En nuestro quinto y último día en Málaga, descubrimos que a veces los momentos más valiosos de un viaje no tienen nada que ver con monumentos o atracciones turísticas, sino con las personas que nos rodean y las conexiones que mantenemos a lo largo del tiempo.
Una mañana de reencuentros #
Con nuestro vuelo programado para las 7 de la tarde, aún contábamos con toda la mañana disponible para disfrutar de nuestros últimos momentos en esta maravillosa ciudad andaluza. Siguiendo la dinámica relajada que había caracterizado todo nuestro viaje, nos levantamos sin prisas, permitiéndonos descansar lo suficiente para aprovechar al máximo nuestro último día.
El desayuno con nuestros amigos malagueños se convirtió en uno de esos momentos distendidos que quedan grabados en la memoria. Lo que comenzó como un simple desayuno se transformó en una extensa charla sobre un proyecto personal en el que estaban trabajando. Compartieron con nosotros todos los detalles, desde la concepción hasta la ejecución, invitándonos a formar parte de su ilusión. Las opiniones fluyeron, surgieron dudas que dieron paso a sugerencias, y pudimos sentir la excitación que les provocaba este proyecto tan cercano a sus corazones.
Nos involucramos tanto en la conversación y en las pruebas en primera persona de su iniciativa que, sin darnos cuenta, llegó la hora de la comida sin haber salido siquiera de casa. Y no me arrepiento en absoluto.
Las verdaderas razones de nuestro viaje #
Si bien Málaga es una ciudad repleta de encantos turísticos, una de las principales motivaciones para este viaje era reencontrarme con mi antiguo compañero de trabajo. Comprobar que nuestra conexión seguía intacta después de tantos años resultó ser lo más gratificante de toda la experiencia, incluso por encima de las delicias que el turismo nos había ofrecido durante los días anteriores.
Ni los monumentos más impresionantes podrían competir con el valor de esa mañana de sábado o de las noches de conversación que se extendieron hasta la madrugada. Son esos momentos los que dan sentido a nuestros viajes, los que nos conectan con la esencia de los lugares que visitamos a través de las personas que los habitan.
Gastronomía casera y despedidas #
A la hora de la comida, nuestros anfitriones volvieron a sorprendernos con un festín de comida casera: croquetas elaboradas con todo el cariño, boquerones fritos en su punto perfecto y un delicioso pollo con arroz que completó un menú digno de cualquier restaurante gourmet. Un auténtico manjar que disfrutamos en la mejor compañía posible.
No encuentro palabras suficientes para agradecer semejante hospitalidad. Ángel y Rosmari son, sin duda, de las personas más bellas que he conocido, con una generosidad que trasciende cualquier descripción. Mi cariño hacia ellos es inmenso, y espero fervientemente que nuestros caminos vuelvan a cruzarse muy pronto.
El regreso a casa #
Después de la comida, Ángel tuvo la gentileza de acompañarnos hasta la estación de tren. El trayecto hasta el aeropuerto fue rápido y cómodo, llegando en pocas paradas a nuestro destino. A pesar de un cambio de puerta imprevisto que nos sorprendió a última hora, conseguimos embarcar en nuestro vuelo a Bilbao con puntualidad y sin contratiempos.


Reflexiones finales y planes futuros #
Esta breve pero intensa experiencia en Málaga me ha dejado con un deseo innegable de regresar para seguir descubriendo sus encantos. Además de profundizar en el conocimiento de la ciudad, me gustaría explorar poblaciones cercanas como Torremolinos, Benalmádena o Fuengirola, que quedaron pendientes en esta ocasión.
Pero sobre todo, espero poder volver a visitar a mis queridos amigos y conocer Ronda, su ciudad natal, que por sus comentarios promete ser una experiencia inolvidable. Porque, al final, son las personas las que dan alma a los lugares, y Málaga, gracias a Ángel y Rosmari, ha quedado grabada en mi corazón como un destino al que siempre querré volver.
Este viaje a Málaga no solo me ha permitido descubrir una ciudad fascinante, sino también redescubrir el valor incalculable de las amistades que perduran a pesar del tiempo y la distancia. A veces, el verdadero lujo no está en los hoteles de cinco estrellas o en los restaurantes con estrella Michelin, sino en sentarse alrededor de una mesa con amigos queridos y compartir risas, recuerdos y proyectos de futuro.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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