Día 1. Reencuentros y nuevas experiencias en la perla del Mediterráneo
25 febrero 2025
¡Por fin he vuelto a Málaga después de tantos años! Llevaba tiempo con esta espinita clavada.
Mi única visita anterior fue en mis años universitarios, allá por los 90, y aunque guardaba recuerdos estupendos de la gente, la fiesta y algún amor esporádico, la ciudad en sí me había dejado un poco frío. Recordaba una playa de arena negra y en cuesta y una catedral con aspecto abandonado que me habían decepcionado bastante.
Pero en los últimos años no paraba de escuchar que Málaga se había transformado por completo. "Ya no es la misma ciudad", "se ha puesto guapísima", "ahora está llena de museos y la zona del puerto es una pasada"... ¡Tantos comentarios que al final me picó la curiosidad! Y por si esto fuera poco, tenía otra excusa perfecta: en Málaga vive un antiguo compañero de trabajo con el que, a pesar de no vernos en 18 años (¡casi nada!), hemos mantenido el contacto y el cariño. Así que no había más que hablar: tocaba escapada a Málaga.
El reencuentro con Málaga: ¿será tan espectacular como dicen? #
El 25 de febrero de 2025 cogimos el avión desde Bilbao con una mezcla de nostalgia y expectación. ¿Reconocería la ciudad? ¿Estaría tan cambiada como todo el mundo decía? ¿Y qué tal sería reencontrarme con mi amigo después de tanto tiempo?
Nuestro vuelo salía a las 19:00h de Bilbao y llegábamos a las 20:30h a Málaga. Todo transcurrió sin problemas, el avión salió y llegó puntual. Y nada más pisar el aeropuerto malagueño, mi primera impresión fue exactamente la misma que hace 30 años: "¡Madre mía, qué pedazo de aeropuerto!". Sigue siendo enorme y ahora está incluso más moderno y reluciente.
Cuando los abrazos esperados son la mejor bienvenida #
Una de las grandes ventajas de este viaje es que no teníamos que preocuparnos por el traslado al centro ni por buscar alojamiento. Nuestros amigos nos estaban esperando con los brazos abiertos, y después de esos abrazos interminables que intentan compensar 18 años de ausencia física, nos llevaron directamente a su casa, que sería nuestro hogar durante estos días.
Después de dejar las mochilas y refrescarnos un poco, salimos a cenar. El clima era agradable, bastante similar al que habíamos dejado en Bilbao esa semana, que también disfrutaba de días templados. Y aquí viene la primera sorpresa positiva: nos llevaron al restaurante Niña Bonita, un mexicano que es 100% sin gluten, perfecto para mis amigos que tienen intolerancia. Lo que más me gustó es que no es uno de esos mexicanos adaptados al paladar español, sino auténtico, y con el detalle de servir el picante aparte para que cada uno elija cómo aliñar sus platos.
Probamos diferentes tipos de tacos de todas las variedades y guacamole casero, y la cena se convirtió en una primera sesión para ponernos al día. Recordamos a antiguos compañeros de trabajo, anécdotas compartidas y experiencias vividas en estos años. Esas conversaciones que saltan de un tema a otro sin orden ni concierto pero que van tejiendo de nuevo los hilos de una amistad que, en realidad, nunca se rompió del todo.
La noche se alarga cuando hay tanto que contarse #
Después de la cena, volvimos a casa y la tertulia continuó. El cansancio del viaje se esfumó como por arte de magia, sustituido por la adrenalina del reencuentro. Probé una copa de vino dulce malagueño (me pareció demasiado dulce para mi gusto, pero me alegro de haberlo probado), y entre conversaciones las horas pasaron volando.
Me encanta ese momento en que las conversaciones se vuelven más profundas, cuando pasas de las anécdotas superficiales a los verdaderos cambios vitales, a los miedos, a los sueños cumplidos y a los pendientes. Hay algo mágico en reencontrarte con alguien que te conoció en otra etapa de tu vida y comprobar que, a pesar de todos los cambios, sigue existiendo esa conexión.
Cuando miramos el reloj eran las dos de la madrugada. "¡Madre mía, cómo se ha pasado el tiempo!", exclamamos todos a la vez, pero sin un ápice de arrepentimiento. Ya habría tiempo para descansar, al fin y al cabo estábamos de vacaciones, ¿no?
La conversación se alarga mientras la ciudad espera #
Aunque no tuve ocasión de explorar la ciudad en este primer día, nuestras conversaciones giraron en torno a los cambios que ha experimentado Málaga en estos años. Nuestros amigos nos contaban con entusiasmo todas las transformaciones, los nuevos museos, las zonas rehabilitadas, la oferta cultural... Todo ello mientras yo intentaba conciliar estas descripciones con los recuerdos que guardaba de mi anterior visita.
Lo único que parecía seguir intacto (y me alegro) era el carácter de su gente. Ese acento malagueño que te envuelve, esa forma de ser abierta y acogedora que te hace sentir como en casa aunque lleves décadas sin pisar la ciudad. Por mucho que Málaga se haya modernizado y se haya convertido en un destino turístico de primera, su esencia sigue ahí.
Organizando nuestros días en Málaga #
Entre charla y charla, comentamos nuestros planes para los días siguientes. Aunque nuestros amigos tendrían que trabajar, nos dieron valiosas recomendaciones sobre qué visitar y dónde comer. Ya tenía en mente los principales puntos de interés que quería ver, pues me gusta documentarme antes de viajar, pero sus consejos sobre lugares menos conocidos y restaurantes auténticos resultaron muy útiles.
Organizamos un itinerario que incluía el centro histórico, el Castillo de Gibralfaro, algunos de los nuevos museos y, por supuesto, tiempo para disfrutar de la gastronomía local. La ciudad ofrecía ahora muchas más posibilidades que en mi anterior visita, con una oferta cultural, gastronómica y de ocio que prometía llenar perfectamente nuestros días de escapada.
Me fui a dormir con una sonrisa en la cara y esa sensación tan agradable de haber tomado la decisión correcta. Este viaje prometía mucho, y solo estábamos en el primer día. La antigua Málaga que recordaba con cierta decepción se estaba transformando, incluso en mi memoria, en una ciudad fascinante por descubrir.
Y lo mejor de todo: lo haría de la mano de un amigo que, a pesar del tiempo y la distancia, seguía siendo tan cercano como siempre. Porque hay amistades que, como el buen vino malagueño, solo mejoran con el tiempo.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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