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Día 3. Cascadas, paisajes volcánicos y frailecillos

21 agosto 2013

Día 3. Cascadas, paisajes volcánicos y frailecillos

El tercer día de nuestro viaje a Islandia prometía ser uno de los más intensos en cuanto a belleza natural se refiere. La ruta planeada nos llevaría por algunas de las cascadas más impresionantes del país, playas de arena negra y formaciones rocosas que parecen sacadas de otro planeta. A pesar de la lluvia que nos acompañaría durante buena parte de la jornada, cada rincón visitado dejó una huella imborrable en mi memoria y en mi cámara (aunque esta última estuvo a punto de no contarlo).

Seljalandsfoss, la cascada que te envuelve #

Nuestra primera parada fue Seljalandsfoss, una de las cascadas más famosas y fotografiadas de Islandia. Lo que la hace realmente única es la posibilidad de caminar por detrás de la cortina de agua, algo que pocas cascadas en el mundo permiten. El sendero circular te invita a experimentar la cascada desde todos los ángulos posibles.

Al acercarte, lo primero que percibes es el estruendo del agua cayendo desde 60 metros de altura. A medida que te aproximas, una fina lluvia de gotas comienza a empaparte suavemente. Es prácticamente imposible mantenerse seco, pero créeme cuando te digo que mojarse forma parte esencial de la experiencia. Durante nuestro recorrido por la parte posterior, la sensación fue indescriptible: el agua cayendo frente a nosotros creaba un velo entre nuestros ojos y el paisaje islandés, generando un marco natural para contemplar la inmensidad del terreno volcánico que se extiende hasta donde alcanza la vista.

Mi consejo: lleva contigo un chubasquero o prenda impermeable y protege bien tu cámara o móvil. Merece absolutamente la pena mojarse un poco para vivir esta experiencia.

Seljalandsfoss Seljalandsfoss Seljalandsfoss Seljalandsfoss Seljalandsfoss
Seljalandsfoss

Gljúfurárfoss, el tesoro escondido #

Uno de los grandes descubrimientos del día fue Gljúfurárfoss. Mientras la mayoría de turistas se conformaba con visitar su vecina más famosa, nosotros decidimos caminar unos 10 minutos hacia la izquierda y nos encontramos con esta joya escondida. Su nombre significa literalmente "cascada del cañón", y no podría estar mejor descrita.

Para acceder a ella, tienes que adentrarte en una pequeña garganta entre rocas. El camino se estrecha y, por momentos, tuve que avanzar con el agua cubriendo parcialmente mis botas de montaña. La recompensa al final del trayecto es extraordinaria: una cascada íntima y mágica que cae en un pequeño espacio cerrado entre paredes rocosas. La luz que se filtra desde arriba crea un ambiente casi místico.

Lo más fascinante es que puedes situarte prácticamente debajo de la cascada y sentir su fuerza desde una perspectiva única. La sensación de estar en un lugar secreto, lejos del bullicio turístico, hace que este rincón sea especial y absolutamente recomendable.

Gljúfurárfoss Gljúfurárfoss
Gljúfurárfoss

Skógafoss, la majestuosidad hecha agua #

Si Seljalandsfoss es elegancia, Skógafoss es pura potencia. Esta imponente cascada de 60 metros de altura y 25 metros de ancho se presentó ante nosotros bajo una intensa lluvia, lo que lejos de desmerecer la visita, la convirtió en una experiencia aún más auténtica y salvaje.

A diferencia de otras cascadas, Skógafoss permite acercarse tanto que puedes sentir su fuerza en toda su magnitud. El volumen de agua que desciende es tan considerable que genera una permanente nube de gotas que empapa todo lo que se encuentra en un radio considerable. Durante nuestra visita, la lluvia caía con fuerza, pero decidí igualmente ascender por las más de 500 escaleras situadas en el lado derecho de la cascada.

