos que consultamos en el móvil prometían una mejora considerable para las siguientes jornadas, así que no tenía sentido arriesgarnos a una tarde de turismo bajo la tormenta.
Una expedición necesaria #
Sin embargo, había una salida que no podíamos evitar: necesitábamos provisiones para cenar y desayunar. Así que en cuanto la lluvia pareció ceder un poco, nos aventuramos hasta el supermercado más cercano. El simple trayecto de ida y vuelta se convirtió en una nueva demostración de la fuerza de los elementos.
En el supermercado, rodeados de residentes locales que parecían tomar la tormenta con naturalidad eslovaca, compramos lo básico: algo para cenar sin complicaciones y ingredientes para un desayuno energético que nos preparara para el día siguiente. La vuelta al apartamento, cargados con las bolsas de la compra, fue la guinda de una tarde acuática.
Reflexiones del primer día #
Cenamos tranquilamente en la cocina de Peter, contemplando desde la ventana cómo Bratislava se difuminaba tras las cortinas de lluvia. Era uno de esos momentos en los que el viaje te obliga a bajar el ritmo, a aceptar que no siempre puedes controlar las circunstancias.
En cierto modo, este primer día atípico nos había proporcionado una perspectiva diferente de la ciudad. Habíamos experimentado Bratislava desde su lado más cotidiano: el transporte público, un barrio residencial, la vida doméstica local. No habíamos visto monumentos ni tomado fotos turísticas, pero habíamos sentido el pulso real de una ciudad bajo la lluvia.
Nos fuimos a dormir con la certeza de que el día siguiente sería diferente. Los pronósticos prometían cielos despejados y temperaturas agradables. Bratislava nos había recibido con una tormenta, pero esa misma tormenta había sido, a su manera, una bienvenida auténtica a una ciudad que no iba a entregarnos sus secretos fácilmente.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Descubre Bilbao
Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores