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Día 6. Encuentros casuales y conexiones humanas

04 abril 2019

Día 6. Encuentros casuales y conexiones humanas

Algunos días de viaje se definen por los monumentos visitados, otros por los paisajes contemplados. Pero hay jornadas especiales que se caracterizan por las personas que encuentras en el camino, por esas conexiones humanas espontáneas que convierten el turismo en verdadera experiencia cultural. El 4 de abril fue exactamente uno de esos días: una jornada donde los encuentros humanos fueron tan importantes como los lugares visitados, donde Instagram se convirtió en puente para conversaciones reales y donde Estambul mostró su cara más humana y acogedora.

Desayuno con perspectiva local: primer encuentro del día #

La mañana comenzó con una cita que había concertado a través de Instagram con un chico estambulí que se había ofrecido a mostrarme la ciudad desde una perspectiva local. Nos encontramos en uno de los cafés de İstiklal para desayunar, y lo que había empezado como un encuentro turístico casual se convirtió rápidamente en una conversación fascinante que duró más de dos horas.

Era refrescante hablar con alguien que conocía Estambul desde dentro, que había crecido entre sus calles y que podía explicar no solo la historia oficial de los monumentos, sino también las historias cotidianas que no aparecen en las guías turísticas. Entre todas sus sugerencias, hubo una que captó especialmente mi atención: la Mezquita de Ortaköy. Según me explicó, no era tanto el edificio en sí mismo lo que la hacía especial, sino su ubicación excepcional junto al Bósforo.

Nos despedimos después de un desayuno que se había alargado mucho más de lo previsto, pero que había sido enormemente enriquecedor. Con sus recomendaciones frescas en la memoria, me dirigí hacia Ortaköy. El trayecto me llevaba por zonas de Estambul que no había explorado en profundidad, alejándome del circuito histórico habitual para adentrarme en barrios más residenciales y menos turísticos.

La cafetería elegida para la primera cita del día
La cafetería elegida para la primera cita del día

Ortaköy: belleza discreta junto al Bósforo #

Al llegar a la Mezquita de Ortaköy comprendí inmediatamente por qué mi nuevo amigo la había recomendado con tanto entusiasmo. El edificio en sí mismo, construido en el siglo XIX, tenía dimensiones modestas comparado con las grandes mezquitas imperiales. Pero su ubicación era absolutamente mágica.

La mezquita se alza literalmente sobre las aguas del Bósforo, creando un conjunto arquitectónico que parece emerger del agua. Los minaretes se reflejan en las aguas del estrecho, y el conjunto tiene una delicadeza que contrasta con la monumentalidad aplastante de Santa Sofía o la Mezquita Azul. Era belleza en una escala más humana, más íntima.

Otra cosa que me llamó la atención de Ortaköy fue la ausencia casi total de turistas internacionales. Los visitantes eran principalmente familias turcas que paseaban por la zona, parejas jóvenes que se hacían fotografías junto al agua, y grupos de amigos que disfrutaban de la mañana junto al Bósforo. Era un Estambul menos escenificado para el consumo turístico.

Mezquita de Ortaköy Mezquita de Ortaköy Mezquita de Ortaköy Mezquita de Ortaköy Mezquita de Ortaköy Mezquita de Ortaköy
Mezquita de Ortaköy

Encuentro casual: iranies en ruta #

Al salir de la mezquita, mientras me estaba calzando las zapatillas en la entrada, entablé conversación con dos chicos que estaban haciendo lo mismo. Resultaron ser turistas iraníes que, como yo, estaban explorando Estambul durante unos días de vacaciones. La conversación era complicada por momentos ya que solo uno de los dos hablaba ingles, pero compartíamos esa experiencia común del viajero solitario en una ciudad extranjera.

Era fascinante conocer la perspectiva de viajeros procedentes de una cultura tan diferente a la mía. Para ellos, Estambul representaba una especie de puente cultural entre su Irán natal y el mundo occidental. Veían aspectos de la ciudad que a mí me pasaban desapercibidos, interpretaban la cultura turca desde un conocimiento del Islam que yo no tenía.

Me contaron que su siguiente parada era el İstanbul Modern Sanat Müzesi, un museo de arte contemporáneo que no había incluido en mi planificación original. La espontaneidad del encuentro y la simpatía de mis nuevos compañeros de viaje me animaron a acompañarlos. Era exactamente el tipo de decisión impulsiva que puede convertir un día normal en una experiencia memorable.

İstanbul Modern Sanat Müzesi: otra perspectiva de la modernidad #

Ver arte contemporáneo turco era como acceder a las inquietudes y obsesiones de la Turquía moderna. Los artistas habían trabajado temas como la identidad nacional, la tensión entre tradición y modernidad, y la posición de Turquía entre Europa y Asia. Era una forma completamente diferente de entender el país, más allá de su patrimonio histórico.

