Día 5. Palacio de Ajuda, Panteón Nacional y otros tesoros de la ciudad
23 diciembre 2023
Llegamos ya a nuestra quinta jornada en Lisboa, un día que prometía seguir descubriéndonos los secretos mejor guardados de la capital portuguesa. Con nuestra Lisboa Card en el bolsillo y sólo unas 12 horas de validez restantes por delante para aprovechar sus ventajas, teníamos claro que debíamos optimizar nuestro tiempo para visitar aquellos lugares que aún nos quedaban pendientes.
El majestuoso Palacio Nacional de Ajuda, residencia real portuguesa #
La mañana comenzó con una visita que tenía especialmente marcada en nuestro itinerario: el Palacio Nacional de Ajuda. Este impresionante edificio neoclásico, construido tras el devastador terremoto de 1755, fue la residencia oficial de la familia real portuguesa durante el siglo XIX y merece sin duda una visita detenida.
Al entrar en el palacio, uno queda inmediatamente sobrecogido por la opulencia de sus salones. Las estancias se suceden, cada una más espectacular que la anterior, decoradas con mobiliario de época, obras de arte, tapices y candelabros que parecen transportarnos a los tiempos de esplendor de la monarquía portuguesa. El Salón del Trono, con su techo pintado y sus enormes espejos, es sin duda uno de los puntos álgidos del recorrido, aunque personalmente me cautivó especialmente la Sala de Música, con un piano histórico que casi podía imaginarse sonando en las recepciones reales.
La colección del palacio incluye valiosas piezas de porcelana, cristalería, platería y otros objetos decorativos que muestran el refinamiento y el gusto artístico de la corte portuguesa. Las vajillas de la Casa Real, expuestas en algunas de las salas, son auténticas obras de arte que dejan entrever el lujo con el que vivía la realeza.
Otra de las joyas del palacio es la Biblioteca Real, con sus estanterías repletas de volúmenes antiguos que transmiten ese aroma especial que solo los libros viejos poseen. Pasear entre sus salas es como hojear un libro de historia que narra la evolución de Portugal durante uno de sus períodos más interesantes.






El Panteón Nacional, joyas arquitectónicas y vistas incomparables #
Tras la visita al Palacio de Ajuda, nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino: el Panteón Nacional, oficialmente conocido como Igreja de Santa Engrácia. Esta sería la última de las atracciones que visitaríamos con nuestra Lisboa Card, y puedo afirmar sin temor a equivocarme que cerramos con broche de oro.
El edificio, con su impresionante cúpula blanca visible desde varios puntos de la ciudad, es un magnífico ejemplo de arquitectura barroca portuguesa. Su construcción se prolongó durante casi 400 años, lo que le valió una expresión popular en Portugal: "obras de Santa Engrácia", utilizada para referirse a algo que nunca termina.
El interior del Panteón es sencillamente espectacular. Su planta en forma de cruz griega está dominada por un espacio central abierto que se eleva hasta la majestuosa cúpula, creando una sensación de amplitud y luminosidad extraordinaria. Los mármoles polícromos que revisten suelos y paredes juegan con la luz que se filtra a través de los ventanales, creando un ambiente solemne pero a la vez acogedor.
Como su nombre indica, el edificio sirve como lugar de reposo para algunas de las figuras más destacadas de la historia portuguesa. Allí yacen los restos de presidentes de la República, escritores como Almeida Garrett y João de Deus, y la inolvidable Amália Rodrigues, la reina del fado, entre otros personajes ilustres. Cada cenotafio cuenta una parte de la historia de Portugal, convirtiendo el recorrido en una auténtica lección de cultura portuguesa.
Pero sin duda, uno de los momentos más memorables de la visita fue subir a la terraza exterior que rodea la base de la cúpula. Las vistas desde allí son sencillamente impresionantes. El río Tajo se extiende majestuoso a nuestros pies, mientras que el barrio de Alfama despliega su laberinto de callejuelas y tejados rojizos. Al fondo, el puente 25 de Abril se recorta contra el horizonte, y en días claros incluso puede verse la estatua del Cristo Rei en la orilla opuesta. Pasé largo rato allí arriba, cámara en mano, intentando capturar la esencia de Lisboa desde esta privilegiada atalaya.






Perdidos entre tesoros en la Feira da Ladra #
A la salida del Panteón, nos encontramos con la agradable sorpresa de que ese día se celebraba la Feira da Ladra, el tradicional mercadillo de Lisboa que tiene lugar los martes y sábados en el Campo de Santa Clara, justo enfrente del Panteón.
