Después de un primer día dedicado al viaje, por fin teníamos una jornada completa para explorar Málaga a nuestro ritmo. La noche anterior se había alargado hasta la madrugada, así que amanecimos algo tarde, pero con las energías renovadas para descubrir los encantos de esta ciudad mediterránea que siempre sorprende, incluso a quienes la hemos visitado antes.
Un desayuno tranquilo y el transporte público malagueño #
Comenzamos el día con un desayuno pausado en casa de nuestros amigos, aprovechando para ultimar los planes de la jornada. Una vez listos, nuestro primer objetivo fue práctico: adquirir una tarjeta de autobús para movernos por la ciudad. Descubrimos que podíamos cargar bloques de 10 viajes, resultando cada trayecto a tan solo 42 céntimos, casi un tercio del precio comparado con comprar el billete directamente en el autobús. Además, la tarjeta permite ser utilizada por dos personas, lo que la convierte en una opción todavía más económica para parejas o amigos que viajan juntos.
Con nuestra flamante tarjeta de transporte, tomamos el bus hasta Alameda Principal, punto neurálgico de la ciudad y perfecto para comenzar nuestra aventura urbana.
El corazón histórico: la emblemática calle Larios en pleno Carnaval #
Desde Alameda Principal nos adentramos en la calle Marqués de Larios, conocida popularmente como calle Larios. Esta arteria peatonal, inaugurada en 1891, es mucho más que una simple vía comercial; representa el corazón palpitante de Málaga y uno de los mejores ejemplos de urbanismo burgués de finales del siglo XIX en España. Su nombre homenajea a Manuel Domingo Larios y Larios, segundo Marqués de Larios, empresario e impulsor de la industrialización malagueña.
La calle, de apenas 300 metros de longitud, impresiona por su trazado recto y su anchura uniforme, características poco comunes en los cascos históricos españoles. Lo que la hace verdaderamente especial es su conjunto arquitectónico homogéneo, con edificios de estilo ecléctico que presentan elementos decorativos característicos de la arquitectura burguesa del XIX: balcones de forja, miradores acristalados y una cuidada ornamentación en las fachadas. El mármol del pavimento, colocado en 2002 durante una importante remodelación, refleja la luz del sol mediterráneo creando un ambiente luminoso incluso en los días más nublados.
Durante nuestro paseo, tuvimos la suerte de encontrar la calle espectacularmente decorada. Largas cortinas luminosas doradas colgaban a ambos lados de la calle, creando una especie de pasillo de luz. Lo más llamativo eran los adornos luminosos que cruzaban de lado a lado formando un techo visual sobre la vía: diseños que representaban figuras de Carnaval y personajes festivos con contornos de luz. Estas figuras de líneas sencillas iluminadas alternaban con cortinas de pequeñas luces blancas que brillaban incluso durante el día, aunque seguramente su efecto sería mucho más impresionante al anochecer.