El ascenso, aunque exigente, ofrece vistas cada vez más espectaculares de la cascada desde diferentes alturas. Al llegar a la cima, te encuentras con una plataforma de observación que permite ver la cascada desde arriba y el impresionante paisaje que se extiende hacia el océano. Fue precisamente aquí donde mi cámara dejó de funcionar, completamente empapada por la combinación de lluvia y el agua pulverizada de la cascada. Por suerte, tras secarse durante la noche en el hotel, volvió milagrosamente a la vida.

Un dato curioso: según la leyenda local, tras esta cascada se esconde un tesoro depositado por el primer colono vikingo de la zona. Aunque varias personas han intentado encontrarlo a lo largo de los siglos, el tesoro, si existe, sigue esperando a ser descubierto.

Skógafoss Skógafoss Skógafoss Skógafoss
Skógafoss

Skógasafn, un refugio cultural bajo la tormenta #

Cuando la lluvia arrecia en Islandia, hay que saber adaptarse. El Museo Folklórico de Skógar (Skógasafn) resultó ser el refugio perfecto para esas horas en que el diluvio hacía imposible cualquier actividad al aire libre.

Este complejo museístico es mucho más extenso e interesante de lo que podría parecer a primera vista. Con una entrada bastante asequible para los estándares islandeses, se compone de varias secciones que, aunque ubicadas en el mismo recinto, ofrecen experiencias complementarias. El edificio principal alberga una impresionante colección de más de 15.000 artefactos que abarcan desde la historia natural hasta tecnología, pasando por artesanía, pesca y agricultura tradicional islandesa.

Junto al edificio principal se encuentra el Museo de Transportes, donde pudimos observar la evolución de los medios de desplazamiento en la isla, desde trineos y carros antiguos hasta los primeros automóviles que llegaron a estas tierras remotas.

Pero la parte más fascinante, en mi opinión, fue el Museo al Aire Libre que forma parte del mismo complejo. Este espacio exterior alberga un conjunto de construcciones tradicionales islandesas reconstruidas con fidelidad histórica. Las casas de turba, con sus paredes gruesas y techos cubiertos de hierba, nos transportaron a épocas en que los habitantes de la isla debían ingeniárselas para sobrevivir en condiciones extremas. Son un ejemplo perfecto de arquitectura sostenible adaptada al entorno.

Dentro de estas pequeñas edificaciones, con techos tan bajos que tenía que agacharme para no golpearme la cabeza, descubrí cómo era la vida cotidiana de los islandeses de antaño: espacios reducidos pero sorprendentemente acogedores, camas diminutas (los islandeses antiguos dormían prácticamente sentados por miedo a que los espíritus malignos se llevaran su alma si dormían completamente tumbados), y utensilios tallados a mano con un nivel de detalle admirable. También hay una pequeña iglesia de madera negra que destaca por su sencillez y belleza.

Skógafoss Skógafoss Skógafoss Skógafoss
Skógafoss

Dyrhólaey, el encuentro con los frailecillos #

Por la tarde, la lluvia nos dio una tregua y pudimos dirigirnos hacia Dyrhólaey, un enorme arco natural de origen volcánico que se adentra en el mar. Este promontorio no solo es impresionante por su formación geológica, sino que también es conocido por ser un punto de observación de aves marinas, especialmente los carismáticos frailecillos.

Llegamos con cierta inquietud, pues a finales de agosto muchos frailecillos ya han iniciado su migración hacia aguas más cálidas. Sin embargo, la suerte estuvo de nuestro lado. Unos cuantos ejemplares permanecían aún en la zona, posados sobre los acantilados o volando en círculos sobre el océano.

Los frailecillos (Fratercula arctica) son aves marinas realmente peculiares. Su pico colorido y voluminoso, que contrasta con su plumaje blanco y negro, les confiere un aspecto casi caricaturesco. Verlos en su entorno natural, entrando y saliendo de sus madrigueras en los acantilados o volando con ese aleteo rápido tan característico, fue uno de los momentos más especiales del viaje.