Paseamos entre los puestos, donde se mezcla lo antiguo y lo moderno, lo valioso y lo kitsch, en una auténtica fiesta para los sentidos. Libros antiguos, monedas, sellos, postales amarillentas por el paso del tiempo, vajillas de porcelana, discos de vinilo... Todo tiene cabida en este mercado que, según dicen, existe desde el siglo XIII, aunque su ubicación ha ido cambiando a lo largo de los siglos.
Me llamaron especialmente la atención los puestos de azulejos antiguos, algunos de ellos auténticas joyas que han sido rescatadas de edificios demolidos. Aunque los precios no eran precisamente bajos, resistí la tentación de comprar alguno como recuerdo de este viaje. Sin embargo, sí sucumbí al encanto de unas viejas postales de Lisboa de los años 60, que mostraban una ciudad que, en muchos aspectos, no ha cambiado tanto.
Descubriendo el encanto del barrio de Graça #
Después de un buen rato en el mercadillo, decidimos aventurarnos por las calles del barrio de Graça, uno de los barrios más auténticos y menos turísticos de Lisboa. Sin un rumbo fijo, nos dejamos llevar por el encanto de sus callejuelas empinadas, sus fachadas decoradas con azulejos y sus pequeñas plazas donde los vecinos charlan tranquilamente.
Graça tiene ese aire de barrio obrero que ha sabido mantener su esencia a pesar del paso del tiempo. Aquí la vida transcurre a un ritmo diferente, lejos del bullicio de las zonas más turísticas. Nos cruzamos con ancianos que tomaban el sol en los bancos, niños que jugaban en las plazas y vecinos que conversaban en las puertas de las pequeñas tiendas de barrio.
Aunque estuvimos un poco perdidos entre sus calles laberínticas, esa desorientación forma parte del encanto de explorar Lisboa. De hecho, son precisamente esos momentos de "extravío controlado" los que suelen deparar las sorpresas más agradables en cualquier viaje.
El Acueducto de las Águas Livres, obra cumbre de la ingeniería portuguesa #
Tras nuestro paseo por Graça, encontramos un autobús que nos llevó hasta el Jardim das Amoreiras, donde pudimos contemplar uno de los símbolos más impresionantes de Lisboa: el Acueducto de las Águas Livres.
Esta monumental obra de ingeniería hidráulica fue construida durante el siglo XVIII para solucionar los problemas de abastecimiento de agua que sufría la ciudad. El acueducto, con sus imponentes arcos que cruzan el valle de Alcântara, es un testimonio del ingenio humano y de la grandeza constructiva de la época.
La parte que pudimos ver en el Jardim das Amoreiras corresponde a uno de los tramos finales del acueducto, donde el agua llegaba a la ciudad después de recorrer más de 18 kilómetros desde su origen. Aunque no tuvimos tiempo de visitar el Museo del Agua, ubicado precisamente en un depósito alimentado por este acueducto, la visión de estos arcos de piedra que han desafiado al tiempo durante siglos ya merece por sí sola la visita.
El jardín, con sus olivos centenarios y su ambiente tranquilo, supuso un agradable descanso tras un día intenso de caminatas y descubrimientos. Nos sentamos unos minutos en uno de sus bancos, contemplando cómo la luz del atardecer bañaba la piedra del acueducto, otorgándole un tono dorado que contrastaba con el verde de la vegetación circundante.
Regreso al apartamento y reflexiones sobre un día intenso #
Desde el Jardim das Amoreiras emprendimos el camino de regreso a nuestro apartamento, situado no muy lejos de allí. Las piernas acusaban ya el cansancio acumulado después de varios días recorriendo las empinadas calles lisboetas, pero la sensación era de plena satisfacción por todo lo descubierto.
Esta quinta jornada en Lisboa nos había permitido conocer algunas de las joyas menos conocidas de la ciudad, alejándonos un poco de los circuitos más turísticos para adentrarnos en la auténtica esencia lisboeta. Del esplendor real del Palacio de Ajuda a la solemnidad del Panteón Nacional, pasando por el bullicio popular de la Feira da Ladra, el encanto cotidiano de Graça y la grandiosidad del Acueducto, habíamos completado un recorrido que mostraba las múltiples facetas de esta ciudad fascinante.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Descubre Bilbao
Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores