El clima en Nueva York es impredecible, y el 10 de octubre nos lo demostró con una lluvia persistente que cambió nuestros planes iniciales. Esos días grises tienen algo especial en Manhattan; la ciudad adquiere un brillo diferente, los paraguas forman un caleidoscopio de colores contra el asfalto mojado y los neoyorquinos aceleran aún más su ya de por sí frenético ritmo.
La mañana bajo techo: Manhattan Mall #
Con el cielo encapotado y las primeras gotas cayendo sin clemencia, decidimos modificar nuestra ruta matutina y buscar refugio en el Manhattan Mall. Este centro comercial ubicado en Herald Square se convirtió en nuestro salvador temporal. Aunque no es comparable con los grandes malls americanos de las afueras, ofrece un buen puñado de tiendas para matar el tiempo mientras el temporal arrecia en el exterior.
Tras recorrer varias plantas y explorar algunas tiendas, nos acomodamos en una cafetería desde donde observábamos cómo la lluvia golpeaba los ventanales. Hay algo hipnótico en ver Manhattan a través de una ventana empañada por la lluvia, mientras saboreas un café humeante y planificas cómo aprovechar el resto del día si el tiempo da un respiro.
Un respiro entre aguaceros #
Alrededor del mediodía, la lluvia pareció darnos una tregua momentánea. Equipados con nuestros impermeables y paraguas, salimos a la calle dispuestos a aprovechar cualquier pausa que nos regalara el clima. Nuestra primera parada fue el Madison Square Garden, ese templo deportivo y musical que tantas leyendas ha albergado. Aunque no pudimos entrar (no había eventos programados para esa mañana), el simple hecho de contemplar su estructura circular y recordar todas las historias que han ocurrido allí ya merece la pena.
Solo unas calles más allá nos topamos con uno de esos contrastes que hacen única a Nueva York: la Catedral de St. Patrick. Su arquitectura neogótica resulta aún más impresionante cuando se alza majestuosa entre los modernos rascacielos que la rodean. El interior nos recibió con una paz que contrastaba brutalmente con el bullicio de la Quinta Avenida. Los vitrales, aun con poca luz exterior por el día nublado, conservaban toda su belleza y provocaban ese sobrecogimiento que solo los grandes espacios sagrados consiguen transmitir.


Rockefeller Center bajo la llovizna #
Cuando salimos de la catedral, la lluvia había regresado, aunque con menos intensidad. A pocos pasos se encuentra el complejo del Rockefeller Center, otra visita obligada en cualquier ruta por Manhattan. El conjunto arquitectónico Art Deco impresiona por sí mismo, independientemente de que se suba o no a su famoso mirador "Top of the Rock".
La plaza central, donde en invierno instalan la famosa pista de patinaje y el gigantesco árbol navideño, estaba relativamente tranquila por el mal tiempo. Esto nos permitió disfrutar con calma de detalles como las esculturas y relieves que adornan los edificios, o la imponente estatua dorada de Prometeo presidiendo el conjunto. Decidimos no subir al observatorio, ya que con la lluvia y las nubes bajas las vistas serían limitadas, pero prometimos regresar otro día si el tiempo mejoraba.


La experiencia Macy's #
Por la tarde, la lluvia volvió con fuerza y buscamos de nuevo refugio en interiores. ¿Y qué mejor lugar que Macy's, ese templo del consumo que ocupa toda una manzana en Herald Square? Autodenominado "el almacén más grande del mundo", atravesar sus puertas es como entrar en una dimensión paralela donde todo está a la venta.
Pasamos un buen rato recorriendo sus múltiples plantas, cada una dedicada a diferentes departamentos. Desde la cosmética de la planta baja hasta los muebles y decoración de las superiores, Macy's es un laberinto comercial donde es fácil perder la noción del tiempo y el espacio. Lo más fascinante es observar la arquitectura original del edificio, con sus escaleras mecánicas de madera que siguen funcionando después de décadas y esos detalles que recuerdan a una época en que ir de compras era todo un acontecimiento social.
"Hairspray": el broche perfecto para un día lluvioso #
Para culminar el día, teníamos reservadas entradas para ver "Hairspray" en Broadway. Después de la experiencia del día anterior, que resultó algo densa y menos entretenida de lo esperado, este musical supuso un auténtico chute de energía. Ambientado en la Baltimore de los años 60, "Hairspray" combina una trama sobre integración racial con música contagiosa y un sentido del humor que me arrancó carcajadas durante toda la función.
El Neil Simon Theatre estaba prácticamente lleno, y el ambiente era electrizante. Por un par de horas olvidamos por completo la lluvia, el cansancio acumulado y nos dejamos llevar por las coreografías, las canciones pegadizas y ese optimismo tan americano que destila la obra. Salimos del teatro tarareando "You Can't Stop the Beat" mientras la lluvia, ahora convertida en una leve llovizna, nos acompañaba de regreso al hotel.
A pesar del mal tiempo, o quizás gracias a él, este cuarto día en Nueva York nos mostró otra cara de la ciudad, esa que no aparece en las postales soleadas pero que tiene un encanto especial. Descubrimos que Manhattan bajo la lluvia también tiene su magia, con reflejos en el asfalto mojado que duplican las luces de la ciudad y un ritmo diferente que invita a redescubrir espacios interiores que quizás, con buen tiempo, habríamos pasado por alto.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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