Plaza de la Constitución: epicentro del Carnaval malagueño #
Seguimos nuestro recorrido hasta desembocar en la Plaza de la Constitución, auténtico corazón histórico de Málaga. Este espacio urbano ha sido el centro neurálgico de la ciudad desde la época musulmana, cuando era conocida como Plaza de las Cuatro Calles por ser el punto donde convergían las principales arterias de la medina. A lo largo de los siglos ha recibido diversos nombres: Plaza Mayor, Plaza Real, Plaza de la Libertad, Plaza de la República... cada uno reflejo de los vaivenes políticos de la historia española.
La plaza actual conserva su esencia pero ha experimentado importantes transformaciones. Su forma irregular, heredada del urbanismo musulmán, contrasta con la rigurosa geometría de calle Larios. El pavimento de mármol y los edificios históricos que la rodean, entre los que destaca el antiguo Ayuntamiento del siglo XVI (actual Museo del Patrimonio Municipal) con su peculiar fachada, normalmente constituyen el principal atractivo visual del espacio.
Sin embargo, en nuestra visita encontramos la plaza completamente transformada por las celebraciones del Carnaval. Un gran escenario ocupaba buena parte del espacio, decorado con coloridos motivos carnavalescos y preparado para las actuaciones de comparsas y chirigotas. Varias carpas y puestos temporales se distribuían por la plaza, algunos dedicados a la venta de máscaras y accesorios de Carnaval, otros ofreciendo bebidas y comida típica.
La famosa Fuente de Génova, bella obra renacentista del siglo XVI que normalmente adorna la plaza, no pudimos apreciarla ya que estaba cubierta por las estructuras del Carnaval. Esta fuente, traída originalmente desde Génova (de ahí su nombre), ha cambiado varias veces de ubicación a lo largo de la historia de la ciudad, y en esta ocasión quedaba temporalmente oculta tras andamios y decoraciones festivas.
Nos detuvimos unos minutos para observar este microcosmos urbano en plena efervescencia carnavalesca, pensando en cómo este espacio se ha adaptado a lo largo de los siglos para acoger las distintas manifestaciones culturales y festivas de la ciudad, manteniendo siempre su papel como punto de encuentro de los malagueños.


El Ateneo de Málaga: un oasis cultural inesperado #
Durante nuestro paseo, un edificio captó especialmente nuestra atención: el Ateneo de Málaga, ubicado en la calle Compañía. Esta institución cultural, fundada en 1966, ocupa un bello edificio histórico que anteriormente albergó una escuela jesuita y posteriormente el Instituto de Enseñanza Secundaria Vicente Espinel.
Decidimos entrar para ver las exposiciones temporales que albergaba, una pausa cultural improvisada que resultó ser un gran acierto. En ese momento, el Ateneo presentaba dos interesantes muestras con las que iniciaba su programación para 2025: «La fragilidad del acero» del artista malagueño Juanjo Almeda en la Sala Pérez Estrada, con esculturas realizadas en acero mediante soldadura eléctrica; y «Los adioses» de Mariló Jiménez Baena en el Espacio Frank Rebajes, un proyecto fotográfico que exploraba la historia de un matrimonio que emigró del pueblo a la ciudad.
El edificio en sí mismo merece la pena: techos altos, escaleras señoriales y una atmósfera que invita a la reflexión. El Ateneo funciona como un auténtico centro de dinamización cultural con una programación continua de actividades. Este tipo de espacios, algo alejados de los circuitos turísticos más transitados, son los que realmente permiten tomar el pulso cultural de una ciudad y constituyen un ejemplo perfecto de cómo Málaga ha sabido reinventarse como destino cultural, complementando la oferta de sus grandes museos con espacios más íntimos y cercanos.






