En la etapa de hoy teníamos por delante 140 km de carretera y varias paradas interesantes hasta llegar a Lannion, nuestro destino final del día. La ruta nos llevaría a descubrir algunos de los tesoros mejor guardados de la costa norte bretona, con sus pintorescos pueblos pesqueros y su famosa costa de granito rosa.
La costa norte de Bretaña #
Plouha #
Nuestra primera parada fue el pequeño pueblo de Plouha, cuyo principal atractivo turístico es la capilla de Kermaria-an-Isquit. Esta capilla está decorada con frescos de la danza macabra, pero lamentablemente estaba cerrada, con lo que no pudimos visitar el interior.
El exterior no resulta especialmente llamativo ni destacable. Mi hermano sí disfrutó un buen rato con el curioso porche que emerge de uno de los lados de la capilla, pero personalmente me pareció una construcción bastante anodina. La capilla, no obstante, tiene un valor histórico considerable, ya que data del siglo XIV y los frescos de su interior son considerados algunos de los mejores ejemplos de este tipo de arte medieval en Francia.


Paimpol #
Paimpol es un agradable pueblo pesquero conocido también como la "Ciudad de los islandeses", debido al gran número de pescadores que zarpaban durante meses a Islandia para pescar bacalao. Esta tradición pesquera, que se remonta al siglo XIX, ha dejado una profunda huella en la identidad cultural de la localidad.
El punto principal de Paimpol es el puerto y sus muelles. Además, nuestra visita coincidió con día de mercado y a lo largo del muelle había numerosos puestos de venta de artículos de artesanía y comida. Los colores vivos de los productos locales y el bullicio de los vendedores creaban una atmósfera encantadora que invitaba a perderse entre los puestos.
Es posible pasear por los muelles hasta el final sin tener que dar la vuelta por el mismo camino. Al fondo de los muelles hay puentes móviles que permiten el paso tanto de barcos como de peatones y que nos sirven para cruzar de un lado al otro de la zona del puerto. Toda la zona portuaria está también llena de bares y restaurantes con gran afluencia de turismo. Merece la pena dedicarle un tiempo a darle un paseo con calma y disfrutar del ambiente.
Otros puntos de interés que podemos encontrar en Paimpol es la propia oficina de turismo, con una construcción muy moderna en una zona tradicional, pero muy bien integrada en el entorno. Destaca también un pequeño voladizo sobre el canal que le otorga un carácter especial. Si disponéis de más tiempo, vale la pena visitar la Abadía de Beauport, situada a pocos kilómetros del centro, un magnífico ejemplo de arquitectura gótica bretona.




Tréguier #
La siguiente parada del día fue el pueblo de Tréguier. Se trata de un pequeño pueblo medieval construido en la ladera de una montaña, por lo que toda la zona urbana se encuentra en cuesta, desde el puerto hasta la catedral. Aquí volvemos a encontrar numerosos ejemplos de las típicas construcciones con entramado de madera tan características de la zona, cuya historia se remonta a los siglos XV y XVI.
Aparcamos en un amplio aparcamiento junto al puerto y aprovechamos para comer un picnic allí mismo, mirando al río y las embarcaciones. No es el puerto más bonito de Bretaña, pero es un sitio agradable para hacer una pequeña pausa y contemplar el suave ritmo de vida local.
La ruta para recorrer Tréguier es sumamente fácil: subir por la calle Rue Ernest Renan hasta la Place du Martray y bajar de nuevo por Rue Saint-André. O viceversa.
Nada más empezar la Rue Ernest Renan desde el río nos encontramos con dos pequeñas torres que enmarcan la calle y que nos dan la bienvenida al pueblo. Desde ahí, y a lo largo de toda la calle, podemos disfrutar de un pequeño viaje en el tiempo entre casas con muchos años de historia. Merece mención especial en la parte alta de la calle que lleva su nombre la casa donde nació el escritor Ernest Renan, que actualmente alberga un museo sobre su vida y obras. Renan, filósofo e historiador del siglo XIX, es una de las figuras intelectuales más importantes que ha dado Bretaña al mundo.
Indudablemente el punto principal del pueblo es la Place du Martray y la Catedral de Saint-Tugdual. Lamentablemente, en nuestra visita la plaza estaba parcialmente en obras, por lo que no pudimos disfrutarla como se merece. En cualquier caso, sí aprovechamos para tomar un café antes de la visita a la catedral.
La Catedral de Saint-Tugdual data de los siglos XIV y XV, aunque pueden observarse restos de la antigua catedral románica. La visita a la catedral es libre, pero su claustro es de pago. No esperaba mucho del claustro, pero resultó realmente encantador. Es un espacio tremendamente tranquilo y acogedor. Un detalle especialmente curioso es que solo tiene 3 de los 4 lados, siendo el cuarto la propia pared de la catedral, lo que impide rodearlo completamente. El claustro, construido entre los siglos XIV y XV, alberga algunas esculturas notables y su atmósfera invita a la contemplación.




