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La bella y la bestia en el Lunt-Fontanne Theatre

Pura magia Disney

La bella y la bestia en el Lunt-Fontanne Theatre

Si El violinista en el tejado nos había ofrecido la tradición clásica de Broadway, La bella y la bestia representaba el otro extremo del espectro teatral: la espectacularidad contemporánea de Disney llevada al escenario. En el Lunt-Fontanne Theatre nos esperaba una experiencia completamente diferente, diseñada para deslumbrar desde el primer momento.

Cuando la animación cobra vida #

Para alguien que creció con las películas de Disney, ver La bella y la bestia en vivo tiene algo de experiencia surrealista. Los personajes que conocíamos en dos dimensiones, esas voces familiares y esas canciones grabadas en la memoria colectiva, de repente cobraban vida tridimensional ante nuestros ojos.

El vestuario merece un capítulo aparte. Los trajes de los objetos encantados del castillo son una exhibición de ingeniería teatral que roza lo imposible. Mrs. Potts convertida en tetera humana, Lumière con su candelabro antropomórfico, y especialmente Chip, el pequeño teacup que conseguía ser adorable y creíble al mismo tiempo. Aún hoy me pregunto cómo lograban esos efectos, especialmente con el niño que interpretaba a Chip: la ilusión era tan perfecta que parecía realmente una taza de té sin cuerpo.

El espectáculo que lo cambió todo #

"Be Our Guest", el número que en español conocemos como "Qué festín", es probablemente una de las secuencias más impresionantes que puede ofrecer Broadway. Empieza de manera contenida, con Lumière invitando a Belle a cenar, pero va creciendo progresivamente hasta convertirse en una explosión de color, música y coreografía que desafía cualquier descripción.

La escenografía se transforma completamente: platos que bailan, cubiertos que cobran vida, servilletas que vuelan por los aires, y un despliegue de efectos visuales que mantiene al espectador con la boca abierta durante los quince minutos que dura el número. Es teatro total en su máxima expresión, un momento en el que la técnica teatral se pone al servicio de la pura diversión sin complejos.

Disney sin disculpas #

Una de las cosas que más me llamó la atención fue la valentía con la que Disney había trasladado su universo al teatro sin intentar "ennoblecerlo" o hacerlo más sofisticado. Era Disney puro y duro: familiar, espectacular, emocional y comercial sin disculpas.

La historia de Belle y la Bestia funcionaba igual de bien en el escenario que en la pantalla, quizás porque es una de esas narrativas atemporales que resisten cualquier formato. El tema del amor que va más allá de las apariencias, la importancia de ver el interior de las personas, la redención a través del cariño: son temas universales que conectan independientemente del medio.

Una producción que mima cada detalle #

Lo que más impresiona de La bella y la bestia es la atención obsesiva al detalle. Cada movimiento está coreografiado, cada efecto lumínico calculado, cada cambio de vestuario cronometrado a la perfección. Se nota que detrás hay una maquinaria industrial que ha pulido cada segundo del espectáculo hasta alcanzar un nivel de perfección técnica asombroso.

Los números musicales conocidos sonaban exactamente como esperábamos pero con esa potencia adicional que solo la música en vivo puede proporcionar. "Belle", la canción inicial que presenta a la protagonista y su pueblo, creaba inmediatamente esa atmósfera de cuento de hadas que te transporta a otro mundo desde los primeros compases.

Entretenimiento sin pretensiones #

Si El violinista en el tejado nos había exigido cierta concentración y reflexión, La bella y la bestia pedía exactamente lo contrario: dejarse llevar, disfrutar del espectáculo, rendirse ante la magia sin cuestionamientos. Y funcionaba perfectamente.

No era teatro intelectual ni vanguardista, pero tampoco pretendía serlo. Era entretenimiento familiar de primera calidad, diseñado para emocionar a niños de ocho años y a adultos de cincuenta por igual. Y lo conseguía con una eficacia aplastante.

La magia de lo imposible hecho posible #

Salir del Lunt-Fontanne Theatre después de La bella y la bestia era como despertar de un sueño particularmente vívido. Durante dos horas y media habíamos habitado un mundo donde los objetos hablaban, donde las rosas brillaban con luz propia y donde el amor verdadero podía romper cualquier hechizo.

Quizás no era el teatro más profundo o trascendente que veríamos en nuestro periplo por Broadway, pero sí era uno de los más logrados en términos de puro espectáculo. Disney había demostrado que sabía traducir su magia cinematográfica al lenguaje teatral sin perder ni un ápice de su capacidad de fascinación.

Para cualquier amante de los musicales, La bella y la bestia representa una experiencia imprescindible: la demostración de que el teatro puede ser tan espectacular y emocionante como el mejor cine, pero con esa inmediatez y energía que solo la actuación en vivo puede proporcionar.

Nota: La imagen de portada es ilustrativa y no corresponde a la producción específica del musical que se reseña en este artículo, ya que no dispongo de fotografías de dicha representación.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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