La imponente Catedral de Málaga: "La Manquita" #
Con un helado artesanal refrescante en mano, adquirido en una pequeña heladería tradicional del centro, continuamos nuestra exploración del casco antiguo hasta llegar a uno de los grandes símbolos de la ciudad: la Catedral de Málaga, cariñosamente apodada por los malagueños como "La Manquita" debido a su torre sur inacabada.
Esta imponente construcción, iniciada en 1528 sobre los restos de la antigua mezquita mayor, es uno de los mejores ejemplos del Renacimiento andaluz, aunque incluye elementos góticos y barrocos fruto de su dilatado periodo constructivo, que se extendió hasta el siglo XVIII. El proyecto original fue diseñado por Diego de Siloé, aunque posteriormente intervinieron otros arquitectos como Andrés de Vandelvira.
La fachada principal, que contemplamos con detenimiento, es una espléndida composición barroca estructurada en dos cuerpos y dividida por columnas corintias. Los dos grandes portones de entrada están flanqueados por columnas salomónicas y coronados por medallones con relieves que representan escenas de la vida de la Virgen y los santos patronos de Málaga, San Ciriaco y Santa Paula.
Aunque en esta ocasión decidimos no visitar su interior (que alberga tesoros como la sillería del coro tallada por Pedro de Mena, el conjunto de capillas y un importante museo catedralicio), la contemplación de su fachada fue suficiente para quedar impresionados. Me sorprendió gratamente ver el edificio tan limpio y restaurado, pues recordaba de visitas anteriores una piedra mucho más oscurecida por el paso del tiempo. Se notaba que habían realizado importantes trabajos de restauración en la fachada desde mi última visita, devolviéndole el tono dorado original de la piedra caliza utilizada en su construcción.
Según pudimos observar, el tejado se encontraba también en proceso de reforma, con andamios y lonas protectoras que, lejos de afear el conjunto, evidenciaban el compromiso por mantener este monumento en las mejores condiciones posibles. Estos esfuerzos por conservar el patrimonio siempre son dignos de elogio, especialmente en edificios de esta envergadura e importancia histórica.
Nos detuvimos en la Plaza del Obispo, frente a la fachada principal, para contemplar también el Palacio Episcopal, otro magnífico ejemplo de arquitectura del siglo XVIII que dialoga armoniosamente con la catedral. La plaza, con su fuente central y el constante trasiego de personas, ofrece la distancia perfecta para apreciar las proporciones y detalles de ambos edificios.




La Alcazaba: un tesoro árabe con vistas incomparables #
Nuestro paseo continuó hasta encontrarnos con el Museo de Málaga (que decidimos dejar para otra ocasión) y dirigirnos directamente hacia uno de los grandes objetivos del día: la Alcazaba. Descubrimos que existe una entrada combinada con el Castillo de Gibralfaro por un precio total de 5,50€ por persona, una opción muy recomendable por su relación calidad-precio. Además, el ticket es válido durante 48 horas, lo que permite visitar cada monumento en días distintos si se prefiere.
La Alcazaba de Málaga es una impresionante fortaleza palaciega de origen árabe que data principalmente de los siglos XI al XIV, durante la época del dominio musulmán en la península. Esta construcción defensiva, ubicada al pie del monte Gibralfaro, constituye uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad y un ejemplo extraordinario de arquitectura militar islámica en España.
Lo que hace especial a esta Alcazaba es su doble función como fortaleza y palacio. Su diseño incorpora elementos defensivos como torres, murallas y puertas fortificadas, pero también espacios residenciales y de representación propios de un palacio árabe. El monumento se organiza en dos recintos amurallados: el exterior, de carácter más defensivo, y el interior, donde se encontraban las dependencias palaciegas.






Durante nuestro recorrido, que se extendió por más de dos horas, pudimos apreciar los magníficos trabajos de restauración realizados a lo largo del tiempo. Si bien gran parte de lo que hoy vemos es fruto de reconstrucciones, el conjunto mantiene un equilibrio que permite imaginar su esplendor original. Los hermosos patios con vegetación, las fuentes y albercas que evocan el uso del agua tan característico de la arquitectura hispanomusulmana, y los restos arqueológicos expuestos a lo largo del recorrido nos transportaron a otra época.
Un elemento que merece especial mención son los jardines, dispuestos en terrazas que aprovechan la topografía del terreno. El aroma de los naranjos, jazmines y otras plantas mediterráneas complementa perfectamente la experiencia sensorial de la visita.
Pero si hay algo verdaderamente impagable en la Alcazaba son sus vistas panorámicas de Málaga. Desde sus torres y miradores se obtiene una perspectiva privilegiada de la ciudad, el puerto y el mar Mediterráneo. La combinación del azul del mar, el verde de la vegetación y el blanco del casco urbano crea una postal difícil de olvidar. Es especialmente recomendable buscar los puntos más elevados de la fortaleza para disfrutar de estas vistas en todo su esplendor.