La costa de granito rosa #
Dicen que solo hay tres costas de granito rosa en el mundo: una en China, otra en Córcega y esta de Bretaña en Perros-Guirec, que forma un paisaje único que se extiende a lo largo de unos 10 km. La peculiar coloración de estas rocas se debe a la presencia de feldespato rosa en el granito, formado hace más de 300 millones de años.
Nosotros recorrimos el tramo entre el parking de Pors Rolland y Ploumanac'h. El parking se encuentra al final del Chemin de Skevell, muy fácil de encontrar. Sin embargo, estaba abarrotado, por lo que nos costó un rato poder aparcar el coche.
Las rocas de la costa tienen un tono rosado. No es tremendamente llamativo, pero sí confiere una tonalidad algo diferente que adquiere su máximo esplendor durante el atardecer, cuando los rayos del sol potencian ese color característico. Toda la costa está recorrida por un camino ancho y accesible, lo que hace que la afluencia de visitantes sea muy alta. El camino está marcado para evitar pisar la flora del entorno y en diferentes puntos permite acercarse a las peñas de la costa para observar el paisaje en todo su esplendor.
Al llegar a Ploumanac'h destaca el faro Mean Ruz, al que se accede a través de un bonito puente de piedra. Todo el paseo resulta muy sencillo de caminar y es realmente vistoso, aunque no realmente espectacular más allá del color de las rocas. Además, el hecho de que sea un camino tan transitado le resta algo de encanto. Para los amantes de la fotografía, recomiendo visitarlo temprano por la mañana o al atardecer, cuando la luz realza los tonos rosados y hay menos turistas.





Trégastel #
Antes de llegar al destino final de la etapa nos acercamos a la pequeña localidad de Trégastel para dar el último paseo por la costa. Se trata de una pequeña localidad al oeste de Ploumanac'h que cuenta con una playa inmensa de arena fina y blanca que contrasta maravillosamente con el color rosado de las rocas circundantes. Además, en momentos de marea baja dos pequeñas islas frente a la costa son accesibles caminando, lo que le da un toque muy especial a la ruta. Eso sí, ¡cuidado con la subida de la marea!
Al contrario que en Ploumanac'h, el parking de la playa es inmenso y en esta ocasión estaba prácticamente vacío, lo que nos permitió aparcar sin problemas y disfrutar de un paseo más tranquilo y relajado.


Lannion #
Nuestra meta del día era Lannion, donde nos alojamos en el Hotel Cerise, muy cerca del centro urbano. Lannion es una pequeña ciudad con numerosas construcciones de entramado de madera, y que ha sido urbanizada de forma sinuosa, con numerosas calles en curva que hacen que resulte difícil orientarse al pasear por ella. Esta peculiar disposición urbana, sin embargo, ofrece constantemente rincones sorprendentes y perspectivas inesperadas.
Tal vez por ser ya domingo por la tarde, el casco viejo se encontraba totalmente desolado, sin prácticamente ninguna persona por la calle, lo que nos permitió apreciar mejor la arquitectura y el encanto medieval de sus callejuelas.
Además de pasear por el casco antiguo, resulta imprescindible visitar la Iglesia de Brélévenez, del siglo XII pero posteriormente reformada en estilo gótico. La iglesia se encuentra en lo alto de una colina desde la que se obtienen unas vistas estupendas de la ciudad. La subida se realiza a través de una escalinata de 140 escalones, pero que se sube con bastante facilidad gracias a los descansos estratégicamente ubicados. El esfuerzo merece la pena, pues desde arriba se contemplan magníficas panorámicas del valle del Léguer y toda la ciudad.
También son destacables los puentes sobre el río Léguer, especialmente el Pont Sainte-Anne, decorado con multitud de flores que ofrecen una visión muy colorida sobre el río y las casas adyacentes. Este puente, construido originalmente en el siglo XV y reconstruido en el XIX, es uno de los símbolos de la ciudad y un lugar perfecto para terminar nuestro recorrido por esta fascinante etapa de nuestro viaje por Bretaña.





Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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