Las obras más interesantes eran las que exploraban la dualidad cultural turca. Instalaciones que mezclaban elementos otomanos con materiales industriales modernos, fotografías que contrastaban la Estambul tradicional con la metrópoli contemporánea, y pinturas que reinterpretaban la iconografía islámica desde perspectivas seculares.

İstanbul Modern Sanat Müzesi İstanbul Modern Sanat Müzesi İstanbul Modern Sanat Müzesi İstanbul Modern Sanat Müzesi
İstanbul Modern Sanat Müzesi

Almuerzo intercultural #

Después de la visita al museo, mis nuevos amigos iraníes me invitaron a almorzar. Elegimos un restaurante local que no tenía aspecto turístico, donde pudimos continuar nuestras conversaciones sobre viajes, culturas y diferencias nacionales. Era reconfortante comprobar cómo el inglés básico y los gestos pueden ser suficientes para establecer conexiones humanas reales.

Durante el almuerzo me hablaron con entusiasmo de sus países y especialmente del Líbano, que recomendaban fervientemente como destino de viaje. Su descripción de Beirut como ciudad cosmopolita y culturalmente rica me despertó una curiosidad inmediata. Desde ese momento, el Líbano entró en mi lista mental de destinos deseados.

Regreso a Taksim: despedida con promesas #

Después del almuerzo me acompañaron hasta la plaza Taksim, donde nos despedimos intercambiando información de contacto y con promesas mutuas de visitarnos en nuestros países respectivos. Era el tipo de despedida optimista y cálida que caracteriza los mejores encuentros de viaje, cuando sientes que has hecho amigos reales, no solo conocidos casuales.

La facilidad con la que habíamos conectado, a pesar de proceder de culturas tan diferentes, me recordaba el poder del viaje para crear puentes humanos. Habíamos compartido unas horas explorando arte y cultura, y esa experiencia común había sido suficiente para establecer vínculos que, esperaba, podrían mantenerse más allá del viaje.

Segunda cita: encuentro digital materializado #

A las seis de la tarde tenía programado otro encuentro, esta vez con alguien con quien llevaba años intercambiando comentarios y mensajes en Instagram. Era una de esas amistades digitales que se desarrollan lentamente a través de "likes" y comentarios casuales, y la oportunidad de conocernos en persona era demasiado tentadora para dejarla pasar.

Nos encontramos en la plaza Taksim, y el reconocimiento fue inmediato a pesar de haber interactuado solo a través de pantallas. Había algo surreal pero gratificante en materializar una relación que había existido solo en el espacio digital. Las conversaciones online se convirtieron en diálogo real, las fotografías compartidas se transformaron en paseos por los lugares reales.

Encuentro con mi amigo Kerem en Taksim
Encuentro con mi amigo Kerem en Taksim

Noche en İstiklal: kebab y cervezas #

Decidimos recorrer los alrededores de İstiklal buscando un lugar donde cenar y tomar unas cervezas. Optamos por uno de esos restaurantes de kebab que frecuentan más los locales que los turistas, donde pudimos continuar nuestras conversaciones en un ambiente relajado y auténtico.

Era interesante comprobar cómo una amistad que había nacido en el mundo virtual se adaptaba perfectamente al encuentro físico. Los temas de conversación fluían naturalmente, las referencias compartidas facilitaban la comunicación, y había una sensación de familiaridad que convertía el encuentro en algo cómodo y natural.

Mientras cenábamos y charlábamos sobre viajes, vida y proyectos futuros, reflexionaba sobre lo extraordinario de la jornada. En un solo día había establecido tres tipos diferentes de conexiones humanas: la del local que comparte su ciudad con el visitante, la del encuentro casual entre viajeros de culturas diferentes, y la de la amistad digital que se materializa en el mundo físico.

Balance de un día humano #

Al regresar al apartamento esa noche, tenía la sensación de haber vivido uno de esos días de viaje que se recordarán no tanto por los monumentos visitados como por las personas conocidas. La Mezquita de Ortaköy había sido hermosa, el museo de arte contemporáneo había sido educativo, pero lo que realmente había marcado la jornada habían sido los encuentros humanos.

Era una lección sobre la importancia de mantener la mente abierta durante los viajes, de estar dispuesto a cambiar planes cuando aparecen oportunidades inesperadas, y de valorar las conexiones humanas tanto como las experiencias culturales. El mejor turismo no es solo contemplativo, sino también social.

La jornada también me había hecho reflexionar sobre el papel de las redes sociales en los viajes modernos. Instagram, que a menudo es criticado por crear experiencias superficiales y narcisistas, había funcionado en mi caso como una herramienta genuina de conexión cultural. Me había permitido contactar con locales antes del viaje y mantener una amistad a distancia que se había materializado en un encuentro real.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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