El Teatro Romano #
A la salida de la Alcazaba, nos detuvimos a visitar el Teatro Romano, que se encuentra justo a los pies de la fortaleza musulmana. Este yacimiento arqueológico, descubierto casualmente en 1951 durante unas obras para la construcción de un jardín, es uno de los testimonios más antiguos de la presencia romana en la península ibérica. Construido en el siglo I a.C., durante la época del emperador Augusto, el teatro funcionó como tal hasta el siglo III d.C.
Nos impresionó observar cómo la Alcazaba se construyó posteriormente utilizando parte de los materiales del teatro, creando una superposición histórica fascinante: la cultura romana, la musulmana y la cristiana superpuestas en un mismo espacio. El teatro conserva bien su graderío semicircular (cavea), dividido en los tres sectores tradicionales (ima, media y summa cavea), así como parte del escenario (proscaenium) y algunos elementos decorativos.
La entrada al Teatro Romano es gratuita, y aunque es un monumento más modesto en comparación con la grandiosidad de la Alcazaba, resulta igualmente interesante por su valor histórico y arqueológico. Un pequeño centro de interpretación junto al yacimiento nos ayudó a entender mejor la importancia de este espacio en la Málaga romana (Malaca) y su evolución a lo largo de los siglos.




De la Alcazaba a la Plaza de la Merced: explorando el corazón cultural de Málaga #
Tras la intensa visita a la Alcazaba y el Teatro Romano, el apetito se había abierto paso. Hicimos una comida tardía en un restaurante de comida rápida del casco antiguo y recuperamos fuerzas para continuar nuestra exploración urbana.
Desde allí nos dirigimos caminando hacia la Plaza de la Merced, otro de los espacios emblemáticos de Málaga. Esta plaza, de forma rectangular y con un monumento a Torrijos en su centro, tiene un significado especial para la ciudad por ser el lugar donde nació Pablo Picasso. La Casa Natal del genial artista se encuentra en una esquina de la plaza, convertida hoy en fundación y museo que conserva algunos objetos personales de la familia y obras del pintor.
Aunque no entramos en la Casa Natal, disfrutamos del ambiente de la plaza, tradicionalmente punto de encuentro para los malagueños y ahora también para turistas que buscan la huella de Picasso en la ciudad. Las terrazas que la rodean estaban animadas incluso en hora tardía, y los edificios de los siglos XVIII y XIX que la enmarcan ofrecen un conjunto arquitectónico muy agradable a la vista.
Seguimos nuestro recorrido por las callejuelas del casco histórico, pasando por delante del Museo Picasso, ubicado en el Palacio de Buenavista, un magnífico edificio renacentista del siglo XVI que por sí solo ya merece la visita. A pesar de no entrar en esta ocasión, nos detuvimos a admirar su fachada y el patio interior que se vislumbra desde la entrada. Este museo, inaugurado en 2003, alberga más de 200 obras del artista malagueño y ha sido uno de los principales motores de la transformación cultural que ha experimentado la ciudad en las últimas décadas.
Las calles circundantes, como San Agustín o Granada, conservan ese encanto del casco antiguo rehabilitado: fachadas cuidadas, pequeños comercios, restaurantes con encanto y una mezcla perfecta entre lo histórico y lo contemporáneo. Fuimos descubriendo rincones encantadores y dejándonos sorprender por la mezcla de historia y modernidad que caracteriza a la Málaga actual.