Desde el promontorio de Dyrhólaey, además, se disfruta de una vista panorámica espectacular: hacia el este se extiende la playa negra de Reynisfjara con sus formaciones rocosas, hacia el norte domina el imponente glaciar Mýrdalsjökull, y hacia el sur y oeste se abre la inmensidad del océano Atlántico.

Poder ver y fotografiar a los frailecillos fue uno de los grandes momentos del día Poder ver y fotografiar a los frailecillos fue uno de los grandes momentos del día Poder ver y fotografiar a los frailecillos fue uno de los grandes momentos del día Poder ver y fotografiar a los frailecillos fue uno de los grandes momentos del día Poder ver y fotografiar a los frailecillos fue uno de los grandes momentos del día
Poder ver y fotografiar a los frailecillos fue uno de los grandes momentos del día

Reynisfjara, la playa negra de los trolls #

Nuestra última parada del día fue la playa de Reynisfjara, un tramo de costa absolutamente único que resume a la perfección el carácter volcánico de Islandia. La arena de un negro intenso, producto de la erosión del basalto, crea un contraste dramático con el blanco espumoso de las olas del Atlántico.

Lo más impresionante de esta playa, además de su color, son las columnas de basalto que se elevan en uno de sus extremos. Estas formaciones geológicas, perfectamente hexagonales y ordenadas como si hubieran sido talladas por algún artista meticuloso, son en realidad el resultado del enfriamiento lento de la lava hace miles de años. La regularidad geométrica que presenta la naturaleza en este lugar resulta fascinante.

Mar adentro, como centinelas vigilantes, se alzan los "trolls" de Reynisdrangar. Según la leyenda local, estos peñascos fueron en otro tiempo trolls que intentaban arrastrar un barco hacia la costa. Al sorprenderles la luz del amanecer, quedaron petrificados para siempre. Sea cual sea su origen, estas agujas rocosas emergiendo del mar completan un paisaje de una belleza sobrecogedora, especialmente cuando las olas rompen contra ellas con fuerza.

Un consejo importante: hay que extremar las precauciones en esta playa. Las olas del Atlántico son traicioneras y aparecen repentinamente, pudiendo arrastrar a visitantes desprevenidos. No es casualidad que haya numerosas señales advirtiendo del peligro y recordando trágicos accidentes ocurridos en el pasado.

Reynisfjara Reynisfjara Reynisfjara Reynisfjara Reynisfjara
Reynisfjara

Descanso en Vík: Guesthouse Steig #

Tras un día tan intenso, llegamos a nuestro alojamiento para esa noche: Guesthouse Steig, situado cerca de la pequeña localidad de Vík. Este establecimiento familiar, sencillo pero confortable, resultó ser el lugar perfecto para descansar y procesar todas las experiencias vividas durante la jornada.

Desde la ventana de nuestra habitación podíamos divisar el mar a lo lejos y las siluetas de los peñascos de Reynisdrangar recortándose contra el horizonte. La cena, a base de productos locales y pescado fresco, fue la guinda perfecta para un día que ya de por sí había sido extraordinario.

Mientras ponía a secar mi cámara con la esperanza de que volviera a funcionar al día siguiente, repasaba mentalmente las imágenes del día: cascadas que se pueden rodear, gargantes misteriosas, frailecillos posando para mis fotos, columnas de basalto perfectamente hexagonales... En apenas unas horas, Islandia nos había ofrecido una muestra incomparable de su variedad paisajística y su carácter único.

El sur de Islandia había cumplido con creces nuestras expectativas, y apenas estábamos en el tercer día de viaje. Con la cámara recuperándose y el cuerpo cansado pero satisfecho, me dormí pensando en las maravillas que aún nos esperaban en los días siguientes. Porque si algo tenía claro ya a esas alturas es que Islandia nunca deja de sorprender.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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