Un atardecer mágico en el puerto renovado #
Conforme se acercaba la puesta de sol, decidimos dirigirnos hacia la zona del puerto. Comenzamos por el área de atraque de los trasatlánticos, impresionante por las dimensiones de estos gigantes del mar, y continuamos por el Muelle Uno, una de las zonas más renovadas y dinámicas de la ciudad.
El Muelle Uno representa perfectamente la transformación que ha experimentado Málaga en las últimas décadas. Este espacio, antiguamente de uso exclusivamente portuario, se ha reconvertido en una moderna zona comercial y de ocio abierta al mar, formando parte de un ambicioso proyecto de integración puerto-ciudad. El arquitecto principal del proyecto conocido como "Palmeral de las Sorpresas" fue Jerónimo Junquera, quien supo combinar espacios abiertos, vegetación y estructuras contemporáneas en perfecta armonía, creando un paseo que conecta la ciudad con su frente marítimo.
El diseño incluye elementos de arquitectura contemporánea que, aunque podrían recordar remotamente al estilo de Santiago Calatrava, tienen una identidad propia. Las elegantes pérgolas blancas con forma ondulada que dan sombra al paseo marítimo, las hileras de palmeras que justifican el nombre de "Palmeral de las Sorpresas", y los amplios espacios abiertos crean un conjunto de gran belleza y funcionalidad. La terminal de cruceros, obra del arquitecto malagueño Ángel Asenjo, se integra perfectamente en este paisaje renovado.
El paseo marítimo está flanqueado por tiendas, restaurantes con terrazas y espacios abiertos que invitan al disfrute. Durante nuestro recorrido, observamos cómo locales y turistas compartían este espacio en perfecta armonía: familias paseando, corredores aprovechando el largo tramo sin tráfico, parejas sentadas en los bancos contemplando el mar, y grupos de amigos disfrutando de un aperitivo en las terrazas.
La presencia del Centro Pompidou Málaga, con su característica estructura cúbica multicolor diseñada por los arquitectos Javier Pérez de la Fuente y Juan Antonio Marín Malavé, añade un toque de arte contemporáneo a este entorno renovado. Este "cubo" semihundido, inaugurado en 2015, representa otro ejemplo de cómo Málaga ha apostado por la cultura como motor de transformación urbana.
A pesar de que algunas nubes se habían apostado en el horizonte, el atardecer desde este enclave resultó sencillamente espectacular. Los tonos dorados, naranjas y rojizos tiñendo el cielo y reflejándose en las aguas del puerto crearon un escenario de belleza casi mágica. La posición privilegiada del puerto, orientado hacia el oeste, lo convierte en un mirador perfecto para contemplar la puesta de sol.






Decidimos quedarnos hasta que cayó la noche, contemplando cómo la ciudad se iba iluminando progresivamente, creando un nuevo paisaje igualmente cautivador. Las luces de los edificios del centro histórico, los barcos amarrados con sus luces de posición, las farolas del paseo marítimo y la iluminación ornamental de las pérgolas componían un lienzo nocturno que merecía ser admirado con calma. Especialmente hermosa resultó la vista de la Alcazaba y el Castillo de Gibralfaro iluminados en la colina, dominando el paisaje urbano.
Nos sentamos en uno de los bancos frente al mar, disfrutando de la suave brisa marina y del murmullo de las conversaciones y la música lejana proveniente de los locales cercanos. Allí estuvimos, en ese momento de perfecta comunión con la ciudad, hasta que el fresco de la noche nos recordó que era hora de volver.
Regreso y conclusión de una jornada perfecta #
Con las imágenes del atardecer y la ciudad iluminada todavía frescas en la retina, tomamos el autobús de vuelta a casa de nuestros amigos. Allí nos esperaba una velada de cine y pizza, y la oportunidad de compartir las experiencias del día, planificar la jornada siguiente y, por supuesto, disfrutar de la hospitalidad malagueña que siempre hace que uno se sienta como en casa.
Esta segunda jornada en Málaga nos confirmó por qué esta ciudad se ha convertido en uno de los destinos urbanos más atractivos de España. Su combinación de historia, cultura, gastronomía y ese ambiente mediterráneo tan especial la convierten en un lugar perfecto para escapadas de cualquier duración. Y aunque ya habíamos estado antes, siempre hay algo nuevo que descubrir o redescubrir con nuevos ojos, como fue el caso de la renovada Alcazaba o ese mágico atardecer en el puerto que quedará grabado en nuestra memoria por mucho tiempo.







Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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